“Horizon Zero Dawn”: el placer de cazar dinosaurios robots
El juego no necesita ser una idea original para crear una experiencia memorable gracias a una excelente historia y buenas mecánicas.
Rubén Barboza y Juan Carlos Rincón Escalante
Horizon Zero Dawn demuestra que no es necesario ser original para crear una experiencia memorable. El juego del estudio Guerrilla Games, famosa antes por la saga Killzone y creadora de exclusivas para las consolas de Sony, es el resultado de un ejercicio de mirar con atención otros juegos, descubrir qué hicieron bien, qué hicieron mal y luego proponer cómo hacerlo mejor. Lo que le falta en novedad lo compensa perfeccionando mecánicas ya conocidas, pero nunca tan bien implementadas como en este juego. Ah, bueno, y da la oportunidad de cazar dinosaurios robots gigantes. Eso ayuda. Bastante.
La atención al diseño del mundo y la historia se notan desde el principio, evidenciando que los desarrolladores tenían una visión clara de lo que querían.
Es particularmente refrescante el universo del juego que, pese a estar en una Tierra posapocalíptica, no cae en la aburridora escala de grises de historias similares y en cambio se adelanta bastante en el futuro hacia un tiempo en el que todo está dominado por la vegetación, hay nuevas tribus de humanos con incipientes religiones y se nota la existencia de una historia oculta representada por la presencia de distintas bestias robots. Desde el principio hay indicios de un misterio fascinante: ¿qué pasó antes de que todo terminara así? ¿Quién creó las máquinas y por qué? ¿La tecnología que sigue funcionando representa un peligro latente?
Lo mejor es que Horizon Zero Dawn no ignora esas preguntas, sino que las pone en el corazón de la historia que cuenta. Hacia el final del juego da muchas y satisfactorias respuestas, pero también se encarga de mostrar el camino que podría recorrer la serie en futuras versiones. En medio de tantas historias tan aburridoras y llenas de lugares comunes en los videojuegos con alto presupuesto, Horizon Zero Dawn brilla con una narrativa fascinante que nunca pierde fuerza en las más de cuarenta horas que alguien tarda en completarlo en dificultad normal.
Pero, por supuesto, de poco sirve tener algo para contar si no hay unas mecánicas que hagan que jugar sea entretenido. La protagonista es Aloy, una cazadora desterrada de su tribu que explora el mundo en busca de su identidad y de comprender los misterios que la rodean. La buena noticia es que las herramientas que Guerrilla Games da para realizar esa exploración son de las mejores que hemos visto en el género de los juegos de mundo abierto (sandbox).
Todo lo relacionado con la cacería de máquinas funciona muy bien. Primero, los robots, que no son sólo dinosaurios sino también distintos tipos de animales, están muy bien diseñados, con debilidades específicas, y ofrecen un reto constante. Gran parte de lo entretenido de Horizon Zero Dawn es estudiarlos, descubrir sus puntos explotables y decidir la mejor manera de atacarlos. Segundo, la oferta de formas para realizar la caza tiene mucha profundidad, con distintos tipos de armas que responden a situaciones particulares. El juego fomenta la experimentación. Tercero, el mundo, gigante y con muy buenas gráficas, tiene la suficiente variedad para no volverse aburridor. Lo envuelve a uno en la historia y no lo suelta hasta que aparecen los créditos finales.
Dicho eso, Horizon Zero Dawn utiliza las mismas herramientas de los juegos de su género: hay que ir a un lugar elevado para descubrir partes del mapa (al estilo de Assassin’s Creed), la caza de animales es similar a lo que se hizo en Far Cry 3 y 4, y, en general, no tiene ideas originales. Lo que sí hace es que introduce pequeñas modificaciones a esas mecánicas para que funcionen muy bien.
En donde el juego pierde brillo es en los personajes secundarios: lo poco desarrollados que son contrasta con la historia de Aloy y del mundo en que nos encontramos. Eso alimenta las misiones secundarias que, salvo contadas excepciones, no son interesantes por su cuenta ni tampoco le aportan profundidad a la historia principal, como sí ocurre, por citar un excelente ejemplo reciente, en The Witcher 3.
Pero esos obstáculos no quiebran la experiencia. Horizon Zero Dawn es un excelente argumento para comprar un PlayStation 4, no sólo por ser una experiencia memorable que perfecciona las mecánicas típicas de los juegos de mundo abierto, sino porque deja con ganas de más. Eso es todo lo que le podemos pedir a un videojuego.
