¿Quién educa a los colombianos sobre los efectos del cannabis?
Las declaraciones de dos personajes políticos colombiano, Susana Gómez/Boreal y Ernesto Samper, sobre lo que ellos consideran son efectos positivos del cannabis dan a entender que el conocimiento que tienen sobre sus impactos en la salud está basado más en creencias que en realidades.
Paola Cubillos*
Como sucede en varios países, cada vez que un político revela detalles sobre su uso de sustancias psicoactivas ilícitas, genera gran revuelo en los medios de comunicación. Las declaraciones de la joven representante a la cámara Susana Gómez del Pacto Histórico – conocida popularmente en redes sociales como Susana Boreal- no fue la excepción. Los colombianos vimos en videos en los medios a la representante alzar los brazos, haciendo gestos de triunfo mientras declaraba en una sesión de la cámara de representantes “Soy consumidora de marihuana bastante regular; de hecho, todos los días me encanta”. No es la primera figura política que revela detalles personales de su consumo de sustancias para apoyar proyectos legislativos que buscan cambiar esquemas regulatorios de estas.
Ya que sus declaraciones despertaron tanto interés, la representante se dio a la tarea de escribir un hilo en Twitter – una serie de trinos relacionados con una idea central- explicando sus creencias sobre los efectos del cannabis, con la idea de “des-estigmatizar” el uso de la planta. Entre otras cosas, la representante mostró mapas donde se ilustra los países donde el cannabis se ha regulado, tanto para uso médico como para uso adulto, ideas sobre los usos terapéuticos que ella conoce, aduciendo que “la comunidad científica los avala”, y mostrando cifras sobre los potenciales económicos de una futura industria del cannabis. Nuevamente, nada diferente a lo que otros representantes hayan expuesto en redes sociales para disuadir al público sobre las bondades de la regulación del cannabis.
La particularidad del caso Gómez/Boreal está en la aparente falta de conocimiento sobre los impactos en la salud de un uso frecuente y constante, y el aducirle propiedades “medicinales “que no están lo suficientemente validadas, y en referir un uso “terapéutico” en un trasfondo de un trastorno de neurodesarrollo autista como declaró tenerlo en una entrevista radial con RCN. En esta entrevista, la representante también caracterizó a la planta de cannabis “como cualquier otra”, y ser “ancestral” (no es una planta como cualquier otra, dado su potencial de producir sustancias psicotrópicas, ni es ancestral para Colombia)
La representante Gómez/Boreal parece desconocer que el uso diario de cannabis es una conducta que está asociada a mayores riesgos con el consumo de la misma, como el desarrollar un trastorno por uso de cannabis. Esta condición, antes llamada adicción, comprende una serie de conductas relacionadas con el cannabis que impactan la vida diaria de la persona y su funcionamiento, e incluye, entre otros, uso de mayores cantidades de cannabis para alcanzar su efecto, esfuerzos infructuosos para controlar el consumo, consumo continuo a pesar de que este pueda estar generando daños físicos o psicológicos, reducción o abandono de actividades sociales u ocupacionales debido al consumo de cannabis. No todas las personas que usan cannabis diariamente desarrollan un trastorno por uso de cannabis, pero alrededor de un 30% de los consumidores habituales lo hacen. El riesgo es mayor para aquellas personas con enfermedades psiquiátricas de base o factores de riesgo sociales. Igualmente, el uso frecuente de cannabis en adultos también se ha asociado con peores desenlaces para personas con problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
Los usos “terapéuticos” del cannabis, y menos en forma fumada/inhalada, para personas en el espectro autista tampoco se han validado; ni la seguridad ni la eficacia. Se han llevado a cabo dos estudios muy preliminares en Israel donde se ha administrado productos derivados del cannabis a niños/jóvenes con autismo y síntomas comportamentales de difícil manejo, con altas concentraciones del cannabinoide no psicotrópico cannabidiol, demostrando resultados alentadores de mejor manejo de síntomas. Estos resultados preliminares no significan que la “comunidad científica avale” el uso de cannabinoides para personas con trastorno del espectro autista (TEA); se requiere mucha mas investigación clínica controlada para recibir tal aval. (También puede leer: En EE.UU, 7.000 niños ingirieron por error un producto con cannabis entre 2017 y 2021)
Por otro lado, tampoco conocemos si las personas con TEA tengan mayores riesgos a presentar desenlaces negativos con el uso de sustancias psicoactivas, incluyendo el cannabis: ¿tienen mayor riesgo a desarrollar usos problemáticos? ¿Cómo afectan el funcionamiento diario en el contexto de neurodivergencia? No tenemos mucha información al respecto aún; así que, aunque la representante pueda decir que “le ayuda” esta experiencia no debe tomarse como uniforme para todas las personas con TEA.
