Suecia le lleva la contraria al resto del mundo con el coronavirus

Los suecos decidieron nadar contra la corriente y no imponer una cuarentena estricta, como la mayoría de países. Mientras unos aplauden su estrategia y la envidian, otros la critican y esculcan con minuciosidad sus posibles fallas.

Pablo Correa - @pcorrea78
10 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
Suecia, con una población de 10 millones, sigue estando entre los 20 mejores del mundo en lo que respecta al número total de casos.   / AFP
Suecia, con una población de 10 millones, sigue estando entre los 20 mejores del mundo en lo que respecta al número total de casos. / AFP
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Los suecos decidieron llevar la contraria esta vez. Mientras en el mundo entero, desde China hasta Colombia, las cuarentenas alteraron las rutinas de ciudades y pueblos, se cerraron los restaurantes y los cines, los colegios y las universidades, no volvieron a encenderse millones de motores de buses, carros y motos, los suecos apostaron por sobrellevar la pandemia de una forma menos dramática, más libre. (Vea aquí toda la información sobre coronavirus)

Johan Giesecke, epidemiólogo sueco, profesor emérito del Instituto Karolinska, la misma institución que cada año tiene la tarea de asignar el Premio Nobel de Medicina, explicó la apuesta sueca en la revista The Lancet. La lógica es la siguiente: 1. Todas las personas tarde o temprano estarán expuestas al SARS-CoV-2. 2. La mayoría se infectarán. 3. Es muy poco lo que se puede hacer para detener la propagación y lo que se logra con las cuarentenas es simplemente retrasar los casos graves, pero reaparecen al levantar las restricciones.

“Espero que cuando contemos el número de muertes por COVID-19 en cada país en un año a partir de ahora, las cifras serán similares, independientemente de las medidas tomadas”, anotó Giesecke. Si ese será el resultado según los suecos, ¿para qué perturbar la vida de tantos millones de ciudadanos, poner en riesgo la economía y añadir más estrés a la amenaza que ya representa el coronavirus?

¿Y la vacuna? Para Giesecke, el virus se mueve mucho más rápido que nuestra posibilidad de tener una vacuna efectiva y disponible para la población. ¿Y el éxito de los países que impusieron cuarentenas a tiempo? Según Giesecke, simplemente aplazaron el problema para un futuro no muy lejano. “Nuestra tarea más importante no es detener la propagación, que es inútil, sino concentrarnos en dar a las desafortunadas víctimas atención óptima”, escribió.

Tan pronto alguien plantea el caso sueco en una conversación de mesa, en redes sociales, en medios de comunicación, ocurre lo de siempre: dos bandos dispuestos a sacarse los ojos para defender su posición sin mucho interés en los matices. Anders Tegnell es el cerebro detrás de la estrategia sueca. El médico y epidemiólogo al servicio del gobierno sueco ha conocido la fama a los 64 años. Su cara ya aparece estampada en camisetas y algunos más fanáticos hasta se la han tatuado. Tegnell parece nunca perder la compostura en los debates, incluso cuando lo acusan de haber impuesto una estrategia inmoral para sacrificar a una parte de la población. (Puede leer: Mire por qué Noruega, Finlandia, Dinamarca y Suecia son un éxito frente al coronavirus)

Tegnell y sus asesores apostaron a una estrategia “basada en la confianza”. Por un lado, conscientes de que el virus golpea más fuerte a las personas mayores, les recomendaron evitar el contacto social y trabajar desde casa. A los restaurantes, uno de los lugares de mayor riesgo de contagio, les pidieron tomar medidas para mantener la distancia entre sus clientes. A los universitarios sí los enviaron a estudiar desde la casa, pero mantuvieron abiertos los colegios para menores de 16 años. Las empresas, por supuesto, continuaron abiertas y muchos locales comerciales.

En una entrevista a la revista Nature, Tegnell trató de matizar el papel de irreverentes que les han asignando en medio de la pandemia: “Creo que se ha exagerado lo singular que es el enfoque. Como en muchos otros países, nuestro objetivo es aplanar la curva, frenar la propagación tanto como sea posible; de lo contrario, el sistema de salud y la sociedad corren el riesgo de colapsar”.

Esa es una primera aclaración importante. No es que los suecos no estén tomando medidas. Es que su población las ha tomado por su cuenta siguiendo las recomendaciones gubernamentales. De acuerdo con los reportes de movilidad que ofrece Google gratuitamente, las visitas de los suecos a centros comerciales, restaurantes, cafés y cines disminuyeron un 20 %, el transporte público decayó casi un 30 % y los desplazamientos a lugares de trabajo bajaron aproximadamente un 12 %. Lo que aumentó de forma considerable entre los suecos fueron las visitas a parques: 81 %.

Cuando le preguntaron si consideraba exitosa la estrategia en este punto, Tegnell fue honesto: “Es muy difícil saberlo; es muy temprano, de verdad. Cada país tiene que alcanzar la ‘inmunidad de rebaño’ [cuando una alta proporción de la población es inmune a una infección, lo que limita en gran medida la propagación de personas que no son inmunes] de una manera u otra, y vamos a alcanzarla de una manera diferente”.

La moneda común para medir el “éxito” de las estrategias por estos días de pandemia es el número de contagios y muertes. Y si se trata de eso, en el caso de Suecia todo depende de con quién se le compare. El número de muertos en Suecia superó los 3.000, aproximadamente 22 por cada 100.000 habitantes. Al lado de sus vecinos (Noruega, Finlandia y Dinamarca) luce mal. Noruega y Finlandia tienen menos de cuatro muertes por cada 100.000, mientras que en Dinamarca la cifra es de 7,3. Cuando los comparan con otros países europeos como Italia, España o Inglaterra sus números brillan. En el Reino Unido la tasa es cercana a los 182 por cada 100.000 habitantes.

