¿Qué le puede esperar a la reforma a la salud con Guillermo Alfonso Jaramillo?
Esta semana, el presidente Gustavo Petro sorprendió al nombrar a un nuevo ministro de Salud en reemplazo de Carolina Corcho. Jaramillo, que ya lo había acompañado en la Alcaldía de Bogotá, llega con la tarea de darle un nuevo aire a la reforma y tender puentes entre un sistema fragmentado, en el que ha sido imposible llegar a consensos. ¿Lo logrará?
Juan Diego Quiceno
Sergio Silva Numa
Un par de semanas antes de dejar su cargo como ministro de Educación, Alejandro Gaviria —que estuvo seis años al frente del Ministerio de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos— había tratado de sintetizar en una entrevista para este diario por qué era tan difícil reformar el sistema de salud colombiano. “Todo el mundo”, decía, “quiere hacer una reforma, hasta que alguien realmente se atreve a hacerla”. (Le puede interesar: Un tribunal le prohibió a un hombre donar más esperma tras engendrar 550 hijos)
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Un par de semanas antes de dejar su cargo como ministro de Educación, Alejandro Gaviria —que estuvo seis años al frente del Ministerio de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos— había tratado de sintetizar en una entrevista para este diario por qué era tan difícil reformar el sistema de salud colombiano. “Todo el mundo”, decía, “quiere hacer una reforma, hasta que alguien realmente se atreve a hacerla”. (Le puede interesar: Un tribunal le prohibió a un hombre donar más esperma tras engendrar 550 hijos)
A lo que se refería Gaviria es a que si hay un sector difícil de transformar es, justamente, el de la salud. Él había fracasado en ese intento cuando, en 2013, quiso reformar el sistema con una ley que desembocó en protestas (algunas convocadas por Carolina Corcho) y largas discusiones en el Congreso. Al final, los senadores y representantes le dieron la espalda y dejaron hundir su proyecto.
A Fernando Ruiz, ministro de Salud en el gobierno de Duque, le sucedió algo parecido en 2021. Se la jugó por respaldar un proyecto de reforma presentado por Cambio Radical, pero su apuesta no le dio buen resultado. La idea de ajustar eslabones claves del sistema solo azuzó las protestas del paro nacional y, al final, debió desecharla.
Esas tensiones que genera la intención de transformar el sistema de salud no es un fenómeno exclusivo de Colombia. El impulso que le dio Barack Obama a su reforma en Estados Unidos —el popular Obamacare— tuvo un costo mucho mayor del que esperaba en su presidencia. (En vídeo: Síndrome de Asia: después del retiro de las prótesis se pueden presentar recaídas)
“Hay una razón por la que nuestro sistema de salud no ha sido reformado por décadas, para que todos los presidentes hablen de ello, pero luego no pase nada: porque es difícil, es un enorme y complicado sistema”, había admitido Obama en 2010, tras sortear multitudinarias protestas y fuertes pujas en el Congreso. “Tomé la decisión de seguir adelante y hacerlo, y terminó siendo tan políticamente costoso como esperábamos. En realidad, probablemente un poco más de lo que pensábamos”.
Como dice Tatiana Andia, profesora de la U. de los Andes y Ph. D. en Sociología, lograr una gran reforma del sistema es difícil “porque la salud, a diferencia de otros sectores, está asociada a temas que son muy sensibles para la gente. Si las personas tienen un beneficio en salud, nadie lo quiere perder. Entonces, si hay un riesgo de que eso pase, es natural que haya miedo. Una reforma a la salud es compleja porque debe garantizarle beneficios a la gente que no los tiene, pero sin quitárselos a quienes sí los han disfrutado”.
