Vacuna contra el VPH, entre el rumor y la evidencia científica
En el 2012, Colombia fue un país líder en vacunación contra el Virus del Papiloma Humano, con una cobertura cercana al 90 %. Tras la desinformación que generó el episodio en Carmen de Bolívar, la cifra se desplomó al 20 %.
Lisbeth Fog Corradine
Colombia fue líder en el programa de vacunación contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), causante de varios cánceres en mujeres y hombres. La campaña iniciada en el 2012 para prevenir el cáncer de cuello uterino llegó a cubrir alrededor del 90 % de niñas entre 9 y 14 años. Después de Australia, Colombia fue el segundo país en vacunar al mayor número de adolescentes con relación a la población. Pero en el 2014 el porcentaje de niñas que recibió la segunda dosis se redujo al 27 % y ninguna de ellas se presentó para recibir la tercera. En el 2016 las cifras bajaron dramáticamente. Desde entonces el porcentaje ha aumentado tímidamente, pero aún no llega al 20 %. (Lea: Medicamentos opioides: en Colombia hay desigualdad hasta para tratar el dolor)
“Si hubiéramos mantenido las coberturas del 2012 y el 2013 estaríamos evitando 4.300 casos de cáncer cervical y 1.900 muertes anualmente en mujeres que vivieran hasta los 75 años”, dijo a El Espectador la médica epidemióloga caleña Nubia Muñoz. “En cambio con coberturas del 5 % solo estaremos evitando 220 casos de cáncer cervical”, continúa. Lo dice alguien que es autoridad mundial por haber logrado evidenciar que el VPH es la causa directa del cáncer de cuello uterino o cáncer cervical, a comienzos de la década de los años noventa. Con el tiempo este virus se ha relacionado además con los cánceres de vulva, vagina, pene, ano y orofaringe (paladar y garganta), extendiendo sus consecuencias también a los hombres. (Lea: La zona gris de los medicamentos en Colombia)
En Colombia, después del cáncer de mama, el de cuello uterino es el más mortal. A pesar de que cada vez son menos las mujeres que mueren por esta causa, “es urgente realmente reactivar el programa de vacunación”, dice Muñoz.
Con ese objetivo se reunieron en días pasados en Bogotá expertos de varios países, buscando prevenir y controlar el VPH y los cánceres que produce, con base en conocer los casos de éxito, así como los problemas que ha sido necesario enfrentar en algunos lugares del planeta.
La situación en algunas zonas colombianas
En Carmen de Bolívar, la situación no ha sido fácil luego de los episodios que reflejaron los medios de comunicación en el 2014, cuando decenas de niñas llegaron al Hospital Nuestra Señora del Carmen con algunos síntomas como desmayos, dolor de cabeza y de pecho, entumecimiento en brazos y piernas, luego de haber recibido la vacuna. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud (INS) no encontró relación de causa – efecto. El hoy secretario de Salud, Javier Luna, está convencido de la necesidad de vacunar a las niñas para prevenir futuros casos de cáncer, pero no ha sido posible iniciar campañas de vacunación bajo su gestión: ni su esposa, ni su jefe, el alcalde, están convencidos de la seguridad de la vacuna.
Esta situación ha promovido varios estudios, entre ellos sobre los aspectos sociales que rodean la vacuna. En Manizales, Gloria Sánchez, de la Universidad de Antioquia, adelanta una investigación para identificar las barreras y los argumentos para aceptar la vacuna contra el VPH durante su implementación entre los años 2012 y 2014. Los resultados preliminares demuestran que entre el 60 y el 90 % de las niñas vacunadas reportaron estar informadas de los beneficios de aplicarse la vacuna.
En Arauca, con apoyo del alcalde, el médico especializado en oncología, Carlos Castro, de la Liga Colombiana contra el Cáncer, informó sobre el desarrollo de una campaña para aumentar la confianza en la vacuna a través de una estrategia de comunicación y de educación que busca aumentar las tasas de vacunación del 7 al 60 %, a finales del 2019.
