10 de junio de 2015 - 09:19 p. m.
Primeros mosquitos que no transmiten el dengue
Con la liberación de mosquitos “Aedes aegypti” a los que previamente se les inyecta una bacteria que les impide transmitir el dengue, investigadores antioqueños inician batalla contra esta enfermedad.
Lisbeth Fog
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Parecía una fiesta. Participaban alumnos de la Institución Educativa Barrio París en Bello, Antioquia, docentes y padres de familia, los vecinos, científicos de universidades colombianas y australianas, médicos, autoridades locales y medios de comunicación. El pasado 27 de mayo se hizo la primera liberación de unos mosquitos Aedes aegypti con una característica muy especial: no transmiten dengue.
Los niños, rodeados de globos verdes y naranjas, los mismos colores que lucían los zancuditos pintados en sus mejillas, eran parte de una actividad en la que jóvenes del barrio entonaban una canción a ritmo de hiphop contando la historia de estos mosquitos tan especiales. Una pareja disfrazada de zancudos brincaba enseñando su gran pico (probóscide lo llaman los científicos), que utilizan justamente para picar a humanos y a otros mamíferos, extraerles su sangre y, al hacerlo, infectarlos con enfermedades como dengue, chikunguña o fiebre amarilla.
También estaban allí diez mujeres y un hombre habitantes del barrio, capacitados para socializar el proyecto que lidera en Colombia el Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet), de la Universidad de Antioquia, y con el que se espera reducir los casos de dengue en esta localidad, seleccionada por presentar altos índices de la enfermedad.
Ese día más de 300 personas participaron en el Festival Amigos Wolbachia, nombre que hace honor a la bacteria a la que se le debe la capacidad de inhibir la transmisión del virus. Desde entonces, 26 de mayo, y durante varios meses el Pecet estará liberando sistemáticamente los mosquitos que, con suerte, se aparearán con los silvestres del lugar y cuya descendencia heredará la capacidad de no transmitir el virus que produce el dengue, enfermedad que afecta a alrededor de 390 millones de personas en el mundo, de las cuales 96 millones se manifiestan clínicamente, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La ciencia detrás del festival
Aunque desde hace casi 30 años el Pecet investiga sobre enfermedades infecciosas tropicales, su enfoque hacia el dengue empezó hace aproximadamente diez años, de la mano del veterinario Jorge Osorio, profesor de la Universidad de Wisconsin. El fortalecimiento de sus laboratorios para adelantar estudios sobre esta enfermedad convenció hace un par de años a los investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, para asociarse con este grupo de investigación colombiano e iniciar las pruebas que ya había adelantado en otros países.
La bacteria wolbachia sólo puede vivir en células de insectos; está presente en el 60% de todas las especies de insectos del planeta y pasa de generación en generación. En los años noventa se descubrió que tiene la capacidad de disminuir a la mitad el tiempo de vida de la mosca de la fruta. Teniendo en cuenta que son las mosquitas Aedes hembra adultas las que transmiten el dengue, usando un método natural, el control biológico, los investigadores de Monash le microinyectaron la bacteria de la mosca de la fruta a los huevos del Aedes y encontraron que no solamente acortaba el período de vida del mosquito, sino que en aquellos que tenían el virus del dengue, la wolbachia impedía el desarrollo del virus y por tanto no se transmitía. La bacteria le ganaba la batalla al virus en el organismo del mosquito, actuando como si fuera una vacuna, y este descubrimiento se convirtió en uno de esos momentos eureka de la ciencia. Pero no todo estaba resuelto. Había que probar que esa característica también se heredaba en el Aedes, así que en pruebas posteriores lo hicieron.
Antioquia entra en escena
Si funcionaba en el laboratorio, había que probarlo en campo. Los primeros ensayos se realizaron con resultados positivos en Australia, continuaron en Indonesia, Vietnam y Brasil, y desde hace un par de años en Colombia, a través de un convenio en el que participan las universidades Monash, Antioquia, Nacional de Medellín y Wisconsin.
“Originalmente importamos unos pocos huevos de Aedes aegypti infectados con wolbachia desde la Universidad de Monash”, dice el director del Pecet, Iván Darío Vélez, médico parasitólogo con doctorado en enfermedades infecciosas, aclarando que para todos los trámites han contado con los permisos respectivos. Una vez llegaron a ser adultos, los cruzaron con los mosquitos silvestres del barrio París y esa descendencia nuevamente la cruzaron con más mosquitos silvestres “y ya son catorce generaciones de mosquitos donde se mantiene la bacteria wolbachia; pero todo el acervo genético ya es del barrio París”, explica Vélez. “Como les hemos hecho ingeniería molecular, sabemos que el cien por ciento de los mosquitos que liberamos tienen la bacteria wolbachia”.
