Vacuna contra la viruela del mono: la incertidumbre de su llegada
Mientras otros países ya tienen dosis para aplicar a un grupo específico y tienen un plan de vacunación, en Colombia el Gobierno aún no ha podido acceder ni a vacunas ni ha presentado públicamente una estrategia para administrarlas. Su silencio ha levantado críticas en medio de un difícil escenario global de producción limitada y de contratos con cláusulas que disgustan a cualquier nación.
Juan Diego Quiceno
Sergio Silva Numa
Este artículo tiene una debilidad que creemos necesaria advertir desde el principio: pese a reiteradas peticiones para entender mejor la estrategia del Gobierno para adquirir vacunas contra la viruela símica, conocer el plan para aplicarlas y comprender las dificultades que ha habido en las negociaciones, no logramos conversar con nadie del Ministerio de Salud. Les escribimos en varias oportunidades, a través de su equipo de comunicaciones (como lo hemos hecho en las últimas semanas), pero fue imposible obtener una respuesta. Sin información oficial sobre el camino que planea tomar Colombia para enfrentar este brote, que empezó en abril en Nigeria y se ha expandido por 109 países, infectando a unas 73 mil personas, este debate no tiene todas las piezas completas. (Puede leer: Las barreras para acceder al PrEP, el programa para prevenir el VIH)
El último pronunciamiento del Minsalud fue el pasado jueves. En un boletín de prensa anunció el “adelanto de las negociaciones de un memorando de entendimiento que permitirá la llegada de 25 mil dosis de vacunas contra la viruela símica”. Era una negociación, explicaba, que forma parte de un proyecto de investigación que varios países llevarán a cabo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). No había más detalles.
Varias personas del sector de la salud se hicieron las mismas preguntas en redes sociales: ¿Qué tipo de vacuna? ¿Cuándo podrían llegar al país? ¿En qué consiste el proyecto de investigación? ¿Se trata de una propuesta, como sugirieron algunas fuentes a El Espectador, que un tercero había presentado al organismo? También le trasladamos este interrogante al Minsalud, pero hasta el momento no habíamos obtenido respuesta.
La falta de información ha empezado a generar inquietud entre quienes se mueven en el mundo de la salud y del acceso a medicamentos. A los ojos de la profesora Claudia Vaca, directora del Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder, de la Universidad Nacional, es un hermetismo que en últimas está dificultando la discusión sobre asuntos de fondo, como la forma en que Colombia adquiere vacunas en medio de las complejas condiciones que impone una farmacéutica. “Ese hermetismo desdice del interés del Gobierno por cambiar el rumbo y superar los desaciertos del pasado (con el covid-19)”, apuntó en una columna escrita para este diario. (Le puede interesar: Regular el cannabis: que no se nos escape la discusión sobre salud pública)
No es la primera vez que quedan piezas sueltas en este rompecabezas. El 12 de octubre, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) había revelado en una rueda de prensa que estaba iniciando la entrega de las primeras dosis de la vacuna contra la viruela del mono en la región. Brasil fue el primero en recibirlas, el 4 de octubre; dos días después llegaron a Chile.
La noticia en Colombia, en cambio, fue que el país no estaba entre las naciones a las que llegarían dosis próximamente, pese a que dos meses antes el Minsalud había anunciado que adquiriría 5.600 a través de ese organismo. Entonces, también nos acercamos a la cartera que encabeza Carolina Corcho para conocer las razones, pero no logramos obtener una respuesta clara.
Pero más allá de estos interrogantes, hay varios puntos que ayudan a entender un poco mejor este caso de las vacunas contra la viruela símica. Como sucedió con el covid-19 (aunque hay enormes diferencias), se trata de un escenario en el que entran en juego complejos ingredientes: escasez de biológicos, una sola farmacéutica productora, contratos secretos con cláusulas controversiales y, por supuesto, acaparamiento de países ricos. África, por ejemplo, le ratificó hace unos días a la revista Nature, el médico especialista en enfermedades infecciosas Dimie Ogoina, de la U. del Delta del Níger (Nigeria), que no ha llegado una sola dosis. (Puede interesarle: La lucha de las indígenas del Putumayo por no perder el saber de la partería)
¿Son igual de prioritarias, entonces, las vacunas de la viruela símica como lo fueron las del covid-19? ¿Debería Colombia firmar contratos con los laboratorios que las produzcan con la misma “premura” con las que firmó los del covid-19? ¿Está bien comparar ambas epidemias?
