Revista científica reconoce que sus artículos reflejaron racismo hacia indígenas
Los historiadores buscaron algunos términos que en esa época fueron de uso común, como “salvaje”. El propósito era encontrar cuántos artículos de The New England Journal of Medicine hablaban sobre los indígenas americanos. Identificaron 212 documentos que eran relevantes. Además, encontraron que, a mediados del siglo XIX, la tasa de publicación aumentó. Pasó de 0 a dos artículos al año, a ser de a 0 a 12 artículos. Una tasa que se mantuvo a finales del siglo XX.
Una de las revistas científicas médicas más prestigiosas del mundo hace un mea culpa y reconoce que durante décadas sus artículos reflejaron prejuicios, racismo y sesgos coloniales hacia los indígenas, su conocimiento médico y su cultura. Se trata de The New England Journal of Medicine. Este texto hace parte de una serie de escritos de historiadores invitados que muestran los prejuicios y la injusticia que la revista históricamente ha ayudado a perpetuar. (Lea: Pese a anuncio de Petro, Invima sigue sin director en propiedad. Nombran otro encargado)
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Una de las revistas científicas médicas más prestigiosas del mundo hace un mea culpa y reconoce que durante décadas sus artículos reflejaron prejuicios, racismo y sesgos coloniales hacia los indígenas, su conocimiento médico y su cultura. Se trata de The New England Journal of Medicine. Este texto hace parte de una serie de escritos de historiadores invitados que muestran los prejuicios y la injusticia que la revista históricamente ha ayudado a perpetuar. (Lea: Pese a anuncio de Petro, Invima sigue sin director en propiedad. Nombran otro encargado)
Lo primero que señala el artículo escrito por David S. Jones, Moustafa Abdalla y Joseph P. Gone es que cuando se publicó la primera edición de la revista, en 1812, ya habían pasado dos siglos de enfrentamientos entre europeos e indígenas. Desde entonces, y en las ediciones siguientes, “la revista publicó miles de artículos que mencionaban a los pueblos indígenas, pero muchos no se centraban en ellos”, reseña el artículo.
La principal razón, cuentan los autores del documento, es porque tanto la revista como la sociedad estadounidense tenían un problema de racismo contra indígenas. Añadieron que en la revista “teorizaron sobre los méritos del salvajismo y la civilización, condenaron las medicinas indígenas, especularon sobre la susceptibilidad a las epidemias o profetizaron la extinción indígena”.
Un ejemplo de este racismo, explican, es el de un caso de sífilis descrito en una publicación de 1895. En este documento, cuentan los autores, la revista difamó a aquellas mujeres indígenas que habían sido enviadas a escuelas con modelo asimilacionistas.
Los historiadores también contaron que en varios artículos la revista resaltó los valores clave de la medicina indígena, mostrando curiosidad por saber qué podían aprender de esta. Como cuando hablaron de los poderes medicinales de los manantiales de Saratoga o hablaron de la salvia de jardín como “uno de los remedios indios más famosos para el cáncer y las úlceras”. Pero, aunque hacían estos elogios, al final señalaban que estas comunidades no entendían de la enfermedad ni los mecanismos terapéuticos.
En otro artículo, publicado en 1913 por Ernest Codman, el racismo era evidente desde el título: “No hay indio bueno, sino un indio muerto. No hay apéndice seguro, salvo uno completamente destruido”. Aunque era un dicho muy popular en la época, los historiadores señalan que estos comentarios sobre los indígenas americanos “solo revelan más sobre los valores y prioridades de los autores y editores que sobre las propias comunidades indígenas”.
Sin embargo, los historiadores confiesan que no hay una forma fácil de rastrear las representaciones que ha hecho la revista de indígenas americanos. Pues, dicen, que cuando buscan por palabras clave como “indígena”, “nativo americano” o “indio” los resultados arrojan muchos artículos. Entonces, cuentan, por eso decidieron usar otra estrategia de búsqueda. Empezaron por términos que en alguna época fueron de uso común como “salvaje”. (Puede leer: Científicos descubren enzima que explica por qué la orina es amarilla)
Con esta nueva estrategia, los historiadores consiguieron recopilar una serie de documentos centrados en los indígenas americanos y, tras una serie de clasificaciones, lograron identificar 212 que eran relevantes. Además, encontraron que, a mediados del siglo XIX, la tasa de publicación aumentó. Pasó de 0 a dos artículos al año, a ser de a 0 a 12 artículos. Una tasa que se mantuvo a finales del siglo XX.
Luego, los historiadores dividieron esos artículos en grupos de 25 años y seleccionaron una serie de palabras clave de cada período. Entre los hallazgos está que a finales de siglo XIX, los indígenas americanos se habían convertido en emblemas de la ignorancia. De hecho, apuntan que “la curiosidad por la terapéutica indígena fue reemplazada por el desdén”.
Asimismo, señalaron que “se produjeron cambios similares en muchas áreas del pensamiento médico, quizás de manera más dramática en los escritos sobre la raza y la susceptibilidad diferencial a las enfermedades (...) De hecho, las terribles epidemias recurrentes alimentaron narrativas de extinción indígena”.
En el final del documento, los historiadores hablan de la resiliencia, persistencia y políticas fallidas en contra de estas comunidades. Comienzan esta fase del texto explicando que por las complejas situaciones que atravesaron, como el despojo o el genocidio, el gobierno federal tomó la decisión de intervenir y buscar la forma de ayudar a los indígenas estadounidenses.
La primera estrategia que emplearon fue la vacunación. Un artículo publicado en 1835 reportó que, para la época, el Gobierno había destinado una suma de casi 4.617 dólares por la vacunación de esta población. Sin embargo, varias personas terminaron muriendo por la viruela. (Le puede interesar: Las enfermedades diarreicas han matado a más de 500 mil niños y niñas en el mundo)
Otro ejemplo que ponen los historiadores es el de los tratados para atención médica que firmaron los indígenas cuando en Estados Unidos los obligaron a alojarse en reservas. No obstante, para ese entonces, los servicios médicos se vieron paralizados por personal, fondos y motivación.
Los historiadores cuentan que se habló mucho de estas reservas. Por un lado estaban los diseñadores, quienes aseguraron que “permitían a las comunidades indígenas vivir en paz, fuera de Estados Unidos”. Por el otro estaban los críticos, quienes “condenaron el confinamiento de estas comunidades a tierras marginales que no podían sustentarlas. Los funcionarios gubernamentales fatalistas vieron las reservas como cuidados paliativos para una raza moribunda”.
Además, dicen que no importa cuál sea la razón, este es un ejemplo que mostró cómo el Gobierno incumplió sus obligaciones y no proporcionó la ayuda y la atención necesarias. Por último, concluyen que, hasta el día de hoy, las comunidades indígenas “enfrentan pronunciadas desigualdades en materia de salud. Sin embargo, los escritos de la revista, de muchos expertos en salud influyentes, expresaban habitualmente fantasías euroamericanas de superioridad y conquista”. (Lea también: Habrá “nuevas alternativas de aseguramiento”: EPS Sura sobre el Plan Complementario)
Al final, los historiadores se preguntan qué es lo que puede ofrecer la medicina estadounidense al servicio de la disculpa, la reconciliación y la reparación a las comunidades indígenas renacientes.
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