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Hace unos días, en la prestigiosa revista médica The Lancet se publicó uno de los análisis más detallados sobre uno de los problemas de salud pública que más inquieta en el mundo: la resistencia a los antimicrobianos (RAM).
A grandes rasgos, la RAM surge cuando bacterias, virus, hongos y parásitos “cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los medicamentos”, lo que dificulta el tratamiento de las infecciones, incrementa la propagación de enfermedades y su aparición de formas graves, así como la muerte.
El estudio de hace unas semanas, liderado por el Global Research on Antimicrobial Resistance Project (GRAM, por su sigla en inglés), señalaba que esta causa generaría 39 millones de muertes en los próximos 25 años. Para dimensionar el problema que se avecina, los investigadores señalaron que, mientras en 2021 hubo 1,14 millones de muertes atribuibles por esa resistencia, para 2050 serán 1,91 millones.
Este tema, que viene preocupando a varios sectores, también se abordó en la 79.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, que se adelantó hasta este viernes (27 de septiembre), en Nueva York, Estados Unidos. En el marco de esta reunión, varios líderes mundiales aprobaron una declaración política en la que se comprometen, en primer lugar, a reducir en un 10 % las muertes asociadas a la RAM para 2030.
También se acordó buscar una financiación nacional y sostenible de USD100 millones para ayudar a alcanzar la meta de que al menos el 60 % de los países cuenten con planes nacionales de acción, que estén financiados, para atajar la resistencia a los antimicrobianos para 2030.
Otra de las metas consiste en que al menos el 70 % de los antibióticos usados en todo el mundo hagan parte del grupo de antibióticos de acceso de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que tienen menores efectos secundarios, así como un menor potencial de causar la resistencia.
Pero también, como señalaban los investigadores del estudio en The Lancet hace algunas semanas, “para evitar que esto se convierta en una realidad mortal, necesitamos urgentemente nuevas estrategias para disminuir el riesgo de infecciones graves mediante vacunas, nuevos medicamentos, mejor atención médica, mejor acceso a los antibióticos existentes y orientación sobre cómo usarlos de manera más efectiva”.
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