Un caso de éxito lo tiene el sur del país: a comienzos del 2018 se realizó la Primera Jornada Nacional de Vacunación en Pasto, Nariño, por ser este el departamento ejemplo del país en materia de vacunación contra el VPH, de acuerdo con las cifras del 2017. La médica Diana Paola Rosero, secretaria de Salud del municipio de Pasto, lo confirmó: a octubre del 2018, dijo, el Programa de detección temprana de cáncer de cuello uterino, con sus componentes de toma de citología y vacunación, ya llega al 93 % de cumplimiento. Explicó la estrategia utilizada que se ha basado en sensibilización, educación y comunicación. Su mejor aliado ha sido el propio alcalde.
Y a nivel mundial… ¿qué ha pasado?
Cada año alrededor de 83.000 mujeres son diagnosticadas con cáncer de cuello uterino en el continente americano y más de 35.000 mueren por esta causa, la mayoría son menores de 60 años. Podrían ser más, si no hubiera sido por los programas de prevención que desde la década de los años setenta comenzaron en la región y que incluyen diagnóstico y tratamiento, así como la vacuna que existe en los programas nacionales de más de 20 países de la región desde el 2006. En Colombia, de acuerdo con informes del Instituto Nacional de Cancerología, la incidencia y mortalidad del cáncer de cuello uterino se ha reducido en las últimas cuatro décadas, “gracias a la disminución de la paridad y a la mejora en el acceso a la atención médica”.
En el mundo hay casos donde la resistencia a la vacuna también ha generado el desplome en las cifras de cubrimiento, como Perú, Dinamarca, Brasil e Irlanda, a pesar de que este es de los pocos cánceres cuya causa está bien establecida y se cuenta con la manera de prevenirlo. Durante el evento representantes de esos países contaron cómo sobrevivieron a las crisis presentadas.
En el año 2011, Perú inició la vacunación contra VPH con 280.000 niñas, al tiempo que “los grupos antivacuna atacaron”, dijo la médica Marcela Lazo Escalante, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Como consecuencia, el Ministerio de Salud detuvo la vacunación en las escuelas. Bajaron las cifras en los tres años siguientes hasta que se inició un gran programa conjuntamente con el Ministerio de Educación. La primera estrategia fue un gran concurso entre las 24 regiones del país para escoger al ‘Campeón de una nueva generación de mujeres sin cáncer de cérvix’. Mujeres congresistas, periodistas y actrices apoyaron la campaña. Lazo explicó las actividades de capacitación y los materiales de comunicación con información sobre el virus, la vacuna y los mitos. Las cifras alcanzaron un cubrimiento del 98 % en el 2016. Dice Lazo que actuaron rápidamente cuando hubo un episodio similar al del Carmen de Bolívar, en una población peruana muy pobre.
En Dinamarca, donde 370 mujeres son diagnosticadas al año con cáncer de cuello uterino y mueren 100, el programa de vacunación inició en el 2008, con coberturas de entre el 88 y el 93 %. Pero luego bajaron a 16 %, según Robb Butler, científico social de Unicef, por una crisis de confiabilidad que surgió en el 2013, luego de que algunas niñas, casi todas ellas muy deportistas, presentaran algunos efectos como mareos y taquicardia. Las autoridades reaccionaron tarde, luego de un relativo silencio, lo que jugó en contra de la vacunación. La campaña de comunicación que se lanzó unos meses después se enfocó en los editores, más que en los periodistas, “usando historias narrativas, no datos; usando más la emoción, que la información”, explicó Butler. “Cuando perdemos la confianza, es extremadamente difícil recuperarla”. Al cabo de los años, las cifras han empezado a subir de nuevo.
En Brasil, el cáncer de cuello uterino es la tercera causa de muerte por cáncer en mujeres. Mueren 5.000 al año. En el 2014, 13 de 80 niñas, entre 11 y 13 años, que fueron vacunadas en un colegio presentaron debilidad en los músculos, parálisis temporal en las piernas y entumecimiento, pero los exámenes neurológicos fueron normales. Según informó Ana Goretti Kalume Maranhao, del Ministerio de Salud brasileño, estudios posteriores han demostrado que la incidencia de efectos adversos serios entre el 2014 y el 2018 ha sido del 0,67 % en un total de más de 24 millones de dosis administradas.