Vélez agrega que es inocuo para el ser humano, pues si la mosquita con la bacteria lo pica no sólo no pasa el virus sino que tampoco transmite la bacteria. La esperanza es que con la liberación sistemática, el mosquito con wolbachia conquiste a todas las mosquitas de la región para que en unas cuantas generaciones ya toda la especie tenga la bacteria y se elimine, o por lo menos se reduzcan, los casos de dengue.
En Colombia el reto es la altura, pues en los países mencionados los ensayos se han realizado al nivel del mar y Bello queda a unos 1.700 metros. “Nos interesa conocer si la altura tiene algún impacto en la biología del mosquito con wolbachia”, dice el biólogo australiano Simon Kutcher, director de desarrollo del proyecto tanto para Brasil como para Colombia.
El aporte de la comunidad
Para lograr liberar los mosquitos en el barrio París fue necesario hacer un trabajo de sensibilización con la comunidad que se logró con el apoyo de la Fundación Mi Gente, la cual lideró la Escuela del Dengue, un espacio destinado a que los científicos explicaran todos los pormenores del proyecto. Asimismo se convocó a los habitantes a una capacitación que evaluó a un grupo de personas y seleccionó a once dinamizadores que han apoyado las labores de informar a la comunidad.
Luego de dos años de trabajo comunitario y del apoyo de las autoridades locales más de 5.000 familias dieron su consentimiento para permitir liberaciones de mosquitos cerca de sus viviendas y participan continuamente en diversas actividades del programa “Eliminar el dengue, nuestro desafío”.
La interdisciplinariedad del grupo Pecet ha sido clave en los procesos de socialización y apropiación del conocimiento por parte de las poblaciones donde trabajan. Es posible encontrar biólogos, entomólogos, médicos y veterinarios, ingenieros, antropólogos, sociólogos, comunicadores, artistas, diseñadores; lo que los une es el objetivo: controlar la enfermedad.
¿Y ahora?
Lo que sigue es monitorear la dinámica de los mosquitos en París, ver si compiten con los mosquitos silvestres y si se interrumpe la transmisión del dengue, dice Kutcher. Se espera realizar una segunda prueba mucho mayor, una prueba de eficacia, quizá en un área de más de 500.000 personas, y comparar el ensayo con áreas similares donde no se han introducido los mosquitos.
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Parecía una fiesta. Participaban alumnos de la Institución Educativa Barrio París en Bello, Antioquia, docentes y padres de familia, los vecinos, científicos de universidades colombianas y australianas, médicos, autoridades locales y medios de comunicación. El pasado 27 de mayo se hizo la primera liberación de unos mosquitos Aedes aegypti con una característica muy especial: no transmiten dengue.
Los niños, rodeados de globos verdes y naranjas, los mismos colores que lucían los zancuditos pintados en sus mejillas, eran parte de una actividad en la que jóvenes del barrio entonaban una canción a ritmo de hiphop contando la historia de estos mosquitos tan especiales. Una pareja disfrazada de zancudos brincaba enseñando su gran pico (probóscide lo llaman los científicos), que utilizan justamente para picar a humanos y a otros mamíferos, extraerles su sangre y, al hacerlo, infectarlos con enfermedades como dengue, chikunguña o fiebre amarilla.
También estaban allí diez mujeres y un hombre habitantes del barrio, capacitados para socializar el proyecto que lidera en Colombia el Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet), de la Universidad de Antioquia, y con el que se espera reducir los casos de dengue en esta localidad, seleccionada por presentar altos índices de la enfermedad.
Ese día más de 300 personas participaron en el Festival Amigos Wolbachia, nombre que hace honor a la bacteria a la que se le debe la capacidad de inhibir la transmisión del virus. Desde entonces, 26 de mayo, y durante varios meses el Pecet estará liberando sistemáticamente los mosquitos que, con suerte, se aparearán con los silvestres del lugar y cuya descendencia heredará la capacidad de no transmitir el virus que produce el dengue, enfermedad que afecta a alrededor de 390 millones de personas en el mundo, de las cuales 96 millones se manifiestan clínicamente, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La ciencia detrás del festival
Aunque desde hace casi 30 años el Pecet investiga sobre enfermedades infecciosas tropicales, su enfoque hacia el dengue empezó hace aproximadamente diez años, de la mano del veterinario Jorge Osorio, profesor de la Universidad de Wisconsin. El fortalecimiento de sus laboratorios para adelantar estudios sobre esta enfermedad convenció hace un par de años a los investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, para asociarse con este grupo de investigación colombiano e iniciar las pruebas que ya había adelantado en otros países.
