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Coronavirus en Colombia: así vive el personal de salud el tercer pico

Con un sistema colapsado, quienes están en las clínicas y los hospitales viven unas de las semanas más complejas de la pandemia. Las UCI están llenas y las urgencias no dan abasto. En El Espectador recogimos varios relatos que reflejan su angustia.

13 de junio de 2021 - 02:00 a. m.
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Foto: El Espectador

La primera semana de mayo, para un texto que hicimos en El Espectador sobre salud mental y los días difíciles que se empezaban a vivir en medio del paro nacional, entrevistamos a Carlos Gómez-Restrepo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. En medio de la conversación nos confesó que había algo que lo inquietaba mucho: “Me preocupa lo que vaya a pasar en diez o quince días. Me duele lo que va a tener que enfrentar el personal de salud. Los hospitales están colapsados y quienes estén ahí van a tener que tomar decisiones muy difíciles y cargarán con una gran responsabilidad”, nos decía.

Su vaticinio se cumplió con el pasar de las semanas. Hoy, quienes están en los centros de salud pasan por días difíciles. Para algunos, incluso, los más complejos de toda la pandemia. Las unidades de cuidado intensivo están a reventar en varias ciudades y departamentos. Las urgencias no dan abasto con los pacientes. Sobre el consumo de oxígeno, dijo la ANDI el jueves, hay una demanda del 400 %. “Tiene un límite”, advirtió. Y varios medicamentos también han vuelto a escasear, obligando a los especialistas a buscar alternativas de tratamiento.

Sin embargo, a diferencia de hace un año, ese personal de salud ya no es el centro de atención. Ya no se roban portadas y muchos colombianos parecen haber olvidado que continúan en la primera línea de atención, en un momento en el que con frecuencia hay récords en casos detectados de coronavirus y fallecimientos. Por eso, la semana pasada, varios médicos protestaron cuando anunciaron la reactivación económica. El lunes 140 organizaciones científicas, académicas y gremiales manifestaron su malestar porque el “panorama era desalentador”. En la otra cara de la moneda, claro, hay grandes dificultades sociales y económicas resultado de prolongados confinamientos.

En medio de ese dilema sigue estando el personal de salud, mientras el sistema colapsa. Por eso, en El Espectador quisimos rescatar varias de sus historias. La mayoría coincide en que, en comparación al 2020, el desgaste es mayor, pero continuarán haciendo lo posible para que no mueran tantos pacientes.

“Todos los días son una lucha continua”

En este momento todos los días son una lucha continua. No puedo decir cuál es el día más difícil. Todos sentimos impotencia por no poder hacer más. Ha habido días y semanas en que fallece un paciente por turno; es muy desgastante anímicamente. Físicamente también es agotador, porque los pacientes con COVID-19 requieren mucha más atención.

Yo resido en Pasto, pero hace un mes estoy en Bogotá, haciendo las prácticas de mi especialización en fisioterapia en cuidado crítico en la Fundación Neumológica Colombiana y en la Fundación Cardioinfantil. Mientras he estado acá, en este pico, aparte de muchos contagios, hemos recibido muchos pacientes jóvenes, de entre 30 y 40 años. Antes veíamos que los de tercera edad eran los más afectados, ahora no. Ha sido muy triste ver cómo las familias quedan deshechas. Pero no es solo el COVID-19. Son las consecuencias de lo que queda después de eso: pacientes que tras estar intubados o en UCI, salen muy desgastados físicamente, muy agotados.

Nosotros hemos tratado de hacer nuestro mayor esfuerzo, pero estamos un poco afligidos. Muchas veces hay requerimiento de pacientes que están en urgencias y necesitan subir a UCI, pero no hay cama. Toca esperar que otro paciente salga favorablemente o que fallezca a pesar de todas las intervenciones que hacemos con un grupo interdisciplinar.