Como crisis de confianza calificó la representante de Irlanda, Yvonne Morrissey, de la Oficina Nacional de Inmunización, lo sucedido después de que las cifras de los primeros cinco años de vacunación, del 2010 al 2015 estuvieron por encima del 80 %. Ese año, narró, se formaron dos grupos de padres de familia que, muy activos, cuestionaron la seguridad de la vacuna, a través de los medios de comunicación. Acto seguido, el gobierno empezó a identificar los grupos de la población a los que debían llegar: padres, pacientes de cáncer, sector educativo y sector salud. Hablaron con ellos y abrieron un portal en la web que actualizan permanentemente con información sobre la evidencia científica de la seguridad de la vacuna en lenguaje sencillo, muy interactiva, donde se responde inmediatamente las preguntas de los padres o personal de salud. Capacitaron a los voceros autorizados para hablar con los medios de comunicación y lanzaron una campaña cada año.
“Sabemos que las personas que están en contra de las vacunas tienen una historia personal”, dijo Morrissey. Laura Brennan, una mujer irlandesa de 25 años, con cáncer de cérvix terminal, se acercó a la Oficina y se ofreció a promover la vacuna. Las cifras de cobertura han empezado a subir. “Superamos la crisis de confianza”, dijo. Los medios de comunicación cambiaron su discurso: de historias negativas, ahora publican historias positivas sobre la importancia de la vacuna.
En Panamá, en cambio, la estrategia de vacunación inició en escuelas públicas y privadas, a través de giras, ferias, mensajes en las iglesias, en terminales de buses y en centros comerciales, enfocada en niñas y niños. Las estadísticas muestran el ascenso de la curva desde el 2008, llegando hasta el 81 % de cobertura. “La capacitación en cascada fue básica para garantizar el inicio de la aplicación de la vacuna en todas las regiones del país”, dijo Itzel de Hewitt, coordinadora general del Programa Ampliado de Inmunizaciones del Ministerio de Salud de Panamá.
Las lecciones aprendidas
Desde el 2008, el Instituto Nacional de Salud tiene un sistema de vigilancia denominado Sivigila, que registra permanentemente –entre otros- los eventos supuestamente atribuibles a la vacunación o inmunización (ESAVI) en 1.117 municipios del país. De acuerdo con el director de Vigilancia y Análisis del Riesgo en Salud Pública del INS, el médico epidemiólogo Franklin Prieto, entre los años 2012 y 2018 solo se ha presentado un caso grave relacionado con la vacuna tetravalente contra el Virus del Papiloma Humano: una urticaria que se complicó. En el 58 % de los casos, las vacunadas presentaron dolor de cabeza, mientras que el endurecimiento y enrojecimiento de la piel, dolor local y urticaria leve sucedieron en menos del 9 % de las vacunadas y son síntomas que están descritos por los fabricantes, así como por las sociedades de cancerología. Los datos reflejan que se trata de una vacuna segura, concluyó Prieto.
Estos datos dieron un parte de tranquilidad a los asistentes al evento, quienes solicitaron hacer públicas estas estadísticas de los efectos secundarios de la vacuna para contrarrestar la falta de credibilidad, mientras que el director del Centro Javeriano de Oncología, Raúl Murillo, se atrevió a concluir que “de las presentaciones se desprende que la comunidad médica parecería no estar jugando un papel importante en la recuperación de la confianza”.
El biólogo con doctorado en salud pública, Eduardo Franco, actual Presidente del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina de la Universidad de McGill, Canadá, dijo a El Espectador que la ciencia solo ha encontrado un efecto secundario preocupante, pero extremadamente raro: el shock anafiláctico, que sucede en tres personas entre un millón de vacunados y se presenta en los primeros minutos después de la inyección, razón por la cual es necesario estar acompañado de personal de salud profesional que reaccione de inmediato para controlar los efectos.
El grupo de expertos que atendió la reunión reconoció las fortalezas de los programas de vacunación, basados en una sólida evidencia científica sobre la seguridad de la vacuna. Promovió la puesta en marcha de campañas de sensibilización dirigidas a grupos de la población que incluyen a profesionales de la salud, el sector educativo y padres de familia. En el caso colombiano se sugirió una alianza entre los ministerios de Salud y Protección Social y el de Educación Nacional. “Necesitamos la ayuda de médicos, personal de salud pública, población general y medios de comunicación para reactivar este programa esencial para la prevención del cáncer cervical”, expresó la doctora caleña Nubia Muñoz.
