El drama de explantarse las prótesis mamarias
Cada vez se conocen más casos de mujeres que se enfrentan a serios efectos adversos tras haberse sometido a un aumento mamario. Aunque la ciencia aún pide más estudios, ya hay pistas más claras del difícil proceso de algunas pacientes. Recopilamos algunos testimonios.
Paula Casas Mogollón
Al igual que muchas niñas y mujeres, crecí con unos parámetros de belleza impuestos por una sociedad, unos estándares que me obligaban a ser 90, 60, 90. Me crié bajo el lema de “sin tetas no hay paraíso” y durante años busqué la forma de practicarme un aumento mamario, una de las cirugías más comunes en Colombia. Cada año se realizan 42.774 mamoplastias, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica. Mientras indagaba cuáles eran las mejores prótesis para mí, me encontré con un grupo de mujeres que se habían operado hace más de 20 años y ahora luchaba por quitarse sus prótesis. Sus historias eran el reflejo de un tema del que poco se habla: los explantes mamarios.
Angeline Moncayo, una reconocida actriz colombiana, era una de ellas. Por medio de sus redes sociales retrató los síntomas y cambios que sufrió su cuerpo luego del recambio de sus prótesis mamarias. La primera cirugía se la realizó a los 18 años por “una serie de inseguridades que arrastraba desde muy pequeña”, confiesa. Desde esa intervención su respiración cambió, pero se lo atribuyó a las secuelas del asma que había padecido en su infancia. También empezó a presentar gripas muy fuertes y a tener vértigo; sin embargo, culpaba al estrés causado por el trabajo. Normalizó cada uno de los síntomas que fue presentando.
Antes de los 30 años, Angeline fue diagnosticada con tiroides de hashimoto, un trastorno autoinmunitario que afecta a la glándula tiroides, encargada de producir hormonas que regulan varias de las funciones del cuerpo. Por recomendación médica, tuvo que someterse en 2008 a un recambio de implantes. “Hay tantos vacíos en la información cuando te operas, que no me dijeron que las siliconas hay que cambiarlas cada cierto tiempo. Varios doctores incluso señalan que son de por vida”, dice. Pasó a unos texturizados. De acuerdo con la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, este tipo de silicona “tienden a pegarse más a la cápsula periprotésica, el tejido que genera el cuerpo alrededor del implante”. (También puede leer: Cosas que debe saber antes de donar óvulos por $2 millones)
En 2019, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) vinculó a este tipo de prótesis con el linfoma anaplásico de células grandes, un tipo inusual de cáncer del sistema inmunitario. Pero, antes de su retiro, ya se les habían puesto a más de 4.000 mujeres. Entre ellas estaba la periodista Patricia Arango. Su primer aumento de senos se lo hizo a los 18 años para ir a Miss Colombia. “Me dijeron que si no lo hacía, no tenía chance de ganar”, cuenta. Para su tercer recambio le implantaron detrás del músculo pectoral prótesis texturizadas. “Ahí comenzó mi infierno”, dice. Tanto a Patricia como a Angeline les diagnosticaron el extraño síndrome de Asia.
Dudas y certezas sobre el síndrome de Asia
Más de dos mil mujeres, según la FDA, que se han practicado una mamoplastia informaron que, tras el procedimiento, desarrollaron fuertes dolores de cabeza, musculares y articulares, debilidad, dificultades cognitivas y cansancio, inclusive enfermedades autoinmunes. Algunos médicos catalogaron esta constelación de síntomas como la enfermedad del implante mamario o el síndrome de Asia, unas siglas que traducen: Autoinmune-Autoinflamatorio Inducido por Adyuvantes. Como señala la Sociedad Argentina de Mastología, se trata de “una enfermedad poco frecuente que se da como una reacción autoinmune o autoinflamatoria, atribuida a una sustancia extraña al organismo”. En este caso es la silicona o los biopolímeros.
