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Primero, una aclaración: las serpientes cumplen un rol vital en los ecosistemas. Por solo mencionar un ejemplo, como depredadores, ayudan a controlar y a reducir plagas. Su veneno también ha sido muy útil para elaborar sueros o medicamentos. Pese a eso, ha habido muchos malentendidos con estos reptiles. La muestra es que, como lo indicaba el Libro Rojo de Reptiles de Colombia, hay diez amenazadas: tres en peligro crítico, tres en peligro y cuatro en estado vulnerable. (Lea Un hombre tetrapléjico está recuperando la movilidad gracias a inteligencia artificial)
Así que hay que hacer todo lo posible por proteger a estos animales, de los que hay 272 especies en nuestro país. Son vitales. La mayoría solo muerden cuando se sienten amenazadas o sorprendidas. (Lea ¿Puede causarle pérdida de pelo el estrés?)
Dicho eso, las mordeduras que causan algunas serpientes (hay 49 especies venenosas para los humanos en Colombia), se han convertido en un asunto de importancia para la salud pública. Desde el 2004 empezaron a ser notificados ante el sistema de vigilancia del Instituto Nacional de Salud y, desde entonces, se sabe con más precisión en qué territorios se deben mejorar ciertas prácticas para evitarlos, tratarlos y hacer más ágiles los caminos de atención médica.
En el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, se registran entre 1.8 y 2.7 millones de casos clasificados como envenenamiento por mordedoras de serpientes. De esos, entre 80.000 y 140.000 terminan en fallecimientos.
En el caso colombiano, como lo señala el Protocolo de vigilancia de accidente ofídico del INS, las serpientes de importancia médica están agrupadas en dos familias: Viperidae y Elapidae. La primera es la más importante desde el punto de vista médico en las Américas: los géneros Bothrops, Porthidium, Bothriopsis y Bothriechis son los responsables del 90-95 % de los accidentes ofídicos.
El riesgo en nuestro país es que algunas personas, bien sea por el lugar que habitan o porque se dedican a ciertas actividades agropecuarias, tienen mayor probabilidad de sufrir mordeduras. Y, “sin una atención oportuna y adecuada, eso facilita la complicación de los cuadros clínicos, discapacidad y muerte”, dice el INS.
Lo vital es que en esos territorios, usualmente apartados, haya disponibilidad de suero antiofídico, para poder neutralizar el veneno. También es clave que quienes pueden estar más expuestos cuenten con instrumentos de protección adecuados. Una atención ágil y acorde a la mordedura y la especie puede salvar la vida de cualquier paciente.
¿Cuáles son los territorios donde más ha habido mordeduras?
Según el último informe de accidentes ofídicos en Colombia, elaborado por el INS, hasta el momento se han registrado en el país 2.713 casos de mordeduras, lo que representa un aumento del 16% frente al mismo período del 2022.
Respecto al reporte de muertes por accidente ofídico, la mayor incidencia (es decir, el total de casos nuevos notificados sobre número de personas con riesgo) la tiene el municipio de Pacoa, en Vaupés: 17,57 fallecimientos por cada 10 mil habitantes. Le sigue Cubará, Boyacá, con 10,94 casos (por 10 mil habitantes). En esta gráfica se puede observar mejor cuál es el panorama actual.
Hay varios casos en los que, pese a haber mordeduras, los pacientes no pudieron acceder a “antiveneno”. En el Valle del Cauca hubo 3; en el Cesar, 4. En Antioquia 9, aunque 47 personas sí pudieron acceder a accidente antiofídico. Esta tabla refleja lo que está sucediendo en los departamentos de Colombia frente a ese aspecto.
De hecho, hay algunos departamentos en los que ha habido un comportamiento inusual, hasta el período epidemiológico VI (hasta el 17 de junio). Este mapa muestra en amarillo cuáles son esos territorios en los que ha habido un incremento.
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