“Soy un ejemplo de que se puede derrotar este trastorno”: Gabriela Delgado
Gabriela Delgado tiene 27 años de edad pero desde niña, apenas en sus 9, enfrentó trastornos de conducta alimentaria (TCA), originados en el acoso escolar que sufrió por sus “cachetes y panza”. Hoy es la fundadora de un consultorio psicológico, con sede física, que nació de sus confesiones de paciente solitaria en su cuenta de Instagram. Psicólogas y nutricionistas reciben a personas con padecimientos de este tipo, estigmatizados o minimizados por falta de conocimientos sobre su gravedad.
Durante varios años sufrió la enfermedad conocida como trastorno alimenticio o trastorno de conducta alimentaria (TCA). ¿Por qué se demoró tanto tiempo sin saber que la padecía?
Fui diagnosticada con bulimia nerviosa en 2018, después de años de sufrirla sin saberlo. La descubrimos con mi psicóloga mientras ella examinaba un episodio de vómitos que tuve. Probablemente todo se había originado, para mí, en el colegio, cuando era una niña de nueve años, con cachetes y panza. El “bullying” (acoso escolar) de que fui víctima entonces me hizo creer que para ser aceptada tenía que ser delgada. Fue cuando comencé a provocarme vómitos, pero intuyendo que eso estaba mal y, por temor a enfermarme, decidí detenerme, hacia los 11 años. En mi adolescencia pensé que ya no tenía ningún problema porque había dejado de devolver los alimentos, pero no era cierto. La obsesión que tenía por el peso de mi cuerpo continuaba: pasé de trasbocar al uso de laxantes, al ejercicio excesivo y a los ayunos. Después, por mi psicóloga, supe que todas esas conductas eran características de la bulimia.
¿Cuántos años estuvo enferma y cómo empezó a sospechar que tenía un problema grave de salud?
Cuando fui víctima de “bullying” una amiga de mi edad (nueve) me aconsejó que vomitara todo lo que comía para que estuviera “flaca como yo”, según me dijo. Empecé a hacerlo: devolvía todo. Como dije, sabía que algo andaba mal, pero me gratificaba lucir delgada. Aparecieron los síntomas: gastritis, amenorrea (ausencia de flujo menstrual), gingivitis (inflamación de las encías), entre otras enfermedades. Pero no hablaba de eso con nadie. Durante esos dos años la gastritis empeoró, mi cuerpo prácticamente no tenía defensas y pesaba 45 kilos. Por eso dejé de inducirme el vómito. Sin embargo, entre los 12 a 19 años tuve conductas compensatorias con el fin de estar baja de peso. Además de las dietas y del ejercicio en exceso, tomaba pastillas adelgazantes y usaba laxantes. Apareció un cuadro de ansiedad y depresión. Le conté a mi psicóloga y ella me dijo que –aunque no vomitara– padecía de bulimia, porque tenía conflictos con mi cuerpo y la comida. Fue cuando inicié el proceso de recuperación.
¿En qué consiste el síndrome de trastorno de conducta alimentaria? ¿Cómo puede enterarse quien lo padece, que está enfermo sin tener conciencia de ello?
La cultura de la dieta se ha extendido tanto, que la obsesión por el peso corporal, el control sobre el tamaño, la forma y la apariencia del cuerpo (“body checking”), las dietas restrictivas y el uso constante de pastillas “mágicas” para adelgazar, aunque son fuertes señales de alerta, no sueltan las alarmas. El trastorno de conducta alimentaria se caracteriza por el miedo irracional a subir de peso. Esto explica conductas recurrentes, como las que ya he comentado: el uso de laxantes, vómitos autoinducidos, ejercicio en excesivo y otros más, por ejemplo ayunos prolongados o atracones (excesos incontrolados) de comida. Los síntomas biológicos varían, pero los más comunes son pérdida o aumento de peso excesivo, desnutrición severa, problemas cardíacos y digestivos, osteoporosis, entre otros. En el fondo, estas conductas responden a un deseo profundo de modificar la imagen corporal para alcanzar el ideal inalcanzable del aspecto físico “perfecto” que la sociedad promueve.