El otro gran desafío al que se enfrenta un intento reformista son los múltiples intereses que hay en el fragmentado sector de la salud en Colombia. El caso de las agremiaciones médicas lo ilustra muy bien: mientras la Federación Médica Colombiana respaldó la reforma de Carolina Corcho, la Academia Nacional de Medicina dejó muy claro, en varias oportunidades, sus reparos. Lo mismo sucede con los hospitales: no es lo mismo hablar del los públicos —que también dieron su aval a Corcho— que de los privados, que apoyaban algunos puntos, pero disentían en otros. “Todos quieren un pedazo de tierra”, nos decía Gaviria hace un par de meses. (Le recomendamos: “Confío en que mi sucesor continuará con las banderas del Cambio”: Carolina Corcho)
No sortear con destreza ese escenario puede desembocar en situaciones como la de esta semana. Aunque había logrado que la ponencia de la reforma a la salud fuera aprobada en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes en una cerrada votación (10 votos positivos contra 8 negativos), Carolina Corcho tuvo que salir del gabinete de Petro. La reforma fue, dijeron algunos, el “florero de Llorente” que desató los cambios dentro del Gobierno.
El presidente nombró en reemplazo de Corcho a un viejo amigo suyo: Guillermo Alfonso Jaramillo, un médico tolimense que ya lo había acompañado cuando fue alcalde de Bogotá. Entonces, se desempeñó como secretario de Salud entre 2012 y 2013, para luego asumir las riendas de la Secretaría de Gobierno en un momento muy difícil del mandato.
“Cuando hay llamado a filas, cuando una persona como mi jefe político, que es Gustavo Petro, me pide que lo acompañe, yo dejo a un lado las pretensiones personales que pueda tener para estar al lado de él”, dijo luego de que lo nombraran ministro de Salud, dejando de lado su aspiración de llegar a la Alcaldía de Bogotá. (También puede leer: Primeras reacciones del sector salud por la salida de Corcho y la llegada de Jaramillo)
Es muy pronto para saber cuáles serán las decisiones que tomará Jaramillo frente a la reforma que impulsó su antecesora, pero algunos de sus pronunciamientos han dejado entrever que seguirá liderando esa discusión en el Congreso, pero con un tono más conciliador.
“Gran parte de la reforma ya está consensuada”, aseguró a Blu Radio el viernes. “Nos quedan algunos temas que yo creo que podemos esperar solucionar a través del diálogo y entendimiento con el parlamento, que es en últimas quien decide sobre estos temas”.
¿Llegará dispuesto a lograr consensos? ¿Podrá tender puentes entre los actores del sistema y los congresistas para darle un segundo aire a la reforma? (Le puede interesar: ¿Quién es Guillermo Alfonso Jaramillo, el nuevo ministro de Salud de Petro?)
Después de todo, Néstor Álvarez, representante de los pacientes de alto costo, afirma que “el sistema tiene problemas y necesitamos cambios. Pero, para eso, necesitamos a alguien que baje la tensión que hay hoy entre los actores del sistema”. “Lo peor”, añade Denis Silva, vocero de Pacientes Colombia, “sería que nos quedáramos sin reforma”.
Un médico muy político
Guillermo Alfonso Jaramillo ha estado cerca a Petro desde hace muchos años. Ambos son compañeros políticos desde inicios de la década del 2000, cuando coincidieron en el Polo después de que Jaramillo se alejara del liberalismo, la corriente política de su familia, oriunda de Líbano, Tolima. Desde entonces, presidente y ministro “tienen una relación de amistad y de confianza”, afirma Alfonso Gómez Méndez, exministro de Justicia, quien ha acompañado a Jaramillo como amigo y aliado político desde 1985.
En ese entonces, Jaramillo lideró algunos de los programas por los Petro aún saca pecho. Desarrolló, por ejemplo, la implementación de los equipos de salud para atender a la comunidad en sus localidades, que el hoy presidente quiere replicar en varios territorios con equipos médicos extramurales. También estuvo al frente de la discutida reapertura del hospital San Juan de Dios, de las denuncias sobre el déficit de las IPS públicas y de la operación de los centros de atención móvil para drogodependientes (CAMAD). (Le recomendamos: Las siestas largas a mediodía podrían relacionarse con mayor riesgo de obesidad)
Entonces, dice Aldo Enrique Cadena Rojas, subsecretario de Salud de Jaramillo, “Guillermo Alfonso demostró su lealtad al programa social del presidente. Es alguien que no se traga las cosas, las dice como las siente y las discute”.
