Más allá de una amistad: el efecto positivo de los perros en el cerebro humano
Los perros han sido compañeros leales de los humanos durante miles de años. Pero más allá de su compañía incondicional, la ciencia ha demostrado que interactuar con perros tiene un impacto positivo en nuestra salud mental y física. Un nuevo estudio explora las diferentes formas en que las actividades con perros activan nuestro cerebro y nos hacen sentir mejor.
Los perros fueron domesticados hace más de 30.000 años, pero aún desconocemos mucho de su relación e impacto en los humanos. Sabemos que han ayudado en tareas como la caza, el pastoreo e incluso en la protección. Han sido amigos fieles y comparten emociones con sus humanos que van más allá de las de un asistente eficiente. Un grupo de investigadores acaba de publicar en PLOS ONE un estudio que se concentra justamente en explorar la relación que ha construido la especie humana con estos animales.
En la investigación, los científicos hacen referencia a otros estudios que han demostrado beneficios fisiológicos y emocionales de las interacciones con animales, especialmente con perros. “La interacción con perros aumenta las concentraciones de oxitocina, disminuye los niveles de cortisol y reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular”, recuerdan los autores. También se ha sugerido que esta interacción reduce el estrés, la ansiedad y la alteración del comportamiento, lo que ha llevado a que, en algunos casos y con control y cuidado experto, se considere como un tratamiento para trastornos mentales.
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Aunque se han informado varios efectos sobre la salud de las interacciones con animales, la mayoría de los estudios se basan en un enfoque holístico y comparan los efectos sobre la salud antes y después o entre los grupos experimentales y de control. Los estudios sobre los efectos de la interacción entre humanos y animales por tipo de actividad (como pasear con ellos o alimentarlos) son escasos, apuntan los investigadores, por lo que se proponen investigar el efecto de las interacciones con un perro en diferentes tipos de actividades midiendo las respuestas psicofisiológicas mediante un electroencefalograma y evaluando las respuestas emocionales mediante cuestionarios de estado de ánimo subjetivos.
Para hacerlo, reclutaron a 30 adultos de entre 20 y 40 años (15 hombres, 15 mujeres), todos sin alergias ni cinofobia (trastorno caracterizado por un miedo intenso, irracional y persistente hacia los perros). Se pidió a los participantes que no fumaran ni bebieran bebidas con cafeína tres horas antes de la actividad para evitar posibles efectos de estimulación. El experimento se llevó a cabo en un espacio cerrado en Seongnam, Corea del Sur. Este lugar tenía un techo blanco y paredes sin ningún tipo de decoración, era silencioso y bloqueaba el ruido externo para reducir la posible influencia externa. Hubo un par de actividad finales externas que se realizaron en un sendero del parque ubicado a tres minutos de caminata.
Por el lado de los perros, participó una hembra de caniche estándar de cuatro años. La perra estaba preparada para este tipo de trabajo, tenía una personalidad compatible y estaba completamente entrenado en obediencia básica, modales, agresividad y sociabilidad. Después de consultar con el adiestrador, para evitar que el perro trabaje demasiado, se consideró apropiado un horario de aproximadamente tres veces al día, considerando la cantidad promedio diaria de ejercicio del perro y su estado de salud. El perro era propiedad del investigador principal y se obtuvo el consentimiento para todas las actividades. El estudio se realizó en una sola sesión y consistió en ocho actividades asistidas por animales (AAA) por participante. Estas actividades incluyeron encuentro, juego, alimentación, masaje, aseo, fotografía, abrazos y caminata.
Antes de cada actividad, los participantes descansaron durante 3 minutos para minimizar la estimulación. Las actividades se realizaron en orden aleatorio, excepto el encuentro y la caminata que fueron fijados al inicio y al final. Durante cada actividad, se midieron las ondas cerebrales de los participantes durante 3 minutos y se les pidió que no hablaran ni hicieran movimientos bruscos. Después de cada actividad, los participantes completaron un cuestionario para informar sobre sus estados emocionales utilizando diferentes escalas como el Perfil de estado de ánimo (POMS), el Método diferencial semántico (SDM) y la Escala de calificación numérica del estrés (Stress NRS). Además, hubo un minuto de descanso antes de iniciar la siguiente actividad.