¿Cuánta responsabilidad tiene en el desarrollo de estos casos extremos de trastorno alimentario la publicidad comercial con mujeres y hombres modelos idealizados de un patrón de belleza física único?
Tiene cierta responsabilidad, pero no es la causa del problema. El TCA es, en su raíz, un mecanismo de defensa ante situaciones complejas y el síntoma de un malestar psicológico profundo. Si bien existen las violencias estéticas, la “gordofobia”, los estereotipos inalcanzables y la presión de las redes sociales, no todo el mundo desarrolla esta enfermedad que puede llegar a ser muy grave. También influyen factores genéticos y emocionales, como la baja autoestima, la ansiedad, el perfeccionismo y las experiencias traumáticas familiares. En resumen, si bien la búsqueda de la “perfección” física es un factor significativo en el desencadenamiento de estos trastornos, no es el único ni el más importante factor.
La bulimia y la anorexia, ¿son los únicos trastornos alimentarios o hay otros?
La bulimia y la anorexia son los más conocidos, pero no los únicos. En mi caso, y en el de muchos otros pacientes, puede haber concurrencia de males. Por ejemplo, tenía bulimia, pero también padecía trastorno por atracón, que consiste en comer de manera compulsiva. Lo confundía con el hecho de tener hambre hasta cuando un especialista me enteró que se trataba de una enfermedad grave. Existen otros males alimentarios igualmente serios y con delicadas consecuencias para la salud. Uno de ellos es el trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (ingerir muy poca cantidad de alimentos o evitar el consumo de otros). También están la ortorexia u obsesión por la comida sana, y la vigorexia, obsesión por la musculatura y el estado físico. Todas estas enfermedades afectan la salud física y mental con riesgos adicionales de depresión, ansiedad y baja autoestima. Estudios serios, como uno de la Universidad de Barcelona, muestran que los TCA constituyen una de las principales causas de mortalidad en salud mental.
¿Cuál es la diferencia entre la bulimia y la anorexia que parecen presentarse con tanta frecuencia en las personas jóvenes?
Pueden parecer diferentes a primera vista, pero comparten más similitudes de las que se podría pensar. La bulimia se caracteriza por episodios de atracones (consumo excesivo de comida en poco tiempo), seguidos de conductas compensatorias con las que se busca perder peso o evitar su aumento, como las que he mencionado: vómito inducido, uso de laxantes o ejercicio excesivo. La anorexia se caracteriza por la restricción severa de la ingesta de alimentos, llevando a la pérdida de peso extrema y a un miedo intenso a aumentar peso, incluso cuando la persona está peligrosamente delgada. Aunque parecen opuestas, la bulimia y la anorexia comparten una imagen física distorsionada y temor profundo al peso corporal. Ambas pueden surgir como resultado de conflictos emocionales y psicológicos similares y en los dos trastornos los efectos pueden ser devastadores tanto para la salud física (problemas cardiovasculares o desequilibrios metabólicos) como para la salud mental (depresión, aislamiento social, e incluso riesgo de suicidio).
¿Por qué los anoréxicos y los bulímicos no son conscientes de su enfermedad?
Las personas con TCA suelen ser inconscientes de su enfermedad debido a la distorsión mental de su imagen y a factores psicológicos profundos. En muchos casos los trastornos alimentarios producen una percepción alterada del cuerpo, de tal modo que quienes los padecen no reconocen la gravedad de su bajo peso ni de los comportamientos dañinos. La negación puede actuar como un mecanismo de defensa para no enfrentar la ansiedad, el miedo y las emociones negativas relacionadas con la comida y la apariencia física. La enfermedad también puede convertirse en una forma de mantener control sobre la vida y lidiar con emociones difíciles, lo que refuerza la negación del problema y dificulta la búsqueda de ayuda. Parte de esta inconsciencia es la falta de información. Aunque desde “Hablando Solas” trabajamos para crear contenido de valor, en redes sociales abundan cuentas que sugieren dietas y estilos de vida que impactan de modo negativo a quienes padecen un TCA.
¿Cómo nace la fundación a la que le dio el nombre de “Hablando Solas” y cómo funciona hoy?
