El reto de llevar internet a las veredas durante la pandemia
La demanda de este servicio no solo se concentró en las principales ciudades, también ha representado un reto para los proveedores de las zonas rurales. ¿Una promesa que se aceleró con el COVID-19?
Valeria Cortés Bernal
Si en algo coinciden los proveedores de internet en Colombia es que en 2020 cargaron con una responsabilidad que nunca imaginaron: hacer que el país siguiera funcionando a punta de internet. En marzo de 2020, cuando el Gobierno decretó la emergencia sanitaria por el COVID-19, millones de colombianos pasaron de utilizar las redes de colegios, universidades y oficinas a disponer del internet del hogar.
Pronto se implantaron las clases virtuales, el trabajo remoto, las transacciones bancarias en línea, las videollamadas con familiares y las teleconferencias, por lo que los hogares empezaron a demandar en cuestión de horas un servicio de internet mucho más robusto del que solían tener en casa. En el segundo trimestre de 2020, cuando comenzaron las medidas de confinamiento, el tráfico de internet creció 31,8 % frente al primer trimestre, según la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC). En el tercer trimestre, el incremento fue de 9,37 %.
Lea también: ¿Cómo se conectan los colombianos a internet?
La creciente demanda también diversificó levemente la oferta: según el Mintic, en 2020 se registraron 647 empresas prestadoras del servicio de internet, 127 más de las que llegaron en 2019.
Si bien el aumento de tráfico no representó un riesgo para la red nacional, sí fue un desafío para los operadores y proveedores de internet, que empezaron a recibir más solicitudes para instalar fibra óptica en los barrios, miles de llamadas de clientes que querían incrementar las megas de sus planes o airados reclamos ante las demoras y fallas en el servicio. El reto de llevar conectividad fue especialmente grande en los rincones más apartados del país.
¿Cómo se lleva internet a las fincas?
Héctor Manrique es un publicista que vive en Bogotá, pero que ha pasado buena parte de la pandemia en su casa de campo ubicada en la vereda Río Frío Oriental, a pocos minutos de Tabio (Cundinamarca). Manrique cuenta que la crisis sanitaria llevó a varias familias a refugiarse en sus fincas o casas de recreo como medida de aislamiento. El teletrabajo y las clases virtuales obligaron a los vecinos de la zona a buscar proveedores locales que pudieran llevarles una tecnología más veloz.
“Antes de la pandemia, la gente no sufría tanto por internet aquí. Nadie se quejaba ni veía los defectos de la red; pero cuando todo el mundo se vino a vivir acá, las redes estaban saturadas y teníamos pocas megas, entonces decidimos poner fibra óptica”, asegura Manrique. Los más de veinte residentes de la vereda gestionaron la infraestructura y en julio de 2020 ya tenían la tecnología.
“Nos dijeron que solo podrían poner fibra óptica siempre y cuando garantizáramos por lo menos quince usuarios, de lo contrario no valía la pena traer todo el cableado. Creo que lo difícil del internet en las veredas es, precisamente, poder llegar. La fibra óptica no llega a todas partes”, dice el publicista.
La geografía nacional hace que el internet en las zonas rurales sea predominantemente satelital o inalámbrico. Y al igual que los proveedores urbanos, las compañías que se enfocan en llevar internet a las regiones apartadas experimentaron bastantes cambios con la coyuntura.
HughesNet es una empresa que ofrece internet satelital a 1.069 municipios de Colombia desde hace cuatro años. Este sistema requiere una antena que se instala generalmente en el techo de una casa y recibe señales de satélites que están a más de 30.000 kilómetros de distancia. “En la pandemia logramos cumplir el presupuesto de ventas en un 115 %, porque las personas tuvieron la necesidad de quedarse en sus casas y muchos migraron o trabajaron en las fincas”, asegura Ana María Román, gerente de marketing de HughesNet Colombia.
Según Román, las ventas de la empresa se incrementaron en más de 900 municipios; sin embargo, el tiempo de permanencia en internet supuso varios retos. “Al igual que todos los otros operadores, tuvimos fallas en el servicio y reacciones en la velocidad, cosas que pueden pasar cuando se tiene a todo el mundo conectado al mismo tiempo. Tuvimos que enfrentarnos a todos esos cambios en tiempo récord”, dice. A ello se suma que la instalación en algunas veredas suele ser más compleja que en las cabeceras municipales: “Tenemos instaladores que tienen que atravesar ríos o llevar la antena en burro, porque no hay otra forma de llegar a lugares tan apartados”, explicó la ejecutiva.