¿Viruela del mono vs. covid-19?
Una de las primeras aclaraciones que hace el infectólogo y profesor de la U. Nacional Carlos Álvarez tiene que ver con esa comparación entre el covid-19 y la viruela símica, que ha sido tan usual en estos últimos días. “Por la cercanía entre ambas se tiende a compararlas, pero tienen una connotación muy diferente. No tienen la misma magnitud en transmisión y en mortalidad”, asegura.
El siguiente ejercicio es útil para entender esa magnitud a la que se refiere Álvarez, también coordinador nacional de estudios sobre el covid-19 en el país. El primer positivo por coronavirus se reportó el 6 de marzo de 2020 en Bogotá, y cuatro meses después ya había 133.973 casos confirmados y 4.714 fallecidos. Colombia confirmó los primeros casos de viruela del mono el 23 de junio y, casi cuatro meses después, ha reportado 3.000 contagios (acumulados) y ninguna persona fallecida. (También puede leer: El gran dilema del nuevo medicamento para tratar la enfermedad que sufrió Stephen Hawking)
Además, mientras el SARS-Cov-2, causante del covid-19, es un virus compuesto por ARN, la viruela del mono es producida por un virus de ADN, mucho más “estable”. Tiende a acumular mutaciones de manera más lenta que el coronavirus. Esto lo que quiere decir, explica Álvarez, es que no estamos tampoco ante el mismo riesgo de que aparezcan tantas variantes de la viruela como en el caso del covid-19.
Otra de las claves del virus de la viruela símica es que, como aclara Óscar Eduardo Gómez, epidemiólogo y docente de la U. Javeriana, es un microorganismo que ya conocíamos. Se detectó por primera vez en humanos en 1970 en la República Democrática del Congo (África). “La OMS lo declaró como una emergencia de salud pública, no porque sea nuevo, sino porque empezó a aparecer en países donde no era común que hiciera presencia”, añade.
Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de EE. UU., de los 109 países en donde se han registrado casos de viruela del mono, en 102 no se había detectado el virus anteriormente. Peso a eso, señala Gómez, como advirtió la OMS, “hay una ventana de oportunidad para controlar el brote. Y entre las acciones se encuentra la vacunación”.
La ministra de Salud, Carolina Corcho, también ha sido enfática en explicar que no es muy útil comparar ambas enfermedades, pues representan riesgos diferentes. Al tiempo ha advertido en varias oportunidades, como lo hizo el 24 de agosto, que los contratos con la farmacéutica Bavarian Nordic -el único productor global de la vacuna- son exorbitantes e incluso más exigentes que los del covid-19. (Puede interesarle: A 400 km de Bogotá encuentran pistas de un hongo que preocupa al mundo)
“La farmacéutica exigía cláusulas de indemnidad mucho más fuertes donde obligan al Estado colombiano y al Ministerio a responder por cualquier error que cometa un funcionario de la farmacéutica en el proceso de la vacuna. Era imposible firmar ese contrato”, dijo después, en otra rueda de prensa, el 12 de septiembre.
No era la primera vez que el país se enfrentaba a esa situación. Con el covid-19, los países tuvieron que aceptar este tipo de cláusulas a cambio de recibir vacunas, una situación completamente indeseable, a los ojos de la profesora Vaca. En ese entonces, para poder aceptar esas condiciones, el anterior gobierno tuvo que tramitar una ley (la 2064 de 2020) que le permitía asumir esa responsabilidad. Pero, para Vaca, terminó debilitando la institucionalidad de la entidad que debe hacer seguimiento a los eventos adversos, el Invima, un tema crucial para generar confianza en la vacunación.