Cuando la psicóloga me diagnosticó con bulimia, decidí abrir una cuenta de Instagram y ponerle “Hablando Solas” porque era lo que hacía durante mi período de trastorno. Terminé llamándola “Hablando Solas”, en plural, porque el nombre ya estaba registrado en singular. En esa cuenta escribía mis pensamientos sobre mi proceso de recuperación. Poco a poco el sitio se transformó en una comunidad de quienes, como yo, padecíamos un TCA. En 2020 y, por la pandemia que tanto afectó nuestra salud mental, los mensajes de personas pidiéndome ayuda aumentaron. Esto produjo, en mí, la necesidad de brindar ayuda real, y decidí convertir esa cuenta en una fundación que brindara un tratamiento especializado para TCA, empático, respetuoso y a bajo costo para todas las que “hablamos a solas” de este problema. Aunque tuvimos que modificar la figura de fundación, continuamos brindando apoyo y no solo a mujeres, sino también a hombres y a menores de edad que aspiran a recuperarse.
“Hablando solas”, ¿cómo se sostiene económicamente?
En Colombia existe la percepción de que crear y mantener una fundación es sencillo. Sin embargo, la realidad es más compleja. Soñaba con tener apoyo, pero los ingresos eran muy variables y dejaban poca posibilidad de subsistir. Como debía pagarle a la primera psicóloga que empezó a trabajar en “Hablando Solas”, empezamos a atender a pacientes “probono” y con cobro. Los primeros, de manera gratuita, para quienes no pueden pagar nada, y a los segundos, o sea aquellos que sí tienen capacidad económica, se les cobra una tarifa mínima y otras que son muy bajas. Hoy en día somos sostenibles gracias al apoyo de nuestra comunidad y nuestros pacientes.
¿Qué tipo de atención proporciona “Hablando Solas”?
Nuestro objetivo es brindar un servicio integral, respetuoso y sin el estigma del peso a personas con trastornos de conducta alimentaria mediante terapia psicológica, psiquiátrica y nutrición. Creemos en la diversidad corporal y también en la importancia de tener varias alternativas terapéuticas. Todos somos diferentes, y por eso no nos funciona el mismo tratamiento. Debido a esta circunstancia, nuestro equipo está conformado por mujeres profesionales con diferentes enfoques clínicos: cognitivo conductual, Gestalt y psicoanalítico. Todas ellas cuentan con la experiencia exigida para el manejo de TCA y con especializaciones y maestrías de institutos expertos en el tema, de entidades educativas del exterior.
¿Qué quiere decir el concepto “diversidad corporal”?
Que celebramos y reconocemos la existencia de diferentes y variados tipos de cuerpos en tamaños, formas, peso, olor de piel, edad, género, entre otras. Diversidad corporal alude al reconocimiento de las diferencias corporales.
Para su entidad, ¿es positivo y sano tener sobrepeso? ¿Cómo explican a quienes les consultan cuál es el peso ideal sin que lleguen a obsesionarse con alguna meta?
Evitamos los extremismos: ni sobrepeso ni desnutrición. Nos basamos en los estudios clínicos de cada persona. Y de acuerdo con los resultados de los exámenes individuales, se adapta el tratamiento para cumplir con lo que la salud nutricional requiere, enfatizando en que el objetivo final no es el de bajar o subir de peso, sino el del bienestar psicológico y físico de cada uno.
Hay otras entidades privadas que prestan servicios médicos a pacientes con trastorno alimenticio en el país, imagino que algunas con especialistas en medicina alimentaria. ¿Cuál es la diferencia con “Hablando Solas”?
Sí existen, pero lastimosamente solo están al alcance de quienes tienen recursos económicos. Y se considera erróneamente que los TCA son enfermedades asociadas principalmente con personas de altos ingresos. Las falencias en nuestro sistema de salud pública llevan a que la recuperación de este tipo de trastornos sea un privilegio. Hay casos en los que, aun cuando los pacientes puedan acceder a atención médica, el sistema de salud solo les brinda citas cada dos meses. O se encuentran con profesionales que no tienen un protocolo claro para abordar los TCA, lo que puede derivar en recomendaciones inadecuadas, minimizar las preocupaciones de quienes consultan con respuestas como que están “exagerando” o desestimando sus síntomas. Este tipo de orientaciones pueden tener un impacto emocional significativo, agravando la condición y dificultando la recuperación de los pacientes. En “Hablando Solas” hemos tenido la experiencia de atender a personas que enfrentan dificultades económicas tan serias, que ni siquiera pueden costear una EPS. Esa fue mi motivación principal para crear “Hablando Solas”.
