Vacuna del papiloma, una tragedia informativa
Los reportajes sesgados, el desconocimiento sobre el cáncer de cuello uterino, ideas religiosas, miedos y rumores podrían terminar siendo los responsables de cientos de casos de cáncer de cuello uterino del futuro.
Pablo Correa
Parece que no hay vuelta atrás. El programa para combatir el segundo cáncer más común entre las mujeres colombianas está hecho pedazos. Esta vez no por falta de recursos o desorden burocrático, sino por miedo y la mala información divulgada por medios de comunicación. El desastre de lo que ha pasado en estos últimos dos años sólo se sabrá en unas tres décadas, cuando un porcentaje de las niñas no vacunadas hoy enfrenten el cáncer. Entonces nadie se hará responsable de lo ocurrido.
Desde que un grupo de adolescentes en El Carmen de Bolívar se desmayaron y experimentaron síntomas como dolores de cabeza y debilitamiento después de una jornada de vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH), la vacuna quedó estigmatizada entre los colombianos. El año pasado, las tasas de vacunación del programa gratuito ofrecido por el Gobierno cayeron 20 %.
Los estudios científicos serios y cuidadosos no han podido competir con las dramáticas imágenes de televisión de niñas cargadas en brazos por sus padres o los testimonios de otras que culpan a la vacuna de arruinar sus vidas. La última de ellas fue una niña bogotana que prometía convertirse en una de las próximas campeonas mundiales de patinaje, pero señala a la vacuna de ser la causa de una serie inespecífica de síntomas que ahora le impiden caminar. Los médicos que la trataron nunca aparecieron en televisión. Su historia clínica no fue meticulosamente analizada.
Efectos adversos
Juan Manuel Anaya, médico e investigador del Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA), de la Universidad del Rosario, ha tratado de entender qué está ocurriendo en Colombia. Aunque la mayoría de sus colegas despreciaron las quejas de las niñas, él decidió ser más receptivo. Como experto en enfermedades autoinmunes sabía que una vacuna, porque todas las vacunas lo hacen, podría generar efectos adversos.
Luego de hacer seguimiento a varias de las niñas que se han autodeclarado víctimas de la vacuna, su atención se concentró en tres pacientes, las más representativas desde un punto de vista clínico. El año pasado publicó un artículo reportando la aparición de síndromes autoinmunes inflamatorios en ellas que podrían haber estado asociados a la vacuna. Un año después cuenta que dos de ellas entraron en remisión, es decir, los síntomas han sido controlados gracias al tratamiento, y sólo una permanece con una mínima sintomatología.
En Francia, donde también se generó miedo en torno a la vacuna, se llevó a cabo un estudio independiente con más de 2 millones de niñas y mostró un mínimo riesgo de desarrollar síndrome de Guillain-Barré y enfermedades autoinmunes digestivas, pero los autores recomendaron que era tan bajo que no ponía en duda los beneficios de la vacuna. Una conclusión que adoptó la Organización Mundial de la Salud. Las asociaciones médicas y científicas de los 65 países en los que se ha introducido la vacuna han coincidido en que es segura. Para Anaya, sería importante realizar un estudio similar en Colombia, porque este tipo de enfermedades varía con la genética y las condiciones ambientales.
Anaya cree que en este punto en el que estamos, con la información que tenemos, el debate no es si ponerse o no la vacuna. Es qué hacer para identificar las niñas que podrían estar en riesgo de desarrollar algún efecto adverso. Y, en su opinión, el principal cuidado está en evaluar la historia familiar y personal de cada niña para detectar si existe historia de enfermedades autoinmunes. En esos casos específicos se debe manejar la vacunación con cuidado. En los otros, la gran mayoría, el verdadero enemigo se llama cáncer de cuello uterino. Anaya cree que el Gobierno no ha manejado bien la información. Lo correcto como médicos es advertir que existen unos mínimos riesgos asociados a la vacunación, como en cualquier procedimiento médico, al lado de todos los beneficios. Asimismo lo ha manifestado el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud(IETS), luego de realizar una revisión sistemática de la literatura.
