Menstruación y vacunas: una conversación que hay que iniciar sin alarmarse
Por el momento no hay evidencia sólida que demuestre que la vacunación o el COVID-19 pueden alterar el ciclo; pero, gracias a algunos reportes de pacientes, ya están en curso varias investigaciones que buscan despejar las dudas.
María Mónica Monsalve
Luz Marina Araque Lara, terapeuta menstrual y fundadora de la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad, tiene conversaciones sobre el ciclo menstrual casi todos los días. Desde hace diez años ha participado en varios espacios para educar sobre la salud menstrual, las patologías femeninas y, en algunas ocasiones, repartir kits de menstruación. Pero durante la pandemia, a estas conversaciones se sumó un elemento nuevo. Algunas de las mujeres que suelen consultar a la Asociación contaban una anécdota similar. Tras vacunarse contra el COVID-19 su ciclo menstrual se había alterado. Algunas comentaban que tenían un sangrado más abundante, otras reportaron cólicos más fuertes y a unas cuantas les dejó de llegar la regla por un tiempo. (Puede leer: Colombia hará parte del ensayo clínico “Solidarity” y evaluará dos nuevas vacunas)
“Después nos empezaron a contactar otras mujeres, no cercanas a la Asociación, preguntándonos si sabíamos algo sobre esta relación”, comenta. Recuerda que unas 102 personas se acercaron para saber si el cambio en su regla podría deberse a la vacuna. Araque no tenía la respuesta. Los científicos y las farmacéuticas que producen las vacunas tampoco. Lo cierto es que no existen estudios serios para resolverlo.
Sin embargo, de la mano de los ginecólogos que hacen parte de la Asociación y de la Escuela de Medicina de Ponce, Puerto Rico, Estados Unidos, tomaron la decisión de empezar por lo básico: encontrar alguna cifra que indique cuántas mujeres creen o sienten que su ciclo se alteró tras vacunarse. Para lograrlo, hace tres meses lanzaron una encuesta en línea dirigida a mujeres mayores de 18 años y en período de menstruación en trece países de Latinoamérica que cumplan dos criterios: haber dado positivo para COVID-19 o tener mínimo una dosis de la vacuna. “Por el momento, hemos alcanzado una muestra de 900 mujeres, pero el objetivo es llegar a 1.500”, cuenta. (Puede leer más noticias de coronavirus y salud aquí)
No se trata del primer intento por resolver una duda que, aunque es una asociación sin evidencia, varias mujeres empiezan a reportar en conversaciones y redes sociales. A finales de agosto los National Institutes of Health, la agencia estadounidense de salud pública, destinaron US$1,67 millones a cinco institutos, entre los que se encuentran la Escuela Médica de Harvard y la Universidad Johns Hopkins, para que exploren la potencial relación entre la vacunación contra el COVID-19 y los cambios menstruales.
“Estos rigurosos estudios científicos mejorarán nuestra comprensión de los potenciales efectos de las vacunas COVID-19 en la menstruación, brindando a las personas más información sobre qué esperar después de la vacunación y reduciendo potencialmente la duda sobre si vacunarse”, dijo la doctora Diana Bianchi, una de las subdirectoras del NIH.
Pero las anécdotas reportadas no implican que exista una relación causal. Y es poco lo que se conoce sobre la vacunación y las alteraciones en la regla. Primero, porque en ninguno de los ensayos clínicos de las vacunas —incluidas Pfizer, Moderna, Janssen, Sinovac y AstraZeneca— se analizó si podría existir una alteración del ciclo menstrual como efecto secundario. (Puede leer: Minsalud envía parte de tranquilidad a niños vacunados por error con Sinovac)
Y, segundo, porque la menstruación está regulada por una compleja interacción entre tejidos del cuerpo, células y hormonas, por lo que una alteración tras la vacuna se puede deber a otras causas. Rastrearlo será lo más difícil del camino.
“Las respuestas inmunitarias a la vacuna del COVID-19 podrían afectar la interacción entre estas células y las señales en el útero, lo que podría provocar cambios temporales en el ciclo menstrual”, aclara el NIH. Pero también las alteraciones en la regla pueden estar relacionadas con “el estrés que ha causado la pandemia, cambios en el estilo de vida o infecciones por el SARS-CoV-2 (el virus que causa el COVID)”.
