Plasma contra COVID-19: un camino sin muchas certezas
Esta vieja terapia siempre ha estado en el radar de la medicina para enfrentar nuevas epidemias. Hoy hay 135 ensayos clínicos en marcha para comprobar si puede ser efectiva contra el nuevo coronavirus. Uno de ellos es colombiano. ¿Por qué ha generado tanta expectativa?
@julsjaimes
Más de ocho meses han pasado desde el surgimiento del SARS-CoV-2. Los veinte millones de contagiados y 700.000 muertos son una olla de presión para la ciencia, que se enfrenta a una carrera contra el reloj. Al poco tiempo de haberse identificado el virus, empezaron a formularse estudios para encontrar un tratamiento o una vacuna. Desde entonces, todas las semanas el mundo recibe cientos de noticias sobre sus avances, aunque aún no se ha demostrado que alguno sea efectivo. Esta vez, luego de que un grupo de investigadores presentara unos resultados preliminares de su estudio, los titulares en Colombia apuntaron a una vieja terapia usada en otras ocasiones para controlar epidemias desconocidas: el plasma, un líquido presente en la sangre.
La terapia de plasma de convaleciente, como se le conoce en el mundo médico, fue descubierta por el alemán Emil Adolf von Behring en una técnica que denominó inmunidad pasiva, con la cual ganó el Premio Nobel de Medicina en 1901. El tratamiento se usó con cierto éxito durante la pandemia de influenza de 1918. La historia refiere que se llegaron a realizar transfusiones a cerca de 1.700 personas, logrando que la mortalidad se redujera en el 21 % de los pacientes tratados. El plasma sirvió como una primera medida de control para una pandemia que dejó un saldo de cincuenta millones de muertos.
Para los científicos que empezaron a realizarlo, el procedimiento podía funcionar: los anticuerpos que contiene el plasma generaban una actividad neutralizante y aceleraban el control virológico de una persona ante una posible infección. Era una especie de “terapia antiviral”. En adelante, el plasma de convaleciente se convirtió en una de las primeras herramientas a las que recurrió la medicina para controlar las epidemias emergentes.
“Cuando nos enfrentamos a un patógeno emergente, usualmente no disponemos de terapias específicas, probadas y efectivas; por ello lo que tenemos a la mano es el empleo del plasma de pacientes recuperados. La utilidad del plasma la reconocemos desde finales del siglo XIX,con los trabajos en difteria, hallazgos que significaron el reconocimiento a Emil Von Behring con el primer premio Nobel de la historia de la medicina”, señala el infectólogo Edwin Silva.
El plasma convaleciente se llegó a usar, incluso, para tratar enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, las paperas y el ébola. Pero uno de los principales motivos para retomar su estudio en esta pandemia fue su uso contra otros coronavirus: el SARS, que apareció en China en 2002, y el MERS de Medio Oriente (2012).
“El tratamiento del plasma se utilizó con el SARS-CoV-1 y el MERS y sí demostraron beneficios respecto a la mortalidad, pero son casos anecdóticos, pues en esa época no se hicieron estudios tan rigurosos y fueron brotes epidémicos controlados”, explica Bernardo Camacho, director del Instituto Distrital de Ciencias, Biotecnología e Innovación en Salud (Idcbis), quien dirige un estudio con plasma de convaleciente para pacientes de COVID-19 en el país.
Si la evidencia no es tan clara, ¿por qué, entonces, volver a hacer ensayos para demostrar su eficacia? La respuesta, para el grupo de investigadores colombianos que dirigen el proyecto de plasma convaleciente PC-COVID-19 es clara: “No podemos comparar los resultados del pasado porque esos estudios no se hicieron con el rigor que tenemos hoy. Ni hace cien años, ni en 2002 o en 2012 tenían la tecnología que nos permite hoy hacer estudios moleculares de alta precisión, cargas virales, marcadores químicos, etc. Ese justamente es el sentido de nuestro estudio: demostrar con fuerte evidencia científica que el plasma es una sustancia eficaz”, señaló Bernardo Camacho.
Colombia, entre la incertidumbre mundial
La experiencia de Colombia con el tratamiento de plasma de convaleciente aún es muy prematura. Apenas hace unos días, el grupo que dirige el estudio PC-COVID-19 entregó los datos de una prueba piloto con solo diez pacientes. Los resultados preliminares fueron favorables: hubo una recuperación en el 80 % de los casos y los donantes escogidos fueron seleccionados bajo un riguroso proceso en el que debían cumplir con ciertas características: haber dado positivo por coronavirus, recuperarse de un cuadro severo de la enfermedad sin pasar por una unidad de cuidados intensivos y llevar catorce días sin síntomas.