Eso no quiere decir, recuerda uno de los secretarios que lo acompañó mientras Jaramillo fue alcalde de Ibagué (2016-2019), que no escuche argumentos. “Cada lunes teníamos Consejo de gobierno a las 5 a.m. para tomar decisiones. Siempre se prestó al diálogo y a la conciliación, pero teníamos que darle argumentos. Quien no los tenga pierde la partida. Y quien no trabaje también, porque lo que sí tiene Guillermo Alfonso es una gran capacidad de trabajo. Nuestras jornadas a veces terminaban a la medianoche”.
Antes de ser alcalde de Ibagué, el nuevo ministro de Salud ya tenía una larga trayectoria en política electoral: en 1976 fue elegido concejal de Armero (Tolima), en 1978 fue diputado de la Asamblea de ese departamento, en 1982 llegó a la Cámara por el Partido Liberal y fue nombrado gobernador en 1986. (También puede leer: Usar antibióticos en la agricultura puede poner en riesgo el sistema inmune humano)
“Creo que, a diferencia de Carolina Corcho, Guillermo Alfonso Jaramillo tiene muchísima gestión política. Se conoce el Congreso. Es un hombre con una experticia y una habilidad política inmensa”, dice Giovanni Jiménez, profesor y experto en salud pública de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, quien trabajó en el Consejo Distrital de Seguridad Social en Salud cuando Jaramillo era secretario de Salud de Bogotá.
Ese recorrido, en palabras de Andia, le ha dado “cancha”, una característica que parece indispensable para alguien que quiera ajustarle tuercas al sistema de salud. “Manejar el Estado es difícil. Si quien está al frente no sabe sus detalles y no se rodea de personas que tengan esa cancha, no va a tener un camino sencillo. Tiene que tener cancha en gestión y para defender esa gestión de los ataques políticos”, apunta.
Además de haber sido secretario de Salud, como médico, Jaramillo sabe cómo se mueven los delgados hilos del sistema de salud. Claudia Amaya, quien fue gerente del Instituto del Corazón de Bucaramanga de la Fundación Cardiovascular de Colombia, lo recuerda como alguien “práctico y estricto”. Mientras ella estuvo en ese cargo, entre 1996 y 2011, Jaramillo fue jefe del servicio de cardiocirugía pediátrica. (Le puede interesar: ONU pide prestar más atención a derechos de las mujeres que al aumento de población)
“Era muy estricto y enfocado en la calidad, en mejorar la técnica quirúrgica. Hace un buen tiempo no hablo con él, pero recuerdo su especial preocupación por las difíciles condiciones de las mamás de los niños que atendíamos. En el espacio clínico siempre escuchaba, pero había que sustentar las razones con evidencia; con buenos argumentos. Él conoce el sector; ojalá pueda construir una mejor reforma”, añade Amaya, vocera de la organización Pacientes Colombia.
La pregunta que muchos se hacen sobre esta reforma es en qué estará dispuesto a conciliar Jaramillo y si eso significará cambios profundos en el proyecto que dejó Carolina Corcho. “Él no es amigo de las EPS, pero tampoco es su enemigo. Es alguien con la idea de que hay que tener una figura de aseguramiento fuerte, pero controlada y regulada. Yo creo que intentará profundizar lo del giro directo de ADRES a las IPS, pero, creo, reconocerá que eso no pasa de un día para otro, que debe ser un proceso paulatino en donde hay que evaluar la experiencia de las entidades”, dice el profesor Jiménez.
Para Cadena, que lo conoce de cerca, “el mensaje que envía el presidente con su nombramiento es el de no ceder ante los chantajes de un sector político respecto a la salud. Con Guillermo está seguro el programa de gobierno, que es el mismo que lideró Corcho”, advierte. “Él tiene una idea clara del papel de estas entidades en el sistema. No va a cambiar las cosas en el proyecto, como muchos pueden pretender”. (Le recomendamos: La exposición a la contaminación del tráfico tiene impactos en la mortalidad)
Y el profesor Jiménez concluye: “En todo caso, uno de los primeros retos del ministro será volver a tender los puentes y reconstruir la confianza con el sector y el Congreso, pues se estaba perdiendo”.
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