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¿Por qué la salud pública está en crisis?

La dificultad para disminuir los casos de VIH, tosferina o sífilis congénita muestra que el sistema tiene una grieta que parece seguir creciendo.

Sol Beatriz Abad Faciolince *
03 de mayo de 2016 - 04:07 a. m.
En el caso de la tosferina, tuvo el último pico epidémico en 2012, con una incidencia de 8,5/100.000 casos, la más alta de los últimos 20 años.  / Luis Ángel - El Espectador
En el caso de la tosferina, tuvo el último pico epidémico en 2012, con una incidencia de 8,5/100.000 casos, la más alta de los últimos 20 años. / Luis Ángel - El Espectador

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Por mucho que se bañen en agua de rosas y se alaben algunos de los que hacen parte importante del sistema de salud colombiano, no podrán engañarnos a los médicos diciéndonos que la salud pública no está en crisis. Voy a tratar de demostrarles por qué.

Bastaría estudiar las tendencias en la vigilancia epidemiológica de nuestro aporreado país, que publica el Instituto Nacional de Salud (INS), para entenderlo. Me explico con varios ejemplos:

La tuberculosis en Colombia tiene una tasa de incidencia de 24/100.000 habitantes y el número de casos viene disminuyendo muy lentamente. En Medellín, se siguen muriendo pacientes muy jóvenes de tuberculosis. Difícilmente llegaremos a tener tasas de incidencia como las de Canadá, Japón y EE. UU.

El suicidio es considerado un problema de salud pública a nivel mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que las tasas han aumentado un 60 %. Colombia no es la excepción.

La sífilis gestacional y congénita es un problema de salud pública en nuestro país que precipita el padecimiento de una condición crónica con consecuencias graves, alto costo social, económico y humano.

La tasa de incidencia en Colombia de la hepatitis B va en aumento. La pandemia del sida ha generado la pérdida de numerosas vidas humanas. La tendencia de su afectación es creciente y la población más afectada está entre los 25 y los 34 años. En Colombia, el VIH ha tenido un crecimiento sostenido.

El último pico epidémico de la tosferina fue en 2012, con una incidencia de 8,5/100.000 casos, la más alta en los últimos 20 años. Todavía en muchas regiones de Antioquia y del país se presentan brotes. En este departamento se mueren todavía niños de tosferina por falta de vacuna a las madres o a ellos.

Además, con frecuencia olvidamos que todavía se mueren niños de desnutrición, diarrea y enfermedad respiratoria aguda.

Las crisis en todos los ámbitos de la vida son multicausales, y en salud pública se cumple a cabalidad este precepto. Es decir, las crisis obedecen a muchas causas, y si este país ha vivido 100 años de soledad y 50 años de guerra sucia y fría, ¿qué se puede esperar de él?

Sería bueno que algunos de nuestros gobernantes y de los que se mofan de ser gerentes de las más importantes EPS supieran que en Medellín, a 20 cuadras de sus oficinas, embarazadas jóvenes se cuelgan de un lazo al cuello, llegan a los servicios de urgencias cianóticas y fallecen por no tener nada que ofrecerles. Algunos otros se le tiran al metro, otros optan por consumir alcohol frecuentemente, bazuco y cocaína. Y así se suben a su único refugio propio o prestado (una moto), y por su velocidad e impericia acaban en segundos con vidas humanas valiosas.

¿Cómo vamos a hablar de buena salud pública en un país donde pasados sólo dos meses de 2016 ya hay 5.000 embarazadas con zika? ¿Será verdad que ninguno de estos bebés tiene microcefalia? ¿Cómo saber que los microcefálicos que nacieron en el 2015 o en el 2014 no los generó también este virus?

Apenas en el 2016, los accidentes de tránsito se han vuelto objeto de vigilancia epidemiológica, pero sólo como prueba piloto. ¿Cuántos más tendrán que morir para empezar a vigilar esta epidemia?

Un ejemplo más: las mujeres jóvenes de nuestro país se mueren diariamente de cáncer de cérvix (cáncer de cuello uterino), enfermedad propia de la pobreza y el subdesarrollo, que se previene con una buena educación en salud sexual y reproductiva o con una vacuna. Pero ni a la educación ni a la vacuna tienen acceso todas las niñas colombianas.