Si los o las pacientes de este trastorno no reciben tratamientos adecuados, ¿pueden perder la vida o sufrir daño irreparable?
Si las personas con TCA no reciben tratamiento, el daño a su cuerpo puede llegar a ser fatal. Estos trastornos suelen producir complicaciones graves, como fallos cardíacos, insuficiencia renal, osteoporosis severa, daño gastrointestinal y desequilibrios electrolíticos que provocan paros cardíacos. El punto de “no retorno” es difícil de precisar, ya que depende del estado físico, la duración de la enfermedad y la resiliencia de cada cuerpo. Se considera que el riesgo es crítico cuando los órganos vitales han sufrido daño irreversible o cuando la pérdida de peso es tan extrema que el cuerpo ya no puede recuperarse, incluso con tratamiento intensivo. Esto puede ocurrir después de varios años de sufrimiento sin intervención adecuada. Insisto: acceder a un servicio digno para TCA en este país no es del todo posible para quienes no tienen recursos, y es algo que debería cambiar.
Una persona que lea esta entrevista, que se reconozca como paciente de trastorno alimentario y que no haya sido capaz de dar el paso de confesarlo y consultar, ¿cómo puede superar la barrera del aislamiento? ¿Qué les diría?
Si el malestar está afectando áreas de la vida, hay frustración y desesperación, las personas que sufren TCA deben saber que no están solas, que existen otros que pueden acompañarlas con empatía, conocimiento y afecto. También les diría que soy un ejemplo de que se puede tener éxito en esta batalla. Las invito a dar el primer paso.
“Recuperación posible pero síntomas pueden reaparecer”
Quien ha padecido trastorno alimentario y se haya recuperado, ¿estará toda la vida en riesgo de recaer como suele suceder con los adictos al alcohol, o se cura definitivamente?
No se trata de si se cura o no. La recuperación es posible pero los síntomas pueden reaparecer. Marcan la diferencia, las herramientas para gestionar situaciones y emociones que lleven a la reaparición de los síntomas. Quienes se hayan recuperado pero sufran una nueva crisis, si cuentan con un trayecto de tratamiento exitoso, también tendrán mecanismos para enfrentarla. En vez de pensar en la “curación absoluta”, hay que considerar que la recuperación consiste en un proceso con continuidad.
¿Cuáles son las novedades de un proyecto de ley que cursa en el Congreso sobre este tema?
Con el proyecto de ley del año 2023 “por medio de la cual se fortalece la Ley 1616 de 2013, la Política Nacional de Salud Mental y se dictan otras disposiciones”, se busca que el Ministerio de Salud actualice los protocolos, guías y rutas de atención para la promoción y prevención, intervención, tamizaje, paliación y orientación en salud mental y trastornos de la conducta alimentaria puesto que los que existen son insuficientes y no hay garantías de atención a los pacientes.
Adolescentes hacen dieta aunque tengan el peso adecuado
Comparados con pacientes de países de la región latinoamericana, ¿el número y gravedad de casos de los colombianos con TCA es mayor o menor?
Lamentablemente hay escasez de estudios en la región. Pero, por un informe de la Fundación La Casita, de Buenos Aires, un centro especializado en TCA, sabemos que Argentina es el segundo país en el mundo con mayor cantidad de casos, después de Japón y por encima de Estados Unidos. En Colombia, por el uso de redes sociales como canal para lograr aprobación de la autoimagen y satisfacción corporal, puede aumentar el riesgo de que se produzca o mantenga un trastorno de la conducta alimentaria lo que es un hecho especialmente grave pues “la alimentación correcta en la etapa de la adolescencia es crucial para el adecuado desarrollo del organismo, sobre todo, por todos los procesos hormonales que se llevan a cabo en el cuerpo”. Según la Encuesta Nacional De Salud Mental 2015, el 9,3 % de los adolescentes y una proporción similar de adultos jóvenes colombianos reportaron algún comportamiento de riesgo para trastornos de la conducta alimentaria (TCA). El 10 % de los adolescentes con medidas corporales adecuadas, respondieron que hacen dietas no indicadas médicamente para perder peso.
