El gran acelerador prende motores
La primera fase de operación permitió descubrir la partícula de Dios. Ahora los físicos quieren entender de qué está hecho el 95% del universo que desconocemos.
Redacción Vivir
Volver a encender el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), la máquina más compleja construida por la humanidad, no es una tarea fácil. “El LHC no tiene un botón de encendido o apagado, no es un frigorífico”, explicó Frédérick Bordry, director de aceleradores y tecnología del CERN durante la rueda de prensa que tuvo lugar el pasado 11 de marzo como antesala a una segunda etapa de experimentos que buscan develar algunos de los misterios del universo.
El “encendido” del LHC comenzó meses atrás. Primero, con decenas de técnicos reforzando más de 10.000 conexiones entre los más de 1.200 imanes que forman parte de la monumental máquina.
Luego vino la etapa de enfriamiento. Para operar adecuadamente, los científicos deben llevar el anillo de 27 kilómetros de circunferencia que se esconde 80 metros bajo tierra, en la frontera entre Suiza y Francia, a una temperatura de 217 grados Celsius bajo cero. Esa es la pista de carreras por la que corren los protones y se estrellan entre sí.
Esta vez el colisionador tendrá que funcionar muy cerca del límite de energía para el que fue diseñado: 13 TeV (teraelectronvoltios), el doble de la energía que requirió para atrapar la elusiva partícula de Dios o bosón de Higgs.
“Con el nuevo nivel de energía, el LHC abrirá nuevos horizontes de la física y de futuros descubrimientos. Estoy ansioso por ver qué nos tiene preparada la naturaleza”, comentó el director del CERN, Rolf Heuer, en un comunicado.
Tener cada pieza en su lugar es indispensable. Asomarse al lado desconocido del universo es una tarea que exige la máxima precisión. Para explicar el nivel de exactitud que se requiere, el responsable de infraestructuras del CERN, Lluis Miralles, usó una analogía: el choque de protones es comparable a tener dos flechas del diámetro de una aguja, disparadas a 47 kilómetros de distancia, una hacia la otra, y cuyas puntas se encuentran a mitad de camino.
El cronograma de los físicos tiene previsto que el próximo 23 de marzo comiencen a inyectarse los haces de protones, pero sólo en mayo los científicos comenzarán a recibir información que pueda resultar útil.
El colisionador está formado por el anillo y cuatro detectores de partículas cuya función puede compararse a la de una cámara fotográfica. Uno solo de estos detectores toma hasta 40 millones de fotos por segundo. Procesar toda esta información y almacenar parte de ella exige un centro de computo formado por 11.000 servidores y más de 100.000 computadores.
La primera fase de experimentos permitió a los físicos probar la existencia de la partícula más elusiva y completar el conocimiento sobre la materia. El logro, histórico sin duda, en realidad fue un pequeño paso en el camino hacia lo desconocido. La materia que conocemos apenas representa el 5% de lo que está hecho el universo. El otro 95% está formado por lo que los científicos denominan energía y materia oscuras. Un verdadero misterio. Los nuevos retos de los físicos apuntan en esa dirección.
Uno de ellos será probar si la teoría de la supersimetría es cierta, es decir, que cada partícula elemental conocida tiene una “hermana gemela” oculta. Esto explicaría muchos fenómenos físicos de los que hoy se tiene evidencia pero no un claro entendimiento. El otro reto, profundamente relacionado con el anterior, es asomarse en esa “materia oscura” que representaría el 25% del universo. Por último, los físicos quieren precisar mucho más el conocimiento sobre el famoso bosón de Higgs. Esta tarea puede no resultar ya tan fascinante para el público en general, pero para la ciencia es necesaria.
“Si la naturaleza es buena con nosotros, podremos encontrar estas partículas pronto”, dijo Heuer, mientras su compañero Tiziano Camporesi aclaró: “Si las nuevas partículas pueden ser producidas, serán producidas, lo que no sabemos es la probabilidad de que aparezcan. Si la probabilidad es alta, las veremos pronto y la naturaleza se habrá comportado, si no, serán mucho más difíciles de encontrar”.
