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Esta mañana fue publicado el informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), que recopila las estadísticas de 2022 sobre presencia de nuevas drogas en el mundo y las necesidades que se prevén para lo que resta de 2024.
Allí surgieron varios nombres de opiáceos sintéticos, medicamentos que se producen en un laboratorio para cumplir funciones similares a las de opioides naturales como la morfina. Estos, que están siendo producidos de manera ilegal por laboratorios en varias partes del mundo, han cobrado relevancia en los últimos años por su uso como droga y los impactos que puede tener su consumo.
El fentanilo es el más conocido, por las numerosas alertas que ha emitido Estados Unidos sobre su uso. Sin embargo, desde hace cinco años hay otro grupo de opiáceos que ha generado preocupación: los nitacenos.
Se trata de un grupo de fármacos que pueden producirse bajo diferentes fórmulas, modificando la intensidad de su efecto y los riesgos a los que se exponen quienes los consumen.
Aunque su nombre apareció recientemente como droga, se trata de un fármaco que se patentó hace cerca de 70 años y que se usó para investigación con fines médicos, pero que nunca tuvo autorización para venta comercial, según la Administración de Drogas y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).
Recientemente, en una entrevista a Christopher Holstege, profesor de medicina de emergencia y pediatría en la Universidad de Virginia, Estados Unidos, publicada en The Conversation , el médico explicó que se volvieron a tener noticias de su uso desde 2019.
“Los nitazenos son una clase de opioides sintéticos que engloba más de 20 compuestos únicos, incluido el isotonitazeno, que se identificó por primera vez en 2019 y se conoce popularmente como ISO. También incluye el protonitazeno, el metonitazeno y el etonitazeno”, dijo Holstege a The Conversation.
Una investigación publicada en la revista Cereus en junio de 2023 asegura que una de sus características es que son opiáceos “cientos a miles de veces más potentes que la morfina y otros opioides, y diez veces más potentes que el fentanilo”.
Según el informe de la JIFE, su presencia se ha reportado en Estados Unidos, Estonia, Nueva Zelanda y Australia. En otros registros, se sabe de su presencia en otras partes de Europa. Por esto, varias sustancias que se encuentran dentro del grupo de nitacenos fueron incluidas en la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes (1961), pues se considera que actualmente no tienen ninguna finalidad médica. Allí se encuentran todas las sustancias prohibidas y que son sujeto de fiscalización a nivel internacional.
Sin embargo, como otros opioides, los nitacenos son difíciles de rastrear por su composición y la facilidad con la que pueden hacerse pasar por sustancias permitidas. Esto les “permite traficar con cantidades más pequeñas listas para el consumo mediante servicios postales y de logística urgentes en todo el mundo”, dice el informe de la JIFE.
Hasta el momento, se estima que 200 muertes relacionadas con drogas presentadas desde 2019 estarían asociadas al uso de nitacenos. El problema es que no existen estudios sobre la forma en que estas sustancias afectan el cuerpo de las personas, pero se sabe que se están combinando con otras drogas sintéticas sin informarlo, poniendo en riesgo a quienes las consumen.
En varios países de Europa, en Nueva Zelanda y en Estados Unidos, de acuerdo con la JIFE, se están tomando medidas para mejorar la capacidad de rastreo de esta sustancia, así como para limitar su comercialización.
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