Catherine Barón, cirujana plástica, estética y reconstructiva e integrante de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, explica que este es un tema relativamente nuevo, del que se empezó a hablar hace cerca de 10 años. “Se ha relacionado más con la colocación de implantes y otro tipo de elementos que se ponen dentro del cuerpo”, añade. Barón advierte que es difícil diagnosticarlo porque, a pesar de que se han asociado una serie de síntomas, “son inespecíficos y pueden estar relacionados con otras enfermedades, como las autoinmunes. Además, varían de una persona a otra”, dice. Otra de las falencias está en que son pocas las investigaciones que se han adelantado, aunque algunas revisiones dan pistas. (Le puede interesar: Algo extraño está pasando con los medicamentos en Colombia)
En un artículo publicado en enero de este año en la revista Expert Review of Clinical Immunology, el equipo encabezado por Jan Willem Cohen Tervaert, profesor y director del Departamento de Reumatología de la Universidad de Alberta, en Canadá, recopiló parte de la evidencia que ha tratado de entender la enfermedad de los implantes mamarios. “Debido a la activación inmunitaria crónica, las pacientes pueden desarrollar alergias, enfermedades autoinmunes, deficiencias inmunitarias y linfomas”, reseña el texto. Lo que sugiere una relación causal entre los implantes y los síntomas asociados al síndrome de Asia, aunque la “morbilidad es variable (...) Por eso, remover los implantes es el tratamiento más efectivo”, concluyen.
Otro artículo, publicado en 2020 en Gynécologie Obstétrique Fertilité & Sénologie y liderado por Elodie Cordel, ginecóloga del Departamento de Cirugía del Instituto Europeo del Cáncer de Estrasburgo (ICANS), se basó en realizar una búsqueda de los artículos publicados entre 2011 y 2019 que hablaban sobre el síndrome de Asia. Hallaron que en este lapso había 126 casos con complicaciones en las prótesis, entre las que se encontraban fatiga, dolores musculares y en las articulaciones, debilidad muscular, artritis, trastornos del sueño, taquicardia y dolor torácico. En sus conclusiones,pedían que las mujeres fuesen informadas “de manera clara, justa y adecuada de nuestras incertidumbres sobre el síndrome de Asia”.
En otro artículo de Immunologic Research, publicado en julio de 2016, revisaron la literatura publicada entre 2011 y 2016 sobre el síndrome de Asia para detectar casos graves. Encontraron 305 que compartían síntomas como “afectación de órganos importantes, presentaban condiciones mortales o discapacidades”. En ese entonces los investigadores, liderados por Luis Jara, doctor del Departamento de Reumatología del Hospital de Especialidades Centro Médico Nacional La Raza (México), advirtieron que “se debían hacer esfuerzos para descubrir la conexión entre adyuvantes, autoinmunidad y enfermedades autoinmunes”.
Una de las dificultades asociadas al síndrome de Asia tiene que ver con la dificultad para diagnosticarlo. Las pacientes deben pasar por muchos especialistas. A Patricia, por ejemplo, tras su primer aumento mamario, le salió un quiste en el seno, se le ponían las uñas moradas y empezó a sufrir de la tiroides. Su condición médica se complicó cuando se mudó a Miami, Estados Unidos. “El clima caliente hizo que mis implantes sudaran y botaran silicona. Mis prótesis no estaban rotas”, asegura. Además, fue diagnosticada con infertilidad inexplicable, que se presenta cuando no tiene éxito el embarazo, aunque el semen y las trompas uterinas son normales y la ovulación es regular. (Le podría interesar: Endometriosis: cuando la normalización del dolor menstrual invisibiliza una enfermedad)
Todos los signos de Patricia empeoraron después de su segundo embarazo, a sus 30 años. “Mi cuerpo empezó a colapsar”, comenta. Tuvo fatiga crónica, dolores musculares, taquicardia, cansancio, neuropatías y corrientazos en los pies. “Todos los exámenes salían bien, pero me sentía mal, además el dolor me estaba enloqueciendo, creí que era hipocondríaca”, añade. Su condición médica se fue deteriorando y, por los signos que presentaba, inclusive le aseguraron que tendría esclerosis múltiple. En una resonancia, por casualidad, le encontraron un meningioma, un tumor que surge de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. “Antes de mi tercer recambio no tenía ese tumor”, cuenta.