El problema es de comunicación, dijo el médico Mark Kane, hoy consultor internacional. “Cuando comunicamos a la gente, no podemos ser muy serios, ni llegarles con datos”, dijo. “Es necesario usar nuestro sistema límbico, que rige las emociones y los recuerdos”.
Colombia fue líder en el programa de vacunación contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), causante de varios cánceres en mujeres y hombres. La campaña iniciada en el 2012 para prevenir el cáncer de cuello uterino llegó a cubrir alrededor del 90 % de niñas entre 9 y 14 años. Después de Australia, Colombia fue el segundo país en vacunar al mayor número de adolescentes con relación a la población. Pero en el 2014 el porcentaje de niñas que recibió la segunda dosis se redujo al 27 % y ninguna de ellas se presentó para recibir la tercera. En el 2016 las cifras bajaron dramáticamente. Desde entonces el porcentaje ha aumentado tímidamente, pero aún no llega al 20 %. (Lea: Medicamentos opioides: en Colombia hay desigualdad hasta para tratar el dolor)
“Si hubiéramos mantenido las coberturas del 2012 y el 2013 estaríamos evitando 4.300 casos de cáncer cervical y 1.900 muertes anualmente en mujeres que vivieran hasta los 75 años”, dijo a El Espectador la médica epidemióloga caleña Nubia Muñoz. “En cambio con coberturas del 5 % solo estaremos evitando 220 casos de cáncer cervical”, continúa. Lo dice alguien que es autoridad mundial por haber logrado evidenciar que el VPH es la causa directa del cáncer de cuello uterino o cáncer cervical, a comienzos de la década de los años noventa. Con el tiempo este virus se ha relacionado además con los cánceres de vulva, vagina, pene, ano y orofaringe (paladar y garganta), extendiendo sus consecuencias también a los hombres. (Lea: La zona gris de los medicamentos en Colombia)
En Colombia, después del cáncer de mama, el de cuello uterino es el más mortal. A pesar de que cada vez son menos las mujeres que mueren por esta causa, “es urgente realmente reactivar el programa de vacunación”, dice Muñoz.
Con ese objetivo se reunieron en días pasados en Bogotá expertos de varios países, buscando prevenir y controlar el VPH y los cánceres que produce, con base en conocer los casos de éxito, así como los problemas que ha sido necesario enfrentar en algunos lugares del planeta.
La situación en algunas zonas colombianas
En Carmen de Bolívar, la situación no ha sido fácil luego de los episodios que reflejaron los medios de comunicación en el 2014, cuando decenas de niñas llegaron al Hospital Nuestra Señora del Carmen con algunos síntomas como desmayos, dolor de cabeza y de pecho, entumecimiento en brazos y piernas, luego de haber recibido la vacuna. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud (INS) no encontró relación de causa – efecto. El hoy secretario de Salud, Javier Luna, está convencido de la necesidad de vacunar a las niñas para prevenir futuros casos de cáncer, pero no ha sido posible iniciar campañas de vacunación bajo su gestión: ni su esposa, ni su jefe, el alcalde, están convencidos de la seguridad de la vacuna.
Esta situación ha promovido varios estudios, entre ellos sobre los aspectos sociales que rodean la vacuna. En Manizales, Gloria Sánchez, de la Universidad de Antioquia, adelanta una investigación para identificar las barreras y los argumentos para aceptar la vacuna contra el VPH durante su implementación entre los años 2012 y 2014. Los resultados preliminares demuestran que entre el 60 y el 90 % de las niñas vacunadas reportaron estar informadas de los beneficios de aplicarse la vacuna.
En Arauca, con apoyo del alcalde, el médico especializado en oncología, Carlos Castro, de la Liga Colombiana contra el Cáncer, informó sobre el desarrollo de una campaña para aumentar la confianza en la vacuna a través de una estrategia de comunicación y de educación que busca aumentar las tasas de vacunación del 7 al 60 %, a finales del 2019.
Un caso de éxito lo tiene el sur del país: a comienzos del 2018 se realizó la Primera Jornada Nacional de Vacunación en Pasto, Nariño, por ser este el departamento ejemplo del país en materia de vacunación contra el VPH, de acuerdo con las cifras del 2017. La médica Diana Paola Rosero, secretaria de Salud del municipio de Pasto, lo confirmó: a octubre del 2018, dijo, el Programa de detección temprana de cáncer de cuello uterino, con sus componentes de toma de citología y vacunación, ya llega al 93 % de cumplimiento. Explicó la estrategia utilizada que se ha basado en sensibilización, educación y comunicación. Su mejor aliado ha sido el propio alcalde.
