Los datos que necesitamos (y no tenemos) sobre malnutrición
Opinión: DeJusticia explica la urgencia de actualizar los datos sobre malnutrición en el país. Hace ocho años no se hace la encuesta.
Randy Villalba*
Diego Zambrano Benavides**
Han pasado ocho años, y de por medio una pandemia, desde que salió la última Encuesta Nacional de Situación Alimentaria (ENSIN). En teoría, cuando inició en el 2005, esta debía publicarse cada cinco años, pero su actualización, a cargo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ha sido postergada a pesar de su urgencia. Esto, en un país como Colombia, donde la desnutrición y la inseguridad alimentaria son retos significativos, es preocupante. (Le puede interesar: FDA autoriza vacunar a embarazadas contra bronquiolitis para proteger bebés)
No poder acceder a esta herramienta para contar con datos precisos y actualizados sobre el estado nutricional de la población y enfrentar los desafíos alimentarios, dificulta la capacidad de tomar decisiones informadas y diseñar políticas efectivas.
De hecho, la ENSIN de 2015 tuvo retraso, pues solo fue publicada tres años después, en 2018. Pero actualmente las condiciones han cambiado y los datos disponibles de esta última encuesta no reflejan la realidad. Si bien es comprensible que la pandemia fue una causa de retraso en su actualización, en 2021 el ICBF hizo un nuevo cronograma que proponía aplicar la encuesta en 2022 y socializarla en 2023. Sin embargo, volvieron a incumplir.
Recientemente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicaron un indicador de inseguridad alimentaria basado en la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES). De acuerdo con esta fuente, 28 de cada 100 hogares tuvieron que disminuir la cantidad y calidad de los alimentos consumidos, al menos una vez durante los últimos 12 meses, debido a falta de dinero y otros recursos. Es decir, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en los hogares del país fue del 28,1%. Pero en términos concretos, ¿qué implicaciones sociales tiene esta nueva cifra y cómo podemos afrontarla? (Le recomendamos: Dos personas consiguen recuperar el habla por medio de implantes cerebrales)
Si bien este aporte es valioso para medir la inseguridad alimentaria moderada y severa en los hogares, es importante destacar que no reemplaza la necesidad de publicar la actualización de la ENSIN. Pues esta incluye indicadores que no se tuvieron en cuenta en la encuesta anteriormente mencionada, como lactancia materna, sobrepeso, obesidad, hipertensión, diabetes, prácticas de alimentación, hambre oculta, entre otros, datos cruciales para abordar la situación nutricional y de salud pública en su totalidad.
Precisamente con estos datos es que se podría hacer seguimiento e incluso fortalecer el impacto de políticas públicas como lo son el etiquetado –que ya se está implementando– y el impuesto a alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, que comenzará a aplicarse en noviembre de este año. Por ejemplo, un indicador incluido en la ENSIN que ayudaría a medir la efectividad de estas políticas es el auto reporte de diabetes mellitus e hipertensión arterial. Ni qué decir de la utilidad de esta encuesta para revisar cómo avanza la promoción de ambientes escolares libres de comida chatarra.
Martha Yaneth Sandoval Salazar, economista e integrante de la Red Académica por el Derecho Humano a la Alimentación y Nutrición Adecuadas, va más allá, pues dice que incluso la encuesta es fundamental no solo para entornos escolares, sino para “la creación integral y general de entornos alimentarios saludables”. Y agrega que, “garantizar el derecho a la nutrición adecuada no es solo saciar, sino de verdad responder a contenidos nutricionales”. En el etiquetado, subraya, se contemplan los excesos de sodio, sal y azúcar, y esas mediciones no están cubiertas por otra encuesta diferente que la ENSIN, así como también incluye categorías muy específicas que aportan información diferenciada, como los datos enfocados en madres gestantes y lactantes. (También puede leer: Los enredos de plata que persiguen al sistema de salud colombiano)
Encuestas con metodologías diferentes
La FIES y la ENSIN son complementarias y se enfocan en aspectos distintos de la nutrición y la seguridad alimentaria, las dos miden percepción pero con metodologías diferentes. No son comparables. La ENSIN, por una parte, utiliza la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA), que de acuerdo con la FAO es un instrumento de bajo costo y rápida aplicación que ha demostrado tener una alta validez y confiabilidad en diversos canales de aplicación desde su aparición en el 2011. Fue un proceso de consenso científico basado en evidencias que hizo posible su utilización armonizada en Latinoamérica y el Caribe (LAC) como una medida válida del nivel de inseguridad alimentaria en los hogares.