La pregunta en este punto es si Colombia necesita las vacunas contra la viruela del mono con la misma urgencia que requirió las del covid-19, que, en medio de la competencia global, obligó al país a aceptar un precio y unas condiciones. La respuesta corta, para todos a los que les preguntamos, es sí. Es mejor tener vacunas que no tenerlas, pero eso no quiere decir que se pierdan de vista otros elementos fundamentales en este debate .
“Toda condición de salud, enfermedad o evento en salud que afecte a las poblaciones de una u otra manera es una prioridad en salud pública. La viruela símica, si bien es cierto tiene una letalidad baja, produce una alta carga de la enfermedad que se da por la incapacidad médica prolongada, el sufrimiento de la persona y por las repercusiones sociales y económicas que provoca. Se equivocan quienes cataloguen la viruela símica como una baja prioridad en salud pública”, señala Germán Escobar, exviceministro de Salud.
Por otro lado, también es cierto, como explicaba el Minsalud, que los casos en Colombia han venido descendiendo, gracias, entre otras cosas, a medidas no farmacológicas. Mientras el 23 de junio hubo un pico de 444 casos, en la última semana epidemiológica de la que se tiene registro se presentaron 168 casos (claro, seguramente hay un subregistro). Nadie ha fallecido.
Algo similar ha sucedido en Estados Unidos y en parte de Europa. Como se lee en la página del European Centre for Disease Prevention and Control, es probable que esto se deba a múltiples factores, como los esfuerzos en la comunicación del riesgo y la participación de la comunidad. Los cambios de comportamiento, sumados a la disminución de eventos masivos después del verano, al aumento de la inmunidad natural y a la vacunación en grupos más afectados parecen ser las razones que explican esa disminución.
Vacunar a grupos focalizados es justamente lo que están intentando hacer los países en medio del difícil margen de maniobra. “Se trata de personas enfermas que están sufriendo, que están teniendo un costo por incapacidad y que les están costando al sistema de salud y al país”, explica Francisco Castellanos, de la Organización para la Defensa del Paciente.
La mala noticia, apunta Leonardo Arregocés, quien estuvo al frente de la Dirección de Medicamentos en el Minsalud durante la pandemia, es que Colombia tampoco cuenta aún con un plan para vacunar al grupo que concentra la mayor parte de los casos (hombres que tienen sexo con hombres). Aunque reconoce que en esta situación hay diferencias notables con el covid-19, cree que también hay similitudes.
“Se requiere, por ejemplo, a la par que se avance en la firma de un contrato con una compañía, un plan que establezca con claridad qué otros caminos se piensan explorar para adquirir biológicos. También se necesita un plan para toda la parte logística para cuando lleguen las vacunas y una estrategia jurídica para superar los desafíos que implican estos procesos. ¿Qué tendría que hacer Colombia, en caso de que empiecen a aparecer más casos por fuera del grupo donde se está presentando la mayor parte de las infecciones? No lo sabemos”, asegura Arregocés.
La OMS, de hecho, no recomienda hoy un proceso de vacunación masivo. Lo que sugiere es un sistema de vigilancia y prevención. Pero para Denis Silva, director de Colombia Saludable y vocero de Pacientes Colombia, ahí hay otro vacío: “Trabajar una estrategia de prevención es muchísimo más fácil, y en eso han faltado esfuerzos y una política más focalizada y clara”. Para él, además, no todas las EPS han cumplido la circular que publicó el Ministerio de Salud, en donde les ordenaba tener una línea de información sobre la viruela y una ruta de atención. “Si entra a las páginas web de ellas, eso no existe. La mayoría no la tiene”, dice.
Otros puntos de fondo
Jynneos (conocida como Imvanex en Europa e Imvamune en Canadá) es la única vacuna desarrollada para la viruela del mono y es fabricada por la empresa danesa Bavarian Nordic. Estados Unidos posee casi el 80 % de las existencias de esa vacuna, gracias en gran parte a que ayudó a financiarla.
Después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de ese país invirtió miles de millones de dólares en prepararse contra futuras amenazas, entre ellas las biológicas. Desde 2003 comenzó a inyectar dinero en Bavarian Nordic para desarrollar una vacuna contra la viruela con menos efectos secundarios que las que ya existían, como la ACAM2000 (disponible en EE. UU. para la viruela símica).
