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Las enfermedades infecciosas, como malaria, dengue, sida, paludismo y tuberculosis, cobran la vida de cuatro millones de personas cada año. Fue lo primero que recordó Jorge Osorio, científico del Departamento de Ciencias Patobiológicas y Veterinarias de la Universidad de Wisconsin en Estados Unidos, durante el Congreso de Parasitología y Enfermedades Tropicales que se realizó la semana pasada en la ciudad de Santa Marta.
“Estas enfermedades atacan a la población más pobre”, agregó Franklin Hernández, asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), quien también aseguró que la meta de la organización es reducir las muertes por dengue en 50% para 2020. Según la OPS, el dengue estaría cerca de alcanzar los 2 millones de casos en 2015 en América, cifra muy cercana al pico histórico de la enfermedad, que se dio en 2013.
Uno de los grupos más afectados por estas enfermedades son los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. De hecho, los koguis llegaron a ocupar la primera posición de enfermos por tuberculosis en el mundo, según dijo Alfonso Torres, gerente de la IPS indígena durante su charla.
El problema empezó en el momento de ver la situación crítica que atravesaban los grupos étnicos, sobre todo los niños, en los cuales la prevalencia de anemia era del 32,6%, frente a 27,5% del promedio general, según datos del Ministerio de Salud. Además, el número de muertes por tos ferina en menores se volvió escandaloso.
Por eso comenzaron a pensar en un tratamiento que estuviera en sintonía con sus creencias. Pero esa no era una tarea fácil porque “empezamos a tradicionalizar lo occidental y a crear confusiones”, aseguró el médico Juan Carlos Dib, presidente de la Asociación Colombiana de Medicina Tropical y profesor de la Universidad del Magdalena.
Dib recorrió por primera vez la Sierra en 1997 tratando de concertar un modelo intercultural y de capacitación en salud para los indígenas. En ese lugar habitan 90.000 indígenas, entre koguis, arhuacos, wiwas y kankuamos. Todos ellos con concepciones de las enfermedades muy distintas a las científicas. Todos ellos reunidos bajo el primer modelo de salud intercultural de Colombia.
Ese nuevo sistema indígena, según ellos, acepta los avances de la ciencia, pero tiene dificultades para combinarse con las lógicas ancestrales. “Nosotros entendemos la salud como el bien con nuestro territorio. La sierra también tiene vértebras, que son las rocas; venas, que son los ríos; corazón, que es la montaña”, aseguró Torres, de la IPS indígena. En eso coincidió el mamo kogui Damián Escribano, quien sostuvo que “todas las tierras y cultivos deben ser purificados espiritualmente. Ese es un paso clave para prevenir la enfermedad”.
Vangelio Gil, mamo de la etnia wiwa, mencionó las dificultades al acoplar ambos modelos. Por ejemplo, la infraestructura en salud debe hacerse en las partes bajas de la Sierra, porque en las zonas medias y altas no se permiten construcciones occidentales. De ahí viene la creación de la casa de paso. Un lugar de recuperación para los indígenas que salen de alguna cirugía y deben volver a la Sierra, donde, muchas veces, los esperan dos días de camino.
Otros desaciertos se ven en la construcción del centro de salud, que quedó como una choza rara e inservible para las autoridades ancestrales que se encargan de curar las enfermedades en territorios sagrados.
La vacunación es otro reto inmenso en tanto se requieren redes de frío, es decir, colocar neveras y paneles solares que implicarían inversiones ajenas a la cultura. Por otro lado, las brigadas no pueden garantizar visitas cada seis meses, pues esa atención y prevención es cuatro veces más costosa que en Santa Marta. Y el conocimiento tradicional se hace longevo mediante dos cosas: uno, poniéndolo en práctica, y dos, escribiéndolo, pero estas comunidades son ágrafas, lo que les representa un desafío extra porque deben ejercerlo. “Empezamos a estrellarnos con dificultades del sistema de salud occidental. No se trata de imponer. Hay soluciones propias a problemas propios”, dijo el doctor Dib.
También sostuvo que el régimen subsidiado, las ARS, las EPS y el sistemas de contratación se volcaron más a los recursos que a la salud misma. “A la ciencia sólo le interesa el símbolo de pesos. La ciencia piensa en los que montan el negocio cuando debería dar soluciones a problemas”, concluyó el indígena que coordinaba el debate.
Con eso cerró el doctor Dib, pues hay que replantear el sistema y acomodarse a las necesidades que ellos tengan, no al revés: “Estas son enfermedades de los más pobres; debemos hacer ciencia para los más pobres”.