Tenemos que hablar más sobre depresión posparto
Aunque es un tema del que poco se habla, muchas mamás viven en silencio este trastorno. En los países de menos ingresos es más usual y, en Colombia, parece haber más casos en la Amazonia y la Orinoquia. Sin embargo, su atención se ha convertido en todo un desafío en un sistema en el que las pacientes deben superar varias barreras.
Luisa Fernanda Orozco
Cuando Cristina* tuvo a su hijo, el año siguiente al parto transcurrió con sensaciones de tristeza y culpa. “No me sentía suficiente”, cuenta. “Pensé que mi bebé no había tenido la mamá que yo quería ser. Me demoré para sentir apego y los primeros meses fueron de oscuridad total”. Ella es paciente psiquiátrica hace 10 años. Fue diagnosticada con síndrome generalizado de ansiedad y trastorno por estrés postraumático. Años después, Cristina fue atendida por profesionales que le confirmaron que presentaba todos los síntomas de una depresión posparto (DPP), no diagnosticada a tiempo.
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Cuando Cristina* tuvo a su hijo, el año siguiente al parto transcurrió con sensaciones de tristeza y culpa. “No me sentía suficiente”, cuenta. “Pensé que mi bebé no había tenido la mamá que yo quería ser. Me demoré para sentir apego y los primeros meses fueron de oscuridad total”. Ella es paciente psiquiátrica hace 10 años. Fue diagnosticada con síndrome generalizado de ansiedad y trastorno por estrés postraumático. Años después, Cristina fue atendida por profesionales que le confirmaron que presentaba todos los síntomas de una depresión posparto (DPP), no diagnosticada a tiempo.
LA DPP es un trastorno mental afectivo severo, incluido bajo la denominación de “trastorno depresivo durante el período perinatal” en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), utilizada por profesionales de la salud mental. La depresión posparto también es reconocida por la Unifef y la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un problema de salud pública y algunos de sus síntomas pueden ser tristeza profunda, cambios en el sueño, incapacidad de sentir placer, falta de apetito, preocupación excesiva o sensación de desapego con el bebé. En algunos casos, las mujeres presentan pensamientos relacionados con la muerte.
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Pese a que hoy es un asunto que está en el radar de esas organizaciones, la depresión posparto sigue siendo una condición de la que no sabemos lo suficiente. Por ejemplo, no conocemos con total certeza a cuántas mujeres afecta. Una de las investigaciones más recientes sobre el tema, publicada en 2023 en The Lancet, estima que este trastorno puede tener una prevalencia de entre el 11% y el 17%, pero con grandes variaciones según el nivel económico del país. Los investigadores revisaron decenas de estudios y concluyeron que la gran mayoría apunta a que en los países de ingresos bajos y medios, la prevalencia de depresión posparto es mucho más alta (del 17,0% al 20,1%) en comparación con las de países de ingresos altos (que informan una del 9,5% al 15,5%).
En Colombia tampoco hay cifras muy claras sobre el tema. En 2014, una investigación liderada por David Rincón-Pabón y Robinson Ramírez-Vélez, de las universidades Manuela Beltrán y Santo Tomás, respectivamente, estimó que a nivel nacional, la prevalencia de depresión posparto era de 12,9 %. Su estudio fue publicado en la revista de Salud Pública de la U. Nacional.
En 2019, otra investigación publicada en la Revista Colombiana de Psiquiatría y realizada por Silvia L. Gaviria, Marle Duque, Juliana Vergel y Diana Restrepo, todas de la Universidad CES, reportó una prevalencia de síntomas depresivos perinatales de importancia clínica del 22,36%. Y más recientemente, en 2022, el semillero Cuidar de la Universidad Javeriana desarrolló un estudio en 100 madres del Programa Familia Canguro de la Clínica Universitaria Bolivariana. Allí encontraron que el 13% de ellas arrojó una puntuación que las clasifica con un riesgo, y el 17% indicó una posible depresión postparto.
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Hace unas semanas, además, el Movimiento Nacional por los Derechos Sexuales y Reproductivos (MNDSR), una red que promueve temas sobre derechos, maternidad, paternidad, nacimiento y crianza, reportó, al analizar los datos de 2.943 partos entre 1970 y 2023, que el 11,4% de las mujeres del país tuvo depresión posparto.
“La depresión posparto es un tema que, durante años, ha generado vergüenza en algunas pacientes”, cuenta Angela Marcela Gutiérrez, pediatra de la Universidad Nacional de Colombia, quien al ver el resultado del MNDSR cree que alguien puede pensar que son pocos casos, pero, dice, “hay que tener en cuenta que estamos viendo los resultados de mujeres que fueron atendidas en un periodo de tiempo muy diverso, y la depresión posparto es un tema que, durante años, ha generado vergüenza en algunas pacientes. ¿Estamos hablando más de esto actualmente? Claro, pero, a veces, el que haya pocos casos quiere decir que hay un subregistro grande”, asegura.