Con respecto a los “avales de la comunidad científica”, la representante Boreal también refiere imprecisiones. En primer lugar, no hay ninguna comunidad científica en el mundo que haya dado un respaldo inequívoco al uso de los derivados de la planta del cannabis como medicamentos. Ni siquiera en el contexto del dolor crónico, donde más se ha estudiado, su respaldo es sólido.
Las pocas guías de práctica clínica y documentos de consenso producidos por un puñado de asociaciones científicas internacionales sugirieren que su uso puede explorarse para el tratamiento del dolor crónico una vez el paciente ya haya agotado otras líneas de manejo convencionales. Susana Gómez hablo de la enfermedad neurodegenerativa Alzheimer, y en este ámbito, solo existen pocos estudios controlados que hablan de una posible reducción de síntomas como la agitación con el uso de tetrahidrocannabinol farmacéutico. No fumando cannabis. En Parkinson, otra enfermedad neurodegenerativa mencionada por Boreal, la evidencia científica está muchísimo menos desarrollada. En últimas, entonces, el tal “aval” de la comunidad científica es casi que inexistente, y esta situación solamente cambiará con datos generados a partir de investigaciones clínicas con metodologías robustas.
Lo que me lleva ahora al segundo político, el expresidente Ernesto Samper. En un aparte de una entrevista que Eva Rey le hizo al expresidente y que circuló en redes sociales, Samper revela que la marihuana “formaba parte del esquema de la juventud”, dando a entender que su uso era frecuente entre personas jóvenes, y “a veces se metía uno sus cachos” – o sea, consumía cannabis de forma fumada. Nada anormal; el cannabis es, después de todo, la sustancia psicoactiva ilegal más consumida en el mundo, y su consumo es particularmente notable entre personas menores de 30 años. (Le puede interesar: La primera tienda legal de marihuana en Nueva York abrió sus puertas)
Lo irregular de las declaraciones de Samper fue su aseveración de que “por razones estrictamente médicas, a veces en una fiesta fumo algo”. En primer lugar, un ser humano, en uso de sus facultades y su autonomía, puede usar las sustancias psicoactivas que desee, por los motivos que lo desee; los profesionales de la salud solo esperamos que estén lo suficientemente informados como para tomar dichas decisiones, y entiendan los riesgos y daños asociados con el uso de todas las sustancias, legales e ilegales. En segundo lugar, el uso que refiere Samper, “a veces en las fiestas”, no constituye un tratamiento médico: este incluye diagnósticos y medidas de tratamiento prescritas por un médico calificado con el fin de mejorar enfermedades, síntomas o trastornos, y se instauran siempre con un objetivo claro. Los tratamientos médicos se determinan por la evidencia científica, y se prescriben después de hacer una evaluación del riesgo/beneficio para cada persona.
La administración de cannabinoides – sustancias de la planta del cannabis que tienen efectos farmacológicos y potenciales efectos clínicos- mediante la combustión de la flor seca del cannabis actualmente no es considerada como una ruta de uso médico. Existen daños asociados a la combustión del material vegetal, y hay una gran dificultad en dosificar de manera precisa la concentración de componentes activos de la planta para alcanzar los objetivos terapéuticos buscados. Los efectos clínicos de la administración de la flor seca del cannabis vía combustión no se han estudiado rigurosamente ni en una mínima medida para considerar este mecanismo de uso como una via de administración clínicamente aceptable.
