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Margaret Keenan, una británica de 90 años, fue la primera persona del mundo en recibir de manera oficial la vacuna contra el COVID-19 fabricada por Pfizer-BioNTech. Desde ese 8 de diciembre de 2020 hasta la fecha se han aplicado más de 3.000 millones de biológicos, un tiempo en el que la comunidad científica ha estudiado y reunido la evidencia para demostrar que la vacunación es la principal salida a esta pandemia, que ha provocado la muerte de casi 4 millones de personas. (Lea: Premios Princesa de Asturias para los investigadores de las vacunas del COVID-19)
En estos seis meses en los que se ha adelantado la inmunización han surgido varias preguntas: ¿si estoy vacunado me puedo contagiar?, ¿cuánto durará la inmunidad de las vacunas?, ¿se requerirá una de refuerzo y quiénes la necesitarán?, o, ¿es posible recibir dosis de biológicos desarrollados por diferentes farmacéuticas? Varios estudios, publicados esta semana, dan luces para empezar a responderlas. Es mejor ir primero por pasos.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que las vacunas son para evitar una enfermedad grave y la muerte y, “hasta que tengamos un porcentaje importante de la población cubierta, hay que seguir cuidándonos, y eso no quiere decir que no sirven. Sigue siendo lo mejor que nos ha pasado”, recuerda la epidemióloga Silvana Zapata en uno de sus artículos escritos para este diario. Los casos de COVID-19 en personas vacunadas, incluso con dos dosis, no reflejan una baja efectividad del biológico.
Un ejemplo de esto puede ser Israel, en donde cerca del 60 % de sus ciudadanos tienen el esquema completo de vacunación. Como escribió en Twitter Julián Fernández Niño, director de Epidemiología y Demografía del Minsalud, “aunque hay un ascenso de casos vinculados en parte a la variante delta, no es así en el número de hospitalizaciones. Es coherente con evidencia científica de que varias vacunas responden bien a esta variante, sobre todo contra formas graves”.
Pero, ¿por qué se presentan contagios pese a tener un esquema completo? Carlos Trillos, médico epidemiólogo, aclara que en los ensayos clínicos se documentaron casos positivos en personas inmunizadas, por lo que, desde el comienzo, no se habló de una eficacia del 100 % en contagios. “Depende de factores genéticos, contacto con infectados antes de lograr una respuesta inmune óptima, tener la infección al momento de la vacuna o exposiciones de alto riesgo”, añade. (Puede leer: Esto es lo que se sabe, hasta el momento, sobre las vacunas de refuerzo contra el coronavirus)
Otra de las incógnitas gira en torno a la duración de la inmunidad generada por las diferentes vacunas. Una de las principales preocupaciones de los científicos es que pudiera disminuir rápidamente o que se viera afectada por la evolución del virus SARS-CoV-2. Y aunque han surgido nuevas variantes, como la delta o la beta, un nuevo estudio, publicado el 28 de junio en la revista Nature, demostró que los anticuerpos también han ido evolucionando.
Los investigadores encontraron que las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna, ambas con tecnología de ARNm, parecen desencadenar una reacción inmune persistente en el cuerpo que puede proteger contra el coronavirus durante años. “15 semanas después de la primera vacunación encontramos que las células inmunitarias del cuerpo aún se estaban “organizando” y aprendiendo a reconocer las secuencias genéticas virales”, señala el estudio.
En palabras más sencillas, cuanto mayor sea el tiempo que estas células tengan para reconocer las secuencias es más probable que logren detener las variantes del coronavirus que puedan surgir. Los hallazgos sugieren que la mayoría de las personas vacunadas estarán protegidas a largo plazo, al menos contra las variantes que ya circulan. El equipo de investigación aclara que solo analizó las vacunas de ARNm y no las fabricadas por Johnson & Johnson o AstraZeneca.
¿Y la opción de una vacuna de refuerzo? Óscar Gómez, epidemiólogo y profesor de la Javeriana, recuerda que este tema tomó fuerza con la variante delta, que fue identificada en India en octubre de 2020, y luego de que BioNTech asegurara, en abril, que se requería una dosis adicional para mantener altos niveles de protección y estimó que debería ser administrada entre 9 y 12 meses después de la segunda dosis. “No es un asunto extraño, sucede con vacunas como las de la influenza”, dice.