Araque, desde Colombia, no es ajena a este escenario. Así que la encuesta que está liderando también pregunta si las mujeres han visto cambios en su regla durante la pandemia o tras tener coronavirus. Aunque se trata aún de datos preliminares —ya que la encuesta no se ha terminado de responder y los resultados no han sido publicados en una revista científica—, han encontrado, por ejemplo, que el 38,6 % de las encuestadas sí han notado un efecto secundario en su ciclo menstrual desde que empezó la pandemia. Si se limita la pregunta a la aparición de algún efecto adverso tras la vacunación, el porcentaje es del 38,5 % y “después de sufrir coronavirus” es del 36,8 %. (Le recomendamos: La confusa postura de Colombia sobre la suspensión de patentes para las vacunas)
En España, la Universidad de Granada y el Hospital Universitario San Cecilio, de la misma ciudad, también lanzaron un proyecto similar, llamado EVA. Además de hacer una encuesta en línea que ya tiene 14.000 respuestas —en la que más del 70 % de las mujeres dijeron que sí habían percibido cambios tras la vacunación—, seguirán a cien mujeres durante todo un año, empezando antes de que se vacunen, para ver si su menstruación se altera. Además, a un subgrupo se les harán análisis de sangre antes de vacunarse, entre dosis y tras la última dosis, buscando pistas de si algo particular está ocurriendo en el cuerpo de las mujeres.
Será la parte más difícil. “En medicina básica aún no se sabe nada. No hay una publicación científica oficial. Entonces lo que vendrá después de las encuestas locales que estamos haciendo es revisar eso”, cuenta Araque.
La ciencia que olvidó a la mujer y su menstruación
En un artículo escrito por la periodista Gabrielle Jackson para el periódico The Guardian, la doctora Kate Young, investigadora de salud reproductiva de la mujer de la Universidad de Monash, de Australia, cuenta una historia muy caricaturesca. En los primeros bocetos del esqueleto humano que se dibujaron —claro, trazados por hombres— intencionalmente se hacían las caderas de las mujeres más anchas y su cerebro más pequeño. Según Young, era una forma de decir: “Aquí está nuestra evidencia de que las mujeres son cuerpos reproductivos y necesitan quedarse en casa y no podemos arriesgarnos a hacerlos infértiles haciéndolos demasiado educados, mira lo pequeñas que son sus cabezas”.
Los dibujos de nuestros esqueletos, años después, han cambiado, así como lo ha hecho la ciencia; pero hay rezagos de esta historia que aún subsisten. No solo se trata de que la medicina no ha explorado bien los orgasmos femeninos o no comprende aún bien muchas interacciones detrás del ciclo menstrual. Es también que los ensayos clínicos no incluyen mujeres o fallan en tener un enfoque para averiguar qué pasa distinto en sus cuerpos. De hecho, no fue sino en 1993 cuando en Estados Unidos, uno de los países que más produce investigaciones médicas, el NIH obligó a que los medicamentos y fármacos también se probaran en mujeres. No obstante, el avance, incluso en pandemia, ha sido poco.
En julio de este año un grupo de investigadores de Dinamarca publicó un estudio en Nature Communications en el que exploró si los ensayos que se estaban desarrollando sobre el COVID-19 consideraban el sexo y el género. Recolectaron datos de la información disponible en ClinicalTrial.gov, una base de datos del NIH sobre los estudios clínicos que se están desarrollando a escala mundial, entre febrero de 2020 y enero de 2021. De los 4.420 estudios que estaban registrados sobre COVID-19, solo el 21 % abordaban el tema del sexo y género para reclutar a participantes, el 5,4 % tomaba muestras representativas planeadas por sexo y apenas un 4 % hacía explicito que usarían el género y sexo como una variable analítica.
Este vacío de información es, quizás, la razón por la que aún hoy falta comprensión sobre la fisiología de la menstruación. Y aún más, si una vacuna puede alterarla o no. Como lo señaló Elisa Llurba, directora de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, España, al periódico El País, varias cosas pueden alterar el ciclo menstrual, incluso el nerviosismo o el temor de ser pinchada por una jeringa. También puede ser el estrés del encierro o haber sufrido de coronavirus. Lo importante, ahora, es que los cuerpos de las mujeres también se consideren en los estudios para tener mejores respuestas.
