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Los méritos del INS que se atribuye minciencia

Mabel Torres aseguró que su principal logro hasta ahora como ministra fue impulsar la red nacional de laboratorios para hacer pruebas de COVID-19. Sin embargo, se trata de un esfuerzo del Instituto Nacional de Salud con el apoyo de universidades y secretarías de Salud.

Pablo Correa, Sergio Silva Numa / @pcorrea78 - @SergioSilva03
05 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Mabel Gisela Torres, ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación. / MinCiencias
Mabel Gisela Torres, ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación. / MinCiencias
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—¿Cuál considera usted que es el mayor logro de su gestión contra el COVID-19 a la fecha?, le preguntó a quemarropa una periodista de La W a la ministra de Ciencia, Mabel Torres.

Sin pensarlo mucho, en una entrevista en que cuestionaban su liderazgo como ministra de Ciencia en medio de una pandemia, sin titubear, respondió: “Logros de la gestión, dos. La implementación de laboratorios para acceder a diagnóstico y lineamientos de los desafíos que tenemos frente al tema de dispositivos”.

Días antes un grupo de siete senadores había firmado una carta pidiéndole al presidente Iván Duque un relevo en el nuevo ministerio. Otro grupo conformado por miembros de la bancada afro le salió al paso para defenderla.

A lo largo de la entrevista Mabel Torres hizo varios comentarios sobre la conformación de la red que, según ella, forman 88 laboratorios, pero en realidad son 106, en los que hoy se realizan a diario las pruebas para detectar el coronavirus. Gracias a la conformación relámpago de ese grupo de laboratorios por todo el territorio, Colombia pasó de realizar apenas 2.000 pruebas diarias de COVID-19 a cerca de 36.000.

¿Pero fue realmente la ministra de Ciencia la artífice de esto? Es difícil encontrar a alguien más, aparte de ella, que crea que esto ocurrió bajo su batuta. En realidad todas las opiniones de las personas involucradas en el proceso apuntan hacia otro lugar: el Instituto Nacional de Salud (INS) y un grupo espontáneo de líderes del sector universitario, así como Secretarías de Salud.

La historia de la red espontánea de laboratorios

Cuando en el INS se hizo evidente que el virus SARS-CoV-2 era incontenible, en los primeros días de febrero comenzaron a investigar cómo detectarlo. Para su fortuna, un exfuncionario, Jairo Méndez, hoy director de virología de la Organización Panamericana de la Salud, estaba en Alemania y prometió guiarlos en el entrenamiento de la técnica de biología molecular para que comenzaran la tarea.

“Un fin de semana vino a Bogotá, le tocó hospedarse en la casa de un familiar e hizo un entrenamiento a las virólogas del INS que eran sus pupilas”, recuerda Martha Ospina, directora del INS. Para la última semana de febrero ya habían identificado los diez laboratorios más fuertes y capaces de asumir parte de la tarea en todo el país. “Esa es la semilla de la actual red de laboratorios”, responde Ospina. Unos $14.000 millones fueron girados desde Minsalud para apoyar a este primer grupo de laboratorios.

Otros actores entraron en escena con el paso de los días y ante la urgencia de potenciar la capacidad de hacer pruebas para saber por dónde circulaba el virus en el país. Más tarde se sabría que el coronavirus llegó desde al menos catorce naciones a Colombia. Una de las primeras en ofrecerse para la tarea fue Silvia Restrepo, vicerrectora de investigación de la U. de los Andes. En una entrevista radial propuso que las universidades con experiencia en biología molecular entraran a apoyar al Gobierno. “La red de laboratorios comenzó por una idea de Martha Ospina. Ella organizó los laboratorios. Yo fui impulsora de que las universidades entraran a apoyar”, cuenta.

En aquella primera capacitación el INS abrió sus puertas a investigadores de la U. de los Andes, U. del Rosario y EAFIT. De paso se creó un grupo de WhatsApp con más de 200 personas de varias partes del país que ahora administra el INS. Un grupo en el que, hasta donde pudo establecer El Espectador, no hay nadie del Ministerio de Ciencia.

Otro protagonista de ese esfuerzo colectivo fue Sergio Cristancho, vicerrector de investigación de la U. de Antioquia. “La Universidad, consciente de sus fortalezas en investigación en el área de la salud, buscó aglutinar a los investigadores y laboratorios universitarios que tenían experiencia en biología molecular para vertir esas fortalezas al servicio de la ampliación de la capacidad diagnóstica del país”, recuerda Cristancho. Lograron alinear diez laboratorios y enviar funcionarios a capacitarse al INS.

“Al hacer nuestro propio diagnóstico de capacidades y necesidades, con el apoyo de nuestra escuela de microbiología, nos dimos cuenta de que no había un diagnóstico en este sentido a nivel nacional y de que el instrumento que habíamos creado podía servirle a otros”, dice Cristancho.