Sumas y restas
Nubia Muñoz, la investigadora colombiana que fue postulada al Premio Nobel de Medicina por descubrir la relación entre el virus del papiloma humano y el cáncer de cuello uterino, tampoco niega los efectos asociados a la vacuna, pero aclara que están lejos de ser los que se muestran en los medios de comunicación. Según la experta, en las 21.000 mujeres de 9 a 26 años que participaron en los ensayos clínicos con la vacuna cuadrivalente o gardasil, un 80 % presentaron reacciones locales en el sitio de la inyección manifestadas principalmente por dolor, un poco de rubor y edema. El dolor fue severo en el 6 %. Fiebre fue la reacción sistémica más frecuente, pero se reportó solo en un 1%de las vacunadas. Ningún efecto adverso serio (incluyendo enfermedades autoinmunes) se reportó en las mujeres vacunadas en los ensayos clínicos con las vacunas bivalente y cuadrivalente. Los estudios postmarketing después de haber distribuido un poco más de 200 millones de dosis de la vacuna cuadrivalente, que han incluido hasta 4 millones de mujeres seguidas por al menos cinco años después de ser vacunadas, no han revelado ninguna asociación con enfermedades autoinmunes.
La pregunta que cientos de padres de familia se están haciendo en este momento es si deben o no vacunar a sus hijas. Las matemáticas del problema no son sencillas, pero es mejor entenderlas antes de dejarse llevar por el dramatismo y la desinformación. Si se trata de creerle a alguien para tomar esa difícil decisión definitivamente es mejor a los científicos que a los periodistas.
Hasta ahora, como lo dijo Nubia Muñoz, no hay un solo reporte serio que indique un incremento de riesgo en enfermedades autoinmunes. Lo que sí sabemos es el riesgo de desarrollar cáncer. En el año 2004, en la revista” The Journal of Infectious Diseases” se publicó un artículo que evaluó a 1.600 mujeres bogotanas de 15 a 85 años por diez años. Cuando esas mujeres fueron reclutadas para el estudio, todas tenían una citología negativa que indicaba que no tenían lesiones ni cáncer de cuello uterino. Tampoco se detectó en ellas el Virus del Papiloma Humano. El estudio intentaba mostrar el poder de este virus para expandirse en una población.
Al terminar el trabajo, los investigadores encontraron que 43 % de las mujeres en el grupo de 15 a 19 años habían adquirido la infección por VPH a los 5 años, 37 % en el grupo de 20 a 24 y 30 % en el grupo de 25 a 29 años.
Se estima que un 80 % de mujeres y hombres sexualmente activos adquieren la infección por VPH a lo largo de la vida, un 90 % de estas infecciones se resuelven naturalmente en un período de dos años y un 10 % se vuelven infecciones crónicas que se manifiestan morfológicamente como lesiones precancerosas del cérvix. La clasificación mundial para clasificar esas lesiones es: NIC 1, NIC 2 y NIC 3 o cáncer in situ. La gran mayoría de lesiones de bajo grado (NIC 1) y un poco más del 50 % de las NIC 2 se resuelven solas, pero la mitad de las NIC 3 progresan a cáncer invasivo.
A esto hay que sumarle otra arandela. Y es que existen casi un centenar de variedades de Virus de Papiloma Humano. Se estima que el riesgo de desarrollar cáncer de cuello uterino es 400 veces mayor en las mujeres infectadas con HPV 16 y unas 250 veces mayor en las infectadas con HPV 18, comparadas con mujeres no infectadas. HPV 16 y 18 son la causa de un 70 % de los cánceres de cuello uterino. La vacuna pretende prevenir justo esas variedades.
Cáncer, el verdadero enemigo
La idea de vacunar al mayor número posible de niñas en Colombia pretendía evitar que sigan apareciendo cada año casi 4.500 casos de cáncer de cuello uterino. ¿Quién les dirá a las niñas no vacunadas que desarrollen este cáncer en unos 30 años que podríamos haber hecho algo para evitarles esa tragedia? Tal vez los periodistas de esa época sean un poco mejores entendiendo las matemáticas de la enfermedad, la forma de evaluar las vacunas en una población y los dilemas de cualquier intervención médica.
“En los 59 millones de mujeres que han recibido al menos una dosis de vacuna y que lleguen a los 75 años podrían evitarse 444.600 casos de cáncer de cuello uterino y 184.000 muertes por este cáncer, asumiendo que la protección conferida por la vacuna dura toda la vida”, concluye la doctora Muñoz.
La Academia Nacional de Medicina de Colombia, preocupada, por lo que está ocurriendo declaró en abril de este año que “por fortuna, en el caso de las vacunas de VPH existe ya suficiente investigación independiente e información de los programas nacionales de vacunación en los que se ha introducido la vacuna contra el VPH, que confirman los datos de su eficacia y seguridad derivados de los estudios clínicos”.
