Uno de cada cuatro niños vive en hogares con madres víctimas de violencia
La violencia contra la niñez es una problemática que trae graves consecuencias para niños y niñas. Sin embargo, un centro de investigación global de Unicef quiere visibilizar la conexión innegable que existe entre ese tipo de agresión y la violencia contra las mujeres. De hecho, 1 de cada 4 niños con cinco años o menos vive en hogares donde sus madres o cuidadoras son víctimas de violencia.
Luisa Fernanda Orozco
Aunque la conexión entre violencia de género y violencia contra la niñez podría parecer evidente, Alessandra Guedes, gerente de desarrollo de UNICEF Innocenti, afirma que no lo es tanto. Durante años, estas problemáticas se han abordado individualmente, ignorando que, como explica Guedes, uno de cada cuatro menores de cinco años vive en hogares donde sus madres o cuidadoras son víctimas de violencia. ¿Qué implicaciones tiene esta realidad para los niños y niñas?
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Aunque la conexión entre violencia de género y violencia contra la niñez podría parecer evidente, Alessandra Guedes, gerente de desarrollo de UNICEF Innocenti, afirma que no lo es tanto. Durante años, estas problemáticas se han abordado individualmente, ignorando que, como explica Guedes, uno de cada cuatro menores de cinco años vive en hogares donde sus madres o cuidadoras son víctimas de violencia. ¿Qué implicaciones tiene esta realidad para los niños y niñas?
Innocenti es el centro de investigación de UNICEF que se dedica a generar evidencia y recopilar datos que luego sirven de insumo para tomar decisiones sobre cómo proteger mejor a las infancias. De hecho, en la Primera Conferencia Ministerial para Poner Fin a la Violencia contra la Niñez, el pasado 8 y 9 de noviembre en Bogotá, Guedes mencionó un reciente informe de Innocenti que explica por qué no se puede hablar de violencia contra la niñez sin hablar de violencia contra las mujeres.
“Lo que vemos es que, por mucho tiempo, ambos problemas han sido trabajados de manera independiente. Pero, cuando empezamos a buscar soluciones para prevenir las agresiones contra los niños, vmos que también teníamos que tratar lo que sucedía con sus madres o cuidadoras”, dice Guedes.
En palabras de la experta, el factor clave para hacer la conexión entre ambas violencias son sus factores de riesgo. El más importante, para ella, es que las dos ocurren en la misma casa. “O sea que en un hogar donde la mujer es víctima, también hay un menor que está sufriendo, y eso genera un panorama muy complejo donde múltiples violencias pueden coexistir”, explica Guedes.
En el informe, se estima que 1 de cada 3 mujeres en todo el mundo vivirá violencia sexual o física por su pareja a lo largo de su vida. Otro estudio, publicado en abril de 2022 muestra que las mujeres que experimentan violencia física por parte de su pareja tienen 1,7 veces más posibilidades de ejercer ese tipo de violencia contra sus hijos.
Sin embargo, se aclara que algunas de ellas pueden verse influidas por sus propias experiencias durante la infancia, poca salud mental, abuso de alcohol y otros factores. “Incluso, algunas veces las mujeres pueden castigar físicamente a sus hijos antes de que su padre o cuidador hombre tenga una reacción más violenta”, se lee en el informe.
En este panorama, el castigo físico es una problemática que sigue siendo recurrente en todo el mundo. Según cifras de UNICEF, 6 de cada 10 niños a nivel mundial, entre los 2 y 14 años, lo sufren de manera regular. Esa proporción es aún mayor para las agresiones psicológicas, que afectan a 7 de cada 10. Por otra parte, el castigo físico severo, que incluye ser golpeado con fuerza repetidamente o en el rostro, afecta en promedio al 17 % de los niños en 58 países con datos disponibles. Además, aproximadamente 1 de cada 10 niñas menores de 18 años (alrededor de 120 millones) ha sufrido violación u otros actos sexuales no deseados.
Guedes destacó un aspecto especialmente preocupante que podría pasar desapercibido para muchos expertos y autoridades: cuando los niños crecen en un hogar donde una mujer es maltratada, incluso si no son víctimas directas de la violencia, pueden experimentar consecuencias similares a las de quienes sí la sufren. Estas repercusiones impactan su salud mental, desarrollo emocional, social y cognitivo, y pueden extenderse a lo largo de su infancia y adolescencia. Entre los efectos más evidentes están el bajo rendimiento académico y las dificultades para establecer relaciones interpersonales, por mencionar algunos ejemplos.
Un problema de generación en generación
En el informe se evidencia que los menores que crecen en entornos donde hay violencia, están más expuestos a normalizarla como la forma de resolver conflictos. Incluso, pueden desconocer cómo resolver situaciones de otra manera. Pero, según Guedes, las consecuencias van mucho más allá. Por ejemplo, un estudio, publicado en 2022 por Equimundo, encontró que los niños que fueron expuestos a cualquier forma de maltrato infantil tienen el doble de posibilidades de convertirse en adultos violentos contra sus parejas.