Horizon Zero Dawn demuestra que no es necesario ser original para crear una experiencia memorable. El juego del estudio Guerrilla Games, famosa antes por la saga Killzone y creadora de exclusivas para las consolas de Sony, es el resultado de un ejercicio de mirar con atención otros juegos, descubrir qué hicieron bien, qué hicieron mal y luego proponer cómo hacerlo mejor. Lo que le falta en novedad lo compensa perfeccionando mecánicas ya conocidas, pero nunca tan bien implementadas como en este juego. Ah, bueno, y da la oportunidad de cazar dinosaurios robots gigantes. Eso ayuda. Bastante.
La atención al diseño del mundo y la historia se notan desde el principio, evidenciando que los desarrolladores tenían una visión clara de lo que querían.
Es particularmente refrescante el universo del juego que, pese a estar en una Tierra posapocalíptica, no cae en la aburridora escala de grises de historias similares y en cambio se adelanta bastante en el futuro hacia un tiempo en el que todo está dominado por la vegetación, hay nuevas tribus de humanos con incipientes religiones y se nota la existencia de una historia oculta representada por la presencia de distintas bestias robots. Desde el principio hay indicios de un misterio fascinante: ¿qué pasó antes de que todo terminara así? ¿Quién creó las máquinas y por qué? ¿La tecnología que sigue funcionando representa un peligro latente?
Lo mejor es que Horizon Zero Dawn no ignora esas preguntas, sino que las pone en el corazón de la historia que cuenta. Hacia el final del juego da muchas y satisfactorias respuestas, pero también se encarga de mostrar el camino que podría recorrer la serie en futuras versiones. En medio de tantas historias tan aburridoras y llenas de lugares comunes en los videojuegos con alto presupuesto, Horizon Zero Dawn brilla con una narrativa fascinante que nunca pierde fuerza en las más de cuarenta horas que alguien tarda en completarlo en dificultad normal.
Pero, por supuesto, de poco sirve tener algo para contar si no hay unas mecánicas que hagan que jugar sea entretenido. La protagonista es Aloy, una cazadora desterrada de su tribu que explora el mundo en busca de su identidad y de comprender los misterios que la rodean. La buena noticia es que las herramientas que Guerrilla Games da para realizar esa exploración son de las mejores que hemos visto en el género de los juegos de mundo abierto (sandbox).
Todo lo relacionado con la cacería de máquinas funciona muy bien. Primero, los robots, que no son sólo dinosaurios sino también distintos tipos de animales, están muy bien diseñados, con debilidades específicas, y ofrecen un reto constante. Gran parte de lo entretenido de Horizon Zero Dawn es estudiarlos, descubrir sus puntos explotables y decidir la mejor manera de atacarlos. Segundo, la oferta de formas para realizar la caza tiene mucha profundidad, con distintos tipos de armas que responden a situaciones particulares. El juego fomenta la experimentación. Tercero, el mundo, gigante y con muy buenas gráficas, tiene la suficiente variedad para no volverse aburridor. Lo envuelve a uno en la historia y no lo suelta hasta que aparecen los créditos finales.
Dicho eso, Horizon Zero Dawn utiliza las mismas herramientas de los juegos de su género: hay que ir a un lugar elevado para descubrir partes del mapa (al estilo de Assassin’s Creed), la caza de animales es similar a lo que se hizo en Far Cry 3 y 4, y, en general, no tiene ideas originales. Lo que sí hace es que introduce pequeñas modificaciones a esas mecánicas para que funcionen muy bien.
En donde el juego pierde brillo es en los personajes secundarios: lo poco desarrollados que son contrasta con la historia de Aloy y del mundo en que nos encontramos. Eso alimenta las misiones secundarias que, salvo contadas excepciones, no son interesantes por su cuenta ni tampoco le aportan profundidad a la historia principal, como sí ocurre, por citar un excelente ejemplo reciente, en The Witcher 3.
Pero esos obstáculos no quiebran la experiencia. Horizon Zero Dawn es un excelente argumento para comprar un PlayStation 4, no sólo por ser una experiencia memorable que perfecciona las mecánicas típicas de los juegos de mundo abierto, sino porque deja con ganas de más. Eso es todo lo que le podemos pedir a un videojuego.