Es una teoría que fue respaldada por un estudio realizado por la Universidad Johns Hopkins, publicado el 14 de junio en Annals of Internal Medicine, en el que sugieren que una tercera dosis podría aumentar la protección para algunas personas con sistemas inmunológicos débiles. “Incluyó a pacientes que han recibido trasplantes de órganos, todos con dos dosis de vacunas de ARNm, y la gran mayoría no tenían anticuerpos contra el coronavirus o tenían niveles bajos”, se asegura en el texto. (Le puede interesar: Sura quiere producir vacunas en Colombia. Así es como piensa hacerlo)
Ante esta situación, los investigadores aplicaron una tercera dosis, y aproximadamente dos semanas después encontraron que los anticuerpos aumentaron significativamente. Esto se debe a que “las personas que han recibido trasplantes de órganos deben tomar medicamentos inmunosupresores para asegurarse de que su cuerpo no rechace el trasplante y hace que los anticuerpos no se desarrollen de forma adecuada”, añade el documento.
Una vacuna de refuerzo depende de las características del virus, sus variantes, su capacidad de mutar y evadir al sistema inmune, de la respuesta de memoria que se genera con la vacuna o de la tecnología de cada biológico. Y aunque aún no está definido quiénes la necesiten, “los adultos mayores, las personas con sistemas inmunitarios débiles o que toman medicamentos que inhiben la inmunidad podrían requerirla”, agrega Trillos, quien además es profesor de la Universidad del Rosario.
Otro de los puntos que se han discutido con frecuencia en los últimos meses es la posibilidad de combinar dosis de diferentes vacunas. Desde febrero la Universidad de Oxford empezó a realizar un estudio (Com-COV) para evaluar ese camino. En la primera fase, en la que participaron 830 voluntarios, realizaron cuatro combinaciones de vacunas: algunos recibieron dos dosis de Pfizer o dos de AstraZeneca y otros recibieron una dosis de AstraZeneca seguida de una de Pfizer, o viceversa. Los primeros resultados (que hay que leer aún con prudencia) mostraron que los pacientes que recibieron dos dosis de Pfizer generaron niveles de anticuerpos 10 veces mayores que las personas que recibieron dos dosis de AstraZeneca.
Para quienes recibieron primero la dosis de Pfizer y luego la de AstraZeneca, los niveles de anticuerpos fueron cinco veces mayores que los que tuvieron dos dosis de AstraZeneca. Y, para los voluntarios a los que le aplicaron el biológico de AstraZeneca seguido del de Pfizer los niveles de anticuerpos se aproximaron a los adquiridos por las personas que fueron vacunadas con Pfizer. Otro hallazgo muestra que la mezcla produjo niveles más altos de células inmunes que las generadas con dos dosis de la misma vacuna.
“Aún no está claro por qué la mezcla trae esa ventaja, pero es muy intrigante (...) Por ahora, el mejor curso de acción sigue siendo recibir dos dosis de la misma vacuna”, dijo en rueda de prensa Matthew Snape, doctor experto en vacunas de la U. de Oxford. La segunda fase de este estudio será con una mezcla similar con las vacunas fabricadas por Moderna y Novavax.
Gabriela Delgado, profesora de farmacia de la Universidad Nacional y PhD en ciencias farmacéuticas, explica que “la respuesta inmune es más que anticuerpos y el tipo de antígeno vacunal puede condicionar en ocasiones respuestas de predominio celular o de predominio humoral (anticuerpos)”. Por eso, añade, esta mezcla de biológicos podría otorgar un balance adecuado de protección entre lo celular o lo humoral. (Lea también: ¿Puedo tomar alcohol después de vacunarme contra el coronavirus?)
Pero, como ha sucedido a lo largo de la pandemia, lo prudente por ahora es tener paciencia y esperar a que se consolide más evidencia. Como recomienda Trillos, “se debe realizar una evaluación de varios grupos poblacionales antes de hacer una recomendación definitiva; mezclar vacunas podría abrir la flexibilización de los esquemas”.
Para Delgado sería interesante realizar este tipo de estudios en Colombia y “conocer qué impacto sobre la eficacia y efectividad, conservando la seguridad, tendría combinar las vacunas basadas en virus inactivados con otros antígenos anti-COVID-19. Ojalá lográramos nuestras propias respuestas”.