Volver a encender el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), la máquina más compleja construida por la humanidad, no es una tarea fácil. “El LHC no tiene un botón de encendido o apagado, no es un frigorífico”, explicó Frédérick Bordry, director de aceleradores y tecnología del CERN durante la rueda de prensa que tuvo lugar el pasado 11 de marzo como antesala a una segunda etapa de experimentos que buscan develar algunos de los misterios del universo.
El “encendido” del LHC comenzó meses atrás. Primero, con decenas de técnicos reforzando más de 10.000 conexiones entre los más de 1.200 imanes que forman parte de la monumental máquina.
Luego vino la etapa de enfriamiento. Para operar adecuadamente, los científicos deben llevar el anillo de 27 kilómetros de circunferencia que se esconde 80 metros bajo tierra, en la frontera entre Suiza y Francia, a una temperatura de 217 grados Celsius bajo cero. Esa es la pista de carreras por la que corren los protones y se estrellan entre sí.
Esta vez el colisionador tendrá que funcionar muy cerca del límite de energía para el que fue diseñado: 13 TeV (teraelectronvoltios), el doble de la energía que requirió para atrapar la elusiva partícula de Dios o bosón de Higgs.
“Con el nuevo nivel de energía, el LHC abrirá nuevos horizontes de la física y de futuros descubrimientos. Estoy ansioso por ver qué nos tiene preparada la naturaleza”, comentó el director del CERN, Rolf Heuer, en un comunicado.
Tener cada pieza en su lugar es indispensable. Asomarse al lado desconocido del universo es una tarea que exige la máxima precisión. Para explicar el nivel de exactitud que se requiere, el responsable de infraestructuras del CERN, Lluis Miralles, usó una analogía: el choque de protones es comparable a tener dos flechas del diámetro de una aguja, disparadas a 47 kilómetros de distancia, una hacia la otra, y cuyas puntas se encuentran a mitad de camino.
El cronograma de los físicos tiene previsto que el próximo 23 de marzo comiencen a inyectarse los haces de protones, pero sólo en mayo los científicos comenzarán a recibir información que pueda resultar útil.
El colisionador está formado por el anillo y cuatro detectores de partículas cuya función puede compararse a la de una cámara fotográfica. Uno solo de estos detectores toma hasta 40 millones de fotos por segundo. Procesar toda esta información y almacenar parte de ella exige un centro de computo formado por 11.000 servidores y más de 100.000 computadores.
La primera fase de experimentos permitió a los físicos probar la existencia de la partícula más elusiva y completar el conocimiento sobre la materia. El logro, histórico sin duda, en realidad fue un pequeño paso en el camino hacia lo desconocido. La materia que conocemos apenas representa el 5% de lo que está hecho el universo. El otro 95% está formado por lo que los científicos denominan energía y materia oscuras. Un verdadero misterio. Los nuevos retos de los físicos apuntan en esa dirección.
Uno de ellos será probar si la teoría de la supersimetría es cierta, es decir, que cada partícula elemental conocida tiene una “hermana gemela” oculta. Esto explicaría muchos fenómenos físicos de los que hoy se tiene evidencia pero no un claro entendimiento. El otro reto, profundamente relacionado con el anterior, es asomarse en esa “materia oscura” que representaría el 25% del universo. Por último, los físicos quieren precisar mucho más el conocimiento sobre el famoso bosón de Higgs. Esta tarea puede no resultar ya tan fascinante para el público en general, pero para la ciencia es necesaria.
“Si la naturaleza es buena con nosotros, podremos encontrar estas partículas pronto”, dijo Heuer, mientras su compañero Tiziano Camporesi aclaró: “Si las nuevas partículas pueden ser producidas, serán producidas, lo que no sabemos es la probabilidad de que aparezcan. Si la probabilidad es alta, las veremos pronto y la naturaleza se habrá comportado, si no, serán mucho más difíciles de encontrar”.