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                                                                                                                                Ni limones, ni melones: la publicidad no es inocente

                                                                                                                                La valla publicitaria de un cirujano plástico en Cali desató una intensa polémica sobre la publicidad machista que promueve los estereotipos. ¿Qué tanto afectan estas imágenes a las mujeres? La ciencia responde.

                                                                                                                                Maria Paula Rubiano

                                                                                                                                Esta es la valla publicitaria que apareció en Cali hace unos días. En redes sociales fue criticada con dureza por querer impulsar los estereotipos.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¿A qué podía atribuirse ese fenómeno?, se preguntaba el artículo. Ya antes, sobre todo desde el activismo, se habían dado las primeras puntadas para responder a esa pregunta. Cinco años antes, en 1979, la feminista Jean Kilbourn había publicado un documental que, bajo el nombre Killing us softly (Matándonos suavemente), reflexionó sobre los mensajes sexistas de la publicidad. En el 76 ya algunos estudiosos habían dicho que mujeres con un peso normal se percibían como “gordas”. Pero el artículo de Rodin, Silberstein y Striegel fue la primera de una miríada de investigaciones que apuntaron el dedo a una institución concreta: la publicidad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Es evidente que una valla que insinúe que unos pechos pequeños son motivo de tristeza, no va a hacer que automáticamente todas las mujeres de pechos pequeños vayan corriendo a meterse dos implantes de silicona. Pero si además de la valla se enfrentan a otra sobre un crema antiarrugas, a un comercial televisivo sobre cómo tener el pelo más brillante, a una cuña radial sobre un sospechoso producto para perder grasa y a un estante lleno de revistas que les insisten en mantener su peso bajo, aún en épocas de buñuelo y natilla, las mujeres, muestra la ciencia, van internalizando un mensaje bastante “oscuro” sobre sí mismas. Construyen, sin saberlo, la idea de que hay algo mal con ellas porque su cuerpo no es perfecto.

                                                                                                                                En 2002, las investigadoras Lisa Groesz, Michael Levine, y Sara Murnen analizaron la información de 25 estudios en los que se exploró la autopercepción corporal de las personas después de exponerlas a publicidad con modelos que representaban ciertos ideales de belleza. Llegaron a la conclusión de que en el 86 % de esas investigaciones, “la imagen corporal de las mujeres era significativamente más negativa después de ver imágenes de modelos delgadas”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “La consecuencia de esta sobreexposición a estas imágenes es que nuestros cerebros empiezan a creer que la belleza es una cosa muy común. Esto hace que una enorme porción de la población crea que hay algo inherentemente mal en ellos, cuando en realidad, no hay absolutamente nada malo con sus cuerpos”, dice.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La consecuencia: una epidemia cultural de insatisfacción corporal. Engeln lo llama “enfermedad de la belleza”. Si bien el deseo de ser hermoso y de ser deseable es algo que no puede apagarse en el cerebro, el problema empieza cuando ser bella se convierte en el centro de la vida de mujeres y jóvenes. Y muchas veces, esa autopercepción negativa solo necesita un pequeño empujón para transformarse en una dismorfia corporal, la puerta de entrada a enfermedades mentales graves, como la anorexia o la bulimia.

                                                                                                                                Pero, si nuestros cerebros están programados para anhelar ser deseados, ¿cómo escaparse de esta lógica perversa? Renee Engeln propone mirar al propio cuerpo “no como una colección de partes para ser admiradas, sino como un todo, como la única herramienta para explorar el mundo”. No importa si viene con limones o melones.

                                                                                                                                Esta es la valla publicitaria que apareció en Cali hace unos días. En redes sociales fue criticada con dureza por querer impulsar los estereotipos.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¿A qué podía atribuirse ese fenómeno?, se preguntaba el artículo. Ya antes, sobre todo desde el activismo, se habían dado las primeras puntadas para responder a esa pregunta. Cinco años antes, en 1979, la feminista Jean Kilbourn había publicado un documental que, bajo el nombre Killing us softly (Matándonos suavemente), reflexionó sobre los mensajes sexistas de la publicidad. En el 76 ya algunos estudiosos habían dicho que mujeres con un peso normal se percibían como “gordas”. Pero el artículo de Rodin, Silberstein y Striegel fue la primera de una miríada de investigaciones que apuntaron el dedo a una institución concreta: la publicidad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Es evidente que una valla que insinúe que unos pechos pequeños son motivo de tristeza, no va a hacer que automáticamente todas las mujeres de pechos pequeños vayan corriendo a meterse dos implantes de silicona. Pero si además de la valla se enfrentan a otra sobre un crema antiarrugas, a un comercial televisivo sobre cómo tener el pelo más brillante, a una cuña radial sobre un sospechoso producto para perder grasa y a un estante lleno de revistas que les insisten en mantener su peso bajo, aún en épocas de buñuelo y natilla, las mujeres, muestra la ciencia, van internalizando un mensaje bastante “oscuro” sobre sí mismas. Construyen, sin saberlo, la idea de que hay algo mal con ellas porque su cuerpo no es perfecto.

                                                                                                                                En 2002, las investigadoras Lisa Groesz, Michael Levine, y Sara Murnen analizaron la información de 25 estudios en los que se exploró la autopercepción corporal de las personas después de exponerlas a publicidad con modelos que representaban ciertos ideales de belleza. Llegaron a la conclusión de que en el 86 % de esas investigaciones, “la imagen corporal de las mujeres era significativamente más negativa después de ver imágenes de modelos delgadas”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “La consecuencia de esta sobreexposición a estas imágenes es que nuestros cerebros empiezan a creer que la belleza es una cosa muy común. Esto hace que una enorme porción de la población crea que hay algo inherentemente mal en ellos, cuando en realidad, no hay absolutamente nada malo con sus cuerpos”, dice.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La consecuencia: una epidemia cultural de insatisfacción corporal. Engeln lo llama “enfermedad de la belleza”. Si bien el deseo de ser hermoso y de ser deseable es algo que no puede apagarse en el cerebro, el problema empieza cuando ser bella se convierte en el centro de la vida de mujeres y jóvenes. Y muchas veces, esa autopercepción negativa solo necesita un pequeño empujón para transformarse en una dismorfia corporal, la puerta de entrada a enfermedades mentales graves, como la anorexia o la bulimia.

                                                                                                                                Pero, si nuestros cerebros están programados para anhelar ser deseados, ¿cómo escaparse de esta lógica perversa? Renee Engeln propone mirar al propio cuerpo “no como una colección de partes para ser admiradas, sino como un todo, como la única herramienta para explorar el mundo”. No importa si viene con limones o melones.

                                                                                                                                Por Maria Paula Rubiano

                                                                                                                                Temas recomendados:

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