“Entramos en contacto con Uniandes y Minciencias y, a través de ellos, se articularon también la U. del Bosque y el INS. Minciencias también iba a iniciar un análisis de capacidades así que decidimos aliarnos para darle mayor alcance a la encuesta”, recuerda. “Ellos diligentemente enviaron el formulario a nivel nacional, por el alcance que tienen en sus bases de datos, y entiendo que con base en ello formularon los términos de referencia para la convocatoria de fortalecimiento de laboratorios regionales del sistema general de regalías”.

La coordinadora de la red

La coordinadora de esa red, que a estas alturas suma 106 laboratorios, es Norma Celis. Junto a su computador suele tener una lista de laboratorios de varios puntos del país. La cambia todas las semanas. Esta vez tenía cinco nombres apuntados. “Son los que aún no pueden procesar pruebas para diagnosticar COVID-19, pero mi meta es que al final de la semana cumplan todos los requisitos para hacerlo”, dice.

Celis es una de las personas que desde el INS ha impulsado la creación de la red de laboratorios que hoy se extiende por 22 departamentos y Bogotá. Recita de memoria los que aún no pueden procesar pruebas y sabe con precisión cuáles empezarán a funcionar en poco tiempo. Chocó es uno de los próximos. Buenaventura es otro. En total hay cuarenta haciendo fila para recibir el aval.

También tiene en su memoria el número exacto de los que están funcionando. Hay 63 privados; 32 que son de universidades, fundaciones o institutos; y otros diez laboratorios de salud pública departamentales. Solo diez de los 33 que hay en Colombia: los de Antioquia, Arauca, Atlántico, Bogotá, Boyacá, Cesar, Huila, Nariño, Tolima y Valle del Cauca.

Según Celis, lo que ha sucedido desde que empezó la pandemia quedará en los libros de la historia de la salud pública. “Es la primera vez que tenemos tantos laboratorios habilitados para atender un único evento. Jamás había sucedido eso. Ha sido una suma de esfuerzos enorme que nos ha permitido crecer rápidamente”, señala.

En marzo, el país pasó de tener un solo laboratorio habilitado (el del INS) a cinco. En abril, se sumaron otros cuarenta y luego unos veinte cada mes. Para entrar en lista debían cumplir una serie de requisitos. Personas con conocimiento en biología molecular, una infraestructura adecuada, los equipos y reactivos necesarios eran algunos de ellos. Si no cumplían con al menos el 80 % de lo que exigía el INS no podían comenzar a procesar pruebas.

Al principio, cuenta Celis, muchos no tenían todas las condiciones. “Así que decidimos acompañarlos a todos. Con directorio en mano, empezamos a llamar a universidades, empresas, gobernaciones y hospitales para gestionar lo que les hacía falta. Poco a poco, aparecían más laboratorios interesados en participar. Si no tenían talento humano, les hacíamos el enlace con personas capacitadas. Si no tenían los equipos adecuados, los conseguíamos en comodato o hacíamos un convenio con otra entidad para que lo prestara”.

Algunos laboratorios privados decidieron endeudarse. Los de varias universidades se movieron con rapidez y asumieron la función que las gobernaciones eludieron. Celis prefiere no dar nombres, pero tiene una buena anécdota que resume la actitud paquidérmica de las secretarías de Salud: “A un departamento le conseguimos el termociclador —artefacto esencial para procesar las pruebas— hace más de dos meses. También gestionamos el avión para enviárselos. Y todavía no han empezado. Aun así los llamo todos los días para saber cómo van, para que se muevan con más de agilidad”.

¿Quién coordina esa red? “El INS. Somos poquitos, pero estamos trabajando con mucha constancia. Estamos en una pandemia, así que nos olvidamos de tener sábados y domingo”, responde.

Johanna Colorado, bacterióloga y coordinadora del laboratorio de salud pública de Cesar, confirma lo que cuenta Celis. Desde que empezaron a hacer la gestión para habilitarse y descubrieron que tenían varias carencias, empezaron un largo proceso con el INS. “Nos asesoraron en todo. Nos ayudaron con la metodología y a establecer contactos para hacer convenios con universidades. No teníamos todo el recurso humano. Tampoco reactivos. El Ministerio de Salud también nos donó unos kits de extracción”, señala.

¿Y el Ministerio de Ciencia los contactó? “¿El Ministerio de Ciencia? No, en ningún momento. Con ellos, nada. Nunca nos han buscado”, responde Colorado.

Lo que sí ha hecho Minciencias fue, primero, una convocatoria bautizada Mincienciatón, en la que destinaron $26.000 millones para financiar 25 proyectos relacionados con aspectos de la pandemia. También coordinó la convocatoria 009 de 2020 para fortalecer laboratorios regionales a través de los fondos del Sistema General de Regalías; es decir, con los recursos de cada departamento. Un total de 38 laboratorios serán beneficiados con estas inversiones. Hasta ahora ese dinero no ha sido desembolsado, así que su impacto actual sobre la capacidad diagnóstica de Colombia frente al COVID-19 no se ha materializado y solo se podrá observar dentro de varios meses, cuando se realicen las compras, importaciones y capacitaciones de los involucrados.

Por Pablo Correa, Sergio Silva Numa / @pcorrea78 - @SergioSilva03

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