Entonces, sí hay crisis. ¿Será que necesitamos un buen oftalmólogo, unas enormes gafas de aumento?

Algunos otros creen que atendiendo mal a unos pobres enfermos en clínicas, hospitales, IPS o centros de salud de mala muerte, la salud pública ya es un ejemplo. Les aseguro que existirá crisis en la salud pública colombiana mientras sigan muriendo niños de diarrea, de sífilis congénita, de dengue y de tosferina en nuestros hospitales, tanto públicos como privados, o en las casas o en las veredas o pueblos más lejanos. No es sólo la disminución en el número de casos lo que debemos evaluar para medir resultados de salud pública, sino las tendencias y los indicadores llamados trazadores en esta misma disciplina. ¿Sabrán nuestros gobernantes que en Chile no nacen niños con sida? En Colombia sí nacen y los he visto morir.

Habrá crisis de salud pública en Colombia mientras no existan un buen saneamiento básico y buen saneamiento ambiental, mientras sigan niños sin vacunar y mientras los bebés nazcan con hepatitis B y sigan presentándose casos de tétanos accidental y neonatal.

No es sólo volumen de atención lo que refleja una buena salud pública; no son las cifras de cobertura en seguridad social. La calidad de la salud pública no se mide con coberturas o con el monto de las cuentas corrientes de los trabajadores de la salud o de las EPS. Eso no interesa. Lo que interesa es el tiempo eficiente que se invierta en promoción de la salud, en prevención de la enfermedad y en calidad de la atención.

Por otro lado, los médicos no estudiamos para hacer negocios, no juramos hacernos ricos, aunque algunos lo son y creen que por eso son excelentes profesionales. Creen que por tener abultadas cuentas corrientes, les debemos respeto y obediencia. Todos los trabajadores de la salud deberíamos trabajar para evitar que la gente se enferme, para enseñarle a cuidar su salud, para acompañarla y guiarla. Los médicos rara vez salvamos vidas, y si lo hacemos tenemos a veces reservas de clase, raza, religión, estrato social y militancia política. No debería ser así.

El que trabaja en salud con vocación sincera quiere que los seres humanos vivan una vida plena y feliz. No sólo los afiliados al régimen contributivo de salud, sino también aquellos que están afiliados al régimen subsidiado y al vinculado, si es que a este último se le puede llamar régimen de salud.

Los médicos no nos formamos para ser testigos oculares de las muertes de los niños de sífilis congénita que remiten a los hospitales de cuarto nivel desde una vereda lejana del Chocó. Y si preguntamos dónde está la mamá de ese menor y quién le hizo (si es que acaso le hizo) un control prenatal, nos damos cuenta de que nadie la conoce y nadie sabe de ella. Pero tenía seguridad social, nos argumentan. Y yo me pregunto: ¿qué tipo de seguridad social es la que tiene el niño y tenía la madre del menor que a su EPS no le da la UPC (unidad de pago por capitación) ni para hacer un control prenatal?

Los niños colombianos vienen por rachas abusados sexual, física y mentalmente a nuestros hospitales, y sin pensarlo siquiera decimos tan campantes que la salud pública colombiana no está en crisis. Y que trabajamos juiciosamente.

Así que no es haciendo modelos de salud familiar como vamos a impactar la salud de los colombianos o teniendo un médico de familia en cada IPS. La vida de la gente la salvan las vacunas, la prevención de enfermedades y la promoción de la salud. La salvan el agua, la alimentación, los buenos hábitos, el saneamiento básico, la educación, el amor y el aire libre.

Ya estamos en el siglo XXI, ya muchos somos más que mayores de edad y nos vamos acercando a nuestra última morada. No nos vamos a dejar engañar como antes por un par de modelos de corbata, aplaudiendo los inventos ya inventados y las curaciones e ideas de prevención que nos enseñaron nuestros ya muertos o inmolados profesores de salud pública.

Los invito a que leamos, aprendamos, trabajemos juntos para revertir las tendencias y los cambios epidemiológicos en nuestro país, porque se aprende haciendo.

* Médica epidemióloga.

Por Sol Beatriz Abad Faciolince *

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