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La inseguridad de Rio de Janeiro y una jugosa oferta monetaria convencieron al ingeniero de software Bruno Ribeiro de mudarse a California, el gran polo tecnológico de Estados Unidos, cuyas empresas reclutan cada vez más latinoamericanos.
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Fue hace unos años, trabajaba a distancia y no planeaba emigrar, pero un suceso lo hizo cambiar de opinión.
“Fue una noche en la que mi mujer y yo presenciamos cuatro robos. No queríamos ver esta violencia tan cerca de nuestros hijos”, relata Ribeiro en su casa de Los Ángeles, donde trabaja para el gigante del entretenimiento Disney.
“El gran cambio hoy en día es que la gente prefiere quedarse en Brasil trabajando para empresas extranjeras debido a la depreciación de la moneda”, dice Ribeiro, de 39 años. “Ahora las ofertas son mucho mejores”.
La digitalización de la vida disparó la demanda global de ingenieros de software, desarrolladores y programadores, una tendencia que se terminó de afianzar con la pandemia.
Ahora la escasez general de estos profesionales es “enorme”, subraya Diego Bertolini, director de recursos humanos en la agencia de mercadeo digital Raccoon.Monks.
Para captarlos, empresas internacionales “están siendo extremadamente agresivas en términos de salarios y beneficios”, lo que supone “un gran desafío” para la región, agregó Bertolini.
Este apetito reconfiguró el mercado laboral al difuminar las fronteras tradicionales e incorporar cada vez más la contratación remota.
El resultado de esta ecuación: al terminar 2022 habrá un déficit de 48% de mano de obra digital para satisfacer la demanda de América Latina, según la consultora internacional PageGroup, especializada en la selección de talento.
Ganar en dólares
El impacto económico de la pandemia se tradujo en la devaluación de las divisas latinoamericanas, lo que le sumó atractivo a las ofertas extranjeras.
Trabajar en casa a cambio de dólares o euros se volvió más conveniente que irse, y permite a las compañías “de fuera” ahorrar costos.
“A todos nos conviene: a mí me conviene, a ellos les conviene. Yo estoy feliz, ellos están felices”, comenta la boliviana Adriana Zegarra (44), programadora autodidacta que trabaja para una empresa canadiense sin moverse de su casa frente al nevado Illimani de La Paz.
“Los contratos para consultores internacionales para mí puesto son de entre 2.000 y 3.000 dólares mensuales. ¡Aquí hay ministros que ganan eso!”, explica Zegarra. Una empresa boliviana “para lo mismo me pagaría tres veces menos”, añade.
Las grandes perdedoras son miles de pequeñas y medianas startups que pujan por nacer o crecer en la región y chocan con la dificultad de conseguir o retener personal.
Es el caso de Jhon Montevilla (39), amigo de Zegarra y emprendedor en tecnología. Quiso abrir una plataforma de anuncios del estilo de OLX y MercadoLibre para el mercado boliviano, pero la aplicación “nunca pudo ver la luz”.
“Cuando tocaba invertir en marketing, ya los fondos se nos habían ido en los sueldos por buscar ser competitivos” con lo que ofrecen empresas similares en mercados más importantes, cuenta.
Ante esta realidad, firmas de América Latina emergentes o consolidadas optan a menudo por capacitar trabajadores, algunos con poca o ninguna experiencia previa.
“Se hace un gran esfuerzo interno para que lleguen a lo que necesitamos pero mientras los estamos entrenando y quedan preparados, llega una propuesta mejor. No lo piensan dos veces antes de aceptar”, lamenta Montevilla.
En busca de habilidades
Un ejemplo de esta dinámica es el uruguayo Guzmán Freigedo (31), que acaba de ser fichado por la firma holandesa Picnic, un supermercado online, como “network engineer”.
En su anterior empresa “precisaban a alguien más senior y con más experiencia, y prácticamente el primer año me entrenaron para todo lo que tuve que hacer después”, cuenta. Tres años después se fue.
En Ámsterdam ganará “entre tres y cuatro veces” lo que ganaba en Montevideo. Pero aclara que no se va “por un tema económico” sino para “tener otra experiencia” y trabajar con grupos “más internacionales”.
En Uruguay, el sector tiene una demanda no atendida de 5.000 técnicos, “un número que aumentó en el último tiempo”, dijo Matías Boix, vicepresidente de la Comisión People Talent de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información.
En Brasil se espera entre 2021 y 2025 una demanda de 797.000 profesionales en tecnologías de la información, reporta Brasscom, el organismo que agrupa al sector. Actualmente se forman 53.000 personas al año para ese sector, pero el mercado tiene una necesidad anual de 159.000, añade.
De acuerdo con la firma especializada IDC, la región creció 8,5% en el mercado de las tecnologías de la información en 2021, y este año alcanzará el 9,4%.
Aunque algunos observadores advierten del rezago de universidades y políticas públicas en Latinoamérica en materia de formación tecnológica, en el último lustro la fuerza laboral de TI de la región ha crecido cerca de dos veces más rápido que la de Estados Unidos, según PageGroup.
Mencionado como un buen ejemplo de acciones para solventar la falta de profesionales, Colombia ha puesto en marcha un plan para formar 100.000 jóvenes programadores.
Para Sarah Stanton, del Programa de Educación del centro de expertos Diálogo Interamericano, el sector privado y las instituciones estatales deberían trabajar conjuntamente y establecer incluso intercambios regionales para abordar estos “desafíos de habilidades”, imprescindibles para avanzar.