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En una noche de septiembre de 2012, Leticia Gasca se reunió con cuatro amigos para tomar unos tragos en Ciudad de México. Todos habían tenido ideas de negocios que no habían salido adelante, pero, curiosamente, nunca habían hablado de ello. Esa noche lo hicieron.
Fuckup Nights es quizá el movimiento de emprendedores más dinámico del planeta, con presencia en más de 150 ciudades en todo el mundo: un nombre que agrupa una larga colección de errores, de embarradas, de cagadas. Cada segundo jueves del mes (preferiblemente) cientos de personas se reúnen en diferentes lugares del mundo a compartir historias de fracasos, de cómo sus empresas se fueron a pique por malos manejos de dinero, por ligerezas de contratación, por no haber estudiado bien el mercado. La jornada es una expansión, a lo grande, de aquella conversación que Gasca sostuvo en 2012 con sus amigos: Carlos Zimbrón, Julio Salazar, Luis López de Nava y Pepe Villator. Al final hay música y también unos tragos.
Hoy los cinco amigos son los cofundadores de este movimiento que, en últimas, busca generar una especie de aprendizaje colectivo que parte de los errores de todos para allanar caminos hacia el éxito, o al menos hacia la supervivencia. Y es en esta parte de la historia donde entra el Instituto del Fracaso, que opera como una especie de brazo de investigación de Fuckup Nights.
Cuando el movimiento comenzó a tener suficiente fuerza, cuando ya no fue un pasatiempo nacido en una conversación con amigos, Gasca renunció a su trabajo y se dedica hoy tiempo completo a estas iniciativas. “Nuestra meta es sistematizar los aprendizajes que surgen de Fuckup Nights y poner esa información al servicio de la humanidad. Es una especie de educación informal que resulta muy útil para las personas que no tienen formación en negocios. Lo que se aprende viendo la experiencia colectiva es una perspectiva más realista del mundo del emprendimiento”.
Recientemente, el Instituto lanzó una investigación acerca de por qué fallan los emprendimientos en Colombia, después de haber hecho el mismo ejercicio en México. Para el próximo año, Gasca cuenta que el análisis se hará con los emprendimientos sociales y startups del sector de tecnología.
Si bien es una verdad largamente establecida que en los errores también hay enseñanzas, hacer del fracaso un vehículo consistente de aprendizaje es un movimiento que no pareciera del todo natural en un mundo obsesionado con el éxito, el liderazgo y la victoria. Equivocarse es quizá de las peores cosas que le puede pasar a un ser humano bajo un modelo de vida que tiende a hacer una clara y dolorosa distinción entre ganadores y perdedores.
La forma de mejorar este modelo (perverso, de entrada) bajo la visión del Instituto del Fracaso es un asunto que debe empezar con un cambio cultural, algo que a su vez arranca en el modelo educativo. “Talleres de resiliencia, por ejemplo, serían cosas que nos ayudarían a lidiar mejor con las imperfecciones de la vida”.
La metodología de Fuckup Nights consiste en convocar a tres oradores en cada sesión quienes, exclusivamente, hablan de sus fracasos a través de 10 imágenes. Al final hay una sesión de preguntas y respuestas y el resto de la noche se va entre cervezas y música, aunque este punto admite ciertas tropicalizaciones, como las llama Gasca: en Oaxaca, por ejemplo, se bebe mezcal y, en vez de música electrónica, suena cumbia. Uno de los lugares más activos y exitosos a la hora de celebrar en público el fracaso es Alemania, en donde hay Fuckup Nights en por lo menos 17 ciudades. En Colombia, hay 10 lugares en los que se ha celebrado esta reunión dedicada al error: La Guajira, Barranquilla, Bucaramanga, San Gil, Medellín, Pereira, Bogotá, Cali, Pasto y Manizales.
“El fracaso duele. A nadie le gusta fracasar y recordarlo. Es un tema que resulta muy cercano a la reputación. Una de las cosas que hemos visto con esta experiencia es que es un mito que contar tus errores te hace más débil. Lo que termina pasando es que la gente te percibe como alguien con más experiencia, con una historia por contar”. Hace unos años, la propia Gasca vio cómo su empresa (venta de tejeduría hecha por mujeres de una comunidad indígena) no tuvo éxito debido a mala planeación financiera. “El peor día de mi vida fue ir hasta el pueblo de esta comunidad y contarles a las mujeres que el proyecto murió financieramente. Es algo que no debió haber pasado. No quiero que nadie pase por este punto”.