Luego de que el brote actual de viruela se expandiera por varios países, en cuestión de días la compañía danesa comenzó a recibir pedidos masivos. Aunque se desconoce el precio al que han vendido las vacunas a diferentes países, un análisis realizado por la ONG norteamericana Public Citizen estima que las naciones de más altos ingresos están pagando US$110 por dosis.
Jynneos consiste en el virus vivo y modificado de la viruela vacunoide de Ankara de tercera generación, que ya había demostrado ser segura y eficaz. Se administra en un esquema de vacunación de dos dosis, con un intervalo de 28 días. Y pese a que, como se lee en la página de los CDC, la información sobre su eficacia actual son limitados, poco a poco han recopilado datos: “En 32 jurisdicciones de Estados Unidos, entre los hombres de 18 a 49 años elegibles para la vacunación con Jynneos, la incidencia de la viruela símica fue 14 veces mayor entre los hombres no vacunados en comparación con los que habían recibido la primera dosis de la vacuna ≥14 días antes”.
En el caso de Colombia, nos confirmó el Invima, no hay por el momento ninguna empresa ni ningún particular que haya tramitado documentos para que esta vacuna reciba una aprobación. Nadie ha presentado documentos para llevar a cabo un ensayo clínico para probar en población colombiana alguna vacuna contra esta viruela.
Esta compleja situación revive un viejo sueño sin cumplir: ¿cómo recuperar la capacidad que alguna vez tuvo Colombia para hacer vacunas, especialmente como las de Jynneos, que está basada en una tecnología relativamente simple y no tan compleja como las vacunas de ARN mensajero? ¿Este Gobierno estará sumando esfuerzos para que el país pueda hacer biológicos para humanos que le permitan sortear con mayor tranquilidad los difíciles escenarios de escasez y acaparamiento?
Mientras este gran interrogante se resuelve, tal vez, como sugiere la profesora Vaca, sería muy útil que se superen las diferencias que hay entre el equipo que estuvo con el exministro Fernando Ruiz y el que está gobernando con Carolina Corcho para pensar una estrategia para Colombia, recobrar las capacidades y comprender los aprendizajes que dejó la última pandemia.
Este artículo tiene una debilidad que creemos necesaria advertir desde el principio: pese a reiteradas peticiones para entender mejor la estrategia del Gobierno para adquirir vacunas contra la viruela símica, conocer el plan para aplicarlas y comprender las dificultades que ha habido en las negociaciones, no logramos conversar con nadie del Ministerio de Salud. Les escribimos en varias oportunidades, a través de su equipo de comunicaciones (como lo hemos hecho en las últimas semanas), pero fue imposible obtener una respuesta. Sin información oficial sobre el camino que planea tomar Colombia para enfrentar este brote, que empezó en abril en Nigeria y se ha expandido por 109 países, infectando a unas 73 mil personas, este debate no tiene todas las piezas completas. (Puede leer: Las barreras para acceder al PrEP, el programa para prevenir el VIH)
El último pronunciamiento del Minsalud fue el pasado jueves. En un boletín de prensa anunció el “adelanto de las negociaciones de un memorando de entendimiento que permitirá la llegada de 25 mil dosis de vacunas contra la viruela símica”. Era una negociación, explicaba, que forma parte de un proyecto de investigación que varios países llevarán a cabo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). No había más detalles.
Varias personas del sector de la salud se hicieron las mismas preguntas en redes sociales: ¿Qué tipo de vacuna? ¿Cuándo podrían llegar al país? ¿En qué consiste el proyecto de investigación? ¿Se trata de una propuesta, como sugirieron algunas fuentes a El Espectador, que un tercero había presentado al organismo? También le trasladamos este interrogante al Minsalud, pero hasta el momento no habíamos obtenido respuesta.