La FIES nace en el 2017 a partir de la ELCSA y sus 8 preguntas han sido propuestas y aceptadas para responder al indicador de hambre cero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para la agenda 2030, pensada para hacer comparaciones entre los países de la OCDE y no solo en Latinoamérica y el Caribe. A pesar de que la ELCSA y cualquier otra escala basada en experiencias también son comparables entre países, la metodología FIES se desarrolló en el nuevo marco de indicadores globales para los ODS. Es decir, esta última es una actualización de la primera, pues aunque el número de preguntas es menor (ELCSA tenía 15 preguntas), en esencia no cambian mucho pues las preguntas adicionales eran sobre los menores de 18 años, lo cual se resolvió al hacer las mismas preguntas pero a este grupo de menores de edad directamente (y no solamente al jefe de hogar).
No obstante, a pesar de que estas nuevas preguntas están ahora incluídas en la Encuesta Nacional de Calidad de Vida y se pueden hacer cruces con las condiciones de los hogares y demás variables de esta encuesta, a diferencia de la ENSIN, ahora se pierden preguntas claves sobre el estado nutricional y de salud que fueron olvidadas en esta actualización. Es decir, el problema no se encuentra en el cambio de metodología, sino en las preguntas adicionales a la inseguridad alimentaria que tenía la ENSIN pero que ya no existen. (Le puede interesar: El uso de pantallas en bebés podría tener relación con retrasos en el desarrollo)
La ENSIN iba más allá de la experiencia del encuestado y hacía la medición de peso, talla, circunferencia de cintura, fuerza prensil y también incluye la toma muestras de sangre, así como evaluación en campo de actividad física, comportamientos sedentarios, prácticas de alimentación e ingesta de alimentos.
Con esta posición coincide Sandoval Salazar. Ella explica que las preguntas que hace la FIES están enfocadas y centradas en determinar si hay saciedad. ¿Comiste o no comiste? ¿Tuviste una, dos o tres comidas? Pero no ahondan en la calidad nutricional de lo que se consume, que sí lo tiene en cuenta la ENSIN. Es así como, de no contar con nueva información, toda la que existe antes del 2015 quedaría en desuso si el panorama de ahora en adelante se centra exclusivamente en la FIES.
La urgencia de una actualización
Hubiese sido valioso que, cuando se dieron las discusiones sobre el etiquetado e impuesto a las bebidas y alimentos ultraprocesados, la fuente que sustentara el debate fuera una medición actualizada de la ENSIN, pero eso no ocurrió, sino que se tuvo en cuenta la canasta de hogares del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Y, como señala Sandoval Salazar, “no podemos seguir tomando decisiones sobre nutrición, basándonos en la canasta básica familiar, porque esta funciona para medir indicadores de precios e incluye alimentos que no necesariamente son saludables, no se diseñó para determinar qué debe consumir o no la gente en materia de nutrición”. (Le recomendamos: El filtro para luz azul en gafas no tendría los efectos prometidos comercialmente)
En conclusión, la actualización de la ENSIN es una necesidad inaplazable para Colombia. La lucha contra la desnutrición, la inseguridad alimentaria, o temas como la obesidad y el sobrepeso, requieren una visión integral y actualizada, y la ENSIN es la herramienta fundamental para construir un país más sano y nutricionalmente seguro.
Es hora de que el ICBF explique los motivos del retraso, pero sobre todo que, en el menor plazo posible, cumpla con el compromiso de actualizar esta encuesta. Nuestras prácticas y condiciones solo pueden ser abordadas desde una política pública integral que tenga en consideración las realidades nutricionales de los territorios y de los distintos elementos que componen el derecho a la alimentación adecuada.
La ENSIN no debe ser tratada como un asunto menor que se puede posponer indefinidamente o que puede ser reemplazada por las 8 preguntas de la FIES. Es importante que en esta nueva actualización de la ECV se incluyan urgentemente todas las preguntas que teníamos antes con la ENSIN, de lo contrario, estaríamos ante un retroceso de más de 18 años, que fue cuando nació esta encuesta con los indicadores que hoy están siendo omitidos por el gobierno.