El cuerpo de Angeline también colapsó después de su embarazo. Le dio mastitis, su piel se tornó gris, la cara se le hinchó, le salieron edemas en los ojos, perdió la concentración, la memoria se le redujo, le salieron morados sin explicación, le dio fatiga crónica, sus uñas dejaron de crecer hacia arriba, lo hacían hacia los lados, y la diagnosticaron con rectificación cervical, una patología que se presenta cuando se pierde o disminuye la curvatura normal de la columna. A pesar de que eran bastantes síntomas, todos sus exámenes salían bien. “El ‘nunca había visto un caso de estos’ de los médicos se volvió mi diario vivir”, dice. Por eso publicó un diario en sus redes sociales, en el que contaba su experiencia. Lo llamó Asia Recovery.
Varias mujeres llegaron a sus publicaciones para contar sus testimonios. Luisa* se sometió a un aumento de senos con Francisco Sales Puccini, cuando se promocionaba como uno de los mejores cirujanos plásticos y estéticos. La operación se la realizó tres veces. “El primer implante se subió. Luego los pezones quedaron en el pliegue donde se dobla el seno con el tórax y después el pezón se abrió”, dice. Presentó dolor de cabeza, mareos, vértigo, desmayos, dolores articulares y en la espalda, pérdida de visión y de memoria. Además, fue diagnosticada con un aneurisma cerebral y un linfosarcoma, un tumor maligno del tejido linfático, que hace parte de la red del organismo que combate los gérmenes. (Le puede interesar: Las otras denuncias que ponen en aprietos al cirujano Carlos Sales Puccini)
Carolina*, de 45 años, también se identificó con el testimonio de Angeline. Antes de hacerse el recambio le encontraron un tumor en la cabeza del mismo tipo que el de Patricia. Preguntó si había alguna posibilidad de quitarse los implantes, pero un doctor se limitó a decirle que “los senos le iban a quedar como dos huevos fritos”, dice. Margarita Castillo también recibió una respuesta negativa. “Duré tres años con migraña, pero las resonancias salían bien. Era tanto el dolor que me ponían morfina y no se iba. Me dijeron que tenía algo mental, porque no había respuesta médica”, cuenta. La hospitalizaron dos veces en una clínica siquiátrica al ser diagnosticada con ataques de pánico, depresión y ansiedad severa.
Explantes mamarios, ¿una solución?
Explantar sus prótesis fue una solución a la que llegó Patricia en 2015, antes de que le diagnosticaran el síndrome de Asia. Fue hasta Manizales y, antes de hablar de la posibilidad de un recambio, le pidió al doctor que le quitara sus prótesis. “Dijo que no. Que tocaba realizarme una reconstrucción y que, por las cicatrices, iba a quedar horrible”, cuenta. “Inclusive me dijo que pensara en mi marido, el periodista Félix de Bedout”, agrega. Su explantación la pudo hacer en 2020, solo dos meses después de su cirugía de cabeza. “Me abrieron la cabeza, me retiraron el tumor y parte del cráneo. Ahora tengo una platina y tornillos en esa zona. Una vez me desperté, programé mi explantación”, comenta. La historia de Luisa es diferente, pues por su cáncer y por el aneurisma que tiene, los médicos no han autorizado su intervención.
Algunas pacientes que desean retirarse sus prótesis se suelen encontrar con otra dificultad: una explatanción puede costar entre $28 y $34 millones, pues deben someterse a una reconstrucción en sus senos. Es una intervención que no está contemplada en el plan de las EPS, al considerarse una cirugía estética. Margarita, por ejemplo, cuenta que cada cita con el seguro podía tardar hasta tres meses, por eso tuvo que hacer el proceso con médicos particulares. Sandra Beltrán, actriz que se sometió a una explantación, tuvo que recurrir a una tutela pero, por la demora del trámite y la complicación de sus síntomas, optó por reunir el dinero para pagar el procedimiento. Juliana*, en cambio, ganó la tutela, pero tuvo muy mala suerte: le dejaron adentro la cápsula periprotésica, que es una envoltura fibrosa que crea el organismo alrededor de las prótesis y que puede generar una infección. (También puede ver: Turismo estético de Panamá a Cali: las acusaciones contra otro cirujano colombiano)
Alan González, cirujano plástico, integrante de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y uno de los doctores que se encargan de realizar explantes en Colombia, explica que es tal la complejidad de esta operación, que puede tardar entre dos y tres horas. “Está determinada por el número previo de intervenciones realizadas en el seno o la cantidad de tejido mamario que tiene la paciente”, dice. Se debe tener en cuenta que se debe retirar el implante y la totalidad de la cápsula que lo rodea y los aisla. Una vez se retire la cápsula, se debe realizar la reconstrucción mamaria con el tejido restante de la paciente.