La bacteria wolbachia sólo puede vivir en células de insectos; está presente en el 60% de todas las especies de insectos del planeta y pasa de generación en generación. En los años noventa se descubrió que tiene la capacidad de disminuir a la mitad el tiempo de vida de la mosca de la fruta. Teniendo en cuenta que son las mosquitas Aedes hembra adultas las que transmiten el dengue, usando un método natural, el control biológico, los investigadores de Monash le microinyectaron la bacteria de la mosca de la fruta a los huevos del Aedes y encontraron que no solamente acortaba el período de vida del mosquito, sino que en aquellos que tenían el virus del dengue, la wolbachia impedía el desarrollo del virus y por tanto no se transmitía. La bacteria le ganaba la batalla al virus en el organismo del mosquito, actuando como si fuera una vacuna, y este descubrimiento se convirtió en uno de esos momentos eureka de la ciencia. Pero no todo estaba resuelto. Había que probar que esa característica también se heredaba en el Aedes, así que en pruebas posteriores lo hicieron.
Antioquia entra en escena
Si funcionaba en el laboratorio, había que probarlo en campo. Los primeros ensayos se realizaron con resultados positivos en Australia, continuaron en Indonesia, Vietnam y Brasil, y desde hace un par de años en Colombia, a través de un convenio en el que participan las universidades Monash, Antioquia, Nacional de Medellín y Wisconsin.
“Originalmente importamos unos pocos huevos de Aedes aegypti infectados con wolbachia desde la Universidad de Monash”, dice el director del Pecet, Iván Darío Vélez, médico parasitólogo con doctorado en enfermedades infecciosas, aclarando que para todos los trámites han contado con los permisos respectivos. Una vez llegaron a ser adultos, los cruzaron con los mosquitos silvestres del barrio París y esa descendencia nuevamente la cruzaron con más mosquitos silvestres “y ya son catorce generaciones de mosquitos donde se mantiene la bacteria wolbachia; pero todo el acervo genético ya es del barrio París”, explica Vélez. “Como les hemos hecho ingeniería molecular, sabemos que el cien por ciento de los mosquitos que liberamos tienen la bacteria wolbachia”.
Vélez agrega que es inocuo para el ser humano, pues si la mosquita con la bacteria lo pica no sólo no pasa el virus sino que tampoco transmite la bacteria. La esperanza es que con la liberación sistemática, el mosquito con wolbachia conquiste a todas las mosquitas de la región para que en unas cuantas generaciones ya toda la especie tenga la bacteria y se elimine, o por lo menos se reduzcan, los casos de dengue.
En Colombia el reto es la altura, pues en los países mencionados los ensayos se han realizado al nivel del mar y Bello queda a unos 1.700 metros. “Nos interesa conocer si la altura tiene algún impacto en la biología del mosquito con wolbachia”, dice el biólogo australiano Simon Kutcher, director de desarrollo del proyecto tanto para Brasil como para Colombia.
El aporte de la comunidad
Para lograr liberar los mosquitos en el barrio París fue necesario hacer un trabajo de sensibilización con la comunidad que se logró con el apoyo de la Fundación Mi Gente, la cual lideró la Escuela del Dengue, un espacio destinado a que los científicos explicaran todos los pormenores del proyecto. Asimismo se convocó a los habitantes a una capacitación que evaluó a un grupo de personas y seleccionó a once dinamizadores que han apoyado las labores de informar a la comunidad.
Luego de dos años de trabajo comunitario y del apoyo de las autoridades locales más de 5.000 familias dieron su consentimiento para permitir liberaciones de mosquitos cerca de sus viviendas y participan continuamente en diversas actividades del programa “Eliminar el dengue, nuestro desafío”.
La interdisciplinariedad del grupo Pecet ha sido clave en los procesos de socialización y apropiación del conocimiento por parte de las poblaciones donde trabajan. Es posible encontrar biólogos, entomólogos, médicos y veterinarios, ingenieros, antropólogos, sociólogos, comunicadores, artistas, diseñadores; lo que los une es el objetivo: controlar la enfermedad.
¿Y ahora?
Lo que sigue es monitorear la dinámica de los mosquitos en París, ver si compiten con los mosquitos silvestres y si se interrumpe la transmisión del dengue, dice Kutcher. Se espera realizar una segunda prueba mucho mayor, una prueba de eficacia, quizá en un área de más de 500.000 personas, y comparar el ensayo con áreas similares donde no se han introducido los mosquitos.
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Por Lisbeth Fog
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