¿Qué tiene que ver la pobreza con el desarrollo cerebral de los bebés?
Una de las preguntas que giran en torno a las consecuencias de la pobreza en la niñez tiene que ver con su efecto en el cerebro de los más pequeños. Un grupo de científicos intentó responderla. Sus conclusiones muestran que es indispensable redoblar esfuerzos en la primera infancia.
Paula Casas Mogollón
Quienes estudian la pobreza han intentado responder una pregunta sobre la que no se tiene hasta el momento una respuesta clara: ¿qué efecto tiene esta condición en el desarrollo del cerebro de los niños? ¿De qué manera incide? Un grupo de científicos, que acaba de publicar los resultados de su estudio en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), intentaron ayudar a despejar esas dudas y aportar evidencia para comprender mejor esa relación. Lograron confirmar que entregar un subsidio a una familia con recursos económicos escasos podría cambiar el desarrollo cerebral de los bebés e incluso potenciaría sus capacidades cognitivas y emocionales.
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Quienes estudian la pobreza han intentado responder una pregunta sobre la que no se tiene hasta el momento una respuesta clara: ¿qué efecto tiene esta condición en el desarrollo del cerebro de los niños? ¿De qué manera incide? Un grupo de científicos, que acaba de publicar los resultados de su estudio en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), intentaron ayudar a despejar esas dudas y aportar evidencia para comprender mejor esa relación. Lograron confirmar que entregar un subsidio a una familia con recursos económicos escasos podría cambiar el desarrollo cerebral de los bebés e incluso potenciaría sus capacidades cognitivas y emocionales.
Analizaron la situación de mil madres de bajos ingresos en Nueva York, Omaha, Minneapolis y Nueva Orleans, en Estados Unidos, que dieron a luz entre 2012 y 2018 y, aleatoriamente, les entregaron una tarjeta en la que cada mes les depositaban entre US$300 y US$20. En muchos casos, este dinero representó un aumento aproximado del 20 % en los ingresos anuales. Luego de que los bebés cumplieron un año, el grupo estudió la actividad eléctrica del cerebro por medio de una serie de sesiones en sus hogares con electroencefalografía, que es un tipo de estudio que se puede realizar en reposo o durante el sueño y se emplea para detectar asimetrías entre los dos hemisferios del cerebro.
Los investigadores, entre ellos neurocientíficos, economistas y psicólogos, recopilaron información de las madres para entender las diferentes formas en las que podrían usar los fondos adicionales, desde cambiar de empleo, mudarse, pagar facturas o comprar alimentos hasta cómo podría afectar su salud o cambiar la forma en que pasan el tiempo con los niños. Cada una de las mujeres, principalmente latinas y afroamericanas, podían destinar el dinero libremente. Los hallazgos mostraron diferencias significativas entre los niños que recibieron el subsidio alto registrando mayor actividad cerebral en las zonas que se han asociado con el desarrollo del pensamiento y el aprendizaje. “La diferencia importa para el desarrollo cerebral de los recién nacidos a lo largo del primer año”, apunta el documento. (Lea: Colegios públicos vs colegios privados: crece la brecha de desempeño en Colombia)
Sonya V. Troller-Renfree, una de las autoras principales del estudio e investigadora posdoctoral asociada en ciencias bioconductuales de la Universidad de Columbia, explica que, por ejemplo, tener un ingreso familiar más alto contribuye a que los niños puedan desarrollar diversas actividades y estimular las zonas del cerebro en las que se desarrollan algunas habilidades como el lenguaje y el funcionamiento ejecutivo. Por eso, sugiere, que un aumento en los ingresos familiares durante la primera infancia podría “estar relacionado con mayores diferencias en la estructura cerebral entre los niños y niñas económicamente desfavorecidos en comparación con sus pares con más ventajas”.
Entonces, ¿cómo podría la pobreza cambiar la actividad cerebral desde la primera infancia? De acuerdo con Troller-Renfree, esta es una pregunta que están trabajando. “Tenemos mucho más que aprender, pero sabemos que la neuroplasticidad, que es el concepto de que los cerebros de los niños y las niñas se adaptan a sus contextos ambientales, es un camino en el cual se cree que emergen estas diferencias. Es decir, la estructura y la función del cerebro en desarrollo se adapta en respuesta a diferentes experiencias. Por eso, la actividad cerebral puede ser un mecanismo por el cual las experiencias adversas tempranas dan forma a los resultados posteriores del desarrollo infantil”, apunta. Al final solo analizaron a 435 niños.