Nosotros, los fisioterapeutas nos desempeñamos en la línea de atención cardiopulmonar. Propendemos por el cuidado respiratorio con un médico de cabecera y ese grupo, donde también hay enfermeras, nutricionistas, terapeutas físicos y fonoaudiólogos. Nuestra tarea es que se mantenga la función pulmonar. Con el equipo de medicina crítica, realizamos ventilación mecánica y llevamos a cabo todos los protocolos encaminados a la protección pulmonar.

Hoy tenemos 12 camas y en todas hay pacientes ventilados. Si logramos extubar a algún paciente, probablemente en el siguiente turno ya hay uno nuevo intubado. Sí, este pico ha sido más difícil, más pesado. Además, hay muchas regiones que no tienen insumos para atender a los pacientes. También ha pasado en Pasto, donde hay alerta roja hace semana y media en mi hospital. No la están pasando bien. Es un momento bastante crítico. Pero, igual, seguimos firmes para luchar”.

*Testimonio de Verónica Arturo, fisioterapeuta, quien cursa una especialización en fisioterapia en cuidado crítico.

“Hay sensación de impaciencia, incluso de rabia”

Este tercer pico ha sido muy largo, el peor de todos los picos. Y ha sido triste. Hay mucho cansancio. Yo, como anestesióloga, y todos los que tenemos que intubar a un paciente de COVID-19 o ser primera línea nos enfrentamos con muchísimo respeto a la enfermedad que el paciente está viviendo, pero también con mucho miedo, por nuestra vida y nuestras familias.

Intentamos hacerlo lo mejor que podemos, pero son demasiados meses. Atender a un paciente con todos los equipos de protección personal no es fácil. Además del calor, de no poder respirar, es mucho el tiempo que nos demoramos atendiendo a un paciente y hay mucho cansancio físico por tener todo esto puesto.Luego está regresar a la casa después de estas jornadas… que tampoco es fácil.

Yo soy mamá de tres niños pequeños, pero ellos y mi esposo, desde el principio, han entendido la dinámica de la enfermedad. Ellos saben que la mamá debe llegar a la casa, bañarse y cambiarse de ropa antes de saludarlos. Es difícil para ellos y para uno de mamá, porque es ver a tres niños pequeños, saltando, queriendo darle un beso a la mamá… pero ellos son increíbles y lo han asimilado, aunque esto no quita el miedo. Si a alguno le da gripa, inmediatamente pienso que tiene COVID-19. Pero, bueno, no ha pasado, no he tenido COVID-19 en mi familia.

Es muy triste, el tema mental durante el tercer pico… La sensación es de impaciencia, de frustración, de dolor… incluso de rabia, de ver cuando no se respetan las medidas de autocuidado. El tercer pico ha sido en realidad muy duro”.

*Testimonio de la doctora María Virginia González, anestesióloga e intensivista en la Clínica del Rosario y el Hospital General de Medellín.

“Colombia ya normalizó la muertes y los contagios”

Soy enfermera jefa de la Unidad de Cuidados Intensivos y desde que comenzó el tercer pico, que ha sido el más fuerte estadísticamente, nos dimos cuenta de que Colombia ya normalizó las muertes y los contagios. Antes la gente pensaba dos veces cualquier salida, ya no es como antes que había más preocupación frente a lo que implica la enfermedad y lo que sucede es que nosotros no sabemos cómo va a reaccionar el virus en cada organismo, entonces es muy preocupante. En definitiva, las personas ya no están pensando en el colapso del sistema de salud.

Lo que está sucediendo en todos los hospitales es que entran los pacientes pero no hay capacidad para poder atenderlos de la manera como debería ser. Y lo cierto es que siempre es un peso saber que son muertes que se pudieron haber prevenido si hubiera tenido el personal o los insumos necesarios. Es un peso que estamos cargando solos, aun cuando no somos completamente responsables, somos quienes tienen que ver a las personas morir o decirles a las familias que sus parientes han fallecido.

*Testimonio de Valentina Jaimes, enfermera jefa en uno de los servicios UCI de un hospital público en Medellín.