Parece después de todo que el virus del papiloma humano encontró un buen aliado para sobrevivir en Colombia: los medios de comunicación.
Parece que no hay vuelta atrás. El programa para combatir el segundo cáncer más común entre las mujeres colombianas está hecho pedazos. Esta vez no por falta de recursos o desorden burocrático, sino por miedo y la mala información divulgada por medios de comunicación. El desastre de lo que ha pasado en estos últimos dos años sólo se sabrá en unas tres décadas, cuando un porcentaje de las niñas no vacunadas hoy enfrenten el cáncer. Entonces nadie se hará responsable de lo ocurrido.
Desde que un grupo de adolescentes en El Carmen de Bolívar se desmayaron y experimentaron síntomas como dolores de cabeza y debilitamiento después de una jornada de vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH), la vacuna quedó estigmatizada entre los colombianos. El año pasado, las tasas de vacunación del programa gratuito ofrecido por el Gobierno cayeron 20 %.
Los estudios científicos serios y cuidadosos no han podido competir con las dramáticas imágenes de televisión de niñas cargadas en brazos por sus padres o los testimonios de otras que culpan a la vacuna de arruinar sus vidas. La última de ellas fue una niña bogotana que prometía convertirse en una de las próximas campeonas mundiales de patinaje, pero señala a la vacuna de ser la causa de una serie inespecífica de síntomas que ahora le impiden caminar. Los médicos que la trataron nunca aparecieron en televisión. Su historia clínica no fue meticulosamente analizada.
Efectos adversos
Juan Manuel Anaya, médico e investigador del Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA), de la Universidad del Rosario, ha tratado de entender qué está ocurriendo en Colombia. Aunque la mayoría de sus colegas despreciaron las quejas de las niñas, él decidió ser más receptivo. Como experto en enfermedades autoinmunes sabía que una vacuna, porque todas las vacunas lo hacen, podría generar efectos adversos.
Luego de hacer seguimiento a varias de las niñas que se han autodeclarado víctimas de la vacuna, su atención se concentró en tres pacientes, las más representativas desde un punto de vista clínico. El año pasado publicó un artículo reportando la aparición de síndromes autoinmunes inflamatorios en ellas que podrían haber estado asociados a la vacuna. Un año después cuenta que dos de ellas entraron en remisión, es decir, los síntomas han sido controlados gracias al tratamiento, y sólo una permanece con una mínima sintomatología.
En Francia, donde también se generó miedo en torno a la vacuna, se llevó a cabo un estudio independiente con más de 2 millones de niñas y mostró un mínimo riesgo de desarrollar síndrome de Guillain-Barré y enfermedades autoinmunes digestivas, pero los autores recomendaron que era tan bajo que no ponía en duda los beneficios de la vacuna. Una conclusión que adoptó la Organización Mundial de la Salud. Las asociaciones médicas y científicas de los 65 países en los que se ha introducido la vacuna han coincidido en que es segura. Para Anaya, sería importante realizar un estudio similar en Colombia, porque este tipo de enfermedades varía con la genética y las condiciones ambientales.
Anaya cree que en este punto en el que estamos, con la información que tenemos, el debate no es si ponerse o no la vacuna. Es qué hacer para identificar las niñas que podrían estar en riesgo de desarrollar algún efecto adverso. Y, en su opinión, el principal cuidado está en evaluar la historia familiar y personal de cada niña para detectar si existe historia de enfermedades autoinmunes. En esos casos específicos se debe manejar la vacunación con cuidado. En los otros, la gran mayoría, el verdadero enemigo se llama cáncer de cuello uterino. Anaya cree que el Gobierno no ha manejado bien la información. Lo correcto como médicos es advertir que existen unos mínimos riesgos asociados a la vacunación, como en cualquier procedimiento médico, al lado de todos los beneficios. Asimismo lo ha manifestado el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud(IETS), luego de realizar una revisión sistemática de la literatura.
