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                                                                                                                                El mundo Cyborg

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                                                                                                                                Sergio Silva Numa

                                                                                                                                Ilustración: Heidy Amaya
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Eso, al menos, es lo que ha inquietado a varios pensadores desde hace ya varios años, cuando lo que antes era sólo un asunto de la ciencia ficción, empezó a colarse en nuestras vidas. Los cyborgs, esos humanos con artefactos tecnológicos en sus cuerpos, de repente comenzaron a formar parte de la cotidianidad; comenzaron a salirse de los libros y las películas para pasearse por las calles con sus músculos de ingeniería.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Harbisson es sólo uno. Antes de que los medios le dieran protagonismo, ya el inglés Kevin Warwick había sido parte del programa Cyborg 1.0. Un chip debajo de su piel le permitía controlar luces, puertas y computadoras. Y, luego, como en una prueba de sobrepasar los límites impuestos de nuestra biología —como escribiría Francis Fukuyama, el politólogo estadounidense—, logró en 2004, con un nuevo chip, mover un brazo robótico a distancia y comunicarse con su esposa electrónicamente.

                                                                                                                                Ellos eran, junto a Oscar Pistorius, el sudafricano que corriendo sobre prótesis de carbono llegó a las semifinales de los 400 metros en los juegos olímpicos de Londres, la más clara evidencia de la integración entre hombre y máquina, de esa apuesta por expandir las capacidades; de —en palabras de Santiago Koval, pensador argentino— ‘maquinizar lo humano’, perder las fronteras entre ambos sistemas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Cuando uno agrega microchips en puntos claves del sistema nervioso, luego, en diez años, a lo sumo, el cableado se funde”. El aparte es de Isaac Asimov, el escritor soviético que, poco antes del siglo XXI, había imaginado el complejo futuro de las máquinas. En ese cuento, titulado La sonrisa del cyborg, advertía la suficiencia de quienes se implantaban circuitos bajo la piel. También en La última pregunta, otro de sus relatos, insinuaba el imperio de las computadoras, unos artefactos inmensos e imprescindibles en la humanidad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Así, agarrándose del progreso desenfrenado de la ciencia y de la feroz competencia comercial por producir más y más herramientas, son varios los teóricos que alimentan el debate. Una eterna discusión sobre la actual noción del cuerpo; sobre los avances que a veces hacen suponer que el mundo, quizás, es simple una computadora, una infinita colección de máquinas. 

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                ssilva@elespectador.com

                                                                                                                                Ilustración: Heidy Amaya
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Eso, al menos, es lo que ha inquietado a varios pensadores desde hace ya varios años, cuando lo que antes era sólo un asunto de la ciencia ficción, empezó a colarse en nuestras vidas. Los cyborgs, esos humanos con artefactos tecnológicos en sus cuerpos, de repente comenzaron a formar parte de la cotidianidad; comenzaron a salirse de los libros y las películas para pasearse por las calles con sus músculos de ingeniería.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Harbisson es sólo uno. Antes de que los medios le dieran protagonismo, ya el inglés Kevin Warwick había sido parte del programa Cyborg 1.0. Un chip debajo de su piel le permitía controlar luces, puertas y computadoras. Y, luego, como en una prueba de sobrepasar los límites impuestos de nuestra biología —como escribiría Francis Fukuyama, el politólogo estadounidense—, logró en 2004, con un nuevo chip, mover un brazo robótico a distancia y comunicarse con su esposa electrónicamente.

                                                                                                                                Ellos eran, junto a Oscar Pistorius, el sudafricano que corriendo sobre prótesis de carbono llegó a las semifinales de los 400 metros en los juegos olímpicos de Londres, la más clara evidencia de la integración entre hombre y máquina, de esa apuesta por expandir las capacidades; de —en palabras de Santiago Koval, pensador argentino— ‘maquinizar lo humano’, perder las fronteras entre ambos sistemas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Cuando uno agrega microchips en puntos claves del sistema nervioso, luego, en diez años, a lo sumo, el cableado se funde”. El aparte es de Isaac Asimov, el escritor soviético que, poco antes del siglo XXI, había imaginado el complejo futuro de las máquinas. En ese cuento, titulado La sonrisa del cyborg, advertía la suficiencia de quienes se implantaban circuitos bajo la piel. También en La última pregunta, otro de sus relatos, insinuaba el imperio de las computadoras, unos artefactos inmensos e imprescindibles en la humanidad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Así, agarrándose del progreso desenfrenado de la ciencia y de la feroz competencia comercial por producir más y más herramientas, son varios los teóricos que alimentan el debate. Una eterna discusión sobre la actual noción del cuerpo; sobre los avances que a veces hacen suponer que el mundo, quizás, es simple una computadora, una infinita colección de máquinas. 

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Sergio Silva Numa

                                                                                                                                Temas recomendados:

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