Cuando todos cabemos en los videojuegos, inclusión social en el mundo digital

Títulos de Ubisoft, Electronic Arts y Naughty Dog ahora muestran personajes homosexuales y mujeres guerreras. El cambio, que causó revuelo entre algunos jugadores, trata de ajustar cuentas con la realidad, así como con las situaciones históricas en las que sucede cada escenario.

Juliana Vargas / @Jvargasleal
01 de julio de 2018 - 02:00 a. m.
Imagen de Ellie en “The last of us”. / Sony - PS4
Imagen de Ellie en “The last of us”. / Sony - PS4
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Cuenta el chismorreo filosófico que Sócrates sufrió un gran despecho amoroso. Cuando unas cuantas canas ya decoraban la cabeza del filósofo, éste se enamoró de uno de sus discípulos: un muchacho joven, de piel tersa, ojos hambrientos de vida, quien rechazó al pensador una y otra vez.

Quizá como un mecanismo para sacarse al discípulo de la cabeza, Sócrates lo retó a un juego de preguntas y respuestas que bien podría haber ido así:

—Dime, discípulo, ¿qué es para ti algo bello?

—Sócrates… ¿Qué te puedo decir? Una doncella es bella.

—¿Y consideras que existen mulas bellas?

—Hmm… sí… podría decirse que sí, pero cualquiera sería fea al lado de cualquier doncella.

—En ese caso, ¿cualquier doncella es fea al lado de los dioses?

—Claro que sí.

—Y, sin embargo, ¿una doncella puede ser bella y fea al mismo tiempo?

Con un juego de mayéutica, Sócrates terminó por tildar de tonto a su discípulo.

Los despechos amorosos entre hombres eran bastante comunes en la antigua Grecia. De hecho, una de las prácticas más comunes era la pederastia.

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La orientación sexual en Grecia no era un identificador social, en cambio las relaciones se basaban más en factores como la edad y el estatus social. Por consiguiente, las relaciones entre dos hombres o dos mujeres no eran mal vistas per se.

Assassin’s Creed Odyssey, el nuevo videojuego de Ubisoft, se ubica temporalmente en la Grecia antigua. El estudio, fiel a la época en la que ubica a su nuevo proyecto, ahora ofrece la posibilidad de escoger a un hombre o una mujer como protagonista y, asimismo, decidir si su personaje amará a un hombre o a una mujer.

Contrario a lo que puede pensarse de entrada, esto no debe verse como un acto de inclusión a la comunidad LGBTI ni como un acto de no discriminación. Esto es un acto meramente consecuente con lo que somos como especie y, particularmente, con lo que fueron los antiguos griegos.

Es representación mucho más natural que el Aquiles “macho de pelo en pecho” que Hollywood encarnó en Brad Pitt, en lugar de retratar al héroe que se desvivió por Patroclo. Es un acto en contra de la historia que queremos desconocer. La sexualidad y el género son asuntos fluidos, usualmente lejanos a categorías y definiciones, más aún en la Grecia antigua. Y este debería ser el escenario común sin necesidad de actos de inclusión.

Saltando en el tiempo y en los personajes, llegamos a Ludmila Pavlichenko, quien tuvo mucho para enseñarles a los hombres durante la Segunda Guerra Mundial. Con tan sólo 25 años, esta francotiradora soviética sumó 309 muertes en combate y se convirtió en héroe de guerra. A ella se suman más de 2.000 francotiradoras soviéticas y otras miles de mujeres que, en lugar de morir entre vendas y jeringas, lo hicieron entre el fuego y el plomo.

Después de cuatro entregas de Battlefield, Electronic Arts finalmente recapacitó e incluyó a mujeres. Sorprendentemente recibió por respuesta el hashtag #NotMyBattlefield: fanáticos enardecidos por la inclusión de mujeres en un videojuego de guerra, principalmente; aunque también hay usuarios furiosos porque ahora es posible blandir espadas samuráis mientras se lucha contra los nazis en Leningrado, una locura absoluta desde el punto de vista histórico.

¿Cómo es posible que después de miles de documentales, museos, conferencias, eventos de conmemoración, campos de concentración intactos, películas y libros se siga dejando de lado la existencia de las mujeres en uno de los peores conflictos de la humanidad?

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Puede que no sea un acto consciente y, por el contrario, su causa anide en la misma lógica que nos vendió la imagen de Aquiles, el macho cabrío. Es por esto que vemos la guerra como eventos estereotipados en los que, exclusivamente, luchan los hombres mientras que las mujeres se quedan atrás, llorándolos.

Al fin y al cabo, la historia no es más que un cuento compartido que la humanidad ha decidido relatar. Puede interpretarse y reinterpretarse y, de hecho, lo hace progresivamente a medida que la sociedad se transforma en términos culturales.

Por esto mismo, mientras antes teníamos a Brad Pitt como protagonista absoluto de Troya, hoy tenemos un videojuego en el que la verdadera acción sucede de la mano de Kassandra, la heroína de Assassin’s Creed Odyssey.

La forma en la que hemos decidido contar la historia de hombres y mujeres a lo largo de siglos es la que llevó al estudio Naughty Dog a hacer de Ellie, la protagonista de The Last of Us, una mujer lesbiana. El tráiler de uno de los juegos más esperados del año mostró a Ellie besando a otra mujer mediante gráficas que algunos tildaron de “estremecedoramente reales”. Precisamente esta era la emoción que la compañía quería suscitar, pues la única manera correcta de visibilizar toda clase de humanos es apelando a la realidad, así sea desde la ficción.

Quizás estos cambios nos lleven a que, en unos años, dejemos de ver a los griegos como espartanos belicosos o Venus delicadas, a soldados únicamente masculinos y al humano como una silueta que sólo se proyecta en blanco o negro.

Por Juliana Vargas / @Jvargasleal

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