Luz Marina Araque Lara, terapeuta menstrual y fundadora de la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad, tiene conversaciones sobre el ciclo menstrual casi todos los días. Desde hace diez años ha participado en varios espacios para educar sobre la salud menstrual, las patologías femeninas y, en algunas ocasiones, repartir kits de menstruación. Pero durante la pandemia, a estas conversaciones se sumó un elemento nuevo. Algunas de las mujeres que suelen consultar a la Asociación contaban una anécdota similar. Tras vacunarse contra el COVID-19 su ciclo menstrual se había alterado. Algunas comentaban que tenían un sangrado más abundante, otras reportaron cólicos más fuertes y a unas cuantas les dejó de llegar la regla por un tiempo. (Puede leer: Colombia hará parte del ensayo clínico “Solidarity” y evaluará dos nuevas vacunas)
“Después nos empezaron a contactar otras mujeres, no cercanas a la Asociación, preguntándonos si sabíamos algo sobre esta relación”, comenta. Recuerda que unas 102 personas se acercaron para saber si el cambio en su regla podría deberse a la vacuna. Araque no tenía la respuesta. Los científicos y las farmacéuticas que producen las vacunas tampoco. Lo cierto es que no existen estudios serios para resolverlo.
Sin embargo, de la mano de los ginecólogos que hacen parte de la Asociación y de la Escuela de Medicina de Ponce, Puerto Rico, Estados Unidos, tomaron la decisión de empezar por lo básico: encontrar alguna cifra que indique cuántas mujeres creen o sienten que su ciclo se alteró tras vacunarse. Para lograrlo, hace tres meses lanzaron una encuesta en línea dirigida a mujeres mayores de 18 años y en período de menstruación en trece países de Latinoamérica que cumplan dos criterios: haber dado positivo para COVID-19 o tener mínimo una dosis de la vacuna. “Por el momento, hemos alcanzado una muestra de 900 mujeres, pero el objetivo es llegar a 1.500”, cuenta. (Puede leer más noticias de coronavirus y salud aquí)
No se trata del primer intento por resolver una duda que, aunque es una asociación sin evidencia, varias mujeres empiezan a reportar en conversaciones y redes sociales. A finales de agosto los National Institutes of Health, la agencia estadounidense de salud pública, destinaron US$1,67 millones a cinco institutos, entre los que se encuentran la Escuela Médica de Harvard y la Universidad Johns Hopkins, para que exploren la potencial relación entre la vacunación contra el COVID-19 y los cambios menstruales.
“Estos rigurosos estudios científicos mejorarán nuestra comprensión de los potenciales efectos de las vacunas COVID-19 en la menstruación, brindando a las personas más información sobre qué esperar después de la vacunación y reduciendo potencialmente la duda sobre si vacunarse”, dijo la doctora Diana Bianchi, una de las subdirectoras del NIH.
Pero las anécdotas reportadas no implican que exista una relación causal. Y es poco lo que se conoce sobre la vacunación y las alteraciones en la regla. Primero, porque en ninguno de los ensayos clínicos de las vacunas —incluidas Pfizer, Moderna, Janssen, Sinovac y AstraZeneca— se analizó si podría existir una alteración del ciclo menstrual como efecto secundario. (Puede leer: Minsalud envía parte de tranquilidad a niños vacunados por error con Sinovac)
Y, segundo, porque la menstruación está regulada por una compleja interacción entre tejidos del cuerpo, células y hormonas, por lo que una alteración tras la vacuna se puede deber a otras causas. Rastrearlo será lo más difícil del camino.
“Las respuestas inmunitarias a la vacuna del COVID-19 podrían afectar la interacción entre estas células y las señales en el útero, lo que podría provocar cambios temporales en el ciclo menstrual”, aclara el NIH. Pero también las alteraciones en la regla pueden estar relacionadas con “el estrés que ha causado la pandemia, cambios en el estilo de vida o infecciones por el SARS-CoV-2 (el virus que causa el COVID)”.