La falta de información ha empezado a generar inquietud entre quienes se mueven en el mundo de la salud y del acceso a medicamentos. A los ojos de la profesora Claudia Vaca, directora del Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder, de la Universidad Nacional, es un hermetismo que en últimas está dificultando la discusión sobre asuntos de fondo, como la forma en que Colombia adquiere vacunas en medio de las complejas condiciones que impone una farmacéutica. “Ese hermetismo desdice del interés del Gobierno por cambiar el rumbo y superar los desaciertos del pasado (con el covid-19)”, apuntó en una columna escrita para este diario. (Le puede interesar: Regular el cannabis: que no se nos escape la discusión sobre salud pública)
No es la primera vez que quedan piezas sueltas en este rompecabezas. El 12 de octubre, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) había revelado en una rueda de prensa que estaba iniciando la entrega de las primeras dosis de la vacuna contra la viruela del mono en la región. Brasil fue el primero en recibirlas, el 4 de octubre; dos días después llegaron a Chile.
La noticia en Colombia, en cambio, fue que el país no estaba entre las naciones a las que llegarían dosis próximamente, pese a que dos meses antes el Minsalud había anunciado que adquiriría 5.600 a través de ese organismo. Entonces, también nos acercamos a la cartera que encabeza Carolina Corcho para conocer las razones, pero no logramos obtener una respuesta clara.
Pero más allá de estos interrogantes, hay varios puntos que ayudan a entender un poco mejor este caso de las vacunas contra la viruela símica. Como sucedió con el covid-19 (aunque hay enormes diferencias), se trata de un escenario en el que entran en juego complejos ingredientes: escasez de biológicos, una sola farmacéutica productora, contratos secretos con cláusulas controversiales y, por supuesto, acaparamiento de países ricos. África, por ejemplo, le ratificó hace unos días a la revista Nature, el médico especialista en enfermedades infecciosas Dimie Ogoina, de la U. del Delta del Níger (Nigeria), que no ha llegado una sola dosis. (Puede interesarle: La lucha de las indígenas del Putumayo por no perder el saber de la partería)
¿Son igual de prioritarias, entonces, las vacunas de la viruela símica como lo fueron las del covid-19? ¿Debería Colombia firmar contratos con los laboratorios que las produzcan con la misma “premura” con las que firmó los del covid-19? ¿Está bien comparar ambas epidemias?
¿Viruela del mono vs. covid-19?
Una de las primeras aclaraciones que hace el infectólogo y profesor de la U. Nacional Carlos Álvarez tiene que ver con esa comparación entre el covid-19 y la viruela símica, que ha sido tan usual en estos últimos días. “Por la cercanía entre ambas se tiende a compararlas, pero tienen una connotación muy diferente. No tienen la misma magnitud en transmisión y en mortalidad”, asegura.
El siguiente ejercicio es útil para entender esa magnitud a la que se refiere Álvarez, también coordinador nacional de estudios sobre el covid-19 en el país. El primer positivo por coronavirus se reportó el 6 de marzo de 2020 en Bogotá, y cuatro meses después ya había 133.973 casos confirmados y 4.714 fallecidos. Colombia confirmó los primeros casos de viruela del mono el 23 de junio y, casi cuatro meses después, ha reportado 3.000 contagios (acumulados) y ninguna persona fallecida. (También puede leer: El gran dilema del nuevo medicamento para tratar la enfermedad que sufrió Stephen Hawking)
Además, mientras el SARS-Cov-2, causante del covid-19, es un virus compuesto por ARN, la viruela del mono es producida por un virus de ADN, mucho más “estable”. Tiende a acumular mutaciones de manera más lenta que el coronavirus. Esto lo que quiere decir, explica Álvarez, es que no estamos tampoco ante el mismo riesgo de que aparezcan tantas variantes de la viruela como en el caso del covid-19.
Otra de las claves del virus de la viruela símica es que, como aclara Óscar Eduardo Gómez, epidemiólogo y docente de la U. Javeriana, es un microorganismo que ya conocíamos. Se detectó por primera vez en humanos en 1970 en la República Democrática del Congo (África). “La OMS lo declaró como una emergencia de salud pública, no porque sea nuevo, sino porque empezó a aparecer en países donde no era común que hiciera presencia”, añade.
Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de EE. UU., de los 109 países en donde se han registrado casos de viruela del mono, en 102 no se había detectado el virus anteriormente. Peso a eso, señala Gómez, como advirtió la OMS, “hay una ventana de oportunidad para controlar el brote. Y entre las acciones se encuentra la vacunación”.
La ministra de Salud, Carolina Corcho, también ha sido enfática en explicar que no es muy útil comparar ambas enfermedades, pues representan riesgos diferentes. Al tiempo ha advertido en varias oportunidades, como lo hizo el 24 de agosto, que los contratos con la farmacéutica Bavarian Nordic -el único productor global de la vacuna- son exorbitantes e incluso más exigentes que los del covid-19. (Puede interesarle: A 400 km de Bogotá encuentran pistas de un hongo que preocupa al mundo)
“La farmacéutica exigía cláusulas de indemnidad mucho más fuertes donde obligan al Estado colombiano y al Ministerio a responder por cualquier error que cometa un funcionario de la farmacéutica en el proceso de la vacuna. Era imposible firmar ese contrato”, dijo después, en otra rueda de prensa, el 12 de septiembre.
No era la primera vez que el país se enfrentaba a esa situación. Con el covid-19, los países tuvieron que aceptar este tipo de cláusulas a cambio de recibir vacunas, una situación completamente indeseable, a los ojos de la profesora Vaca. En ese entonces, para poder aceptar esas condiciones, el anterior gobierno tuvo que tramitar una ley (la 2064 de 2020) que le permitía asumir esa responsabilidad. Pero, para Vaca, terminó debilitando la institucionalidad de la entidad que debe hacer seguimiento a los eventos adversos, el Invima, un tema crucial para generar confianza en la vacunación.
La pregunta en este punto es si Colombia necesita las vacunas contra la viruela del mono con la misma urgencia que requirió las del covid-19, que, en medio de la competencia global, obligó al país a aceptar un precio y unas condiciones. La respuesta corta, para todos a los que les preguntamos, es sí. Es mejor tener vacunas que no tenerlas, pero eso no quiere decir que se pierdan de vista otros elementos fundamentales en este debate .
“Toda condición de salud, enfermedad o evento en salud que afecte a las poblaciones de una u otra manera es una prioridad en salud pública. La viruela símica, si bien es cierto tiene una letalidad baja, produce una alta carga de la enfermedad que se da por la incapacidad médica prolongada, el sufrimiento de la persona y por las repercusiones sociales y económicas que provoca. Se equivocan quienes cataloguen la viruela símica como una baja prioridad en salud pública”, señala Germán Escobar, exviceministro de Salud.
Por otro lado, también es cierto, como explicaba el Minsalud, que los casos en Colombia han venido descendiendo, gracias, entre otras cosas, a medidas no farmacológicas. Mientras el 23 de junio hubo un pico de 444 casos, en la última semana epidemiológica de la que se tiene registro se presentaron 168 casos (claro, seguramente hay un subregistro). Nadie ha fallecido.
Algo similar ha sucedido en Estados Unidos y en parte de Europa. Como se lee en la página del European Centre for Disease Prevention and Control, es probable que esto se deba a múltiples factores, como los esfuerzos en la comunicación del riesgo y la participación de la comunidad. Los cambios de comportamiento, sumados a la disminución de eventos masivos después del verano, al aumento de la inmunidad natural y a la vacunación en grupos más afectados parecen ser las razones que explican esa disminución.
Vacunar a grupos focalizados es justamente lo que están intentando hacer los países en medio del difícil margen de maniobra. “Se trata de personas enfermas que están sufriendo, que están teniendo un costo por incapacidad y que les están costando al sistema de salud y al país”, explica Francisco Castellanos, de la Organización para la Defensa del Paciente.
La mala noticia, apunta Leonardo Arregocés, quien estuvo al frente de la Dirección de Medicamentos en el Minsalud durante la pandemia, es que Colombia tampoco cuenta aún con un plan para vacunar al grupo que concentra la mayor parte de los casos (hombres que tienen sexo con hombres). Aunque reconoce que en esta situación hay diferencias notables con el covid-19, cree que también hay similitudes.
