Los movimientos espontáneos de los bebés tienen implicaciones en su desarrollo
Los recién nacidos y lactantes mueven sus brazos y piernas de manera espontánea, sin necesidad de estímulos externos. Científicos de la Universidad de Tokio creen que esta actividad, aparentemente aleatoria, es crucial para el crecimiento del sistema sensoriomotor, es decir, la capacidad para regular los músculos, el movimiento y la coordinación.
María Marín
Los bebés no paran de moverse desde que nacen. Incluso cuando están en el vientre materno se hacen notar con el ajetreo de sus brazos y sus sutiles patadas que, aparentemente, no tienen un objetivo concreto. Se les suelen llamar ‘movimientos espontáneos’ y durante mucho tiempo la ciencia ha sabido que desempeñan un papel importante en el desarrollo sensoriomotor de las personas. Sin embargo, hasta ahora, ninguna investigación había mostrado cuál era su función.
Comprender estos movimientos aleatorios y su implicación en el desarrollo humano temprano podría ayudar a identificar indicadores precoces de ciertos trastornos del desarrollo, como la parálisis cerebral. (Lea: Informe del Congreso de EE. UU. cuestiona aprobación de fármaco contra el Alzheimer)
Un nuevo estudio de la Universidad de Tokio ha demostrado que esta actividad probablemente sirve para que el bebé, motivado por su curiosidad, descubra las sensaciones que le producen y, así, aprenda a moverse correctamente.
“Hemos observado que los bebés aprenden a mover su cuerpo a partir de sus propios movimientos, aunque aparentemente no tengan un propósito. Parece que el neonato busca una combinación entre las señales motoras que envía su cerebro y las respuestas sensoriales que le generan dichos movimientos”, indica a SINC Hoshinori Kanazawa, autor principal del estudio.
Una finalidad clara
De esta forma, los resultados demuestran que estos movimientos tienen una finalidad clara y que son claves en el desarrollo del sistema sensoriomotor de las personas, es decir, nuestra capacidad para regular los músculos, el movimiento y la coordinación. (Lea: Las restricciones al aborto podrían ser un factor de riesgo de suicidio en mujeres)
“Siempre hemos pensado que el desarrollo del sistema sensoriomotor dependía de interacciones reiteradas, lo que significa que cuanto más repites la misma acción, más probabilidades tienes de aprenderla y recordarla. Sin embargo, nuestros hallazgos muestran que los bebés desarrollan su propio sistema sensoriomotor motivados por su curiosidad”, explica el científico.
Para obtener estas conclusiones los investigadores observaron los movimientos de neonatos y bebés con menos de tres meses y los combinaron con un modelo informático musculoesquelético, con el objetivo de analizar la comunicación entre los músculos y la sensibilidad del cuerpo. El estudio se publica en la revista PNAS.
“Aunque este estudio todavía es preliminar, los resultados sugieren que muchos comportamientos de bebés y niños tienen una finalidad en su desarrollo, aunque a simple vista no lo percibamos. Podría ayudar a cambiar la visión que tenemos del comportamiento de los bebés”, destaca Kanazawa. (Lea también: ¿No es fan del ejercicio? Actividad intensa corta también beneficiaría su salud)
Resultados valiosos en la investigación clínica
Según apunta el científico, “algunos estudios anteriores han investigado las propiedades cinemáticas del movimiento de los bebés –es decir, las acciones musculares que permiten la movilidad de las articulaciones y otras partes del cuerpo- y han demostrado que determinados movimientos pueden ser biomarcadores predictivos de trastornos del desarrollo, en particular, de la parálisis cerebral”.
Sin embargo, esta investigación analiza la actividad muscular y las sensaciones que esta produce en el cuerpo. Por eso, el autor sugiere que “estos resultados podrían ser potencialmente valiosos en la investigación clínica con el objetivo de utilizarlos como biomarcadores de pronóstico”, es decir, para ayudar a predecir el progreso de una enfermedad.