Araque, desde Colombia, no es ajena a este escenario. Así que la encuesta que está liderando también pregunta si las mujeres han visto cambios en su regla durante la pandemia o tras tener coronavirus. Aunque se trata aún de datos preliminares —ya que la encuesta no se ha terminado de responder y los resultados no han sido publicados en una revista científica—, han encontrado, por ejemplo, que el 38,6 % de las encuestadas sí han notado un efecto secundario en su ciclo menstrual desde que empezó la pandemia. Si se limita la pregunta a la aparición de algún efecto adverso tras la vacunación, el porcentaje es del 38,5 % y “después de sufrir coronavirus” es del 36,8 %. (Le recomendamos: La confusa postura de Colombia sobre la suspensión de patentes para las vacunas)
En España, la Universidad de Granada y el Hospital Universitario San Cecilio, de la misma ciudad, también lanzaron un proyecto similar, llamado EVA. Además de hacer una encuesta en línea que ya tiene 14.000 respuestas —en la que más del 70 % de las mujeres dijeron que sí habían percibido cambios tras la vacunación—, seguirán a cien mujeres durante todo un año, empezando antes de que se vacunen, para ver si su menstruación se altera. Además, a un subgrupo se les harán análisis de sangre antes de vacunarse, entre dosis y tras la última dosis, buscando pistas de si algo particular está ocurriendo en el cuerpo de las mujeres.
Será la parte más difícil. “En medicina básica aún no se sabe nada. No hay una publicación científica oficial. Entonces lo que vendrá después de las encuestas locales que estamos haciendo es revisar eso”, cuenta Araque.
La ciencia que olvidó a la mujer y su menstruación
En un artículo escrito por la periodista Gabrielle Jackson para el periódico The Guardian, la doctora Kate Young, investigadora de salud reproductiva de la mujer de la Universidad de Monash, de Australia, cuenta una historia muy caricaturesca. En los primeros bocetos del esqueleto humano que se dibujaron —claro, trazados por hombres— intencionalmente se hacían las caderas de las mujeres más anchas y su cerebro más pequeño. Según Young, era una forma de decir: “Aquí está nuestra evidencia de que las mujeres son cuerpos reproductivos y necesitan quedarse en casa y no podemos arriesgarnos a hacerlos infértiles haciéndolos demasiado educados, mira lo pequeñas que son sus cabezas”.
Los dibujos de nuestros esqueletos, años después, han cambiado, así como lo ha hecho la ciencia; pero hay rezagos de esta historia que aún subsisten. No solo se trata de que la medicina no ha explorado bien los orgasmos femeninos o no comprende aún bien muchas interacciones detrás del ciclo menstrual. Es también que los ensayos clínicos no incluyen mujeres o fallan en tener un enfoque para averiguar qué pasa distinto en sus cuerpos. De hecho, no fue sino en 1993 cuando en Estados Unidos, uno de los países que más produce investigaciones médicas, el NIH obligó a que los medicamentos y fármacos también se probaran en mujeres. No obstante, el avance, incluso en pandemia, ha sido poco.
En julio de este año un grupo de investigadores de Dinamarca publicó un estudio en Nature Communications en el que exploró si los ensayos que se estaban desarrollando sobre el COVID-19 consideraban el sexo y el género. Recolectaron datos de la información disponible en ClinicalTrial.gov, una base de datos del NIH sobre los estudios clínicos que se están desarrollando a escala mundial, entre febrero de 2020 y enero de 2021. De los 4.420 estudios que estaban registrados sobre COVID-19, solo el 21 % abordaban el tema del sexo y género para reclutar a participantes, el 5,4 % tomaba muestras representativas planeadas por sexo y apenas un 4 % hacía explicito que usarían el género y sexo como una variable analítica.
Este vacío de información es, quizás, la razón por la que aún hoy falta comprensión sobre la fisiología de la menstruación. Y aún más, si una vacuna puede alterarla o no. Como lo señaló Elisa Llurba, directora de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, España, al periódico El País, varias cosas pueden alterar el ciclo menstrual, incluso el nerviosismo o el temor de ser pinchada por una jeringa. También puede ser el estrés del encierro o haber sufrido de coronavirus. Lo importante, ahora, es que los cuerpos de las mujeres también se consideren en los estudios para tener mejores respuestas.