*Investigador en DeJusticia.
**Periodista en DeJusticia.
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Han pasado ocho años, y de por medio una pandemia, desde que salió la última Encuesta Nacional de Situación Alimentaria (ENSIN). En teoría, cuando inició en el 2005, esta debía publicarse cada cinco años, pero su actualización, a cargo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ha sido postergada a pesar de su urgencia. Esto, en un país como Colombia, donde la desnutrición y la inseguridad alimentaria son retos significativos, es preocupante. (Le puede interesar: FDA autoriza vacunar a embarazadas contra bronquiolitis para proteger bebés)
No poder acceder a esta herramienta para contar con datos precisos y actualizados sobre el estado nutricional de la población y enfrentar los desafíos alimentarios, dificulta la capacidad de tomar decisiones informadas y diseñar políticas efectivas.
De hecho, la ENSIN de 2015 tuvo retraso, pues solo fue publicada tres años después, en 2018. Pero actualmente las condiciones han cambiado y los datos disponibles de esta última encuesta no reflejan la realidad. Si bien es comprensible que la pandemia fue una causa de retraso en su actualización, en 2021 el ICBF hizo un nuevo cronograma que proponía aplicar la encuesta en 2022 y socializarla en 2023. Sin embargo, volvieron a incumplir.
Recientemente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicaron un indicador de inseguridad alimentaria basado en la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES). De acuerdo con esta fuente, 28 de cada 100 hogares tuvieron que disminuir la cantidad y calidad de los alimentos consumidos, al menos una vez durante los últimos 12 meses, debido a falta de dinero y otros recursos. Es decir, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en los hogares del país fue del 28,1%. Pero en términos concretos, ¿qué implicaciones sociales tiene esta nueva cifra y cómo podemos afrontarla? (Le recomendamos: Dos personas consiguen recuperar el habla por medio de implantes cerebrales)
Si bien este aporte es valioso para medir la inseguridad alimentaria moderada y severa en los hogares, es importante destacar que no reemplaza la necesidad de publicar la actualización de la ENSIN. Pues esta incluye indicadores que no se tuvieron en cuenta en la encuesta anteriormente mencionada, como lactancia materna, sobrepeso, obesidad, hipertensión, diabetes, prácticas de alimentación, hambre oculta, entre otros, datos cruciales para abordar la situación nutricional y de salud pública en su totalidad.
Precisamente con estos datos es que se podría hacer seguimiento e incluso fortalecer el impacto de políticas públicas como lo son el etiquetado –que ya se está implementando– y el impuesto a alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, que comenzará a aplicarse en noviembre de este año. Por ejemplo, un indicador incluido en la ENSIN que ayudaría a medir la efectividad de estas políticas es el auto reporte de diabetes mellitus e hipertensión arterial. Ni qué decir de la utilidad de esta encuesta para revisar cómo avanza la promoción de ambientes escolares libres de comida chatarra.
Martha Yaneth Sandoval Salazar, economista e integrante de la Red Académica por el Derecho Humano a la Alimentación y Nutrición Adecuadas, va más allá, pues dice que incluso la encuesta es fundamental no solo para entornos escolares, sino para “la creación integral y general de entornos alimentarios saludables”. Y agrega que, “garantizar el derecho a la nutrición adecuada no es solo saciar, sino de verdad responder a contenidos nutricionales”. En el etiquetado, subraya, se contemplan los excesos de sodio, sal y azúcar, y esas mediciones no están cubiertas por otra encuesta diferente que la ENSIN, así como también incluye categorías muy específicas que aportan información diferenciada, como los datos enfocados en madres gestantes y lactantes. (También puede leer: Los enredos de plata que persiguen al sistema de salud colombiano)
Encuestas con metodologías diferentes
La FIES y la ENSIN son complementarias y se enfocan en aspectos distintos de la nutrición y la seguridad alimentaria, las dos miden percepción pero con metodologías diferentes. No son comparables. La ENSIN, por una parte, utiliza la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA), que de acuerdo con la FAO es un instrumento de bajo costo y rápida aplicación que ha demostrado tener una alta validez y confiabilidad en diversos canales de aplicación desde su aparición en el 2011. Fue un proceso de consenso científico basado en evidencias que hizo posible su utilización armonizada en Latinoamérica y el Caribe (LAC) como una medida válida del nivel de inseguridad alimentaria en los hogares.