Para evitar grandes cicatrices es importante la técnica que se emplee. “Uso la Bralan, que es reconstrucción mamaria anatómica con elevación natural del tejido. Por eso, la cicatriz siempre es en forma de L, dejando la zona del escote libre de cicatrices”, anota el doctor González, y añade que en el caso de las mujeres “con sospecha de síndrome de Asia es claro que pasan a confirmación al presentar mejoría posexplantación”. Aunque las mujeres consultadas para este reportaje han mejorado sus cuadros clínicos, aún quedan secuelas. A Carolina solo le retiraron la mitad del tumor, pues está muy cerca de la parte que articula el lenguaje.
La actriz Amada Rosa Pérez tuvo que someterse a una cirugía para retirar los biopolímeros que tenía en la cola. “Duré seis meses sin poderme sentar bien. Me hice la cirugía que es en forma de mariposa. Te abren la cola como un libro”, cuenta. Después pudo someterse a una explantación mamaria. En la cirugía se dieron cuenta que el plástico de sus implantes estaba muy pegado a las costillas. “La cápsula periprotésica la mandaron a patología y el resultado fue alogenosis latrogénica, un daño en los tejidos”, añade. Aunque ya no tiene sus prótesis mamarias aún persisten algunas secuelas en su cuerpo. “Se me caen las cosas de las manos. A veces presento algunas crisis y me quedó un ardor en los pies, que no me deja estar de pie luego de un tiempo”, dice. Todavía le queda pendiente una cirugía para extraer el resto de silicona que queda en su cuerpo. “Ya no me importa cómo quede con las cicatrices, yo solo quiero recuperar mi vitalidad”, anota.
* Algunos nombres fueron cambiados por petición de las pacientes.
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Al igual que muchas niñas y mujeres, crecí con unos parámetros de belleza impuestos por una sociedad, unos estándares que me obligaban a ser 90, 60, 90. Me crié bajo el lema de “sin tetas no hay paraíso” y durante años busqué la forma de practicarme un aumento mamario, una de las cirugías más comunes en Colombia. Cada año se realizan 42.774 mamoplastias, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica. Mientras indagaba cuáles eran las mejores prótesis para mí, me encontré con un grupo de mujeres que se habían operado hace más de 20 años y ahora luchaba por quitarse sus prótesis. Sus historias eran el reflejo de un tema del que poco se habla: los explantes mamarios.
Angeline Moncayo, una reconocida actriz colombiana, era una de ellas. Por medio de sus redes sociales retrató los síntomas y cambios que sufrió su cuerpo luego del recambio de sus prótesis mamarias. La primera cirugía se la realizó a los 18 años por “una serie de inseguridades que arrastraba desde muy pequeña”, confiesa. Desde esa intervención su respiración cambió, pero se lo atribuyó a las secuelas del asma que había padecido en su infancia. También empezó a presentar gripas muy fuertes y a tener vértigo; sin embargo, culpaba al estrés causado por el trabajo. Normalizó cada uno de los síntomas que fue presentando.