“Lo más difícil son las videollamadas con la familia antes de intubar a un paciente”

“Yo trabajo siete horas en el servicio de urgencias de un hospital, en Bogotá. Inicialmente estoy en el servicio de baja complejidad, adonde llegan los pacientes a recibir una primera valoración. En este tercer pico de contagios de coronavirus, puedo atender de 25 a 30 personas y, como se han registrado tantos contagios, nos ha tocado ser más selectivos al realizar las pruebas PCR para detectar si una persona es positiva. Les estamos dando prioridad a los pacientes con síntomas moderados y graves. A los otros les recomendamos tomarse las pruebas con sus EPS o con la Secretaría de Salud.

Como parte del servicio de urgencias, también tengo que apoyar a otras áreas cuando se empiezan a colapsar por la cantidad de personas. Y aunque el número de pacientes que debo atender se reduce a 12, tengo que estar más pendiente porque requieren dos o hasta tres veces de una valoración médica. Debo apoyar, en otras ocasiones, en reanimación u observación y, en estas zonas, todos tenemos que estar muy pendientes de las personas, porque se pueden deteriorar muy rápido en un tiempo corto, producto de los efectos que tiene el virus en el cuerpo.

Pero la parte más compleja que he apoyado en este tercer pico son las videollamadas a las familias antes de intubar a los pacientes. Es muy duro ver cómo una persona se tiene que despedir de su familia a través de un celular, de una pantalla, y con la incertidumbre de no saber si lo puedan volver a ver. Ese adiós, sin tener físicamente a la familia, sin un abrazo, es muy complejo.

Antes de ser médicos, somos humanos y nos conmovemos con estas historias, pero tenemos que ser más fuertes y mostrarles valentía y optimismo a las familias. Siempre les explicamos que no son una cifra más, sino un ser querido que está luchando por vivir. En estos 15 meses que llevo atendido la pandemia, he sentido mucha ansiedad. En ocasiones me ha generado insomnio, un mal patrón del sueño, agotamiento físico y mental.

También he experimentado impotencia de ver que las personas necesitan más recursos y no los hay: a veces no hay una camilla, una cama en cuidados intensivos o intermedios, ventiladores o, incluso, un monitor. A todas estas emociones se le suma el desespero generado por el traje que tenemos que usar. Mínimo, en una jornada diaria mía, tengo que estar siete horas con un gorro, overol con capucha, monogafas, polainas y tapabocas N95 y sin la posibilidad de medio quitármelo. Por eso evito salir de la zona de aislamiento, ir al baño, ir a comer o a tomar líquidos”.

*Testimonio de la doctora Carolina Téllez Bernal, médica egresada de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS), que trabaja en el servicio de urgencias en una clínica en Bogotá.

“Muchas veces no hay suficientes ventiladores para los pacientes”

Desde hace 15 meses, cuando se confirmó el primer caso de coronavirus en Colombia, pasé a conformar la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la clínica Proseguir. Mis jornadas son de 10 horas, comienzan a las 7:00 de la mañana y terminan sobre las 5:00 de la tarde, aunque a veces se pueden alargar un poco. En mi piso son 12 camas y en teoría atiendo a 12 personas, pero en el piso de abajo hay una UCI un poco más grande y es más movida. Entonces me toca apoyarlos cuando llegan muchos pacientes. Estos últimos meses, empezando como desde mediados de abril, han sido los más movidos e intensos de la pandemia.

No solo hemos tenido que atender a más pacientes, sino que los que llegan lo hacen en estado delicado. A esta situación se le suma que ya están escaseando algunos medicamentos como los sedantes y relajantes, que son fundamentales para la intubación de las personas que necesitan ventiladores mecánicos que, incluso, muchas veces no hay suficientes para los pacientes. Llegamos al punto de tener un ventilador para tres personas, por ejemplo. Para estos casos, que quizás es la situación más compleja del tercer pico, lo que hacemos es ver que, si un paciente no muestra evolución con el tratamiento que se le está brindando –es decir, si hay involución–, apagamos el ventilador y realizamos un test de apnea. Con esta prueba determinamos si va a sobrevivir sin ventilador y, si no lo hace, se da por finalizado el proceso. Incluso, varias veces hay adultos mayores que no arrancan con el tratamiento y en la misma UCI está un joven que necesita el ventilador. Nos toca apagarlo para ceder el tratamiento.