El informe menciona que los adultos que experimentaron o presenciaron violencia en la infancia tenían más probabilidades de reproducirla contra sus propios hijos, lo que podría contribuir a una transmisión intergeneracional de la violencia. “Esto subraya la importancia de prevenir la exposición de los niños a la violencia desde el principio y brindarles acceso a enfoques basados en el trauma que puedan reducir los efectos acumulativos y a largo plazo de la violencia”, dice Guedes.
Las niñas también corren riesgo, pues ellas incrementan su riesgo de ser futuras víctimas de violencia de pareja durante la adolescencia y la adultez. Las consecuencias se ven claramente en las cifras del informe: una de cada cuatro menores entre los 15 y 19 años ya ha sufrido violencia física o sexual por parte de una pareja íntima. Esto las hace propensas a otras problemáticas, como la explotación sexual o el matrimonio infantil.
El estereotipo para las madres
Pero, según Guedes, no podemos dejar a un lado las consecuencias que sufren las mujeres víctimas de violencia de pareja, quienes ven su salud mental, física, sexual y reproductiva afectada. También viven consecuencias sociales y económicas que interfieren directamente con la crianza de sus hijos, sobre todo en cuanto a salud mental, pues hay claras alteraciones en los sentimientos de apego y la capacidad de brindar cuidados cariñosos y perceptivos.
“Además, es usual que las madres sufran las consecuencias de un estereotipo: que ellas tienen que proteger a sus hijos sin importar la situación, pero no nos damos cuenta de que esto, en una situación de violencia doméstica, es sumamente difícil”, dice Guedes. Ese tipo de panoramas se caracterizan por control a largo plazo, lo que le quita a las mujeres la capacidad para tomar decisiones. Sumado a esto, también está la creencia de que es culpa de las madres porque “no saben elegir a sus parejas”.
La experta, entonces, mencionó una pregunta que es muy usual en este tipo de situaciones, y que se hace bajo el prejuicio: “¿por qué las mujeres no salen del hogar donde son violentadas? Y la respuesta es que no es tan fácil. En entrevistas cualitativas que hemos tenido con ellas, muchas nos han contado diversos panoramas. Dos de ellos pueden resumirse en quedarse en casa por sus hijos, o decidir marcharse por su bienestar. En este último, hemos visto que se ponen en peligro porque no cuentan con los recursos suficientes o una red de apoyo para subsistir por ellas mismas”, explica Guedes.
En otros casos, también se ve que hay una normalización de la violencia dentro de los hogares. Un artículo de 2016, cuya co-autora fue la misma Guedes, hizo un análisis en 55 países que representaban el 40 % de la población mundial, y en él se encontró que 4 de cada 10 mujeres pensaban que la violencia física contra las esposas estaba justificada bajo ciertas circunstancias.
Soluciones con evidencia
Por ahora, durante la conferencia ministerial que tuvo lugar en Bogotá, el director ejecutivo adjunto de Unicef, Omar Abdi, habló de tres enfoques para poner fin a la violencia contra la niñez: apoyar a las familias y cuidadores, hacer que las escuelas sean un lugar seguro, y fortalecer los servicios de protección para rutas de ayuda.
Parte de ese llamado, según Guedes, es que los tres tengan una perspectiva de género. “Por ejemplo, hablamos mucho del apoyo que debemos brindarle a cuidadores y padres, pero no siempre incluimos el componente de género. Lo mismo con las escuelas: algunos de esos programas se enfocan únicamente en erradicar el bullying, pero dejan a un lado el acoso sexual y otras formas de violencia”, explica.
Para fortalecer la visión compartida y reducir la violencia contra la niñez y las mujeres, Guedes habla de acciones clave, como hacer pedagogía para cambiar la manera como se resuelven los conflictos en casa, y generar una mayor prevención primaria para ambos escenarios. En sus palabras, quienes trabajan en violencias contra niños y niñas deben hacerlo en conjunto con quienes tratan casos de violencia contra la mujer. “Cuando una autoridad recibe el caso de un niño víctima de maltrato, debería revisarse si vive en un ambiente donde su madre o cuidadora también”, puntualiza Guedes.
Por último, Guedes hace énfasis en que proteger a los niños y niñas es una prioridad, pero si una mujer está en un entorno de violencia, se le deben brindar las herramientas suficientes para que salga de él y pueda proteger a sus hijos. “En teoría, si lográsemos eliminar la violencia contra niños y niñas, pero no elimináramos la violencia contra las mujeres, no estaríamos alcanzando los mejores resultados”, finaliza.