Durante varios años sufrió la enfermedad conocida como trastorno alimenticio o trastorno de conducta alimentaria (TCA). ¿Por qué se demoró tanto tiempo sin saber que la padecía?
Fui diagnosticada con bulimia nerviosa en 2018, después de años de sufrirla sin saberlo. La descubrimos con mi psicóloga mientras ella examinaba un episodio de vómitos que tuve. Probablemente todo se había originado, para mí, en el colegio, cuando era una niña de nueve años, con cachetes y panza. El “bullying” (acoso escolar) de que fui víctima entonces me hizo creer que para ser aceptada tenía que ser delgada. Fue cuando comencé a provocarme vómitos, pero intuyendo que eso estaba mal y, por temor a enfermarme, decidí detenerme, hacia los 11 años. En mi adolescencia pensé que ya no tenía ningún problema porque había dejado de devolver los alimentos, pero no era cierto. La obsesión que tenía por el peso de mi cuerpo continuaba: pasé de trasbocar al uso de laxantes, al ejercicio excesivo y a los ayunos. Después, por mi psicóloga, supe que todas esas conductas eran características de la bulimia.
¿Cuántos años estuvo enferma y cómo empezó a sospechar que tenía un problema grave de salud?
Cuando fui víctima de “bullying” una amiga de mi edad (nueve) me aconsejó que vomitara todo lo que comía para que estuviera “flaca como yo”, según me dijo. Empecé a hacerlo: devolvía todo. Como dije, sabía que algo andaba mal, pero me gratificaba lucir delgada. Aparecieron los síntomas: gastritis, amenorrea (ausencia de flujo menstrual), gingivitis (inflamación de las encías), entre otras enfermedades. Pero no hablaba de eso con nadie. Durante esos dos años la gastritis empeoró, mi cuerpo prácticamente no tenía defensas y pesaba 45 kilos. Por eso dejé de inducirme el vómito. Sin embargo, entre los 12 a 19 años tuve conductas compensatorias con el fin de estar baja de peso. Además de las dietas y del ejercicio en exceso, tomaba pastillas adelgazantes y usaba laxantes. Apareció un cuadro de ansiedad y depresión. Le conté a mi psicóloga y ella me dijo que –aunque no vomitara– padecía de bulimia, porque tenía conflictos con mi cuerpo y la comida. Fue cuando inicié el proceso de recuperación.
¿En qué consiste el síndrome de trastorno de conducta alimentaria? ¿Cómo puede enterarse quien lo padece, que está enfermo sin tener conciencia de ello?
La cultura de la dieta se ha extendido tanto, que la obsesión por el peso corporal, el control sobre el tamaño, la forma y la apariencia del cuerpo (“body checking”), las dietas restrictivas y el uso constante de pastillas “mágicas” para adelgazar, aunque son fuertes señales de alerta, no sueltan las alarmas. El trastorno de conducta alimentaria se caracteriza por el miedo irracional a subir de peso. Esto explica conductas recurrentes, como las que ya he comentado: el uso de laxantes, vómitos autoinducidos, ejercicio en excesivo y otros más, por ejemplo ayunos prolongados o atracones (excesos incontrolados) de comida. Los síntomas biológicos varían, pero los más comunes son pérdida o aumento de peso excesivo, desnutrición severa, problemas cardíacos y digestivos, osteoporosis, entre otros. En el fondo, estas conductas responden a un deseo profundo de modificar la imagen corporal para alcanzar el ideal inalcanzable del aspecto físico “perfecto” que la sociedad promueve.
¿Cuánta responsabilidad tiene en el desarrollo de estos casos extremos de trastorno alimentario la publicidad comercial con mujeres y hombres modelos idealizados de un patrón de belleza física único?