Evernet, un proveedor de internet inalámbrico con presencia en Sasaima, Tobia, Sopó y otra decena de municipios de Cundinamarca, también tuvo que robustecer las troncales que apuntaban hacia los hogares y no hacia las oficinas. “Lo solucionamos en cuestión de un par de meses, pero al principio fue bastante intenso: hubo quejas por la calidad del servicio y el agendamiento para las instalaciones se duplicó o casi triplicó”, señaló Óscar Díaz, gerente de tecnología de la empresa.
Lea también: Retos digitales y de tecnología para 2021
Por su parte, las zonas wifi públicas, que son puntos de acceso a internet gratuito, han mantenido suficientes conexiones aun en la pandemia. Así lo indica Edwin Pardo, director de desarrollo de producto de Data Wi-Fi, una empresa que proporciona software para democratizar el uso de internet en 10.000 puntos de Colombia. “Las zonas wifi públicas, sobre todo en lugares remotos, tienen que hacer un uso óptimo de la conectividad. Uno de los departamentos fuertes en estas zonas es el Valle: las conexiones se han mantenido, aunque pensábamos que iban a disminuir”, asegura Pardo.
Llegar a las zonas rurales también se convirtió en una prioridad para los grandes operadores. La compañía Claro ya empezó a conectar las primeras localidades de las 1.348 que no lo están a internet móvil, esto como parte de sus compromisos adquiridos en la pasada subasta del espectro. Algunas de las zonas a las que llevó esta tecnología en 2020 son Isla Múcura y Santa Cruz del Islote (Bolívar), Naranjito y San Roque (Putumayo), Buenavista (Sucre) y Versalles (Caquetá).
“El incremento de esta penetración ha sido resultado de la priorización de nuestras inversiones en infraestructura rural con el objetivo de lograr que más colombianos tengan cobertura y la mejor capacidad de red móvil y fija”, asegura Carlos Zenteno, presidente de Claro Colombia. El ejecutivo añade que en 2020 llegaron a 19 municipios nuevos con fibra óptica, completando 110 en todo el país.
Movistar, por su parte, amplió su cobertura en nueve municipios y veinte localidades en 2020. “Sin duda, la pandemia ha incrementado y modificado los hábitos digitales. El tráfico 4G en zonas rurales aumentó en un 65 % durante el año pasado en el uso de las redes móviles por parte de nuestros clientes”, afirmó Guillermo Holguín, director de ingeniería, gestión y calidad de redes de Movistar Colombia.
El operador busca impulsar la cobertura móvil a escala rural por medio del proyecto Internet Para Todos, con el que también ha realizado pilotos técnicos probando tecnologías como OpenRan y globos de Loon para llevar internet a las zonas remotas.
Todavía urge llegar a la última milla
Aunque muchas familias se desplazaron a las veredas y gestionaron el servicio de internet por su cuenta, otras están conectadas con lo mínimo: aplicaciones de mensajería y datos móviles. Así lo cuenta Andrea Anaya, una docente que trabaja en instituciones educativas de las veredas de Bocas de Chigorodó, 19 de Enero y La Unión, en Carepa (Antioquia).
Según Anaya, los jóvenes de la zona tuvieron que estudiar durante todo 2020 con guías de aprendizaje que enviaban los maestros vía WhatsApp o entregaban personalmente. “Al principio tenía que ir casa por casa, entregar las guías, dar asesorías y después ir a recogerlas. Las clases virtuales en medio de la ruralidad son una utopía porque los estudiantes no tienen equipos tecnológicos, espacios adecuados ni lo más importante: la conectividad”, asegura la docente, que tiene a su cargo sesenta estudiantes de la región.
Anaya cuenta que en algunos casos han comenzado a citar pequeños grupos de estudiantes en zonas ventiladas para continuar con las clases presenciales, pues durante la pandemia muchos alumnos abandonaron los estudios para dedicarse a trabajar o casarse.
El Ministerio de las TIC es consciente de que todavía hay zonas desconectadas del resto del país. Al respecto, afirma que puso en marcha uno de los proyectos de conectividad más ambiciosos de la cartera, denominado Centros Digitales. Con esta iniciativa promete llevar internet gratuito a 14.745 veredas y corregimientos de todo Colombia hasta 2031.
El proyecto le fue adjudicado a la Unión Temporal Centros Poblados y a Claro, que deberán instalar estos puntos entre marzo de 2021 y julio de 2022. Según el Mintic, el 98 % de los Centros Digitales estarán en instituciones y sedes educativas rurales oficiales, mientras que el 2 % restante será para locales independientes de comunidades étnicas que no tengan establecimientos educativos, unidades militares, puestos de salud, Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) y Parques Nacionales Naturales (PNN).