Con esos primeros datos en la mano, el grupo decidió poner en marcha un ensayo clínico, el único camino que permite despejar con claridad las dudas sobre su eficacia para combatir el COVID-19. “Vamos a empezar un ensayo clínico aleatorizado con noventa personas. A 45 de ellas se les administrará plasma y los otros 45 continuarán con el tratamiento estándar de las tres clínicas que hacen parte del estudio: la Méderi, la Clínica del Occidente y la clínica de la Universidad CES, en Medellín”, agrega Camacho.
El proyecto tiene un costo de $1.200 millones y quienes lo dirigen esperan entregar los primeros resultados a finales de septiembre. Aseguran que su estudio es diferente a los del resto del mundo. “Identificar a los superdonantes, como nosotros los llamamos por sus características especiales, es una singularidad del estudio de Colombia. Pudimos extraer un plasma hiperinmune con un efecto antiviral y antiinflamatorio. Ningún otro estudio en el mundo utiliza un plasma con esas características”, dice Camacho.
Aunque saben que el camino que deben recorrer aún es largo, creen que esta es una gran oportunidad para la ciencia. “El virus nos está dando la oportunidad de hacer investigaciones muy importantes y esto es un aprendizaje enorme. Esta posibilidad de usar el plasma de los que han tenido COVID-19 podría incluso convertirse también en una investigación importante para otros virus que hay en Colombia”.
Además del grupo colombiano, según la base de datos médicos Clinical Trials, hay por lo menos 135 ensayos clínicos en el mundo que están estudiando el plasma de convaleciente como posible tratamiento contra el COVID-19. Uno de los pocos que ha publicado resultados es el que se llevó a cabo en Wuhan (China), donde empezó la pandemia. Como lo reseñaron en la revista médica JAMA, ese grupo comparó 103 pacientes infectados de coronavirus, entre los sesenta y setenta años de edad. El 51 % de los que recibieron plasma mejoraron más rápido que quienes utilizaron el tratamiento estándar. Sin embargo, los investigadores no encontraron diferencias significativas en la mortalidad de los pacientes. Los autores reconocieron que sus resultados no eran concluyentes, pues tuvieron que terminar las pruebas antes de lo esperado por la falta de pacientes.
“El primer ensayo clínico aleatorizado de plasma de convaleciente en COVID-19 no mostró un beneficio estadísticamente significativo en la mejoría clínica a los 28 días o en la mortalidad entre todos los pacientes aleatorizados, pero proporciona una señal importante de un posible beneficio en el subgrupo de pacientes gravemente enfermos y sugiere que la concentración alta de anticuerpos contra el SARS-CoV-2 puede tener efectos antivirales”, fueron las conclusiones de la revista JAMA en un editorial publicado el pasado 3 de junio.
Otro de los ensayos clínicos reconocidos es el que está llevando a cabo la Clínica Mayo en Estados Unidos. En total, 20.000 personas recibieron el plasma de convaleciente. Un primer informe de control, publicado el 19 de julio, reveló una disminución en la mortalidad, pero los mismos autores del estudio advirtieron que aún no son resultados significativos. Sin embargo, aunque las pruebas de la Clínica Mayo se realizaron con una cifra representativa de personas, el hecho de no comparar la evolución de personas que usaron plasma con otros pacientes que usaron un tratamiento convencional deja muchas preguntas.
“Esta publicación es un gran registro de la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos analizado por investigadores de la Clínica Mayo con cerca de 20.000 pacientes en los que se empleó suero de pacientes convalecientes. El problema es que por grande que sea no es un ensayo clínico controlado y la información que suministra no nos puede dar noticias de la eficacia del plasma de convaleciente”, aclaró el infectólogo Edwin Silva.
Aun así, estos primeros hallazgos fueron bien recibidos por la prensa norteamericana e incluso, el mismo presidente Donald Trump, con el afán y la falta de rigor científico que lo caracterizan, alentó a otros pacientes de coronavirus a donar su plasma: “Ustedes, los que han superado el virus, tienen algo muy especial: tuvieron algo que eliminó al COVID-19, así que queremos ser capaces de usarlo”, dijo con desparpajo. Otras celebridades de Hollywood como la cantante de country Dolly Parton o el actor Dwayne Johnson, La Roca, también elogiaron públicamente el supuesto “ingrediente hermoso”, como lo catalogó Trump.