Tiene cierta responsabilidad, pero no es la causa del problema. El TCA es, en su raíz, un mecanismo de defensa ante situaciones complejas y el síntoma de un malestar psicológico profundo. Si bien existen las violencias estéticas, la “gordofobia”, los estereotipos inalcanzables y la presión de las redes sociales, no todo el mundo desarrolla esta enfermedad que puede llegar a ser muy grave. También influyen factores genéticos y emocionales, como la baja autoestima, la ansiedad, el perfeccionismo y las experiencias traumáticas familiares. En resumen, si bien la búsqueda de la “perfección” física es un factor significativo en el desencadenamiento de estos trastornos, no es el único ni el más importante factor.
La bulimia y la anorexia, ¿son los únicos trastornos alimentarios o hay otros?
La bulimia y la anorexia son los más conocidos, pero no los únicos. En mi caso, y en el de muchos otros pacientes, puede haber concurrencia de males. Por ejemplo, tenía bulimia, pero también padecía trastorno por atracón, que consiste en comer de manera compulsiva. Lo confundía con el hecho de tener hambre hasta cuando un especialista me enteró que se trataba de una enfermedad grave. Existen otros males alimentarios igualmente serios y con delicadas consecuencias para la salud. Uno de ellos es el trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (ingerir muy poca cantidad de alimentos o evitar el consumo de otros). También están la ortorexia u obsesión por la comida sana, y la vigorexia, obsesión por la musculatura y el estado físico. Todas estas enfermedades afectan la salud física y mental con riesgos adicionales de depresión, ansiedad y baja autoestima. Estudios serios, como uno de la Universidad de Barcelona, muestran que los TCA constituyen una de las principales causas de mortalidad en salud mental.
¿Cuál es la diferencia entre la bulimia y la anorexia que parecen presentarse con tanta frecuencia en las personas jóvenes?
Pueden parecer diferentes a primera vista, pero comparten más similitudes de las que se podría pensar. La bulimia se caracteriza por episodios de atracones (consumo excesivo de comida en poco tiempo), seguidos de conductas compensatorias con las que se busca perder peso o evitar su aumento, como las que he mencionado: vómito inducido, uso de laxantes o ejercicio excesivo. La anorexia se caracteriza por la restricción severa de la ingesta de alimentos, llevando a la pérdida de peso extrema y a un miedo intenso a aumentar peso, incluso cuando la persona está peligrosamente delgada. Aunque parecen opuestas, la bulimia y la anorexia comparten una imagen física distorsionada y temor profundo al peso corporal. Ambas pueden surgir como resultado de conflictos emocionales y psicológicos similares y en los dos trastornos los efectos pueden ser devastadores tanto para la salud física (problemas cardiovasculares o desequilibrios metabólicos) como para la salud mental (depresión, aislamiento social, e incluso riesgo de suicidio).
¿Por qué los anoréxicos y los bulímicos no son conscientes de su enfermedad?
Las personas con TCA suelen ser inconscientes de su enfermedad debido a la distorsión mental de su imagen y a factores psicológicos profundos. En muchos casos los trastornos alimentarios producen una percepción alterada del cuerpo, de tal modo que quienes los padecen no reconocen la gravedad de su bajo peso ni de los comportamientos dañinos. La negación puede actuar como un mecanismo de defensa para no enfrentar la ansiedad, el miedo y las emociones negativas relacionadas con la comida y la apariencia física. La enfermedad también puede convertirse en una forma de mantener control sobre la vida y lidiar con emociones difíciles, lo que refuerza la negación del problema y dificulta la búsqueda de ayuda. Parte de esta inconsciencia es la falta de información. Aunque desde “Hablando Solas” trabajamos para crear contenido de valor, en redes sociales abundan cuentas que sugieren dietas y estilos de vida que impactan de modo negativo a quienes padecen un TCA.
¿Cómo nace la fundación a la que le dio el nombre de “Hablando Solas” y cómo funciona hoy?