Adicionalmente, el uso de una sustancia, natural o sintética, que produzca un alivio momentáneo de síntomas no necesariamente constituye un tratamiento. Esta es un concepto erróneo común en este medio donde los derivados de una planta podrían cumplir varios propósitos. Desafortunadamente, en la conciencia popular, parecen existir ideas más arraigadas de los beneficios médicos, así no estén comprobados como se requiere, contribuyendo a confusiones en las percepciones que puedan tener los ciudadanos sobre los usos del cannabis.
Me pregunto, entonces, ¿quién educa a los colombianos sobre el cannabis? ¿De dónde se generan estas ideas de amplios beneficios y falta de reconocimiento de los riesgos del uso del cannabis? Si los planteamientos erróneos y un tanto desinformados de Samper y Gómez son un reflejo de la comprensión que tienen el colombiano del común sobre los impactos en la salud del uso del cannabis, debería generar algo de preocupación, y llevarnos a cuestionar que tan preparados estamos los colombianos para asumir el reto de la regulación de una sustancia psicoactiva.
En estas páginas ya he escrito sobre la importancia del alfabetismo científico y en temas de salud para permitir que como ciudadanos libres y autónomos podamos tomar las mejores decisiones. Este alfabetismo también debe incluir información científica, fácil de digerir, de buena calidad y sin sesgos ni políticos ni de activismo, sobre el uso de sustancias psicoactivas. El cannabis es la primera sustancia que es sujeta a cambios regulatorios en tiempos recientes, y al contrario de lo que sucedió con el alcohol y el cigarrillo, el lente de la salud pública debe figurar mucho más en las conversaciones sociales y legislativas.
Hablar, informar y educar sobre las drogas y su impacto en la salud sin tapujos ni misticismos, sin romanticismo ni estigma, nos preparará mucho mejor para afrontar los cambios culturales que ocurren actualmente. Y los políticos encargados de tomar decisiones referentes a sustancias psicoactivas en nombre de los colombianos, como la Sra. Gómez, deberían asesorarse mucho mejor.
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Como sucede en varios países, cada vez que un político revela detalles sobre su uso de sustancias psicoactivas ilícitas, genera gran revuelo en los medios de comunicación. Las declaraciones de la joven representante a la cámara Susana Gómez del Pacto Histórico – conocida popularmente en redes sociales como Susana Boreal- no fue la excepción. Los colombianos vimos en videos en los medios a la representante alzar los brazos, haciendo gestos de triunfo mientras declaraba en una sesión de la cámara de representantes “Soy consumidora de marihuana bastante regular; de hecho, todos los días me encanta”. No es la primera figura política que revela detalles personales de su consumo de sustancias para apoyar proyectos legislativos que buscan cambiar esquemas regulatorios de estas.
Ya que sus declaraciones despertaron tanto interés, la representante se dio a la tarea de escribir un hilo en Twitter – una serie de trinos relacionados con una idea central- explicando sus creencias sobre los efectos del cannabis, con la idea de “des-estigmatizar” el uso de la planta. Entre otras cosas, la representante mostró mapas donde se ilustra los países donde el cannabis se ha regulado, tanto para uso médico como para uso adulto, ideas sobre los usos terapéuticos que ella conoce, aduciendo que “la comunidad científica los avala”, y mostrando cifras sobre los potenciales económicos de una futura industria del cannabis. Nuevamente, nada diferente a lo que otros representantes hayan expuesto en redes sociales para disuadir al público sobre las bondades de la regulación del cannabis.