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El análisis reveló varias asociaciones entre las actividades asistidas por animales (AAA) y la actividad cerebral en diferentes regiones del cerebro. Por ejemplo, durante la actividad de juego con el perro, se observó un aumento significativo en la actividad de ambos lados de los lóbulos frontales, así como en el lóbulo prefrontal izquierdo. La caminata también resultó en un aumento significativo de la actividad en ambos lóbulos prefrontales. Estas asociaciones entre las actividades asistidas por animales y la actividad cerebral sugieren que la interacción con perros en diferentes contextos puede tener efectos medibles en la actividad cerebral, particularmente en las regiones relacionadas con la atención, la emoción y la interacción social.
El lóbulo frontal es el área funcional más importante del cerebro y se divide en lóbulos motor y prefrontal, explican los científicos. El lóbulo frontal participa en el control de los movimientos físicos y es responsable del comportamiento moral y diversas funciones cognitivas, como la resolución de problemas, el lenguaje y la atención. La corteza prefrontal es la parte anterior del lóbulo frontal y recibe información de todas las demás regiones corticales y controla inteligentemente nuestros pensamientos, comportamientos, movimientos y emociones a través de amplias conexiones. . Además, se asocia con varias funciones cognitivas superiores, como la memoria de tareas, el enfoque de la atención, el razonamiento abstracto, la interacción social, el comportamiento orientado a objetivos y la resolución de problemas.
El análisis de las evaluaciones subjetivas de los estados emocionales apuntó a otros hallazgos. El Perfil de estado de ánimo (POMS) mostró que los participantes experimentaron significativamente menos fatiga y depresión en las actividades con animales en comparación con el estado de reposo. Por ejemplo, los participantes reportaron sentirse más vigorosos durante la actividad de alimentar al perro en comparación con otras actividades. (Puede ver: Estas son las mejores fotografías de naturaleza de 2024)
“Nuestro estudio demuestra que las actividades de interacción con animales, como jugar, pasear, masajear y acicalar a los perros, tienen un efecto positivo al facilitar una mayor actividad cerebral en participantes sanos. Esto indica que determinadas actividades activan la relajación, la estabilidad emocional, la atención, la concentración y la creatividad”, concluyen los autores de la investigación. Jugar con el perro tiene un efecto afirmativo tanto en la relajación como en la concentración. En futuros estudios, será crucial, dicen los científicos, validar los hallazgos obtenidos hasta ahora y explorar más a fondo la relación entre actividades específicas y patrones de ondas cerebrales.
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Los perros fueron domesticados hace más de 30.000 años, pero aún desconocemos mucho de su relación e impacto en los humanos. Sabemos que han ayudado en tareas como la caza, el pastoreo e incluso en la protección. Han sido amigos fieles y comparten emociones con sus humanos que van más allá de las de un asistente eficiente. Un grupo de investigadores acaba de publicar en PLOS ONE un estudio que se concentra justamente en explorar la relación que ha construido la especie humana con estos animales.
En la investigación, los científicos hacen referencia a otros estudios que han demostrado beneficios fisiológicos y emocionales de las interacciones con animales, especialmente con perros. “La interacción con perros aumenta las concentraciones de oxitocina, disminuye los niveles de cortisol y reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular”, recuerdan los autores. También se ha sugerido que esta interacción reduce el estrés, la ansiedad y la alteración del comportamiento, lo que ha llevado a que, en algunos casos y con control y cuidado experto, se considere como un tratamiento para trastornos mentales.
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Aunque se han informado varios efectos sobre la salud de las interacciones con animales, la mayoría de los estudios se basan en un enfoque holístico y comparan los efectos sobre la salud antes y después o entre los grupos experimentales y de control. Los estudios sobre los efectos de la interacción entre humanos y animales por tipo de actividad (como pasear con ellos o alimentarlos) son escasos, apuntan los investigadores, por lo que se proponen investigar el efecto de las interacciones con un perro en diferentes tipos de actividades midiendo las respuestas psicofisiológicas mediante un electroencefalograma y evaluando las respuestas emocionales mediante cuestionarios de estado de ánimo subjetivos.
