Orina de monja, el secreto de la droga para la fertilidad
Con la bendición del Papa Pio, una empresa farmacéutica recogió durante años la orina de las monjas italianas en busca de gonadotropina, una hormona empleada en tratamientos para la fertilidad.
- Redacción Vivir
La férrea educación católica de este lado del hemisferio ha logrado que imaginar a una monja en una actividad comprometedora y terrenal –como orinando– sea profundamente incómodo. Sin embargo, con esa imagen comienza la historia del Pergonal, un tratamiento de fertilidad hormonal responsable de millones de bebés.
Según cuenta The Influence, un medio digital dedicado a describir la relación entre los humanos y las drogas, la relación entre monjas, orina y bebés comienza con el joven científico Piero Donini, un estudiante de medicina que trabajaba a fines de la década de 1940 para la compañía farmacéutica italiana que más tarde se conocería como Serono.
Donini fue el primero en descubrir la gonadotropina, una hormona que estimula la ovulación. Las hormonas se encuentran en la orina de las mujeres (esta es una de las razones por las que las pruebas de embarazo caseras se hacen con muestras de orina). “Después de experimentar con la orina de mujeres embarazadas, Donini descubrió que los niveles más altos de la hormona en realidad estaban en mujeres posmenopáusicas, de 50 años para arriba. Después de la menopausia, cuando los ovarios dejan de producir óvulos, la hormona se dispara cuando el cuerpo trata de estimular su producción”, escribe The Influence.
Donini apodó la versión purificada de la hormona como “Pergonal”, en italiano, “de las gónadas”. Pero aún no nacería el famoso fármaco conocido como Pergonal.
Una década más tarde, el millonario Bruno Lunenfeld se topó con la investigación de Donini cuando buscaba tratamientos para la fertilidad debido al deseo de ayudar a los judíos europeos a aumentar su número después del Holocausto.
Lunenfeld, un verdadero visionario, necesitaba encontrar una fuente regular de orina para poder empezar a hacer tratamientos, y acudió a la empresa farmacéutica Serono. ¿Cómo conseguir galones y galones de orina de mujeres menopáusicas?, se preguntaba.
Casualmente, el sobrino del Papa Pio XII, Giulo Pacelli, era parte del comité directivo de Serono. De acuerdo con Lunenfeld en una entrevista en la revista hebrea Haaretz, “el príncipe Pacelli pronunció exactamente el mismo discurso que pronunció diez días antes, pero al final agregó una frase: “Mi tío, el Papa Pío, ha decidido ayudarnos y pedir a las monjas de la casa de ancianos que recojan la orina todos los días por una causa compartida”, escribe el periodista de salud Oliver Staley, en Quartz Magazin.
Bien sea por uerte o intervención divina, El Vaticano comenzó a distribuir orina de monja en un camión cisterna, y 10 hermanas proporcionaron suficiente orina para un tratamiento cada 10 días.
Según Quartz, si bien la orina de cualquier mujer posmenopáusica funcionaría, las monjas le proporcionaron a Serono una ventaja adicional: dado que las hormonas de las mujeres embarazadas contaminarían el lote, era fundamental que no hubiera ninguna posibilidad de que alguna de las mujeres estuviera embarazada. Trabajar con monjas mejoró las probabilidades.
Según Pedro Gargantilla, un médico que publica en el diario ABC de España, en 1954, utilizando el Instituto de Obras de Religión, el Vaticano consiguió la mayoría de las acciones de la empresa Serono. La empresa farmacéutica (cuyo millonario dueño, Ernesto Bertarelli, ocupa el puesto 174 en la lista de los más ricos de Forbes) se dedicó durante años a manejar la operación de una flota de camiones cisterna que recorrían los conventos italianos, recogiendo la orina de las monjas menopáusicas. Todo esto –por supuesto– con la bendición papal. Este monopolio les sería arrebatado catorce años después, cuando la familia Bertarelli volvió a tomar nuevamente de las riendas de la empresa, adquiriendo el control de la farmacéutica.
En 1962, nació en Tel Aviv el primer bebé, una niña, concebida gracias a los tratamientos de Lunenfeld, Donini y la orina de las monjas, y para 1980, Serono necesitó 30.000 litros de orina diaria (es decir, a unas 15.000 hermanas) para poder cumplir la demanda de Pergonal.
El medicamento no ha sido probado solamente en humanos. En 1999, el resultado de la experimentación con la orina de las monjas italianas menopáusicas se inyectó en vacas británicas en una práctica controvertida destinada a la cría de ganado genéticamente superior, según The Guardian. Los embriones se inyectan con la hormona y son introducidos con el canal cervical de las vacas. El medicamento se llamó Pergovet –parecido a Pergonal– y recibió muchas críticas de grupos animalistas como Compassion in World Farming.
El Pergonal se conoce en el mercado como Menopur, Pergonal y Repronex y solo se comercializa con prescripción médica. Afortunadamente, la compañía logró sintetizar la hormona en 1990, por lo que ya no requirió de los “servicios úricos” que las monjas menopáusicas donaron devotamente a la ciencia.