“Se requiere, por ejemplo, a la par que se avance en la firma de un contrato con una compañía, un plan que establezca con claridad qué otros caminos se piensan explorar para adquirir biológicos. También se necesita un plan para toda la parte logística para cuando lleguen las vacunas y una estrategia jurídica para superar los desafíos que implican estos procesos. ¿Qué tendría que hacer Colombia, en caso de que empiecen a aparecer más casos por fuera del grupo donde se está presentando la mayor parte de las infecciones? No lo sabemos”, asegura Arregocés.
La OMS, de hecho, no recomienda hoy un proceso de vacunación masivo. Lo que sugiere es un sistema de vigilancia y prevención. Pero para Denis Silva, director de Colombia Saludable y vocero de Pacientes Colombia, ahí hay otro vacío: “Trabajar una estrategia de prevención es muchísimo más fácil, y en eso han faltado esfuerzos y una política más focalizada y clara”. Para él, además, no todas las EPS han cumplido la circular que publicó el Ministerio de Salud, en donde les ordenaba tener una línea de información sobre la viruela y una ruta de atención. “Si entra a las páginas web de ellas, eso no existe. La mayoría no la tiene”, dice.
Otros puntos de fondo
Jynneos (conocida como Imvanex en Europa e Imvamune en Canadá) es la única vacuna desarrollada para la viruela del mono y es fabricada por la empresa danesa Bavarian Nordic. Estados Unidos posee casi el 80 % de las existencias de esa vacuna, gracias en gran parte a que ayudó a financiarla.
Después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de ese país invirtió miles de millones de dólares en prepararse contra futuras amenazas, entre ellas las biológicas. Desde 2003 comenzó a inyectar dinero en Bavarian Nordic para desarrollar una vacuna contra la viruela con menos efectos secundarios que las que ya existían, como la ACAM2000 (disponible en EE. UU. para la viruela símica).
Luego de que el brote actual de viruela se expandiera por varios países, en cuestión de días la compañía danesa comenzó a recibir pedidos masivos. Aunque se desconoce el precio al que han vendido las vacunas a diferentes países, un análisis realizado por la ONG norteamericana Public Citizen estima que las naciones de más altos ingresos están pagando US$110 por dosis.
Jynneos consiste en el virus vivo y modificado de la viruela vacunoide de Ankara de tercera generación, que ya había demostrado ser segura y eficaz. Se administra en un esquema de vacunación de dos dosis, con un intervalo de 28 días. Y pese a que, como se lee en la página de los CDC, la información sobre su eficacia actual son limitados, poco a poco han recopilado datos: “En 32 jurisdicciones de Estados Unidos, entre los hombres de 18 a 49 años elegibles para la vacunación con Jynneos, la incidencia de la viruela símica fue 14 veces mayor entre los hombres no vacunados en comparación con los que habían recibido la primera dosis de la vacuna ≥14 días antes”.
En el caso de Colombia, nos confirmó el Invima, no hay por el momento ninguna empresa ni ningún particular que haya tramitado documentos para que esta vacuna reciba una aprobación. Nadie ha presentado documentos para llevar a cabo un ensayo clínico para probar en población colombiana alguna vacuna contra esta viruela.
Esta compleja situación revive un viejo sueño sin cumplir: ¿cómo recuperar la capacidad que alguna vez tuvo Colombia para hacer vacunas, especialmente como las de Jynneos, que está basada en una tecnología relativamente simple y no tan compleja como las vacunas de ARN mensajero? ¿Este Gobierno estará sumando esfuerzos para que el país pueda hacer biológicos para humanos que le permitan sortear con mayor tranquilidad los difíciles escenarios de escasez y acaparamiento?
Mientras este gran interrogante se resuelve, tal vez, como sugiere la profesora Vaca, sería muy útil que se superen las diferencias que hay entre el equipo que estuvo con el exministro Fernando Ruiz y el que está gobernando con Carolina Corcho para pensar una estrategia para Colombia, recobrar las capacidades y comprender los aprendizajes que dejó la última pandemia.