Cuando la psicóloga me diagnosticó con bulimia, decidí abrir una cuenta de Instagram y ponerle “Hablando Solas” porque era lo que hacía durante mi período de trastorno. Terminé llamándola “Hablando Solas”, en plural, porque el nombre ya estaba registrado en singular. En esa cuenta escribía mis pensamientos sobre mi proceso de recuperación. Poco a poco el sitio se transformó en una comunidad de quienes, como yo, padecíamos un TCA. En 2020 y, por la pandemia que tanto afectó nuestra salud mental, los mensajes de personas pidiéndome ayuda aumentaron. Esto produjo, en mí, la necesidad de brindar ayuda real, y decidí convertir esa cuenta en una fundación que brindara un tratamiento especializado para TCA, empático, respetuoso y a bajo costo para todas las que “hablamos a solas” de este problema. Aunque tuvimos que modificar la figura de fundación, continuamos brindando apoyo y no solo a mujeres, sino también a hombres y a menores de edad que aspiran a recuperarse.
“Hablando solas”, ¿cómo se sostiene económicamente?
En Colombia existe la percepción de que crear y mantener una fundación es sencillo. Sin embargo, la realidad es más compleja. Soñaba con tener apoyo, pero los ingresos eran muy variables y dejaban poca posibilidad de subsistir. Como debía pagarle a la primera psicóloga que empezó a trabajar en “Hablando Solas”, empezamos a atender a pacientes “probono” y con cobro. Los primeros, de manera gratuita, para quienes no pueden pagar nada, y a los segundos, o sea aquellos que sí tienen capacidad económica, se les cobra una tarifa mínima y otras que son muy bajas. Hoy en día somos sostenibles gracias al apoyo de nuestra comunidad y nuestros pacientes.
¿Qué tipo de atención proporciona “Hablando Solas”?
Nuestro objetivo es brindar un servicio integral, respetuoso y sin el estigma del peso a personas con trastornos de conducta alimentaria mediante terapia psicológica, psiquiátrica y nutrición. Creemos en la diversidad corporal y también en la importancia de tener varias alternativas terapéuticas. Todos somos diferentes, y por eso no nos funciona el mismo tratamiento. Debido a esta circunstancia, nuestro equipo está conformado por mujeres profesionales con diferentes enfoques clínicos: cognitivo conductual, Gestalt y psicoanalítico. Todas ellas cuentan con la experiencia exigida para el manejo de TCA y con especializaciones y maestrías de institutos expertos en el tema, de entidades educativas del exterior.
¿Qué quiere decir el concepto “diversidad corporal”?
Que celebramos y reconocemos la existencia de diferentes y variados tipos de cuerpos en tamaños, formas, peso, olor de piel, edad, género, entre otras. Diversidad corporal alude al reconocimiento de las diferencias corporales.
Para su entidad, ¿es positivo y sano tener sobrepeso? ¿Cómo explican a quienes les consultan cuál es el peso ideal sin que lleguen a obsesionarse con alguna meta?
Evitamos los extremismos: ni sobrepeso ni desnutrición. Nos basamos en los estudios clínicos de cada persona. Y de acuerdo con los resultados de los exámenes individuales, se adapta el tratamiento para cumplir con lo que la salud nutricional requiere, enfatizando en que el objetivo final no es el de bajar o subir de peso, sino el del bienestar psicológico y físico de cada uno.
Hay otras entidades privadas que prestan servicios médicos a pacientes con trastorno alimenticio en el país, imagino que algunas con especialistas en medicina alimentaria. ¿Cuál es la diferencia con “Hablando Solas”?
Sí existen, pero lastimosamente solo están al alcance de quienes tienen recursos económicos. Y se considera erróneamente que los TCA son enfermedades asociadas principalmente con personas de altos ingresos. Las falencias en nuestro sistema de salud pública llevan a que la recuperación de este tipo de trastornos sea un privilegio. Hay casos en los que, aun cuando los pacientes puedan acceder a atención médica, el sistema de salud solo les brinda citas cada dos meses. O se encuentran con profesionales que no tienen un protocolo claro para abordar los TCA, lo que puede derivar en recomendaciones inadecuadas, minimizar las preocupaciones de quienes consultan con respuestas como que están “exagerando” o desestimando sus síntomas. Este tipo de orientaciones pueden tener un impacto emocional significativo, agravando la condición y dificultando la recuperación de los pacientes. En “Hablando Solas” hemos tenido la experiencia de atender a personas que enfrentan dificultades económicas tan serias, que ni siquiera pueden costear una EPS. Esa fue mi motivación principal para crear “Hablando Solas”.