Pero hacer comparaciones en este momento, siguiendo el argumento de Giesecke, sería como querer definir los ganadores de una maratón en el primer cuarto de la carrera. Por otro lado, los suecos han cumplido hasta ahora con uno de los objetivos comunes a todos los países: mantener el número de contagiados que exigen atención hospitalaria por debajo de la capacidad máxima del sistema de salud. Cerca del 20 % de las unidades de cuidado intensivo en Suecia permanecen disponibles.  (Lea también: Después de la cuarentena llega la “nueva normalidad”: ya nada será como antes)

En este sentido, la epidemióloga colombiana Zulma Cucunubá ha sido insistente y lo ha explicado muchas veces: “Las cuarentenas no son una solución permanente. Solo son una medida temporal que debe servir para evitar el colapso del sistema de salud, durar lo menos posible y usarse inteligentemente para plantear una estrategia sostenida de salida”.

Un problema no previsto en toda su dimensión por los suecos fue el de los ancianatos. “Subestimamos los problemas en los hogares de ancianos y cómo se aplicarían las medidas. Deberíamos haber controlado esto más a fondo”, dijo Tegnell.

La Autoridad de Salud Pública de Suecia informó que el coronavirus se propagó por el 75 % de las 101 residencias de ancianos en Estocolmo. Los empleados que laboran en ellas sufrieron escasez de equipos de protección personal, así como entrenamiento. Cerca del 50 % de las muertes reportadas en Suecia corresponden a estos ancianatos. Debido a esto en las últimas semanas se endurecieron las medidas de protección en estos lugares.

Como en todas las casas se cuecen habas, sobre Tegnell y el gobierno sueco también han llovido críticas. Hace unas tres semanas un grupo de 22 médicos, virólogos e investigadores suecos publicaron una carta en contra de la estrategia: “El enfoque debe cambiarse radical y rápidamente. A medida que el virus se propaga, es necesario aumentar la distancia social”. Tegnell rechazó las críticas, consideró que estaban basadas en cifras equivocadas e insistió en que el mayor problema estaba concentrado en los ancianatos.

Los suecos estiman que para los primeros días de mayo más de medio millón de personas en Estocolmo ya habían sido infectadas, lo que equivale a un 25 % de la población de la ciudad. Una cifra, que al menos a la capital sueca, la va acercando a lo que los epidemiólogos llaman “protección de rebaño”.

Después de casi dos meses de cuarentena, parece que el ejemplo de Suecia intentara ser planteado en Colombia como el nuevo modelo a copiar. Esto olvidando el viejo refrán de que no vivimos en “Dinamarca, sino en Cundinamarca”. Suecia, como lo sugirió el periódico The Guardian, sin duda tuvo en cuenta para controlar la propagación del virus su perfil demográfico (más del 50 % de los hogares son solteros) y una densidad de población relativamente baja de aproximadamente 25 personas por kilómetro cuadrado, en comparación con, por ejemplo, 205 en Italia y 259 en el Reino Unido. A lo que habría que sumar una cultura ciudadana diferente y distintos tipos de educación, entre muchas otras variables.

Por su parte Jonathan García Ruiz, investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad de los Andes en salud pública, recordaba esta semana, a propósito de un debate sobre las medidas tomadas frente a la pandemia a escala global, que los países de ingreso bajo y medio, “desde la Colonia dependemos (o nos han hecho depender) del norte global para responder a los retos de salud pública. Es natural que busquemos evidencia en el norte para tomar las mejores decisiones, pero tal vez es hora de empezar a creer que podemos resolver esto a nuestra manera. Tampoco es que tengamos otra alternativa”.

Tal vez estemos en un punto en que ni siquiera una receta nacional sea suficiente y lo más inteligente comienza a ser alentar estrategias mucho más localizadas. En Colombia, por ejemplo, la diferencia entre localidades como Leticia y Medellín es tan marcada como la de Suecia y Colombia. Incluso se comienzan a ver tendencias diferentes en el comportamiento de la pandemia en Bogotá y Medellín. (Podría leer: Plataforma de crowdfunding para apoyar emprendimientos sociales en medio del COVID-19)

A pesar de que hoy se publican cerca de 700 artículos científicos sobre coronavirus cada día, y antes del 2020 se publicaban en promedio 3.000 artículos sobre coronavirus al año, las preguntas sobre la pandemia siguen siendo muchas y necesitaremos tiempo para entender quién actuó mejor, quién tenía razón o, simplemente, quién tuvo suerte y quién no. “Cada nueva enfermedad es diferente y su epidemiología se aclara solo gradualmente y en retrospectiva”, reflexionaba esta semana en un ensayo el escritor de ciencia británico Matt Ridley: “¿COVID-19 se transmite principalmente por la respiración o al tocar? ¿Los niños lo transmiten sin enfermarse? ¿Por qué es mucho peor en Gran Bretaña que en Japón? ¿Por qué las personas obesas están especialmente en riesgo? ¿Cuántas personas lo han tenido? ¿Son inútiles los ventiladores después de todo? ¿Por qué no está explotando en India y África? ¿Habrá una segunda ola? Aún no tenemos respuestas a estas preguntas. Como resultado, no sabemos realmente qué funciona”.

 

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Por Pablo Correa - @pcorrea78

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