La férrea educación católica de este lado del hemisferio ha logrado que imaginar a una monja en una actividad comprometedora y terrenal –como orinando– sea profundamente incómodo. Sin embargo, con esa imagen comienza la historia del Pergonal, un tratamiento de fertilidad hormonal responsable de millones de bebés.
Según cuenta The Influence, un medio digital dedicado a describir la relación entre los humanos y las drogas, la relación entre monjas, orina y bebés comienza con el joven científico Piero Donini, un estudiante de medicina que trabajaba a fines de la década de 1940 para la compañía farmacéutica italiana que más tarde se conocería como Serono.
Donini fue el primero en descubrir la gonadotropina, una hormona que estimula la ovulación. Las hormonas se encuentran en la orina de las mujeres (esta es una de las razones por las que las pruebas de embarazo caseras se hacen con muestras de orina). “Después de experimentar con la orina de mujeres embarazadas, Donini descubrió que los niveles más altos de la hormona en realidad estaban en mujeres posmenopáusicas, de 50 años para arriba. Después de la menopausia, cuando los ovarios dejan de producir óvulos, la hormona se dispara cuando el cuerpo trata de estimular su producción”, escribe The Influence.
Donini apodó la versión purificada de la hormona como “Pergonal”, en italiano, “de las gónadas”. Pero aún no nacería el famoso fármaco conocido como Pergonal.
Una década más tarde, el millonario Bruno Lunenfeld se topó con la investigación de Donini cuando buscaba tratamientos para la fertilidad debido al deseo de ayudar a los judíos europeos a aumentar su número después del Holocausto.
Lunenfeld, un verdadero visionario, necesitaba encontrar una fuente regular de orina para poder empezar a hacer tratamientos, y acudió a la empresa farmacéutica Serono. ¿Cómo conseguir galones y galones de orina de mujeres menopáusicas?, se preguntaba.
Casualmente, el sobrino del Papa Pio XII, Giulo Pacelli, era parte del comité directivo de Serono. De acuerdo con Lunenfeld en una entrevista en la revista hebrea Haaretz, “el príncipe Pacelli pronunció exactamente el mismo discurso que pronunció diez días antes, pero al final agregó una frase: “Mi tío, el Papa Pío, ha decidido ayudarnos y pedir a las monjas de la casa de ancianos que recojan la orina todos los días por una causa compartida”, escribe el periodista de salud Oliver Staley, en Quartz Magazin.
Bien sea por uerte o intervención divina, El Vaticano comenzó a distribuir orina de monja en un camión cisterna, y 10 hermanas proporcionaron suficiente orina para un tratamiento cada 10 días.
Según Quartz, si bien la orina de cualquier mujer posmenopáusica funcionaría, las monjas le proporcionaron a Serono una ventaja adicional: dado que las hormonas de las mujeres embarazadas contaminarían el lote, era fundamental que no hubiera ninguna posibilidad de que alguna de las mujeres estuviera embarazada. Trabajar con monjas mejoró las probabilidades.
Según Pedro Gargantilla, un médico que publica en el diario ABC de España, en 1954, utilizando el Instituto de Obras de Religión, el Vaticano consiguió la mayoría de las acciones de la empresa Serono. La empresa farmacéutica (cuyo millonario dueño, Ernesto Bertarelli, ocupa el puesto 174 en la lista de los más ricos de Forbes) se dedicó durante años a manejar la operación de una flota de camiones cisterna que recorrían los conventos italianos, recogiendo la orina de las monjas menopáusicas. Todo esto –por supuesto– con la bendición papal. Este monopolio les sería arrebatado catorce años después, cuando la familia Bertarelli volvió a tomar nuevamente de las riendas de la empresa, adquiriendo el control de la farmacéutica.
En 1962, nació en Tel Aviv el primer bebé, una niña, concebida gracias a los tratamientos de Lunenfeld, Donini y la orina de las monjas, y para 1980, Serono necesitó 30.000 litros de orina diaria (es decir, a unas 15.000 hermanas) para poder cumplir la demanda de Pergonal.
El medicamento no ha sido probado solamente en humanos. En 1999, el resultado de la experimentación con la orina de las monjas italianas menopáusicas se inyectó en vacas británicas en una práctica controvertida destinada a la cría de ganado genéticamente superior, según The Guardian. Los embriones se inyectan con la hormona y son introducidos con el canal cervical de las vacas. El medicamento se llamó Pergovet –parecido a Pergonal– y recibió muchas críticas de grupos animalistas como Compassion in World Farming.
El Pergonal se conoce en el mercado como Menopur, Pergonal y Repronex y solo se comercializa con prescripción médica. Afortunadamente, la compañía logró sintetizar la hormona en 1990, por lo que ya no requirió de los “servicios úricos” que las monjas menopáusicas donaron devotamente a la ciencia.