Otro estudio más reciente, publicado la primera semana de agosto en la revista médica The American Journal of Pathology, se realizó en el Hospital Houston Methodist y los resultados preliminares de 300 pacientes tratados con terapia de plasma mostraron resultados favorables a las primeras 72 horas de haberse iniciado la transfusión en las personas con COVID-19 severo. Los investigadores sugieren que el tratamiento es seguro y efectivo. Esta investigación representa una de las primeras publicaciones revisadas por pares en Estados Unidos.
Para algunos, la falta de evidencia científica no es la única limitación frente a la aplicación del plasma de convaleciente. El tiempo que se debe emplear en el tratamiento, su costo y su efectividad son algunos interrogantes que aún no han sido respondidos. “En cuanto a una terapia antiviral, uno quisiera idealmente disponer de un fármaco, no de la necesidad de administrar plasma, que no solo tiene un protocolo dispendioso para su recolección y administración, sino que además puede desencadenar reacciones alérgicas severas o la misma lesión pulmonar relacionada con la transfusión”, agregó el infectólogo Silva.
Lo cierto es que, al igual que otros tratamientos, el plasma de convaleciente aún se encuentra en fase de prueba y con el paso de los meses se comprobará su efectividad. Por ahora, la presión que se ha puesto en esta terapia ha impulsado a que inmunólogos como Arturo Casadevall, de la Universidad Johns Hopkins, quien también dirige un estudio de plasma, lleguen a asegurar que “es la única opción disponible actualmente para enfrentar la pandemia en EE. UU. mientras se desarrolla una vacuna o medicamento”.
Los investigadores de PC-COVID-19 aún deben responder varios interrogantes en los próximos meses: la mejoría de los pacientes en un menor tiempo, la recuperación de la falla pulmonar o la disminución de los procesos inflamatorios que el virus genera en el cuerpo. “Aún nos falta resolver varias incógnitas, pero si todo sale bien, no solo podremos contar con un protocolo de obtención de plasma aprobado por el Invima y el Ministerio de Salud, sino también tendremos un protocolo terapéutico para los pacientes de COVID-19”, concluyó Rubén Manrique, epidemiólogo de la Universidad del CES y participante del estudio.
Las preguntas aún están sobre la mesa y para los médicos que enfrentan el aumento diario de contagios en el país, es claro que aún hay que esperar. “Lo más importante por definir en cuanto al plasma”, reitera Silva, “es si puede disminuir la mortalidad en COVID-19 y de momento no se ha demostrado. Igualmente, será importante determinar en qué tipo de pacientes y en qué momento se debe usar. Estamos pendientes de verificar esas noticias”.
Más de ocho meses han pasado desde el surgimiento del SARS-CoV-2. Los veinte millones de contagiados y 700.000 muertos son una olla de presión para la ciencia, que se enfrenta a una carrera contra el reloj. Al poco tiempo de haberse identificado el virus, empezaron a formularse estudios para encontrar un tratamiento o una vacuna. Desde entonces, todas las semanas el mundo recibe cientos de noticias sobre sus avances, aunque aún no se ha demostrado que alguno sea efectivo. Esta vez, luego de que un grupo de investigadores presentara unos resultados preliminares de su estudio, los titulares en Colombia apuntaron a una vieja terapia usada en otras ocasiones para controlar epidemias desconocidas: el plasma, un líquido presente en la sangre.
La terapia de plasma de convaleciente, como se le conoce en el mundo médico, fue descubierta por el alemán Emil Adolf von Behring en una técnica que denominó inmunidad pasiva, con la cual ganó el Premio Nobel de Medicina en 1901. El tratamiento se usó con cierto éxito durante la pandemia de influenza de 1918. La historia refiere que se llegaron a realizar transfusiones a cerca de 1.700 personas, logrando que la mortalidad se redujera en el 21 % de los pacientes tratados. El plasma sirvió como una primera medida de control para una pandemia que dejó un saldo de cincuenta millones de muertos.
Para los científicos que empezaron a realizarlo, el procedimiento podía funcionar: los anticuerpos que contiene el plasma generaban una actividad neutralizante y aceleraban el control virológico de una persona ante una posible infección. Era una especie de “terapia antiviral”. En adelante, el plasma de convaleciente se convirtió en una de las primeras herramientas a las que recurrió la medicina para controlar las epidemias emergentes.
“Cuando nos enfrentamos a un patógeno emergente, usualmente no disponemos de terapias específicas, probadas y efectivas; por ello lo que tenemos a la mano es el empleo del plasma de pacientes recuperados. La utilidad del plasma la reconocemos desde finales del siglo XIX,con los trabajos en difteria, hallazgos que significaron el reconocimiento a Emil Von Behring con el primer premio Nobel de la historia de la medicina”, señala el infectólogo Edwin Silva.