Y esta decisión es la más compleja que uno debe afrontar como médico, porque nos pone en un dilema ético y moral. Muchas veces uno se cuestiona si realmente lo que está haciendo está bien, sobre todo porque cuando decidimos estudiar medicina, o por lo menos en mi caso, no sabía que me iba a enfrentar a una situación como esta tan crítica. ¿La vida de un paciente vale más que la de otro? ¿En qué se debe basar para tomar este tipo de situaciones?, son las preguntas que más surgen en este tercer pico”.

*Testimonio del doctor Juan Sebastián Colorado, médico de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS), que trabaja en la UCI de la clínica Proseguir.

“El desabastecimiento de medicamentos no ha cesado desde el año pasado”

Mi trabajo en UCI es en las tardes, comienza a la 1 p.m. y termina a las 7 p.m., aunque a veces hago jornadas en las noches, de 7 p.m. a 7 a.m. Pero ha sido difícil para mí y para mis colegas. Somos dos intensivistas que tenemos a cargo 19 pacientes y lo que nos pone triste, nos desanima e inquieta, es la mortalidad tan incrementada. Pasamos de 300 casos, a 400, a 500… Y ahora son personas jóvenes. Antes, el 50 % de los pacientes en la unidad eran mayores de 70 años, pero en este momento el 70 % de los pacientes están entre los 30 y los 70 años. No podemos evitar vernos reflejados en ellos, porque tienen nuestra misma edad. Es no poder salvar a una persona joven, que no era hipertensa u obesa.

Y, bueno, este tercer pico sí se ha vivido más intenso. Primero porque, para los pacientes críticos, la ocupación de camas no ha sido inferior al 90 % en los últimos meses. Como lo dije, ahora mueren más personas jóvenes que, hablando económicamente, son laboralmente útiles. Esto podría corresponder a que la población mayor ya está siendo vacunada y por eso la enfermedad no es tan crítica en ellos.

El desabastecimiento de medicamentos no ha cesado desde el año pasado y, mes a mes, hemos tenido que ir cambiando la forma de tratar a los pacientes. Ya no es de acuerdo con unas pautas, sino la mejor opción de sedación o analgésico según lo que esté disponible. Ha sido muy difícil. El personal siente mucho estrés, tanto el médico como el de enfermería y terapia. Sentimos una disminución en la capacidad laboral. Estamos agotados tanto física como mentalmente”.

*Testimonio del doctor Peter Vergara Ramírez, especialista en Medicina Crítica y Cuidado Intensivo y en Farmacología Clínica. Intensivista en la Clínica Nueva (Bogotá) y en la Clínica de la Sabana (Chía).

**En este reportaje participaron Paula Casas, Juliana Jaimes, Natalia Pedraza, María Mónica Monsalve y Sergio Silva Numa.

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Veintidos(38996)13 de junio de 2021 - 08:19 p. m.
No fueron los mismos que dijeron "Si atendemos a los que van de rumba, por qué no vamos a atender a los que salen a protestar en el paro".
Pathos(78770)13 de junio de 2021 - 08:15 p. m.
Este terrible drama ya había sido anunciado por la alcaldesa y los médicos.Pero no escucharon y al contrario los del Comité de paro llamaron a más manifedtaciones.La Cut y Fecode deben responder publicamente por el agravamiento de esta calamidad publica
Julian(63430)13 de junio de 2021 - 05:26 a. m.
Gracias por los testimonios. Reflejan esa otra cara de la moneda que también hay que tomar en cuenta. Gracias El Espectador.
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