Si los o las pacientes de este trastorno no reciben tratamientos adecuados, ¿pueden perder la vida o sufrir daño irreparable?
Si las personas con TCA no reciben tratamiento, el daño a su cuerpo puede llegar a ser fatal. Estos trastornos suelen producir complicaciones graves, como fallos cardíacos, insuficiencia renal, osteoporosis severa, daño gastrointestinal y desequilibrios electrolíticos que provocan paros cardíacos. El punto de “no retorno” es difícil de precisar, ya que depende del estado físico, la duración de la enfermedad y la resiliencia de cada cuerpo. Se considera que el riesgo es crítico cuando los órganos vitales han sufrido daño irreversible o cuando la pérdida de peso es tan extrema que el cuerpo ya no puede recuperarse, incluso con tratamiento intensivo. Esto puede ocurrir después de varios años de sufrimiento sin intervención adecuada. Insisto: acceder a un servicio digno para TCA en este país no es del todo posible para quienes no tienen recursos, y es algo que debería cambiar.
Una persona que lea esta entrevista, que se reconozca como paciente de trastorno alimentario y que no haya sido capaz de dar el paso de confesarlo y consultar, ¿cómo puede superar la barrera del aislamiento? ¿Qué les diría?
Si el malestar está afectando áreas de la vida, hay frustración y desesperación, las personas que sufren TCA deben saber que no están solas, que existen otros que pueden acompañarlas con empatía, conocimiento y afecto. También les diría que soy un ejemplo de que se puede tener éxito en esta batalla. Las invito a dar el primer paso.
“Recuperación posible pero síntomas pueden reaparecer”
Quien ha padecido trastorno alimentario y se haya recuperado, ¿estará toda la vida en riesgo de recaer como suele suceder con los adictos al alcohol, o se cura definitivamente?
No se trata de si se cura o no. La recuperación es posible pero los síntomas pueden reaparecer. Marcan la diferencia, las herramientas para gestionar situaciones y emociones que lleven a la reaparición de los síntomas. Quienes se hayan recuperado pero sufran una nueva crisis, si cuentan con un trayecto de tratamiento exitoso, también tendrán mecanismos para enfrentarla. En vez de pensar en la “curación absoluta”, hay que considerar que la recuperación consiste en un proceso con continuidad.
¿Cuáles son las novedades de un proyecto de ley que cursa en el Congreso sobre este tema?
Con el proyecto de ley del año 2023 “por medio de la cual se fortalece la Ley 1616 de 2013, la Política Nacional de Salud Mental y se dictan otras disposiciones”, se busca que el Ministerio de Salud actualice los protocolos, guías y rutas de atención para la promoción y prevención, intervención, tamizaje, paliación y orientación en salud mental y trastornos de la conducta alimentaria puesto que los que existen son insuficientes y no hay garantías de atención a los pacientes.
Adolescentes hacen dieta aunque tengan el peso adecuado
Comparados con pacientes de países de la región latinoamericana, ¿el número y gravedad de casos de los colombianos con TCA es mayor o menor?
Lamentablemente hay escasez de estudios en la región. Pero, por un informe de la Fundación La Casita, de Buenos Aires, un centro especializado en TCA, sabemos que Argentina es el segundo país en el mundo con mayor cantidad de casos, después de Japón y por encima de Estados Unidos. En Colombia, por el uso de redes sociales como canal para lograr aprobación de la autoimagen y satisfacción corporal, puede aumentar el riesgo de que se produzca o mantenga un trastorno de la conducta alimentaria lo que es un hecho especialmente grave pues “la alimentación correcta en la etapa de la adolescencia es crucial para el adecuado desarrollo del organismo, sobre todo, por todos los procesos hormonales que se llevan a cabo en el cuerpo”. Según la Encuesta Nacional De Salud Mental 2015, el 9,3 % de los adolescentes y una proporción similar de adultos jóvenes colombianos reportaron algún comportamiento de riesgo para trastornos de la conducta alimentaria (TCA). El 10 % de los adolescentes con medidas corporales adecuadas, respondieron que hacen dietas no indicadas médicamente para perder peso.