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El dolor es la causa más frecuente de consulta médica en el mundo. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, lo definió como “una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial”. Más allá de su impacto en el bienestar, el dolor tiene implicaciones críticas para la salud. Si no se trata adecuadamente, el dolor tiene el potencial de convertirse en sufrimiento crónico, contribuir a la dependencia de medicamentos y conducir a un aumento de los gastos de atención médica. Es clave, entonces, diagnosticarlo y tratarlo. Sin embargo, si usted es mujer, tiene más probabilidades de que su médico juzgue su dolor como menos intenso, en comparación con el de un hombre.
Así lo sugiere una investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Los autores investigaron si las decisiones de manejo del dolor están sesgadas por el sexo de los pacientes. En el contexto del dolor, se tiende a juzgar el dolor de las mujeres como menos intenso que el de los hombres, dicen. “Investigaciones psicológicas recientes sugieren que la percepción sesgada del dolor se deriva de un “sesgo de exageración de género-dolor”: se cree que las mujeres informan su dolor de manera exagerada en comparación con los hombres”, se puede leer en el estudio. Ese sesgo, continúa la investigación, se origina en la percepción de que las mujeres son “emocionales, dramáticas e incluso histéricas”.
Los informes que apuntan a que el dolor de las mujeres es visto con más escepticismo que el de los hombres también suelen ser cuestionados. Pero, como dicen los autores de esta nueva investigación, si los proveedores de atención médica tienen puntos de vista estereotipados, “entonces ellos también pueden creer que los informes de dolor de las mujeres están inflados en comparación con los de los hombres”. Los investigadores realizaron entonces tres estudios. En el primero, recopilaron datos de pacientes de los servicios de urgencia en dos campus del Centro Médico de la Universidad Hebrea Hadassah, en Israel. Para cada paciente, los datos que se tuvieron en cuenta incluyeron sus variables demográficas y las del médico, los medicamentos recetados al momento del alta, la puntuación del dolor del paciente, entre otros.
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En ese punto, la probabilidad de que un paciente recibiera alguna prescripción de analgésico fue menor para las mujeres que para los hombres (38% frente a 47%, respectivamente). Esta disparidad de sexo se observó en todos los grupos de edad y para cada puntuación de dolor (de 0 a 10). Los científicos también examinaron la probabilidad de recibir una prescripción de analgésico por sexo y por nivel de dolor, que se definieron de acuerdo con la escala de dolor de la OMS (es decir, leve, moderado y severo). Allí sus resultados también fueron dicientes: las pacientes mujeres tenían menos probabilidades que los pacientes hombres de recibir alguna prescripción de analgésico para el dolor leve, moderado y severo.
Se observó un patrón bastante similar al examinar las prescripciones de analgésicos opioides y no opioides por separado. En comparación con los pacientes masculinos, las pacientes femeninas tenían menos probabilidades de recibir una prescripción de analgésico opioide (19% frente a 25% para pacientes femeninos y masculinos, respectivamente).
En el segundo estudio, y para examinar los resultados del primero, los investigadores obtuvieron un conjunto de datos del Centro de Salud de la Universidad de Missouri en Columbia, EE. UU. Allí buscaron establecer si los hallazgos del estudio 1 se replicaban en un sistema médico de un país diferente. Y fue así. Al igual que en el estudio 1, las pacientes mujeres tuvieron menos probabilidades de recibir cualquier tipo de prescripción de analgésicos que los pacientes varones (26% frente a 31%, respectivamente). Ellas también tuvieron menos probabilidades de recibir una prescripción de analgésicos para niveles de dolor moderado (20% frente a 28%, respectivamente) y para niveles de dolor severo (30% frente a 35%, respectivamente).
Finalmente, los científicos informan la realización de un tercer estudio que buscó entender si hay una razón por la cual los proveedores de atención médica juzgan el dolor de las pacientes femeninas como menos intenso que el dolor de los hombres. A los participantes se les presentó un escenario clínico que describía a un paciente que llegaba al servicio de urgencias con dolor de espalda, que el paciente calificaba con 9 de 10. El escenario describía al paciente como mujer o como hombre, pero era idéntico en todo lo demás. Se les pidió que juzgaran la intensidad del dolor del paciente (en una escala de 0 a 100). Los participantes calificaron el dolor del paciente como menos intenso cuando el paciente fue descrito como mujer.
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En 2010, los delegados de la Cumbre Internacional del Dolor de 130 países firmaron la “Declaración de Montreal” en la que se pedía el reconocimiento del tratamiento del dolor como un derecho humano básico. El primer artículo de la declaración planteaba “el derecho de todas las personas a tener acceso al tratamiento del dolor sin discriminación (…). Esto incluye, pero no se limita a, la discriminación por motivos de edad, sexo, género…” ¿El hecho de que las pacientes mujeres reciban menos analgésicos que los hombres constituye un sesgo? “Desde una perspectiva clínica, sostenemos que sí”, responden los autores.
Las pautas de manejo del dolor instruyen a los proveedores de atención médica a prescribir analgésicos según la puntuación de dolor informada por el paciente, independientemente del sexo del paciente. “Sin embargo, encontramos que incluso después de controlar la puntuación de dolor y muchos otros factores, las decisiones de manejo del dolor dependen del sexo del paciente”, señalan los autores. “Varios hallazgos nos llevan a concluir que las pacientes mujeres están siendo discriminadas y que el dolor de las mujeres está siendo pasado por alto y subtratado”, agregan. Entre esos hallazgos está, por ejemplo, que las enfermeras registran las puntuaciones de dolor con menos frecuencia para las mujeres que para los hombres.
Si bien los datos de este estudio no permiten vincular las decisiones sesgadas de manejo del dolor con juicios estereotipados sobre el dolor como las que mencionamos al principio, los autores del estudio creen que “trabajos previos han podido establecer tal conexión en el contexto del sesgo racial, donde una percepción estereotipada de los pacientes negros como más resistentes físicamente al dolor se ha asociado con un tratamiento inadecuado del dolor”. Si bien en este caso sería diferente, pues a diferencia de las personas negras, que son percibidas como más resilientes, las mujeres son percibidas como exageradas de su dolor. (Vea: Detalles del informe que señala a 24 EPS de un uso indebido de billonarios recursos)
“Las mujeres y los hombres pueden comunicar su dolor de manera diferente, de una manera que hace que el dolor masculino parezca más merecedor de tratamiento”. En esa línea, sugiere la investigación, las mujeres pueden estar menos inclinadas a solicitar medicamentos para aliviar el dolor. “Los hallazgos describen un relato sombrío del tratamiento del dolor que reciben las mujeres al ser dadas de alta”.
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