Sumas y restas
Nubia Muñoz, la investigadora colombiana que fue postulada al Premio Nobel de Medicina por descubrir la relación entre el virus del papiloma humano y el cáncer de cuello uterino, tampoco niega los efectos asociados a la vacuna, pero aclara que están lejos de ser los que se muestran en los medios de comunicación. Según la experta, en las 21.000 mujeres de 9 a 26 años que participaron en los ensayos clínicos con la vacuna cuadrivalente o gardasil, un 80 % presentaron reacciones locales en el sitio de la inyección manifestadas principalmente por dolor, un poco de rubor y edema. El dolor fue severo en el 6 %. Fiebre fue la reacción sistémica más frecuente, pero se reportó solo en un 1%de las vacunadas. Ningún efecto adverso serio (incluyendo enfermedades autoinmunes) se reportó en las mujeres vacunadas en los ensayos clínicos con las vacunas bivalente y cuadrivalente. Los estudios postmarketing después de haber distribuido un poco más de 200 millones de dosis de la vacuna cuadrivalente, que han incluido hasta 4 millones de mujeres seguidas por al menos cinco años después de ser vacunadas, no han revelado ninguna asociación con enfermedades autoinmunes.
La pregunta que cientos de padres de familia se están haciendo en este momento es si deben o no vacunar a sus hijas. Las matemáticas del problema no son sencillas, pero es mejor entenderlas antes de dejarse llevar por el dramatismo y la desinformación. Si se trata de creerle a alguien para tomar esa difícil decisión definitivamente es mejor a los científicos que a los periodistas.
Hasta ahora, como lo dijo Nubia Muñoz, no hay un solo reporte serio que indique un incremento de riesgo en enfermedades autoinmunes. Lo que sí sabemos es el riesgo de desarrollar cáncer. En el año 2004, en la revista” The Journal of Infectious Diseases” se publicó un artículo que evaluó a 1.600 mujeres bogotanas de 15 a 85 años por diez años. Cuando esas mujeres fueron reclutadas para el estudio, todas tenían una citología negativa que indicaba que no tenían lesiones ni cáncer de cuello uterino. Tampoco se detectó en ellas el Virus del Papiloma Humano. El estudio intentaba mostrar el poder de este virus para expandirse en una población.
Al terminar el trabajo, los investigadores encontraron que 43 % de las mujeres en el grupo de 15 a 19 años habían adquirido la infección por VPH a los 5 años, 37 % en el grupo de 20 a 24 y 30 % en el grupo de 25 a 29 años.
Se estima que un 80 % de mujeres y hombres sexualmente activos adquieren la infección por VPH a lo largo de la vida, un 90 % de estas infecciones se resuelven naturalmente en un período de dos años y un 10 % se vuelven infecciones crónicas que se manifiestan morfológicamente como lesiones precancerosas del cérvix. La clasificación mundial para clasificar esas lesiones es: NIC 1, NIC 2 y NIC 3 o cáncer in situ. La gran mayoría de lesiones de bajo grado (NIC 1) y un poco más del 50 % de las NIC 2 se resuelven solas, pero la mitad de las NIC 3 progresan a cáncer invasivo.
A esto hay que sumarle otra arandela. Y es que existen casi un centenar de variedades de Virus de Papiloma Humano. Se estima que el riesgo de desarrollar cáncer de cuello uterino es 400 veces mayor en las mujeres infectadas con HPV 16 y unas 250 veces mayor en las infectadas con HPV 18, comparadas con mujeres no infectadas. HPV 16 y 18 son la causa de un 70 % de los cánceres de cuello uterino. La vacuna pretende prevenir justo esas variedades.
Cáncer, el verdadero enemigo
La idea de vacunar al mayor número posible de niñas en Colombia pretendía evitar que sigan apareciendo cada año casi 4.500 casos de cáncer de cuello uterino. ¿Quién les dirá a las niñas no vacunadas que desarrollen este cáncer en unos 30 años que podríamos haber hecho algo para evitarles esa tragedia? Tal vez los periodistas de esa época sean un poco mejores entendiendo las matemáticas de la enfermedad, la forma de evaluar las vacunas en una población y los dilemas de cualquier intervención médica.
“En los 59 millones de mujeres que han recibido al menos una dosis de vacuna y que lleguen a los 75 años podrían evitarse 444.600 casos de cáncer de cuello uterino y 184.000 muertes por este cáncer, asumiendo que la protección conferida por la vacuna dura toda la vida”, concluye la doctora Muñoz.
La Academia Nacional de Medicina de Colombia, preocupada, por lo que está ocurriendo declaró en abril de este año que “por fortuna, en el caso de las vacunas de VPH existe ya suficiente investigación independiente e información de los programas nacionales de vacunación en los que se ha introducido la vacuna contra el VPH, que confirman los datos de su eficacia y seguridad derivados de los estudios clínicos”.
Parece después de todo que el virus del papiloma humano encontró un buen aliado para sobrevivir en Colombia: los medios de comunicación.