Las barreras para lograr un diagnóstico
Cuando Maria Carmenza Escamilla, psiquiatra de la Universidad de Antioquia, hizo su residencia médica en el Hospital San Vicente de Paul, en Medellín, se encontró con casos de mujeres embarazadas que llegaban en altos niveles de vulnerabilidad. “En ese momento, las pacientes llegaban al centro de salud por complicaciones después de dar a luz, pero luego, cuando nos sentábamos a conversar más a fondo sobre lo que les pasaba, resulta que tenían alteraciones muy profundas en su estado de ánimo, y ahí nos dábamos cuenta de que tenían depresión posparto”, recuerda Escamilla.
Por lo general, el diagnóstico de DPP varía según el centro de salud: en la mayoría de los casos puede hacerse a partir de un tamizaje estándar, que, en ocasiones, se acompaña de un cuestionario con 10 preguntas llamado Escala de Edimburgo, que permite una detección más certera. El diagnóstico puede confirmarse, también, con los síntomas descritos en el DSM-5, pero, en últimas, y según Escamilla, la palabra final la tiene un psicólogo o un psiquiatra, después de hacer el respectivo seguimiento. Pero justo ahí, agrega Carla Álvarez, psicóloga clínica de la U. de San Buenaventura y especialista en clínica psicológica, hay una primera gran dificultad.
Lo más usual es que, luego de parir, las mujeres permanezcan entre 12 y 48 horas bajo observación en las camas hospitalarias. Después, se hace un seguimiento posparto que se alarga unos días más. El problema es que, si bien algunos síntomas de la depresión posparto pueden aparecer durante el envarado o poco después del parto, otros pueden surgir mucho después.
“Muchas de las complicaciones a mediano y largo plazo (y a menudo crónicas), que surgen después de las seis semanas posteriores al parto, son menos visibles o se ignoran por completo. Afecciones como la depresión, la incontinencia urinaria y anal y la disfunción sexual pueden ser causadas o exacerbadas por el embarazo y el parto, pero podrían presentarse solo meses o incluso años después del parto”, reconocían los autores del estudio de The Lancet publicado en 2023. Cuando esos síntomas aparecen, agregan, “las mujeres ya no tienen acceso a servicios de atención”.
“A muchas les perdemos el rastro, sea porque se devuelven a sus territorios de origen, que suelen estar alejados de las capitales donde hay hospitales para atenderlas, o porque normalizan sus síntomas y piensan que hacen parte de la nueva etapa de la vida que están cursando”, dice Carmenza Ramírez. Con ella concuerda Escamilla, para quien los sistemas de salud se han concentrado en la atención de lo que parece más urgente: el parto y la estabilización de la madre junto a su bebé, dejando de lado evaluaciones prolongadas sobre la salud física, y mucho menos sobre la salud mental y el proceso de entrada a la maternidad que vive cada mujer de manera particular y única. Si una vez finalizada esa atención posparto, las mujeres acuden a los servicios de salud con alguna complicación relacionada con el parto, señalan los investigadores en The Lancet, “los profesionales sanitarios que las atienden pueden no estar preparados para abordar estas afecciones crónicas”.
Todas las expertas que consultamos para este artículo están especializadas en psicología, psiquiatría, ginecobstetricia o pediatría. Todas han tenido una amplia experiencia médica en derechos sexuales y reproductivos. Todas, también, dijeron que el panorama con algunos profesionales de la salud puede verse desde dos puntos de vista: en primer lugar, desde el hecho de que desconozcan que existen síntomas para diagnosticar la depresión posparto y se limiten a analizar físicamente a la paciente, sin preguntarle por cómo han llevado emocionalmente su maternidad. En The Lancet, los científicos sugieren que “la formación en obstetricia y obstetricia tiende a centrarse en el tratamiento de las principales causas agudas de morbilidad y mortalidad maternas”. Y aunque esas afectaciones siguen siendo claves, señalan, “rara vez se reconoce o prioriza otras complicaciones bastante comunes que afectan a las mujeres a mediano y largo plazo después del parto”, como la depresión posparto.
“Aquí hay que entrar a formar en mayor medida los profesionales”, dice Laura Enciso, pediatra de la Universidad de Antioquia. “Porque no es aceptable que algunos profesionales comentan negligencia e incluso violencia con algunas pacientes. Debe hablarse mucho más sobre derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en las aulas de clase y en las residencias médicas”.