Para hacerlo, reclutaron a 30 adultos de entre 20 y 40 años (15 hombres, 15 mujeres), todos sin alergias ni cinofobia (trastorno caracterizado por un miedo intenso, irracional y persistente hacia los perros). Se pidió a los participantes que no fumaran ni bebieran bebidas con cafeína tres horas antes de la actividad para evitar posibles efectos de estimulación. El experimento se llevó a cabo en un espacio cerrado en Seongnam, Corea del Sur. Este lugar tenía un techo blanco y paredes sin ningún tipo de decoración, era silencioso y bloqueaba el ruido externo para reducir la posible influencia externa. Hubo un par de actividad finales externas que se realizaron en un sendero del parque ubicado a tres minutos de caminata.
Por el lado de los perros, participó una hembra de caniche estándar de cuatro años. La perra estaba preparada para este tipo de trabajo, tenía una personalidad compatible y estaba completamente entrenado en obediencia básica, modales, agresividad y sociabilidad. Después de consultar con el adiestrador, para evitar que el perro trabaje demasiado, se consideró apropiado un horario de aproximadamente tres veces al día, considerando la cantidad promedio diaria de ejercicio del perro y su estado de salud. El perro era propiedad del investigador principal y se obtuvo el consentimiento para todas las actividades. El estudio se realizó en una sola sesión y consistió en ocho actividades asistidas por animales (AAA) por participante. Estas actividades incluyeron encuentro, juego, alimentación, masaje, aseo, fotografía, abrazos y caminata.
Antes de cada actividad, los participantes descansaron durante 3 minutos para minimizar la estimulación. Las actividades se realizaron en orden aleatorio, excepto el encuentro y la caminata que fueron fijados al inicio y al final. Durante cada actividad, se midieron las ondas cerebrales de los participantes durante 3 minutos y se les pidió que no hablaran ni hicieran movimientos bruscos. Después de cada actividad, los participantes completaron un cuestionario para informar sobre sus estados emocionales utilizando diferentes escalas como el Perfil de estado de ánimo (POMS), el Método diferencial semántico (SDM) y la Escala de calificación numérica del estrés (Stress NRS). Además, hubo un minuto de descanso antes de iniciar la siguiente actividad.
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El análisis reveló varias asociaciones entre las actividades asistidas por animales (AAA) y la actividad cerebral en diferentes regiones del cerebro. Por ejemplo, durante la actividad de juego con el perro, se observó un aumento significativo en la actividad de ambos lados de los lóbulos frontales, así como en el lóbulo prefrontal izquierdo. La caminata también resultó en un aumento significativo de la actividad en ambos lóbulos prefrontales. Estas asociaciones entre las actividades asistidas por animales y la actividad cerebral sugieren que la interacción con perros en diferentes contextos puede tener efectos medibles en la actividad cerebral, particularmente en las regiones relacionadas con la atención, la emoción y la interacción social.
El lóbulo frontal es el área funcional más importante del cerebro y se divide en lóbulos motor y prefrontal, explican los científicos. El lóbulo frontal participa en el control de los movimientos físicos y es responsable del comportamiento moral y diversas funciones cognitivas, como la resolución de problemas, el lenguaje y la atención. La corteza prefrontal es la parte anterior del lóbulo frontal y recibe información de todas las demás regiones corticales y controla inteligentemente nuestros pensamientos, comportamientos, movimientos y emociones a través de amplias conexiones. . Además, se asocia con varias funciones cognitivas superiores, como la memoria de tareas, el enfoque de la atención, el razonamiento abstracto, la interacción social, el comportamiento orientado a objetivos y la resolución de problemas.
El análisis de las evaluaciones subjetivas de los estados emocionales apuntó a otros hallazgos. El Perfil de estado de ánimo (POMS) mostró que los participantes experimentaron significativamente menos fatiga y depresión en las actividades con animales en comparación con el estado de reposo. Por ejemplo, los participantes reportaron sentirse más vigorosos durante la actividad de alimentar al perro en comparación con otras actividades. (Puede ver: Estas son las mejores fotografías de naturaleza de 2024)
“Nuestro estudio demuestra que las actividades de interacción con animales, como jugar, pasear, masajear y acicalar a los perros, tienen un efecto positivo al facilitar una mayor actividad cerebral en participantes sanos. Esto indica que determinadas actividades activan la relajación, la estabilidad emocional, la atención, la concentración y la creatividad”, concluyen los autores de la investigación. Jugar con el perro tiene un efecto afirmativo tanto en la relajación como en la concentración. En futuros estudios, será crucial, dicen los científicos, validar los hallazgos obtenidos hasta ahora y explorar más a fondo la relación entre actividades específicas y patrones de ondas cerebrales.
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