Si en algo coinciden los proveedores de internet en Colombia es que en 2020 cargaron con una responsabilidad que nunca imaginaron: hacer que el país siguiera funcionando a punta de internet. En marzo de 2020, cuando el Gobierno decretó la emergencia sanitaria por el COVID-19, millones de colombianos pasaron de utilizar las redes de colegios, universidades y oficinas a disponer del internet del hogar.
Pronto se implantaron las clases virtuales, el trabajo remoto, las transacciones bancarias en línea, las videollamadas con familiares y las teleconferencias, por lo que los hogares empezaron a demandar en cuestión de horas un servicio de internet mucho más robusto del que solían tener en casa. En el segundo trimestre de 2020, cuando comenzaron las medidas de confinamiento, el tráfico de internet creció 31,8 % frente al primer trimestre, según la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC). En el tercer trimestre, el incremento fue de 9,37 %.
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La creciente demanda también diversificó levemente la oferta: según el Mintic, en 2020 se registraron 647 empresas prestadoras del servicio de internet, 127 más de las que llegaron en 2019.
Si bien el aumento de tráfico no representó un riesgo para la red nacional, sí fue un desafío para los operadores y proveedores de internet, que empezaron a recibir más solicitudes para instalar fibra óptica en los barrios, miles de llamadas de clientes que querían incrementar las megas de sus planes o airados reclamos ante las demoras y fallas en el servicio. El reto de llevar conectividad fue especialmente grande en los rincones más apartados del país.
¿Cómo se lleva internet a las fincas?
Héctor Manrique es un publicista que vive en Bogotá, pero que ha pasado buena parte de la pandemia en su casa de campo ubicada en la vereda Río Frío Oriental, a pocos minutos de Tabio (Cundinamarca). Manrique cuenta que la crisis sanitaria llevó a varias familias a refugiarse en sus fincas o casas de recreo como medida de aislamiento. El teletrabajo y las clases virtuales obligaron a los vecinos de la zona a buscar proveedores locales que pudieran llevarles una tecnología más veloz.
“Antes de la pandemia, la gente no sufría tanto por internet aquí. Nadie se quejaba ni veía los defectos de la red; pero cuando todo el mundo se vino a vivir acá, las redes estaban saturadas y teníamos pocas megas, entonces decidimos poner fibra óptica”, asegura Manrique. Los más de veinte residentes de la vereda gestionaron la infraestructura y en julio de 2020 ya tenían la tecnología.
“Nos dijeron que solo podrían poner fibra óptica siempre y cuando garantizáramos por lo menos quince usuarios, de lo contrario no valía la pena traer todo el cableado. Creo que lo difícil del internet en las veredas es, precisamente, poder llegar. La fibra óptica no llega a todas partes”, dice el publicista.
La geografía nacional hace que el internet en las zonas rurales sea predominantemente satelital o inalámbrico. Y al igual que los proveedores urbanos, las compañías que se enfocan en llevar internet a las regiones apartadas experimentaron bastantes cambios con la coyuntura.
HughesNet es una empresa que ofrece internet satelital a 1.069 municipios de Colombia desde hace cuatro años. Este sistema requiere una antena que se instala generalmente en el techo de una casa y recibe señales de satélites que están a más de 30.000 kilómetros de distancia. “En la pandemia logramos cumplir el presupuesto de ventas en un 115 %, porque las personas tuvieron la necesidad de quedarse en sus casas y muchos migraron o trabajaron en las fincas”, asegura Ana María Román, gerente de marketing de HughesNet Colombia.
Según Román, las ventas de la empresa se incrementaron en más de 900 municipios; sin embargo, el tiempo de permanencia en internet supuso varios retos. “Al igual que todos los otros operadores, tuvimos fallas en el servicio y reacciones en la velocidad, cosas que pueden pasar cuando se tiene a todo el mundo conectado al mismo tiempo. Tuvimos que enfrentarnos a todos esos cambios en tiempo récord”, dice. A ello se suma que la instalación en algunas veredas suele ser más compleja que en las cabeceras municipales: “Tenemos instaladores que tienen que atravesar ríos o llevar la antena en burro, porque no hay otra forma de llegar a lugares tan apartados”, explicó la ejecutiva.