En segundo lugar, sistemas de salud como el colombiano viven históricos problemas financieros que afectan la disponibilidad de profesionales y camas ginecoobstétricas. “Si hay pocas herramientas, a veces ellos (los profesionales) no tienen cómo trabajar y deben encontrar la manera más rápida y efectiva para brindar el servicio”, añade Ramírez.
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El riesgo que crece como una bola de nieve
Después de dar a luz, cualquier mujer es susceptible a desarrollar depresión posparto. Sin embargo, Enciso es enfática en decir que sí existen factores de riesgo que pueden agravar esas posibilidades: bajos niveles socioeconómicos y educativos; embarazo adolescente o no deseado; situaciones de violencia de género como el abuso sexual; antecedentes de enfermedades mentales previas; e, incluso, la etnia, orientación sexual e identidad de género de las mujeres son factores a tener en cuenta.
Por ejemplo, la encuesta que llevó a cabo el Movimiento Nacional por los Derechos Sexuales y Reproductivos mostró que los trastornos de ánimo asociados al posparto fueron más frecuentes en las madres con bajos ingresos, con un 15,1 % de los casos, sobre todo en regiones como la Amazonia y la Orinoquia.
Hay otras condiciones que se presentan durante el parto que también pueden incidir, entre ellas, la violencia obstétrica, es decir, las prácticas invasivas y violentas que experimenta una mujer mientras da a luz. Ser víctima de esta problemática, según Enciso, puede ser mucho peor para quienes tienen factores de riesgo previos como enfermedades mentales, que fue el caso de Cristina. “Si la paciente vive un trauma durante su trabajo de parto por ese tipo de violencia, la condición que ya tenía podría agravarse, y eso también le generaría una depresión posparto”, cuenta.
Las consecuencias que vienen después, en palabras de Enciso, son como una bola de nieve. La depresión postparto puede tener consecuencias devastadoras no solo para la madre, sino también para el recién nacido y la familia. Según el artículo publicado en la Revista Colombiana de Psiquiatría, “cuando ocurre en la primera mitad del embarazo, se incrementa el riesgo de parto prematuro, preeclampsia, bajo peso para la edad gestacional, bajo peso al nacer” y otras condiciones. Otros estudios, dicen los autores, ha demostrado alteraciones fetales a la estimulación vibroacústica, en la variabilidad de la frecuencia cardiaca fetal, en la actividad motora y en el desarrollo conductual cuando la madre se encontraba deprimida. Este trastorno puede afectar incluso la lactancia.
“Esta lactancia es un proceso fundamental entre el binomio madre-hijo”, dice Escamilla. “En los bebés, ayuda a su desarrollo cognitivo y físico. Es, además, el primer contacto que tienen los bebés con otro ser humano. Pero, muchas veces, las mujeres con DPP se sienten frustradas porque no logran lactar”.
Los sentimientos de culpa que pueden experimentar las mujeres durante el posparto tienen un trasfondo mucho más profundo. Gutiérrez los explica recordando el proceso hormonal que ellas viven luego de dar a luz: la llamada “poda hormonal”, que, en palabras sencillas, ocurre cuando el cerebro se adapta a las nuevas condiciones que lo rodean y descarta lo que ya no le sirve.
“Tu cuerpo se programa para proveer a otro ser humano, para aprender a leer sus señales y garantizar que sus necesidades estén cubiertas”, puntualiza Enciso. Aunque, según ella, esa capacidad de reconocimiento no ocurre de la noche a la mañana, sino que se trata de una habilidad que se desarrolla con el tiempo. “Precisamente, esa incapacidad para leer las señales de manera inmediata también pueden desencadenar frustración, tristeza y depresión posparto. Es que no es fácil ver cómo tu hijo llora o no logra conciliar el sueño sin que tú puedas identificar cuál es el motivo”, explica Enciso.
Todas coinciden en que debe hablarse y prestarle atención a los síntomas: como las mujeres están concentradas en esa nueva etapa de sus vidas, suelen no darle mucha importancia a las sensaciones que están experimentando. Allí, según dicen, es crucial el entorno de las mujeres: su red de apoyo más inmediata, como su pareja o su familia. De hecho, las mujeres que tienen una compañía adecuada tienen menos posibilidades de desarrollar depresión posparto. Por ahora, la DPP es considerada como un problema de salud pública, aunque todas las expertas que consultamos para este artículo encuentran un poco irónico que sea así: “porque es una condición que, en muchos casos, se vive en silencio, y realmente muy pocas tienen el privilegio de ir a grupos de apoyo durante o después del parto”.
*Nombre reservado por petición de la fuente.