Y a nivel mundial… ¿qué ha pasado?
Cada año alrededor de 83.000 mujeres son diagnosticadas con cáncer de cuello uterino en el continente americano y más de 35.000 mueren por esta causa, la mayoría son menores de 60 años. Podrían ser más, si no hubiera sido por los programas de prevención que desde la década de los años setenta comenzaron en la región y que incluyen diagnóstico y tratamiento, así como la vacuna que existe en los programas nacionales de más de 20 países de la región desde el 2006. En Colombia, de acuerdo con informes del Instituto Nacional de Cancerología, la incidencia y mortalidad del cáncer de cuello uterino se ha reducido en las últimas cuatro décadas, “gracias a la disminución de la paridad y a la mejora en el acceso a la atención médica”.
En el mundo hay casos donde la resistencia a la vacuna también ha generado el desplome en las cifras de cubrimiento, como Perú, Dinamarca, Brasil e Irlanda, a pesar de que este es de los pocos cánceres cuya causa está bien establecida y se cuenta con la manera de prevenirlo. Durante el evento representantes de esos países contaron cómo sobrevivieron a las crisis presentadas.
En el año 2011, Perú inició la vacunación contra VPH con 280.000 niñas, al tiempo que “los grupos antivacuna atacaron”, dijo la médica Marcela Lazo Escalante, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Como consecuencia, el Ministerio de Salud detuvo la vacunación en las escuelas. Bajaron las cifras en los tres años siguientes hasta que se inició un gran programa conjuntamente con el Ministerio de Educación. La primera estrategia fue un gran concurso entre las 24 regiones del país para escoger al ‘Campeón de una nueva generación de mujeres sin cáncer de cérvix’. Mujeres congresistas, periodistas y actrices apoyaron la campaña. Lazo explicó las actividades de capacitación y los materiales de comunicación con información sobre el virus, la vacuna y los mitos. Las cifras alcanzaron un cubrimiento del 98 % en el 2016. Dice Lazo que actuaron rápidamente cuando hubo un episodio similar al del Carmen de Bolívar, en una población peruana muy pobre.
En Dinamarca, donde 370 mujeres son diagnosticadas al año con cáncer de cuello uterino y mueren 100, el programa de vacunación inició en el 2008, con coberturas de entre el 88 y el 93 %. Pero luego bajaron a 16 %, según Robb Butler, científico social de Unicef, por una crisis de confiabilidad que surgió en el 2013, luego de que algunas niñas, casi todas ellas muy deportistas, presentaran algunos efectos como mareos y taquicardia. Las autoridades reaccionaron tarde, luego de un relativo silencio, lo que jugó en contra de la vacunación. La campaña de comunicación que se lanzó unos meses después se enfocó en los editores, más que en los periodistas, “usando historias narrativas, no datos; usando más la emoción, que la información”, explicó Butler. “Cuando perdemos la confianza, es extremadamente difícil recuperarla”. Al cabo de los años, las cifras han empezado a subir de nuevo.
En Brasil, el cáncer de cuello uterino es la tercera causa de muerte por cáncer en mujeres. Mueren 5.000 al año. En el 2014, 13 de 80 niñas, entre 11 y 13 años, que fueron vacunadas en un colegio presentaron debilidad en los músculos, parálisis temporal en las piernas y entumecimiento, pero los exámenes neurológicos fueron normales. Según informó Ana Goretti Kalume Maranhao, del Ministerio de Salud brasileño, estudios posteriores han demostrado que la incidencia de efectos adversos serios entre el 2014 y el 2018 ha sido del 0,67 % en un total de más de 24 millones de dosis administradas.
Como crisis de confianza calificó la representante de Irlanda, Yvonne Morrissey, de la Oficina Nacional de Inmunización, lo sucedido después de que las cifras de los primeros cinco años de vacunación, del 2010 al 2015 estuvieron por encima del 80 %. Ese año, narró, se formaron dos grupos de padres de familia que, muy activos, cuestionaron la seguridad de la vacuna, a través de los medios de comunicación. Acto seguido, el gobierno empezó a identificar los grupos de la población a los que debían llegar: padres, pacientes de cáncer, sector educativo y sector salud. Hablaron con ellos y abrieron un portal en la web que actualizan permanentemente con información sobre la evidencia científica de la seguridad de la vacuna en lenguaje sencillo, muy interactiva, donde se responde inmediatamente las preguntas de los padres o personal de salud. Capacitaron a los voceros autorizados para hablar con los medios de comunicación y lanzaron una campaña cada año.