La particularidad del caso Gómez/Boreal está en la aparente falta de conocimiento sobre los impactos en la salud de un uso frecuente y constante, y el aducirle propiedades “medicinales “que no están lo suficientemente validadas, y en referir un uso “terapéutico” en un trasfondo de un trastorno de neurodesarrollo autista como declaró tenerlo en una entrevista radial con RCN. En esta entrevista, la representante también caracterizó a la planta de cannabis “como cualquier otra”, y ser “ancestral” (no es una planta como cualquier otra, dado su potencial de producir sustancias psicotrópicas, ni es ancestral para Colombia)
La representante Gómez/Boreal parece desconocer que el uso diario de cannabis es una conducta que está asociada a mayores riesgos con el consumo de la misma, como el desarrollar un trastorno por uso de cannabis. Esta condición, antes llamada adicción, comprende una serie de conductas relacionadas con el cannabis que impactan la vida diaria de la persona y su funcionamiento, e incluye, entre otros, uso de mayores cantidades de cannabis para alcanzar su efecto, esfuerzos infructuosos para controlar el consumo, consumo continuo a pesar de que este pueda estar generando daños físicos o psicológicos, reducción o abandono de actividades sociales u ocupacionales debido al consumo de cannabis. No todas las personas que usan cannabis diariamente desarrollan un trastorno por uso de cannabis, pero alrededor de un 30% de los consumidores habituales lo hacen. El riesgo es mayor para aquellas personas con enfermedades psiquiátricas de base o factores de riesgo sociales. Igualmente, el uso frecuente de cannabis en adultos también se ha asociado con peores desenlaces para personas con problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
Los usos “terapéuticos” del cannabis, y menos en forma fumada/inhalada, para personas en el espectro autista tampoco se han validado; ni la seguridad ni la eficacia. Se han llevado a cabo dos estudios muy preliminares en Israel donde se ha administrado productos derivados del cannabis a niños/jóvenes con autismo y síntomas comportamentales de difícil manejo, con altas concentraciones del cannabinoide no psicotrópico cannabidiol, demostrando resultados alentadores de mejor manejo de síntomas. Estos resultados preliminares no significan que la “comunidad científica avale” el uso de cannabinoides para personas con trastorno del espectro autista (TEA); se requiere mucha mas investigación clínica controlada para recibir tal aval. (También puede leer: En EE.UU, 7.000 niños ingirieron por error un producto con cannabis entre 2017 y 2021)
Por otro lado, tampoco conocemos si las personas con TEA tengan mayores riesgos a presentar desenlaces negativos con el uso de sustancias psicoactivas, incluyendo el cannabis: ¿tienen mayor riesgo a desarrollar usos problemáticos? ¿Cómo afectan el funcionamiento diario en el contexto de neurodivergencia? No tenemos mucha información al respecto aún; así que, aunque la representante pueda decir que “le ayuda” esta experiencia no debe tomarse como uniforme para todas las personas con TEA.
Con respecto a los “avales de la comunidad científica”, la representante Boreal también refiere imprecisiones. En primer lugar, no hay ninguna comunidad científica en el mundo que haya dado un respaldo inequívoco al uso de los derivados de la planta del cannabis como medicamentos. Ni siquiera en el contexto del dolor crónico, donde más se ha estudiado, su respaldo es sólido.
Las pocas guías de práctica clínica y documentos de consenso producidos por un puñado de asociaciones científicas internacionales sugirieren que su uso puede explorarse para el tratamiento del dolor crónico una vez el paciente ya haya agotado otras líneas de manejo convencionales. Susana Gómez hablo de la enfermedad neurodegenerativa Alzheimer, y en este ámbito, solo existen pocos estudios controlados que hablan de una posible reducción de síntomas como la agitación con el uso de tetrahidrocannabinol farmacéutico. No fumando cannabis. En Parkinson, otra enfermedad neurodegenerativa mencionada por Boreal, la evidencia científica está muchísimo menos desarrollada. En últimas, entonces, el tal “aval” de la comunidad científica es casi que inexistente, y esta situación solamente cambiará con datos generados a partir de investigaciones clínicas con metodologías robustas.
