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Esta semana el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, y su equipo de trabajo presentaron al país el nuevo modelo de salud con el que pretenden resolver las miles de quejas que cada año se convierten en tutelas, las frustraciones de los médicos en todos los rincones del país, las disputas entre empresarios, los abusos que se cuelan por todas partes y el excesivo gasto médico. Lo bautizaron MIAS. Una forma abreviada para Modelo Integral de Atención en Salud.
MIAS es apenas una de las siglas con las que a partir de ahora, y por unos buenos años, tendrán que convivir los colombianos. Una vez comience a hacerse realidad el nuevo modelo (recuerde: MIAS), las conversaciones de las tías enfermas, de los abuelitos hipertensos, de los médicos, de los administradores de salud y de los gerentes, se irán poblando de otras nuevas siglas como RIAS, GIRS, RED, ASIS y EAPB. Esta última, Entidades Administradoras de Planes de Beneficios, el equivalente a las siempre odiadas EPS.
“Queremos poner al paciente en el centro del sistema”, fue el principal mensaje que trató de transmitir el ministro Gaviria, quien de paso aclaró que el país ya ha formulado suficientes leyes para modificar el actual sistema de salud y que no se necesitaba una más. Que lo que se necesitaba era tomar todas esas leyes (Leyes 100, 1122, 1438, 1751 y 1753) y sacar en limpio un modelo que organizara la atención para los colombianos. Ese fue el trabajo silencioso que le encargó a su viceministro de Salud, el salubrista Fernando Ruiz, a lo largo de dos años. De ahí nació, recuerde, MIAS.
En muchas entrevistas y foros, Gaviria ya había dejado clara su resignación frente a la posibilidad de reformar todo el sistema de salud como lo han pedido a gritos la Academia Nacional de Medicina, buena parte de las asociaciones de pacientes y los directivos de clínicas y hospitales. En su blog personal, el ministro reprodujo un artículo que publicó en El Malpensante y tituló “Decálogo de un economista escéptico”. El primer punto decía: “La mezquindad humana es inmodificable; la convivencia entre egoísmos, problemática. De allí las dificultades del cambio social. De allí también la necesidad de una resignación compasiva (o de una compasión resignada) a la hora de juzgar muchas empresas humanas”.
De alguna manera MIAS parece un último intento por hacer convivir egoísmos y todas las demás dificultades del sistema de salud colombiano. Sin tocar la estructura de poderes que quedó establecida hace 23 años con la Ley 100, el Gobierno le apunta con MIAS a obligar “por las buenas”, con incentivos y una mayor vigilancia, a que EPS, IPS y secretarios de Salud se sienten a trabajar juntos en función de los pacientes y se olviden de la guerra de facturas, de trámites, de tutelas, de POS y No-POS, de autorizaciones.
Para poner a trabajar a todos los actores juntos en favor del paciente y dejar esa vieja costumbre de que cada uno cargue para arriba y para abajo su carpetica de plástico con exámenes, autorizaciones, recibos de cuota moderadora, lista de especialistas y rayos X, el Gobierno decidió crear, aquí va otra sigla, RED. Las Redes Integrales de Prestación de Servicios. En castellano, no es otra cosa que grupos de instituciones aliadas que deben ofrecer a cada colombiano todo lo que necesite para cuidar su salud.
Pero quizá la apuesta más importante de MIAS (que no se le olvide) sea la idea de apostar por la medicina familiar y preventiva. Como muchos otros sistemas de salud en el mundo, el colombiano se convirtió en uno para atender la enfermedad y no para cuidar la salud. Eso llevó a una medicina de hospitales y clínicas de tercer nivel con tratamientos y tecnologías costosas y sofisticadas. Llevó a que el médico general fuera visto como un paria y todos los pacientes demandaran la atención directa de un especialista. Con la idea de asignar grupos familiares a un médico particular para que les haga seguimiento y vigile de cerca su salud, renació la vieja figura del “médico de cabecera”, alguien que no necesita comenzar cada consulta desde cero, sino que conoce mucho mejor a sus pacientes y puede anticipar problemas.
¿Cuánto tomará hacer realidad a MIAS? Es una pregunta sin respuesta por ahora. Ya lo escribió el mismo ministro Gaviria en el punto nueve de su decálogo: “Las capacidades estatales se construyen gradualmente, poco a poco. Entre el “comuníquese” y el “cúmplase” pueden pasar años”.