Promotores de salud, el eslabón del sistema que quiere revivir el gobierno Petro
Según el ministerio de Salud, ya tienen listo un decreto para impulsar la formación de “promotores de salud”, una figura con la que piensan llevar algunos servicios a las comunidades más apartadas. ¿Qué se requiere para que funcione?
Sergio Silva Numa
A inicios de esta semana, el ministro de Salud organizó una rueda de prensa para anunciar la expedición de varios decretos con los que busca hacer algunos ajustes al sistema de salud. La atención se la robaron los documentos que tenían que ver con asuntos de plata, como el dinero que girará el Estado directamente a las clínicas y a los hospitales, sin que pase por las manos de las EPS.
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A inicios de esta semana, el ministro de Salud organizó una rueda de prensa para anunciar la expedición de varios decretos con los que busca hacer algunos ajustes al sistema de salud. La atención se la robaron los documentos que tenían que ver con asuntos de plata, como el dinero que girará el Estado directamente a las clínicas y a los hospitales, sin que pase por las manos de las EPS.
Pero entre las nuevas medidas que espera tomar, el ministro Guillermo Alfonso Jaramillo también anunció otra que no tuvo tanta publicidad: la expedición de un decreto que permitirá revivir una vieja figura del sistema: los “promotores de salud”. En palabras del viceministro Jaime Urrego, son personas que serán formadas y tendrán una “gran capacidad resolutiva”, especialmente, en las comunidades apartadas, donde es difícil acceder a un servicio de salud. “Un sistema sin ese nivel primario, no puede garantizar el derecho a la salud”, dijo.
Según el Minsalud, ese es uno de los decretos a los que solo les hace falta la firma del presidente Gustavo Petro. La idea es que quede listo en los próximos días. Ya, de hecho, aseguró Jaramillo, hay 60 promotores que están terminando su entrenamiento en el Sena en una de las regiones con más población dispersa del país: Vaupés. “Todos son indígenas y estarán dentro de las comunidades”, explicó.
Aunque el documento final no se conoce, un borrador del decreto que planean en el Minsalud señala que esta ocupación será “ejercida por una persona perteneciente a la comunidad de influencia”, que se encargará de atender a las personas, las familias y la comunidad en su territorio. Será la “articuladora” entre la comunidad y el sistema de salud para contribuir a la “promoción de la salud” y al “bienestar integral de las poblaciones”. Al menos en ese documento, el Minsalud señala que esta cartera debe reglamentar el alcance de un promotor y los requisitos que debe cumplir.
La idea de que existan promotores de salud no es nueva en Colombia. A finales del siglo pasado, en departamentos como el Vaupés, esas personas eran la “mano derecha” de los médicos que trataban de atender pacientes. En una región en la que solo es posible moverse por avioneta o por río, quien se enferme debe armarse de paciencia. Por ejemplo, un vuelo a una comunidad lejana puede valer $2,5 millones y concretarlo depende de en qué tan buenas condiciones esté el bolsillo de los actores de la salud.
Pablo Montoya, director de Sinergias, una ONG que ha trabajado por mejorar la salud de las comunidades indígenas en ese territorio, sabe esa historia de memoria. Cuenta que hace un par de décadas, los “promotores” eran uno de los eslabones fundamentales del sistema. Luego de ser elegidos al interior de las diferentes comunidades, recibían una formación y mantenían contacto directo con quienes estaban en el hospital, recuerda.
Entonces, había unos setenta puntos de atención en el departamento, dotación de medicamentos básicos como antibióticos o antiparasitarios y una comunicación basada en radioteléfonos. “Era un camino para evitar algunas de las enfermedades más frecuentes. Hoy, en cambio, en algunos lugares las cosas más simples se complican y para atenderlos se debe poner en marcha una compleja logística, cuyo costo es altísimo”, asegura Montoya.
Por eso, él ve con buenos ojos que el Ministerio quiera promover, nuevamente, la formación de esos promotores, que fueron perdieron sus funciones con los requisitos que les exigía el actual modelo de salud. Sin embargo, advierte que las cosas no son tan sencillas como suelen aparecer en el papel.