Lo que me lleva ahora al segundo político, el expresidente Ernesto Samper. En un aparte de una entrevista que Eva Rey le hizo al expresidente y que circuló en redes sociales, Samper revela que la marihuana “formaba parte del esquema de la juventud”, dando a entender que su uso era frecuente entre personas jóvenes, y “a veces se metía uno sus cachos” – o sea, consumía cannabis de forma fumada. Nada anormal; el cannabis es, después de todo, la sustancia psicoactiva ilegal más consumida en el mundo, y su consumo es particularmente notable entre personas menores de 30 años. (Le puede interesar: La primera tienda legal de marihuana en Nueva York abrió sus puertas)
Lo irregular de las declaraciones de Samper fue su aseveración de que “por razones estrictamente médicas, a veces en una fiesta fumo algo”. En primer lugar, un ser humano, en uso de sus facultades y su autonomía, puede usar las sustancias psicoactivas que desee, por los motivos que lo desee; los profesionales de la salud solo esperamos que estén lo suficientemente informados como para tomar dichas decisiones, y entiendan los riesgos y daños asociados con el uso de todas las sustancias, legales e ilegales. En segundo lugar, el uso que refiere Samper, “a veces en las fiestas”, no constituye un tratamiento médico: este incluye diagnósticos y medidas de tratamiento prescritas por un médico calificado con el fin de mejorar enfermedades, síntomas o trastornos, y se instauran siempre con un objetivo claro. Los tratamientos médicos se determinan por la evidencia científica, y se prescriben después de hacer una evaluación del riesgo/beneficio para cada persona.
La administración de cannabinoides – sustancias de la planta del cannabis que tienen efectos farmacológicos y potenciales efectos clínicos- mediante la combustión de la flor seca del cannabis actualmente no es considerada como una ruta de uso médico. Existen daños asociados a la combustión del material vegetal, y hay una gran dificultad en dosificar de manera precisa la concentración de componentes activos de la planta para alcanzar los objetivos terapéuticos buscados. Los efectos clínicos de la administración de la flor seca del cannabis vía combustión no se han estudiado rigurosamente ni en una mínima medida para considerar este mecanismo de uso como una via de administración clínicamente aceptable.
Adicionalmente, el uso de una sustancia, natural o sintética, que produzca un alivio momentáneo de síntomas no necesariamente constituye un tratamiento. Esta es un concepto erróneo común en este medio donde los derivados de una planta podrían cumplir varios propósitos. Desafortunadamente, en la conciencia popular, parecen existir ideas más arraigadas de los beneficios médicos, así no estén comprobados como se requiere, contribuyendo a confusiones en las percepciones que puedan tener los ciudadanos sobre los usos del cannabis.
Me pregunto, entonces, ¿quién educa a los colombianos sobre el cannabis? ¿De dónde se generan estas ideas de amplios beneficios y falta de reconocimiento de los riesgos del uso del cannabis? Si los planteamientos erróneos y un tanto desinformados de Samper y Gómez son un reflejo de la comprensión que tienen el colombiano del común sobre los impactos en la salud del uso del cannabis, debería generar algo de preocupación, y llevarnos a cuestionar que tan preparados estamos los colombianos para asumir el reto de la regulación de una sustancia psicoactiva.
En estas páginas ya he escrito sobre la importancia del alfabetismo científico y en temas de salud para permitir que como ciudadanos libres y autónomos podamos tomar las mejores decisiones. Este alfabetismo también debe incluir información científica, fácil de digerir, de buena calidad y sin sesgos ni políticos ni de activismo, sobre el uso de sustancias psicoactivas. El cannabis es la primera sustancia que es sujeta a cambios regulatorios en tiempos recientes, y al contrario de lo que sucedió con el alcohol y el cigarrillo, el lente de la salud pública debe figurar mucho más en las conversaciones sociales y legislativas.
Hablar, informar y educar sobre las drogas y su impacto en la salud sin tapujos ni misticismos, sin romanticismo ni estigma, nos preparará mucho mejor para afrontar los cambios culturales que ocurren actualmente. Y los políticos encargados de tomar decisiones referentes a sustancias psicoactivas en nombre de los colombianos, como la Sra. Gómez, deberían asesorarse mucho mejor.
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