Antes de los 30 años, Angeline fue diagnosticada con tiroides de hashimoto, un trastorno autoinmunitario que afecta a la glándula tiroides, encargada de producir hormonas que regulan varias de las funciones del cuerpo. Por recomendación médica, tuvo que someterse en 2008 a un recambio de implantes. “Hay tantos vacíos en la información cuando te operas, que no me dijeron que las siliconas hay que cambiarlas cada cierto tiempo. Varios doctores incluso señalan que son de por vida”, dice. Pasó a unos texturizados. De acuerdo con la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, este tipo de silicona “tienden a pegarse más a la cápsula periprotésica, el tejido que genera el cuerpo alrededor del implante”. (También puede leer: Cosas que debe saber antes de donar óvulos por $2 millones)
En 2019, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) vinculó a este tipo de prótesis con el linfoma anaplásico de células grandes, un tipo inusual de cáncer del sistema inmunitario. Pero, antes de su retiro, ya se les habían puesto a más de 4.000 mujeres. Entre ellas estaba la periodista Patricia Arango. Su primer aumento de senos se lo hizo a los 18 años para ir a Miss Colombia. “Me dijeron que si no lo hacía, no tenía chance de ganar”, cuenta. Para su tercer recambio le implantaron detrás del músculo pectoral prótesis texturizadas. “Ahí comenzó mi infierno”, dice. Tanto a Patricia como a Angeline les diagnosticaron el extraño síndrome de Asia.
Dudas y certezas sobre el síndrome de Asia
Más de dos mil mujeres, según la FDA, que se han practicado una mamoplastia informaron que, tras el procedimiento, desarrollaron fuertes dolores de cabeza, musculares y articulares, debilidad, dificultades cognitivas y cansancio, inclusive enfermedades autoinmunes. Algunos médicos catalogaron esta constelación de síntomas como la enfermedad del implante mamario o el síndrome de Asia, unas siglas que traducen: Autoinmune-Autoinflamatorio Inducido por Adyuvantes. Como señala la Sociedad Argentina de Mastología, se trata de “una enfermedad poco frecuente que se da como una reacción autoinmune o autoinflamatoria, atribuida a una sustancia extraña al organismo”. En este caso es la silicona o los biopolímeros.
Catherine Barón, cirujana plástica, estética y reconstructiva e integrante de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, explica que este es un tema relativamente nuevo, del que se empezó a hablar hace cerca de 10 años. “Se ha relacionado más con la colocación de implantes y otro tipo de elementos que se ponen dentro del cuerpo”, añade. Barón advierte que es difícil diagnosticarlo porque, a pesar de que se han asociado una serie de síntomas, “son inespecíficos y pueden estar relacionados con otras enfermedades, como las autoinmunes. Además, varían de una persona a otra”, dice. Otra de las falencias está en que son pocas las investigaciones que se han adelantado, aunque algunas revisiones dan pistas. (Le puede interesar: Algo extraño está pasando con los medicamentos en Colombia)
En un artículo publicado en enero de este año en la revista Expert Review of Clinical Immunology, el equipo encabezado por Jan Willem Cohen Tervaert, profesor y director del Departamento de Reumatología de la Universidad de Alberta, en Canadá, recopiló parte de la evidencia que ha tratado de entender la enfermedad de los implantes mamarios. “Debido a la activación inmunitaria crónica, las pacientes pueden desarrollar alergias, enfermedades autoinmunes, deficiencias inmunitarias y linfomas”, reseña el texto. Lo que sugiere una relación causal entre los implantes y los síntomas asociados al síndrome de Asia, aunque la “morbilidad es variable (...) Por eso, remover los implantes es el tratamiento más efectivo”, concluyen.
Otro artículo, publicado en 2020 en Gynécologie Obstétrique Fertilité & Sénologie y liderado por Elodie Cordel, ginecóloga del Departamento de Cirugía del Instituto Europeo del Cáncer de Estrasburgo (ICANS), se basó en realizar una búsqueda de los artículos publicados entre 2011 y 2019 que hablaban sobre el síndrome de Asia. Hallaron que en este lapso había 126 casos con complicaciones en las prótesis, entre las que se encontraban fatiga, dolores musculares y en las articulaciones, debilidad muscular, artritis, trastornos del sueño, taquicardia y dolor torácico. En sus conclusiones,pedían que las mujeres fuesen informadas “de manera clara, justa y adecuada de nuestras incertidumbres sobre el síndrome de Asia”.
En otro artículo de Immunologic Research, publicado en julio de 2016, revisaron la literatura publicada entre 2011 y 2016 sobre el síndrome de Asia para detectar casos graves. Encontraron 305 que compartían síntomas como “afectación de órganos importantes, presentaban condiciones mortales o discapacidades”. En ese entonces los investigadores, liderados por Luis Jara, doctor del Departamento de Reumatología del Hospital de Especialidades Centro Médico Nacional La Raza (México), advirtieron que “se debían hacer esfuerzos para descubrir la conexión entre adyuvantes, autoinmunidad y enfermedades autoinmunes”.