Este análisis se ha hecho con 12 recién nacidos y 10 bebés con menos de tres meses, por lo que ahora los investigadores tendrán que seguir explorando los resultados en una muestra más amplia y durante un tiempo más prolongado “para comprobar si los movimientos influyen en el desarrollo posterior y en la edad adulta”, concluyen.
Los bebés no paran de moverse desde que nacen. Incluso cuando están en el vientre materno se hacen notar con el ajetreo de sus brazos y sus sutiles patadas que, aparentemente, no tienen un objetivo concreto. Se les suelen llamar ‘movimientos espontáneos’ y durante mucho tiempo la ciencia ha sabido que desempeñan un papel importante en el desarrollo sensoriomotor de las personas. Sin embargo, hasta ahora, ninguna investigación había mostrado cuál era su función.
Comprender estos movimientos aleatorios y su implicación en el desarrollo humano temprano podría ayudar a identificar indicadores precoces de ciertos trastornos del desarrollo, como la parálisis cerebral. (Lea: Informe del Congreso de EE. UU. cuestiona aprobación de fármaco contra el Alzheimer)
Un nuevo estudio de la Universidad de Tokio ha demostrado que esta actividad probablemente sirve para que el bebé, motivado por su curiosidad, descubra las sensaciones que le producen y, así, aprenda a moverse correctamente.
“Hemos observado que los bebés aprenden a mover su cuerpo a partir de sus propios movimientos, aunque aparentemente no tengan un propósito. Parece que el neonato busca una combinación entre las señales motoras que envía su cerebro y las respuestas sensoriales que le generan dichos movimientos”, indica a SINC Hoshinori Kanazawa, autor principal del estudio.
Una finalidad clara
De esta forma, los resultados demuestran que estos movimientos tienen una finalidad clara y que son claves en el desarrollo del sistema sensoriomotor de las personas, es decir, nuestra capacidad para regular los músculos, el movimiento y la coordinación. (Lea: Las restricciones al aborto podrían ser un factor de riesgo de suicidio en mujeres)
“Siempre hemos pensado que el desarrollo del sistema sensoriomotor dependía de interacciones reiteradas, lo que significa que cuanto más repites la misma acción, más probabilidades tienes de aprenderla y recordarla. Sin embargo, nuestros hallazgos muestran que los bebés desarrollan su propio sistema sensoriomotor motivados por su curiosidad”, explica el científico.
Para obtener estas conclusiones los investigadores observaron los movimientos de neonatos y bebés con menos de tres meses y los combinaron con un modelo informático musculoesquelético, con el objetivo de analizar la comunicación entre los músculos y la sensibilidad del cuerpo. El estudio se publica en la revista PNAS.
“Aunque este estudio todavía es preliminar, los resultados sugieren que muchos comportamientos de bebés y niños tienen una finalidad en su desarrollo, aunque a simple vista no lo percibamos. Podría ayudar a cambiar la visión que tenemos del comportamiento de los bebés”, destaca Kanazawa. (Lea también: ¿No es fan del ejercicio? Actividad intensa corta también beneficiaría su salud)
Resultados valiosos en la investigación clínica
Según apunta el científico, “algunos estudios anteriores han investigado las propiedades cinemáticas del movimiento de los bebés –es decir, las acciones musculares que permiten la movilidad de las articulaciones y otras partes del cuerpo- y han demostrado que determinados movimientos pueden ser biomarcadores predictivos de trastornos del desarrollo, en particular, de la parálisis cerebral”.
Sin embargo, esta investigación analiza la actividad muscular y las sensaciones que esta produce en el cuerpo. Por eso, el autor sugiere que “estos resultados podrían ser potencialmente valiosos en la investigación clínica con el objetivo de utilizarlos como biomarcadores de pronóstico”, es decir, para ayudar a predecir el progreso de una enfermedad.
Este análisis se ha hecho con 12 recién nacidos y 10 bebés con menos de tres meses, por lo que ahora los investigadores tendrán que seguir explorando los resultados en una muestra más amplia y durante un tiempo más prolongado “para comprobar si los movimientos influyen en el desarrollo posterior y en la edad adulta”, concluyen.