La FIES nace en el 2017 a partir de la ELCSA y sus 8 preguntas han sido propuestas y aceptadas para responder al indicador de hambre cero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para la agenda 2030, pensada para hacer comparaciones entre los países de la OCDE y no solo en Latinoamérica y el Caribe. A pesar de que la ELCSA y cualquier otra escala basada en experiencias también son comparables entre países, la metodología FIES se desarrolló en el nuevo marco de indicadores globales para los ODS. Es decir, esta última es una actualización de la primera, pues aunque el número de preguntas es menor (ELCSA tenía 15 preguntas), en esencia no cambian mucho pues las preguntas adicionales eran sobre los menores de 18 años, lo cual se resolvió al hacer las mismas preguntas pero a este grupo de menores de edad directamente (y no solamente al jefe de hogar).
No obstante, a pesar de que estas nuevas preguntas están ahora incluídas en la Encuesta Nacional de Calidad de Vida y se pueden hacer cruces con las condiciones de los hogares y demás variables de esta encuesta, a diferencia de la ENSIN, ahora se pierden preguntas claves sobre el estado nutricional y de salud que fueron olvidadas en esta actualización. Es decir, el problema no se encuentra en el cambio de metodología, sino en las preguntas adicionales a la inseguridad alimentaria que tenía la ENSIN pero que ya no existen. (Le puede interesar: El uso de pantallas en bebés podría tener relación con retrasos en el desarrollo)
La ENSIN iba más allá de la experiencia del encuestado y hacía la medición de peso, talla, circunferencia de cintura, fuerza prensil y también incluye la toma muestras de sangre, así como evaluación en campo de actividad física, comportamientos sedentarios, prácticas de alimentación e ingesta de alimentos.
Con esta posición coincide Sandoval Salazar. Ella explica que las preguntas que hace la FIES están enfocadas y centradas en determinar si hay saciedad. ¿Comiste o no comiste? ¿Tuviste una, dos o tres comidas? Pero no ahondan en la calidad nutricional de lo que se consume, que sí lo tiene en cuenta la ENSIN. Es así como, de no contar con nueva información, toda la que existe antes del 2015 quedaría en desuso si el panorama de ahora en adelante se centra exclusivamente en la FIES.
La urgencia de una actualización
Hubiese sido valioso que, cuando se dieron las discusiones sobre el etiquetado e impuesto a las bebidas y alimentos ultraprocesados, la fuente que sustentara el debate fuera una medición actualizada de la ENSIN, pero eso no ocurrió, sino que se tuvo en cuenta la canasta de hogares del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Y, como señala Sandoval Salazar, “no podemos seguir tomando decisiones sobre nutrición, basándonos en la canasta básica familiar, porque esta funciona para medir indicadores de precios e incluye alimentos que no necesariamente son saludables, no se diseñó para determinar qué debe consumir o no la gente en materia de nutrición”. (Le recomendamos: El filtro para luz azul en gafas no tendría los efectos prometidos comercialmente)
En conclusión, la actualización de la ENSIN es una necesidad inaplazable para Colombia. La lucha contra la desnutrición, la inseguridad alimentaria, o temas como la obesidad y el sobrepeso, requieren una visión integral y actualizada, y la ENSIN es la herramienta fundamental para construir un país más sano y nutricionalmente seguro.
Es hora de que el ICBF explique los motivos del retraso, pero sobre todo que, en el menor plazo posible, cumpla con el compromiso de actualizar esta encuesta. Nuestras prácticas y condiciones solo pueden ser abordadas desde una política pública integral que tenga en consideración las realidades nutricionales de los territorios y de los distintos elementos que componen el derecho a la alimentación adecuada.
La ENSIN no debe ser tratada como un asunto menor que se puede posponer indefinidamente o que puede ser reemplazada por las 8 preguntas de la FIES. Es importante que en esta nueva actualización de la ECV se incluyan urgentemente todas las preguntas que teníamos antes con la ENSIN, de lo contrario, estaríamos ante un retroceso de más de 18 años, que fue cuando nació esta encuesta con los indicadores que hoy están siendo omitidos por el gobierno.
*Investigador en DeJusticia.
**Periodista en DeJusticia.
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