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Entropía no es sólo una palabra, es la segunda ley de la termodinámica: la idea de que las cosas tienden al caos y la ruptura. Es por que el derecho a reparar es algo cercano a nuestro corazón: arreglar cosas no es nada más que la encarnación de una lucha antigua para establecer orden en el caos, para mantener a raya el deterioro y el colapso.
No es coincidencia que los agricultores son la vanguardia del derecho a reparar. La gente que vive en zonas rurales y poco pobladas tiene que defenderse cuando la entropía visita sus herramientas. Los granjeros no pueden esperar a que les llegue una pieza o por un técnico durante días: literalmente, tienen que hacer lo que pueden mientras el sol brille. Desde el principio de la agricultura, los campesinos han tenido que hacer y adaptar sus herramientas y los talleres y las forjas son estampas de la vida en el campo.
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El coronavirus nos ha dado una probada de lo que es la vida para los campesinos y de otras poblaciones que viven lejos de los talleres de reparación y de los repuestos. Con las cadenas globales en caos y ciudades enteras en cuarentena, las cosas rotas no van a poder ser reparadas a menos de que lo haga usted mismo.
Por suerte para nosotros, aún tenemos internet, que está llena de instrucciones para reparar (incluyendo el masivo repositorio de iFixit, lleno de guías para arreglar todo) y tenemos más acceso a herramientas que en cualquier momento de la historia, algo que incluye, para algunos, máquinas que fabrican herramientas, como cortadoras láser e impresoras 3D.
Éstas ya comenzaron a tener un rol clave en la pandemia. Un hospital en Brescia (Italia) reportó que pudo rehabilitar una máscara de oxígeno para un ventilador con la ayuda de emprendedores locales que llevaron sus impresoras 3D al lugar, diseñaron un repuesto ahí mismo y lo imprimieron. Esto puso en funcionamiento de nuevo una máquina que puede salvar vidas.
Esta historia es una mezcla de un milagro moderno y solidaridad en una crisis, pero también oculta cosas que suceden bajo la superficie.
Resulta que la razón por la cual la parte tuvo que ser diseñada desde cero es porque el fabricante original no quiso colaborar en el proyecto. Una de las personas involucradas en esta tarea dijo que fue amenazado con un juicio por infringir patentes; otros colaboradores difieren en este punto, pero todos se ponen de acuerdo en que la empresa no quiso compartir los archivos de diseño. Y, amenazando o no, el diseñador original de la pieza insiste en que no va a distribuir estos documentos.
Alrededor del mundo hay una escasez de ventiladores, y de piezas para éstos. Y, al mismo tiempo, el mayor fabricante del mundo (China) está funcionando a menos de media máquina. Mientras comunidades en línea están colaborando en múltiples planes para diseñar hardware abierto para ventiladores y otras tecnologías relacionadas con la pandemia, lo más importante en que pueden hacer ellos y las compañías es trabajar en conjunto para que las tecnologías existentes sigan funcionando.
Hacer las cosas bien en este proyecto es importante y difícil. El cierre de las cadenas de abastecimiento ha revelado la fragilidad de los sistemas de manufactura que hemos creado y que cubren grandes distancias para organizarse alrededor de centros de producción. Este diseño se reveló como una falla crítica.
El crecimiento en el diseño de hardware abierto y de partes para equipos médicos durante esta pandemia representa la necesidad urgente de descentralizar y distribuir la capacidad de producir elementos críticos en nuestro mundo.
Pero, así como estos esfuerzos distribuidos disminuyen los riesgos de los sistemas de salud que funcionan con problemas, también pueden crear sus propios peligros. La mejor forma de asegurarse que las reparaciones y modificaciones de emergencia que se hagan en equipos médicos son seguras es que los fabricantes colaboren en conjunto con estos técnicos comunitarios. Esta es la única forma: no podemos dejar a los hospitales sin suministros o sentados en equipos dañados hasta que la emergencia pase.
La naturaleza propia de la medicina de emergencia implica que los profesionales que están al frente deben tomar decisiones acerca de cómo conservar funcionales los equipos que no están operando del todo bien. Incluso bajo circunstancias normales, no siempre hay fuentes para encontrar repuestos y mano de obra calificada para efectuar reparaciones.
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La persona adecuada para autorizar una reparación de emergencia, y que sabe si esta maniobra garantiza el funcionamiento del equipo, es el médico y no los accionistas de las empresas que fabrican tecnología médica o los abogados que redactan los términos de servicio y las aplicaciones de patentes.
Justo ahora, todos somos un poco como los campesinos: vivimos algo aislados, con maquinaria que no podemos darnos el lujo de dejar quieta hasta que una empresa lejana la repare. Hoy necesitamos que estas compañías den un paso al frente y le provean de las instrucciones para arreglar y la asistencia técnica al grupo global de fabricadores amateurs que quieren ayudarnos a todos a soportar esta calamidad.
*Este texto fue publicado originalmente en el sitio de la Electronic Frontier Foundation, bajo una licencia de Creative Commons, y con este título: Right to Repair in Times of Pandemic