El debate, según la experta, se centra en que si bien varios estudios (incluidos este) han encontrado que los ingresos familiares están asociados con diferencias de desarrollo en la estructura y función del cerebro de los niños, aún “existe una discusión sobre si creer que la pobreza causa diferencias en el desarrollo temprano del cerebro o si simplemente se correlaciona con otros factores que son las verdaderas causas de las diferencias tempranas”, añade. Para Santiago Tobón, director del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras de la Universidad Eafit, este tipo de investigaciones demuestran que dependiendo de los niveles que tienen los niños y niñas, de sus habilidades cognitivas y no cognitivas en la primera infancia, parcialmente, se podría determinar su futuro. (Lea: Covid-19 en Colombia: ¿Cuántas dosis más tendremos que ponernos?)
“No quiere decir que la vida de la gente esté completamente determinada. No es que si yo tengo buenas habilidades o malas a los cinco años mi futuro esté determinado, pero sí hay una correlación muy fuerte. Es mucho más probable que una persona que nació en un ambiente de muchos recursos obtenga un trabajo bien calificado y bien pago que una persona que no”, dijo Tobón hace un tiempo. Por eso, Troller-Renfree es enfática en señalar que todavía no sabemos si estas diferencias persistirán con el tiempo o si darán lugar a unas nuevas durante el desarrollo cognitivo o conductual de los niños, y que lo importante “es mostrar cómo las políticas contra la pobreza, incluidos los tipos de créditos fiscales ampliados por hijos que se debaten por ejemplo en Estados Unidos, pueden y deben verse como inversiones en los niños”. El estudio seguirá monitoreando a los niños hasta que cumplan cuatro años y determinar si estos cambios en la actividad cerebral son permanentes o si influyen en un mejor desarrollo cognitivo a medida que van creciendo.
En Colombia, donde, según el DANE, el porcentaje de personas en condición de pobreza multidimensional fue de 18,1 % en 2020, esta diferencia se puede corregir parcialmente. ¿Cómo? Tobón propone que una buena salida podría ser “con un buen sistema público de educación. Si uno tiene un programa de primera infancia, que es sumamente urgente, desarrollado por el ICBF, que es la entidad que atiende a los niños, puedes empezar a corregir estas desigualdades que digamos vienen en la cuna”, apunta. Ya en 2019 la Misión de Sabios designada por el Gobierno había advertido la necesidad de redoblar esfuerzos para que los niños y las niñas fueran la prioridad del país, pues entre los 0 y 5 años “se establecen más del 90 % de las conexiones neuronales del cerebro, la empatía y la convivencia, la aceptación de la diversidad y se desarrolla la capacidad de ser felices”. (Lea: Así es la Constitución de Colombia escrita para los niños y las niñas)
La pobreza y los trastornos mentales
Así como se ha estudiado la relación entre el desarrollo de las habilidades y niñas en la primera infancia y la correlación de la pobreza, también se ha tratado de establecer una asociación entre la pobreza infantil y una mayor capacidad de presentar algunos trastornos durante la vida adulta, como el déficit de atención o la hiperactividad. Un estudio publicado en la revista científica European Child & Adolescent Psychiatry trató de entender mejor esta asociación. Durante siete años los autores de la investigación estudiaron a 1.590 estudiantes de escuelas públicas de las ciudades de Porto Alegre y São Paulo, en Brasil. El análisis, que estuvo dirigido por el Instituto Nacional de Psiquiatría del Desarrollo en la Infancia y la Adolescencia (INPD), se dividió en tres evaluaciones psiquiátricas.
Entre las variables que tuvieron en cuenta los investigadores están el nivel educativo de los padres, las condiciones de vivienda e infraestructura de las familias y el acceso a los servicios básicos. Carolina Ziebold, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Federal de São Paulo y autora principal, explicó a la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de São Paulo que “parece algo común decir que la pobreza puede tener un impacto futuro en el desarrollo de problemas de salud mental (...) encontramos que la pobreza multidimensional y la exposición a situaciones estresantes, como muertes y conflictos familiares, constituyen factores de riesgo evitables que deben enfrentarse en la infancia para disminuir el impacto de los trastornos mentales en la edad adulta”.
Además, señalaron que las mujeres son las más afectadas, principalmente porque ellas son las que terminan asumiendo las tareas del hogar desde que son más pequeñas y también cuidar a los hermanos menores o a las personas enfermas, por ejemplo. “Esta sobrecarga las expone a más eventos estresantes, que aumentan las posibilidades de sufrir problemas mentales cuando llegan a la edad adulta”, apuntó Ziebold. Los investigadores señalan que la prioridad se centra en buscar intervenciones en la primera infancia, en particular el uso de subsidios para poder disminuir las brechas escolares y así contrarrestar la desigualdad que existe de la cuna hasta la tumba.