“Sabemos que las personas que están en contra de las vacunas tienen una historia personal”, dijo Morrissey. Laura Brennan, una mujer irlandesa de 25 años, con cáncer de cérvix terminal, se acercó a la Oficina y se ofreció a promover la vacuna. Las cifras de cobertura han empezado a subir. “Superamos la crisis de confianza”, dijo. Los medios de comunicación cambiaron su discurso: de historias negativas, ahora publican historias positivas sobre la importancia de la vacuna.
En Panamá, en cambio, la estrategia de vacunación inició en escuelas públicas y privadas, a través de giras, ferias, mensajes en las iglesias, en terminales de buses y en centros comerciales, enfocada en niñas y niños. Las estadísticas muestran el ascenso de la curva desde el 2008, llegando hasta el 81 % de cobertura. “La capacitación en cascada fue básica para garantizar el inicio de la aplicación de la vacuna en todas las regiones del país”, dijo Itzel de Hewitt, coordinadora general del Programa Ampliado de Inmunizaciones del Ministerio de Salud de Panamá.
Las lecciones aprendidas
Desde el 2008, el Instituto Nacional de Salud tiene un sistema de vigilancia denominado Sivigila, que registra permanentemente –entre otros- los eventos supuestamente atribuibles a la vacunación o inmunización (ESAVI) en 1.117 municipios del país. De acuerdo con el director de Vigilancia y Análisis del Riesgo en Salud Pública del INS, el médico epidemiólogo Franklin Prieto, entre los años 2012 y 2018 solo se ha presentado un caso grave relacionado con la vacuna tetravalente contra el Virus del Papiloma Humano: una urticaria que se complicó. En el 58 % de los casos, las vacunadas presentaron dolor de cabeza, mientras que el endurecimiento y enrojecimiento de la piel, dolor local y urticaria leve sucedieron en menos del 9 % de las vacunadas y son síntomas que están descritos por los fabricantes, así como por las sociedades de cancerología. Los datos reflejan que se trata de una vacuna segura, concluyó Prieto.
Estos datos dieron un parte de tranquilidad a los asistentes al evento, quienes solicitaron hacer públicas estas estadísticas de los efectos secundarios de la vacuna para contrarrestar la falta de credibilidad, mientras que el director del Centro Javeriano de Oncología, Raúl Murillo, se atrevió a concluir que “de las presentaciones se desprende que la comunidad médica parecería no estar jugando un papel importante en la recuperación de la confianza”.
El biólogo con doctorado en salud pública, Eduardo Franco, actual Presidente del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina de la Universidad de McGill, Canadá, dijo a El Espectador que la ciencia solo ha encontrado un efecto secundario preocupante, pero extremadamente raro: el shock anafiláctico, que sucede en tres personas entre un millón de vacunados y se presenta en los primeros minutos después de la inyección, razón por la cual es necesario estar acompañado de personal de salud profesional que reaccione de inmediato para controlar los efectos.
El grupo de expertos que atendió la reunión reconoció las fortalezas de los programas de vacunación, basados en una sólida evidencia científica sobre la seguridad de la vacuna. Promovió la puesta en marcha de campañas de sensibilización dirigidas a grupos de la población que incluyen a profesionales de la salud, el sector educativo y padres de familia. En el caso colombiano se sugirió una alianza entre los ministerios de Salud y Protección Social y el de Educación Nacional. “Necesitamos la ayuda de médicos, personal de salud pública, población general y medios de comunicación para reactivar este programa esencial para la prevención del cáncer cervical”, expresó la doctora caleña Nubia Muñoz.
El problema es de comunicación, dijo el médico Mark Kane, hoy consultor internacional. “Cuando comunicamos a la gente, no podemos ser muy serios, ni llegarles con datos”, dijo. “Es necesario usar nuestro sistema límbico, que rige las emociones y los recuerdos”.