“Si ahora queremos formar promotores, es indispensable que se haga en torno a una propuesta que sea acorde a cada contexto. Es difícil establecer un molde, pues la situación de La Guajira es muy diferente a la del Vaupés”, añade.
Para el médico y antropólogo Pablo Martínez Silva, que también ha trabajado por años con comunidades de la Amazonia, la figura del “promotor es necesaria y esencial en más del 90% del país, donde los usuarios solo acceden al sistema a través de una ‘Empresa Social del Estado’ —como un hospital público—. Pero ese hospital no puede funcionar esperando que la gente llegue enferma hasta el municipio”.
La epidemióloga Silvana Zapata, que a lo largo de su carrera ha trabajado con promotores de salud, especialmente, en Antioquia, es otra de las personas que cree son figuras que pueden convertirse en grandes aliados del sistema de salud, especialmente en esos puntos donde la prestación de los servicios no es la ideal. “Ellos pueden, por ejemplo, identificar a alguien con signos de desnutrición y alertarnos. También se convierten en un apoyo para algunos pacientes que deben reclamar y tomar medicación”.
Tanto para Martínez como Montoya y Zapata, que no conocen en detalle el decreto que prepara el Minsalud, es clave pensar el alcance que puede tener un promotor de salud. Ambos creen que, si el Gobierno piensa iniciar un programa de formación, es indispensable garantizar que esas personas sean acompañadas, capacitadas y asesoradas de manera continua.
“Si esa figura no está encadenada a un aparato donde hay seguimiento, asistencia técnica y participación de profesionales que ayudan a generar capacidades, un programa de esos, corre el riesgo de caerse”, señala Martínez. “Es una propuesta que debe ir de la mano de lo que quiere cada territorio, pues estamos en un país con condiciones muy diversas”.
Zapata añade un par de puntos más: “Ese programa debería tener una destinación de dinero específica, para que se mantenga en el tiempo, y no se eche a perder porque es, sin duda, una muy buena idea. A ellos es indispensable pagarles por su labor. Además, debe estar acompañado de una estrategia de seguimiento para que podamos evaluar a largo plazo su efectividad”.
La pregunta que todos se hacen es si del bolsillo del Gobierno central saldrá plata para las regiones se embarquen en ese proceso.
Si la apuesta tiene en cuenta esos detalles, Montoya intuye que puede ser una buena oportunidad para que haya un puente entre las comunidades y el sistema de salud. También para que, en el caso de las comunidades del Vaupés, haya un “puente entre la medicina occidental y los procesos tradicionales”. Conocer la lengua y haber establecido confianza previa con las personas, por mencionar solo un par de ingredientes, puede cambiar notablemente la atención en salud.
Otra de las inquietudes que aún está en el aire y solo podrá resolverse cuando el Minsalud reglamente su idea, es ¿cuál será el campo de acción de un promotor? Para Montoya, deberían tener habilidades básicas con las que puedan resolver problemas de salud frecuentes en esas regiones, como una picadura de una serpiente, que es una de las urgencias más usuales en la selva, o poder administrar, con la guía de un especialista, un antibiótico cuando lo requiera. A sus ojos, saber administrar suero antiofídico, limpiar una herida o suturarla a veces hace la diferencia entre la vida y la muerta.
En el caso de los que se están formando en Vaupés, tienen un marco de acción un poco más limitado. Como cuenta desde Mitú Gloria Amparo Rivera, funcionaria del Sena que ha estado involucrada en el proceso, esas personas, pueden prestar primeros auxilios, pero si hay un accidente ofídico deben contactar a su enlace en el hospital de Mitú y esperar instrucciones.
Rivera explica que ese grupo no es, en términos precisos, de “promotores” sino de “auxiliares de enfermería”. “Hoy no tenemos un currículo para formar promotores”, asegura.
Los eligieron tras hacer una convocatoria con las autoridades tradicionales, incluso de las zonas más alejadas. Cuando acaben su formación de cerca de un año y medio en el Sena y en el Hospital San Antonio de Mitú, volverán a las comunidades en 2025 y, en sus palabras, “serán un eslabón que ayudará a tener contacto con esos territorios y a resolver asuntos básicos”. No se graduarán 60, como dijo el ministro Jaramillo, sino 30.
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