Una de las dificultades asociadas al síndrome de Asia tiene que ver con la dificultad para diagnosticarlo. Las pacientes deben pasar por muchos especialistas. A Patricia, por ejemplo, tras su primer aumento mamario, le salió un quiste en el seno, se le ponían las uñas moradas y empezó a sufrir de la tiroides. Su condición médica se complicó cuando se mudó a Miami, Estados Unidos. “El clima caliente hizo que mis implantes sudaran y botaran silicona. Mis prótesis no estaban rotas”, asegura. Además, fue diagnosticada con infertilidad inexplicable, que se presenta cuando no tiene éxito el embarazo, aunque el semen y las trompas uterinas son normales y la ovulación es regular. (Le podría interesar: Endometriosis: cuando la normalización del dolor menstrual invisibiliza una enfermedad)
Todos los signos de Patricia empeoraron después de su segundo embarazo, a sus 30 años. “Mi cuerpo empezó a colapsar”, comenta. Tuvo fatiga crónica, dolores musculares, taquicardia, cansancio, neuropatías y corrientazos en los pies. “Todos los exámenes salían bien, pero me sentía mal, además el dolor me estaba enloqueciendo, creí que era hipocondríaca”, añade. Su condición médica se fue deteriorando y, por los signos que presentaba, inclusive le aseguraron que tendría esclerosis múltiple. En una resonancia, por casualidad, le encontraron un meningioma, un tumor que surge de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. “Antes de mi tercer recambio no tenía ese tumor”, cuenta.
El cuerpo de Angeline también colapsó después de su embarazo. Le dio mastitis, su piel se tornó gris, la cara se le hinchó, le salieron edemas en los ojos, perdió la concentración, la memoria se le redujo, le salieron morados sin explicación, le dio fatiga crónica, sus uñas dejaron de crecer hacia arriba, lo hacían hacia los lados, y la diagnosticaron con rectificación cervical, una patología que se presenta cuando se pierde o disminuye la curvatura normal de la columna. A pesar de que eran bastantes síntomas, todos sus exámenes salían bien. “El ‘nunca había visto un caso de estos’ de los médicos se volvió mi diario vivir”, dice. Por eso publicó un diario en sus redes sociales, en el que contaba su experiencia. Lo llamó Asia Recovery.
Varias mujeres llegaron a sus publicaciones para contar sus testimonios. Luisa* se sometió a un aumento de senos con Francisco Sales Puccini, cuando se promocionaba como uno de los mejores cirujanos plásticos y estéticos. La operación se la realizó tres veces. “El primer implante se subió. Luego los pezones quedaron en el pliegue donde se dobla el seno con el tórax y después el pezón se abrió”, dice. Presentó dolor de cabeza, mareos, vértigo, desmayos, dolores articulares y en la espalda, pérdida de visión y de memoria. Además, fue diagnosticada con un aneurisma cerebral y un linfosarcoma, un tumor maligno del tejido linfático, que hace parte de la red del organismo que combate los gérmenes. (Le puede interesar: Las otras denuncias que ponen en aprietos al cirujano Carlos Sales Puccini)
Carolina*, de 45 años, también se identificó con el testimonio de Angeline. Antes de hacerse el recambio le encontraron un tumor en la cabeza del mismo tipo que el de Patricia. Preguntó si había alguna posibilidad de quitarse los implantes, pero un doctor se limitó a decirle que “los senos le iban a quedar como dos huevos fritos”, dice. Margarita Castillo también recibió una respuesta negativa. “Duré tres años con migraña, pero las resonancias salían bien. Era tanto el dolor que me ponían morfina y no se iba. Me dijeron que tenía algo mental, porque no había respuesta médica”, cuenta. La hospitalizaron dos veces en una clínica siquiátrica al ser diagnosticada con ataques de pánico, depresión y ansiedad severa.
Explantes mamarios, ¿una solución?
