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Problemas con la apariencia física y la alimentación también se presentan en adultos

La mayoría de las investigaciones en trastornos alimentarios ponen el foco en adolescentes y adultos jóvenes, mientras que los problemas alimentarios de mujeres y hombres en la mitad de la vida adulta y más allá son desatendidos.

Maritza Rodríguez* y Juanita Gempeler**
01 de junio de 2024 - 02:49 p. m.
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*MD psiquiatra, MSc epidemiología clínica

**Psicóloga clínica, Fellow AED Directoras científicas Programa Equilibrio Bogotá

La pubertad y la adolescencia son escenarios de alto riesgo para la aparición de trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia nerviosa; sin embargo, estos pueden aparecer en cualquier momento de la vida. Los trastornos alimentarios son enfermedades complejas de origen multifactorial. Su aparición requiere de la presencia de vulnerabilidades genéticas, biológicas y temperamentales. Esta especie de “arma cargada” suele ser disparada por factores ambientales que contribuyen a su manifestación y su mantenimiento en el tiempo.

La mayoría de las investigaciones en trastornos alimentarios ponen el foco en adolescentes y adultos jóvenes, mientras que los problemas alimentarios de mujeres y hombres en la mitad de la vida adulta y más allá son desatendidos. No existe una razón válida para pensar que una adolescente que padeció un trastorno alimentario dejará de tener preocupaciones con su apariencia física, su peso y su alimentación al llegar a la vida adulta. Por el contrario, a la presión sociocultural sobre la delgadez, se empiezan a sumar otras presiones como la sobrevaloración de la juventud y el temor al envejecimiento, incrementando la insatisfacción con la apariencia física, las dietas restrictivas, los procedimientos quirúrgicos, cosméticos y hasta abuso de medicamentos para bajar de peso.

Los estudios poblacionales más recientes señalan que los trastornos alimentarios se presentan en el 3,5% de las mujeres y el 1 a 2% de los hombres mayores de 40 años y con frecuencia son cuadros atípicos o incompletos, pero no por esto dejan de ser nocivos para la salud. Sin embargo, la mayoría de las personas adultas no reciben tratamiento, no son diagnosticadas ni evaluadas en los servicios sanitarios y con frecuencia sus médicos tratantes se ocupan más de sus reportes de molestias digestivas, intolerancia al gluten, alergias alimentarias, niveles altos de colesterol, el riesgo del sobrepeso o la obesidad, entre otros.

En los hombres, los síntomas de trastornos alimentarios pueden esconderse detrás de una actividad deportiva excesiva o la preocupación por el desarrollo de su musculatura. A estos desórdenes alimentarios en hombres orientados a la musculatura se les presta poca atención. Pero como los efectos protectores del ejercicio y la alimentación balanceada son indiscutibles, una persona en la mitad de la vida que exprese que está “cuidándose con la comida” o ha empezado a entrenar exhaustivamente para una maratón, muy seguramente será felicitado por sus familiares, amigos y también por su médico.

En el caso de las mujeres en la mitad de la vida, los períodos de transición en su ciclo vital son los de mayor vulnerabilidad. El embarazo, el postparto y el tránsito hacia la menopausia, son escenarios que producen grandes cambios corporales y generan preocupaciones por la pérdida del atractivo físico y el envejecimiento.

Durante el postparto, por ejemplo, la insatisfacción de las mujeres con su apariencia física puede ser mayor que en otras etapas de la vida. Es un terreno fértil para las dietas restrictivas y los programas de ejercicio que prometen el retorno a una figura atlética, joven y, por tanto, atractiva. Existen etiquetas en redes sociales como Instagram o TikTok dirigidas a las madres, como #fitmom o #fitinspiration con contenidos que buscan motivarlas a recuperar rápidamente su peso, muestran fotografías de antes y después, promueven retos de reacondicionamiento físico y ofrecen planes de dietas hipocalóricas altamente restrictivas.

El problema es que alcanzar los objetivos propuestos es imposible para la mayoría de las personas sin recurrir a comportamientos poco saludables. La comparación social con los cuerpos idealizados difundidos por los medios incrementan la autoimagen negativa, los sentimientos de frustración, ansiedad y depresión, no solo en adolescentes, sino también en adultos.

Con el paso del tiempo, aumentan las crisis de pareja, separaciones o divorcios que tienen mayores consecuencias emocionales si hay hijos. Y llega la menopausia, otro escenario complejo del ciclo vital de las mujeres en relación con los cambios físicos y emocionales que la circundan. La menopausia marca un hito en el proceso de envejecimiento. El declive de la función ovárica incide en el aumento de depósitos grasos, incremento en el riesgo de aparición de problemas metabólicos, la pérdida de turgencia en los tejidos, las canas, las arrugas, los problemas del sueño y muchas otras manifestaciones en la salud física y mental. En esta etapa de la vida, además, las personas enfrentan pérdidas, duelos, otras enfermedades, preocupaciones económicas por el desempleo, jubilación o pérdida de la productividad. Los hijos se van, los seres queridos mueren y el proceso de envejecimiento normal continúa en un contexto sociocultural que lo rechaza.

Un estudio realizado en 188 mujeres colombianas con 30 años o más que acudieron a tratamiento al Programa Equilibrio para trastornos alimentarios afectivos y de ansiedad en la ciudad de Bogotá durante las dos últimas décadas, comparó el perfil de riesgo, semejanzas y diferencias entre 87 de ellas (46,3%), que habían presentado el trastorno alimentario después de los 30 años, y 101 que venían sintomáticas desde la adolescencia.

Al explorar los potenciales eventos desencadenantes en los casos de aparición tardía, encontramos de manera significativa que las crisis de pareja por infidelidad, las separaciones o divorcios, así como los duelos, desplazamientos a vivir a otro país, la pérdida del empleo y la ida de los hijos del hogar operaron como disparadores de los síntomas.

Aquellas que estuvieron expuestas a varios eventos vitales traumáticos tuvieron una representación significativamente más alta que en las del grupo de mujeres que venían sintomáticas desde la adolescencia. En estas últimas, fueron frecuentes los tratamientos por infertilidad con técnicas de reproducción asistida y los tratamientos por complicaciones de salud, síntomas gastrointestinales, problemas óseos y dentales. Las mujeres de ambos grupos reportaron cirugías o procedimientos estéticos recurrentemente.

Los trastornos alimentarios también pueden aparecer en la mitad de la vida o más adelante tanto en hombres como en mujeres, no son exclusivos de adolescentes o personas jóvenes y cursan con grandes complicaciones de la salud a todo nivel. Los profesionales de salud debemos estar atentos a identificarlos y tratarlos adecuadamente.

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Por Maritza Rodríguez*

Por Juanita Gempeler**

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