El plasma convaleciente se llegó a usar, incluso, para tratar enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, las paperas y el ébola. Pero uno de los principales motivos para retomar su estudio en esta pandemia fue su uso contra otros coronavirus: el SARS, que apareció en China en 2002, y el MERS de Medio Oriente (2012).
“El tratamiento del plasma se utilizó con el SARS-CoV-1 y el MERS y sí demostraron beneficios respecto a la mortalidad, pero son casos anecdóticos, pues en esa época no se hicieron estudios tan rigurosos y fueron brotes epidémicos controlados”, explica Bernardo Camacho, director del Instituto Distrital de Ciencias, Biotecnología e Innovación en Salud (Idcbis), quien dirige un estudio con plasma de convaleciente para pacientes de COVID-19 en el país.
Si la evidencia no es tan clara, ¿por qué, entonces, volver a hacer ensayos para demostrar su eficacia? La respuesta, para el grupo de investigadores colombianos que dirigen el proyecto de plasma convaleciente PC-COVID-19 es clara: “No podemos comparar los resultados del pasado porque esos estudios no se hicieron con el rigor que tenemos hoy. Ni hace cien años, ni en 2002 o en 2012 tenían la tecnología que nos permite hoy hacer estudios moleculares de alta precisión, cargas virales, marcadores químicos, etc. Ese justamente es el sentido de nuestro estudio: demostrar con fuerte evidencia científica que el plasma es una sustancia eficaz”, señaló Bernardo Camacho.
Colombia, entre la incertidumbre mundial
La experiencia de Colombia con el tratamiento de plasma de convaleciente aún es muy prematura. Apenas hace unos días, el grupo que dirige el estudio PC-COVID-19 entregó los datos de una prueba piloto con solo diez pacientes. Los resultados preliminares fueron favorables: hubo una recuperación en el 80 % de los casos y los donantes escogidos fueron seleccionados bajo un riguroso proceso en el que debían cumplir con ciertas características: haber dado positivo por coronavirus, recuperarse de un cuadro severo de la enfermedad sin pasar por una unidad de cuidados intensivos y llevar catorce días sin síntomas.
Con esos primeros datos en la mano, el grupo decidió poner en marcha un ensayo clínico, el único camino que permite despejar con claridad las dudas sobre su eficacia para combatir el COVID-19. “Vamos a empezar un ensayo clínico aleatorizado con noventa personas. A 45 de ellas se les administrará plasma y los otros 45 continuarán con el tratamiento estándar de las tres clínicas que hacen parte del estudio: la Méderi, la Clínica del Occidente y la clínica de la Universidad CES, en Medellín”, agrega Camacho.
El proyecto tiene un costo de $1.200 millones y quienes lo dirigen esperan entregar los primeros resultados a finales de septiembre. Aseguran que su estudio es diferente a los del resto del mundo. “Identificar a los superdonantes, como nosotros los llamamos por sus características especiales, es una singularidad del estudio de Colombia. Pudimos extraer un plasma hiperinmune con un efecto antiviral y antiinflamatorio. Ningún otro estudio en el mundo utiliza un plasma con esas características”, dice Camacho.
Aunque saben que el camino que deben recorrer aún es largo, creen que esta es una gran oportunidad para la ciencia. “El virus nos está dando la oportunidad de hacer investigaciones muy importantes y esto es un aprendizaje enorme. Esta posibilidad de usar el plasma de los que han tenido COVID-19 podría incluso convertirse también en una investigación importante para otros virus que hay en Colombia”.
Además del grupo colombiano, según la base de datos médicos Clinical Trials, hay por lo menos 135 ensayos clínicos en el mundo que están estudiando el plasma de convaleciente como posible tratamiento contra el COVID-19. Uno de los pocos que ha publicado resultados es el que se llevó a cabo en Wuhan (China), donde empezó la pandemia. Como lo reseñaron en la revista médica JAMA, ese grupo comparó 103 pacientes infectados de coronavirus, entre los sesenta y setenta años de edad. El 51 % de los que recibieron plasma mejoraron más rápido que quienes utilizaron el tratamiento estándar. Sin embargo, los investigadores no encontraron diferencias significativas en la mortalidad de los pacientes. Los autores reconocieron que sus resultados no eran concluyentes, pues tuvieron que terminar las pruebas antes de lo esperado por la falta de pacientes.