Explantar sus prótesis fue una solución a la que llegó Patricia en 2015, antes de que le diagnosticaran el síndrome de Asia. Fue hasta Manizales y, antes de hablar de la posibilidad de un recambio, le pidió al doctor que le quitara sus prótesis. “Dijo que no. Que tocaba realizarme una reconstrucción y que, por las cicatrices, iba a quedar horrible”, cuenta. “Inclusive me dijo que pensara en mi marido, el periodista Félix de Bedout”, agrega. Su explantación la pudo hacer en 2020, solo dos meses después de su cirugía de cabeza. “Me abrieron la cabeza, me retiraron el tumor y parte del cráneo. Ahora tengo una platina y tornillos en esa zona. Una vez me desperté, programé mi explantación”, comenta. La historia de Luisa es diferente, pues por su cáncer y por el aneurisma que tiene, los médicos no han autorizado su intervención.
Algunas pacientes que desean retirarse sus prótesis se suelen encontrar con otra dificultad: una explatanción puede costar entre $28 y $34 millones, pues deben someterse a una reconstrucción en sus senos. Es una intervención que no está contemplada en el plan de las EPS, al considerarse una cirugía estética. Margarita, por ejemplo, cuenta que cada cita con el seguro podía tardar hasta tres meses, por eso tuvo que hacer el proceso con médicos particulares. Sandra Beltrán, actriz que se sometió a una explantación, tuvo que recurrir a una tutela pero, por la demora del trámite y la complicación de sus síntomas, optó por reunir el dinero para pagar el procedimiento. Juliana*, en cambio, ganó la tutela, pero tuvo muy mala suerte: le dejaron adentro la cápsula periprotésica, que es una envoltura fibrosa que crea el organismo alrededor de las prótesis y que puede generar una infección. (También puede ver: Turismo estético de Panamá a Cali: las acusaciones contra otro cirujano colombiano)
Alan González, cirujano plástico, integrante de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y uno de los doctores que se encargan de realizar explantes en Colombia, explica que es tal la complejidad de esta operación, que puede tardar entre dos y tres horas. “Está determinada por el número previo de intervenciones realizadas en el seno o la cantidad de tejido mamario que tiene la paciente”, dice. Se debe tener en cuenta que se debe retirar el implante y la totalidad de la cápsula que lo rodea y los aisla. Una vez se retire la cápsula, se debe realizar la reconstrucción mamaria con el tejido restante de la paciente.
Para evitar grandes cicatrices es importante la técnica que se emplee. “Uso la Bralan, que es reconstrucción mamaria anatómica con elevación natural del tejido. Por eso, la cicatriz siempre es en forma de L, dejando la zona del escote libre de cicatrices”, anota el doctor González, y añade que en el caso de las mujeres “con sospecha de síndrome de Asia es claro que pasan a confirmación al presentar mejoría posexplantación”. Aunque las mujeres consultadas para este reportaje han mejorado sus cuadros clínicos, aún quedan secuelas. A Carolina solo le retiraron la mitad del tumor, pues está muy cerca de la parte que articula el lenguaje.
La actriz Amada Rosa Pérez tuvo que someterse a una cirugía para retirar los biopolímeros que tenía en la cola. “Duré seis meses sin poderme sentar bien. Me hice la cirugía que es en forma de mariposa. Te abren la cola como un libro”, cuenta. Después pudo someterse a una explantación mamaria. En la cirugía se dieron cuenta que el plástico de sus implantes estaba muy pegado a las costillas. “La cápsula periprotésica la mandaron a patología y el resultado fue alogenosis latrogénica, un daño en los tejidos”, añade. Aunque ya no tiene sus prótesis mamarias aún persisten algunas secuelas en su cuerpo. “Se me caen las cosas de las manos. A veces presento algunas crisis y me quedó un ardor en los pies, que no me deja estar de pie luego de un tiempo”, dice. Todavía le queda pendiente una cirugía para extraer el resto de silicona que queda en su cuerpo. “Ya no me importa cómo quede con las cicatrices, yo solo quiero recuperar mi vitalidad”, anota.
* Algunos nombres fueron cambiados por petición de las pacientes.
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