Evernet, un proveedor de internet inalámbrico con presencia en Sasaima, Tobia, Sopó y otra decena de municipios de Cundinamarca, también tuvo que robustecer las troncales que apuntaban hacia los hogares y no hacia las oficinas. “Lo solucionamos en cuestión de un par de meses, pero al principio fue bastante intenso: hubo quejas por la calidad del servicio y el agendamiento para las instalaciones se duplicó o casi triplicó”, señaló Óscar Díaz, gerente de tecnología de la empresa.
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Por su parte, las zonas wifi públicas, que son puntos de acceso a internet gratuito, han mantenido suficientes conexiones aun en la pandemia. Así lo indica Edwin Pardo, director de desarrollo de producto de Data Wi-Fi, una empresa que proporciona software para democratizar el uso de internet en 10.000 puntos de Colombia. “Las zonas wifi públicas, sobre todo en lugares remotos, tienen que hacer un uso óptimo de la conectividad. Uno de los departamentos fuertes en estas zonas es el Valle: las conexiones se han mantenido, aunque pensábamos que iban a disminuir”, asegura Pardo.
Llegar a las zonas rurales también se convirtió en una prioridad para los grandes operadores. La compañía Claro ya empezó a conectar las primeras localidades de las 1.348 que no lo están a internet móvil, esto como parte de sus compromisos adquiridos en la pasada subasta del espectro. Algunas de las zonas a las que llevó esta tecnología en 2020 son Isla Múcura y Santa Cruz del Islote (Bolívar), Naranjito y San Roque (Putumayo), Buenavista (Sucre) y Versalles (Caquetá).
“El incremento de esta penetración ha sido resultado de la priorización de nuestras inversiones en infraestructura rural con el objetivo de lograr que más colombianos tengan cobertura y la mejor capacidad de red móvil y fija”, asegura Carlos Zenteno, presidente de Claro Colombia. El ejecutivo añade que en 2020 llegaron a 19 municipios nuevos con fibra óptica, completando 110 en todo el país.
Movistar, por su parte, amplió su cobertura en nueve municipios y veinte localidades en 2020. “Sin duda, la pandemia ha incrementado y modificado los hábitos digitales. El tráfico 4G en zonas rurales aumentó en un 65 % durante el año pasado en el uso de las redes móviles por parte de nuestros clientes”, afirmó Guillermo Holguín, director de ingeniería, gestión y calidad de redes de Movistar Colombia.
El operador busca impulsar la cobertura móvil a escala rural por medio del proyecto Internet Para Todos, con el que también ha realizado pilotos técnicos probando tecnologías como OpenRan y globos de Loon para llevar internet a las zonas remotas.
Todavía urge llegar a la última milla
Aunque muchas familias se desplazaron a las veredas y gestionaron el servicio de internet por su cuenta, otras están conectadas con lo mínimo: aplicaciones de mensajería y datos móviles. Así lo cuenta Andrea Anaya, una docente que trabaja en instituciones educativas de las veredas de Bocas de Chigorodó, 19 de Enero y La Unión, en Carepa (Antioquia).
Según Anaya, los jóvenes de la zona tuvieron que estudiar durante todo 2020 con guías de aprendizaje que enviaban los maestros vía WhatsApp o entregaban personalmente. “Al principio tenía que ir casa por casa, entregar las guías, dar asesorías y después ir a recogerlas. Las clases virtuales en medio de la ruralidad son una utopía porque los estudiantes no tienen equipos tecnológicos, espacios adecuados ni lo más importante: la conectividad”, asegura la docente, que tiene a su cargo sesenta estudiantes de la región.
Anaya cuenta que en algunos casos han comenzado a citar pequeños grupos de estudiantes en zonas ventiladas para continuar con las clases presenciales, pues durante la pandemia muchos alumnos abandonaron los estudios para dedicarse a trabajar o casarse.
El Ministerio de las TIC es consciente de que todavía hay zonas desconectadas del resto del país. Al respecto, afirma que puso en marcha uno de los proyectos de conectividad más ambiciosos de la cartera, denominado Centros Digitales. Con esta iniciativa promete llevar internet gratuito a 14.745 veredas y corregimientos de todo Colombia hasta 2031.
El proyecto le fue adjudicado a la Unión Temporal Centros Poblados y a Claro, que deberán instalar estos puntos entre marzo de 2021 y julio de 2022. Según el Mintic, el 98 % de los Centros Digitales estarán en instituciones y sedes educativas rurales oficiales, mientras que el 2 % restante será para locales independientes de comunidades étnicas que no tengan establecimientos educativos, unidades militares, puestos de salud, Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) y Parques Nacionales Naturales (PNN).