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El futuro del carro (y también su presente, en buena parte) es ser un computador con llantas. No se trata de una frase grandilocuente, sino más bien una conclusión que puede extraerse de la enorme presencia este año de las compañías automovilísticas en el Consumer Electronics Show (CES) de Las Vegas, una muestra en la que típicamente se despliega tecnología para cosas como dispositivos móviles, casas inteligentes, robótica, impresión en 3D. En esta edición, sin embargo, nueve grandes marcas hicieron presencia en el evento para mostrar cómo será el camino de la integración entre ambos mundos. (Lea más acerca del cruce entre la industria automotriz y la tecnología)
Claro, la industria automotriz siempre ha sido pionera en tecnología, pero en este caso se trata de la integración del software a una máquina que, para todos sus avances técnicos, solía ser un asunto casi enteramente análogo.
No es de extrañar, entonces, que marcas como Toyota (el mayor fabricante de vehículos en el planeta) se encuentren financiando proyectos de investigación en áreas como inteligencia artificial y robótica.
En septiembre de 2015, la compañía japonesa anunció que invertirá US$50 millones en los laboratorios de inteligencia artificial de la Universidad de Stanford y el MIT (Massachusetts Institute of Technology) para desarrollar tecnologías que mejoren el modo de conducción de los usuarios de sus vehículos.
El manejo asistido es un asunto que hace ya un tiempo hizo su aparición en vehículos de alta gama y que, progresivamente, comienza a esparcirse en carros de menor denominación. Se trata acá de sistemas para mantener el carro dentro de un carril, monitorear la atención y respuesta de un conductor, parquear de forma autónoma o frenar parcial o totalmente un vehículo en camino de una colisión.
La idea de Toyota es ampliar este rango de acciones mediante el uso de inteligencia artificial, algo que puede, por ejemplo, ayudar a un conductor de edad avanzada en campos como visión asistida o mejoramiento de tiempos de reacción.
El año pasado también tuvo un punto de giro interesante en lo que se refiere a carros inteligentes, pues se registró el primer llamado técnico de vehículos por vulnerabilidades de seguridad en software. La medida afectó a 1,4 millones de carros de Jeep luego de que un par de investigadores lograran afectar funciones como el frenado, la transmisión y el manejo del timón de forma remota. El hecho fue registrado por un periodista de la revista "Wired", quien conducía el vehículo en el que los investigadores hicieron su demostración (un hecho previamente acordado, por cierto). La compañía produjo una serie de actualizaciones de software para cerrar las brechas de seguridad en la programación del carro.
La conexión a internet y la automatización de los automóviles apunta hacia mejoras en la forma como conducimos, claro, pero también entraña riesgos obvios que presenta cualquier pieza de software, más aún cuando se habla en este caso de código que está montado en cuatro llantas y puede ir a cientos de kilómetros por hora.
La forma como se construyen los vehículos del futuro (un futuro que, de nuevo, ya se encuentra presente en una parte) también impactará la construcción de ciudades y, con ellas, las posibilidades de habitar este planeta sin destruirlo por completo, quizá.
Algunos vehículos lanzados en el CES 2016. / AFP
Se estima que en 2050 la población mundial estará bordeando los 9.000 millones de habitantes. Apenas en 2012 el hombre superó el umbral de los 7.000 millones y en menos de 50 años habrá 2.000 millones más de seres humanos. Entre las muchas preguntas que surgen al ver esta cifra, una de estas puede ser si todas esas nuevas personas tendrán carro.
Suena ligeramente infantil formular esta pregunta cuando hay cuestiones que se perfilan más importantes e incluso más apocalípticas: ¿cómo nos vamos a alimentar?, ¿en dónde vamos a vivir?, ¿cómo vamos a vivir?, ¿de dónde saldrá el agua para saciar nuestra sed?
Lo paradójico del asunto es que el uso del vehículo tiene mucho que ver con todas estas cuestiones: hasta cierto punto, la forma como sea resuelto el problema de la movilidad tendrá un impacto directo en la manera como se planean y se erigen las ciudades. Además del número, el asunto relacionado con la cantidad, es importante contemplar qué tipo de vehículos moldearán el desarrollo de las ciudades a medida que la población mundial crece.
Hoy resulta medianamente común que algunos modelos de automóviles corran más líneas de código que un avión comercial y resulta casi inevitable pensar que una de las grandes ventajas competitivas de un fabricante hoy en día es la integración de más software para modificar la experiencia de manejo.
¿Qué significa esto para el desarrollo urbano? Un estudio de la Universidad de Harvard asegura que, en promedio, una ciudad moderna tiende a destinar un tercio de su área para la construcción de parqueaderos. Cifras de la autoridad de tránsito en Estados Unidos calculan que un conductor puede gastar hasta 30% del tiempo de conducción buscando un lugar para estacionar.
Por un lado, tener vehículos autónomos puede extinguir, o al menos reducir drásticamente, la necesidad de un parqueadero. Si el carro se maneja solo resultaría mejor enviarlo de nuevo a la casa para que regrese al final del día. Ciertos prototipos de hoy ya son capaces de conducirse solos desde el lugar de bajada del conductor hasta un estacionamiento designado previamente.
La liberación del suelo podría ayudar a compactar y densificar las ciudades, una necesidad de primera mano a medida que la población crece. Se estima que, en promedio, 70% de los latinoamericanos viven en áreas urbanas y que en apenas 200 años el mundo pasó de tener una sola ciudad con más de cinco millones de habitantes a más de 50, la mayoría de estas en Asia.
Más, en este caso, puede ser mejor. La ciudad, en su versión más densamente poblada, podría ser parte de la respuesta ante la falta de recursos (como energía y alimento) que se experimenta en algunas partes del mundo y que sólo se agravará cuando existan más personas tratando de satisfacer las mismas necesidades. Se estima que la densidad poblacional ofrecida por las áreas urbanas permite que la mitad de la humanidad viva en poco más del 4% del suelo arable.
Por otro lado, la introducción de vehículos autónomos paradójicamente podría impulsar la expansión de los centros urbanos: una ampliación que consume más tierra y recursos, pero concede más tierra para cada persona. Si la experiencia de manejo deja de ser la tortura que es hoy, dice una parte del argumento, es probable que la gente deje de vivir en áreas densamente pobladas y comience a alejarse de las ciudades en busca de más espacio.
El escenario en este caso resulta aterrador, por decir lo menos. De acuerdo con estadísticas de las Naciones Unidas, buena parte de los 2.000 millones de nuevas personas que existirán en 2050 será absorbido por las ciudades de los países en desarrollo, lugares como Colombia, por ejemplo.
La forma en la que se enfrenten cosas como la planeación urbana y los cambios en la movilidad inducidos por la tecnología podrían ser determinantes no sólo para la construcción de las ciudades como tal, la experiencia local de vida, sino para la posible sostenibilidad de toda la especie.