“El primer ensayo clínico aleatorizado de plasma de convaleciente en COVID-19 no mostró un beneficio estadísticamente significativo en la mejoría clínica a los 28 días o en la mortalidad entre todos los pacientes aleatorizados, pero proporciona una señal importante de un posible beneficio en el subgrupo de pacientes gravemente enfermos y sugiere que la concentración alta de anticuerpos contra el SARS-CoV-2 puede tener efectos antivirales”, fueron las conclusiones de la revista JAMA en un editorial publicado el pasado 3 de junio.
Otro de los ensayos clínicos reconocidos es el que está llevando a cabo la Clínica Mayo en Estados Unidos. En total, 20.000 personas recibieron el plasma de convaleciente. Un primer informe de control, publicado el 19 de julio, reveló una disminución en la mortalidad, pero los mismos autores del estudio advirtieron que aún no son resultados significativos. Sin embargo, aunque las pruebas de la Clínica Mayo se realizaron con una cifra representativa de personas, el hecho de no comparar la evolución de personas que usaron plasma con otros pacientes que usaron un tratamiento convencional deja muchas preguntas.
“Esta publicación es un gran registro de la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos analizado por investigadores de la Clínica Mayo con cerca de 20.000 pacientes en los que se empleó suero de pacientes convalecientes. El problema es que por grande que sea no es un ensayo clínico controlado y la información que suministra no nos puede dar noticias de la eficacia del plasma de convaleciente”, aclaró el infectólogo Edwin Silva.
Aun así, estos primeros hallazgos fueron bien recibidos por la prensa norteamericana e incluso, el mismo presidente Donald Trump, con el afán y la falta de rigor científico que lo caracterizan, alentó a otros pacientes de coronavirus a donar su plasma: “Ustedes, los que han superado el virus, tienen algo muy especial: tuvieron algo que eliminó al COVID-19, así que queremos ser capaces de usarlo”, dijo con desparpajo. Otras celebridades de Hollywood como la cantante de country Dolly Parton o el actor Dwayne Johnson, La Roca, también elogiaron públicamente el supuesto “ingrediente hermoso”, como lo catalogó Trump.
Otro estudio más reciente, publicado la primera semana de agosto en la revista médica The American Journal of Pathology, se realizó en el Hospital Houston Methodist y los resultados preliminares de 300 pacientes tratados con terapia de plasma mostraron resultados favorables a las primeras 72 horas de haberse iniciado la transfusión en las personas con COVID-19 severo. Los investigadores sugieren que el tratamiento es seguro y efectivo. Esta investigación representa una de las primeras publicaciones revisadas por pares en Estados Unidos.
Para algunos, la falta de evidencia científica no es la única limitación frente a la aplicación del plasma de convaleciente. El tiempo que se debe emplear en el tratamiento, su costo y su efectividad son algunos interrogantes que aún no han sido respondidos. “En cuanto a una terapia antiviral, uno quisiera idealmente disponer de un fármaco, no de la necesidad de administrar plasma, que no solo tiene un protocolo dispendioso para su recolección y administración, sino que además puede desencadenar reacciones alérgicas severas o la misma lesión pulmonar relacionada con la transfusión”, agregó el infectólogo Silva.
Lo cierto es que, al igual que otros tratamientos, el plasma de convaleciente aún se encuentra en fase de prueba y con el paso de los meses se comprobará su efectividad. Por ahora, la presión que se ha puesto en esta terapia ha impulsado a que inmunólogos como Arturo Casadevall, de la Universidad Johns Hopkins, quien también dirige un estudio de plasma, lleguen a asegurar que “es la única opción disponible actualmente para enfrentar la pandemia en EE. UU. mientras se desarrolla una vacuna o medicamento”.
Los investigadores de PC-COVID-19 aún deben responder varios interrogantes en los próximos meses: la mejoría de los pacientes en un menor tiempo, la recuperación de la falla pulmonar o la disminución de los procesos inflamatorios que el virus genera en el cuerpo. “Aún nos falta resolver varias incógnitas, pero si todo sale bien, no solo podremos contar con un protocolo de obtención de plasma aprobado por el Invima y el Ministerio de Salud, sino también tendremos un protocolo terapéutico para los pacientes de COVID-19”, concluyó Rubén Manrique, epidemiólogo de la Universidad del CES y participante del estudio.
Las preguntas aún están sobre la mesa y para los médicos que enfrentan el aumento diario de contagios en el país, es claro que aún hay que esperar. “Lo más importante por definir en cuanto al plasma”, reitera Silva, “es si puede disminuir la mortalidad en COVID-19 y de momento no se ha demostrado. Igualmente, será importante determinar en qué tipo de pacientes y en qué momento se debe usar. Estamos pendientes de verificar esas noticias”.