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Pérdidas de trabajo, desprestigio social y hasta la asignación de escoltas armadas son algunas de las consecuencias de un fenómeno que, aunque sucede en línea, tiene consecuencias en todas las esferas de la vida.
Su mirada, resumida en este monólogo, permite entender cómo se da el maltrato en internet y qué falta hacer para cortarle caminos a este fenómeno.
“En 2011 coproduje un documental que se llama Bully. Después de esa película estuve un buen tiempo dando charlas para niños y educadores en todo Estados Unidos. Y una de las cosas que más surgía en estas conversaciones era cómo el matoneo se estaba trasladando a internet.
Una de las cosas que tienen en común el matoneo y el acoso en línea es que pueden ser vistas como algo normal: el precio de admisión para ciertos lugares, como la escuela o la red. Ah, claro, como es internet, pues las cosas son así y, si no le gusta, pues no la use o aprenda a tolerarlo. Esto normaliza el abuso y, en últimas, traslada todo el peso a las víctimas, el problema es de ellas y deben cambiar sus vidas y ya.
Estas eran algunas de las actitudes que quería discutir en Netizens. Y creo que la forma más efectiva de hacerlo es mostrar qué pasa con algunas de las mujeres que han sido blanco de estos ataques. No es algo normal recibir amenazas de muerte, de violación, ser víctima de pornografía sin consentimiento. En últimas, lo que quisiera es abrir una discusión más grande para tratar de entender, en nuestras comunidades, qué tipos de ciudadanos digitales queremos ser.
Este es un tema de derechos fundamentales. La red es el espacio público más grande en nuestras comunidades. Cuando una búsqueda en Google con su nombre da como resultado 20 sitios llenos de información falsa o escrita con la intención clara de hacerle daño, eso va a impactar sus posibilidades de conseguir empleo, de interactuar con la gente, incluso de usar internet. Esto genera una enorme desigualdad.
Desde hace año y medio estoy grabando las historias de mujeres en Estados Unidos. Una de las primeras personas que encontré fue a Anita Sarkeesian, quien se ha negado a silenciarse y continúa con su trabajo a pesar de las amenazas que recibe.
El caso de ella es particularmente interesante porque el abuso y el acoso en línea siguen, a pesar de que es una figura muy reconocida y su caso es público. Pero incluso así le resulta difícil que las redes sociales y los motores de búsqueda intervengan para detener los ataques en su contra. Y esto sólo muestra el gran reto que este problema representa para una persona que no tiene el nivel de exposición de Anita.
También he hablado con mujeres que han sido víctimas de pornografía sin consentimiento, que han visto cómo imágenes íntimas de ellas son publicadas en miles de sitios web. Y en algunos de estos casos también publican los números de teléfono, lugares de estudio y direcciones de residencia de las víctimas en servicios de citas y para conocer gente. Es algo muy peligroso para ellas.
Otro escenario es la creación de sitios en línea con información vergonzosa y falsa sobre historias que están diseñadas para hacer daño en el ámbito laboral. Documenté el caso de una mujer exitosa y muy educada (con estudios de posgrado en Columbia), que lleva cuatro años desempleada porque su anterior pareja creó una serie de páginas web de este tipo cuando ella lo dejó.
Toda esta problemática afecta principalmente a las mujeres. ¿Por qué? La respuesta más simple es porque esto no tiene que ver con la red: internet ha revelado la extensión de los prejuicios contra la mujer que hay en nuestras comunidades. No se trata de lo que está sucediendo en línea, no es un problema digital, sino de lo que pasa en la sociedad, lejos del computador.
La pornografía sin consentimiento es utilizada, prioritariamente, contra las mujeres. Y es así porque funciona mejor contra ellas por nuestras percepciones culturales sobre el género y la desnudez. Una foto de una pareja teniendo sexo tiene el potencial de arruinar la reputación y la imagen de la mujer, pero no tanto la del hombre.
¿Qué se puede hacer? Hay varios puntos para actuar. Uno de estos tiene que ver con la aplicación de la ley, desde los policías, pasando por los fiscales, hasta llegar a los jueces. Hay un problema enorme de analfabetismo digital en las autoridades. Cuando una víctima de acoso en línea se acerca a la policía una de las respuestas típicas es: “Apague el computador”.
Al sistema legal, en general, le faltan el conocimiento y las herramientas necesarias para perseguir a los victimarios. Por ejemplo, hay un victimario que diariamente intenta subir, varias veces, fotos íntimas de su víctima al sitio web de la compañía para la que ella trabaja. Esta mujer logró que se emitiera una orden judicial para rastrear la IP de quien intentaba publicar las imágenes. Pero el detective a cargo me contó que si en este caso en particular no hubiera fotos tomadas cuando la persona era menor de edad, el juez jamás hubiera emitido la orden de rastreo.
Y aquí hay otro nivel, el del analfabetismo digital de los jueces. Otra víctima logró que le concedieran una caución, una orden de restricción, sobre su teléfono, pero no sobre otras formas de comunicación, como su correo electrónico o sus redes sociales. Esto es una locura. Las amenazas son igual de dañinas por teléfono o por medios digitales y suelen tener una mayor amplificación y alcance a través de internet.
Otro de los problemas es que las empresas de tecnología no están haciendo todo lo que deberían hacer al respecto. Entiendo que es un asunto complicado cuando uno tiene más 1.000 millones de usuarios, como es el caso de Facebook. Pero cosas como reportar los abusos no es algo intuitivo, no es simple. Y si la persona está en una situación de peligro, estresante, puede que no tenga la concentración para examinar a fondo un sitio web para encontrar por dónde reportar un acoso.
Si las personas ven que esto sucede, que alguien está siendo acosado o matoneado, hay que intervenir. Entiendo que puede dar miedo. Pero es una forma efectiva de decir “esto no está bien y no lo vamos a permitir”.
Hay que prevenir, en vez de limitarnos a reaccionar exclusivamente. Y esto involucra una discusión acerca de qué tipo de ciudadanos queremos ser en internet, cómo queremos que sea este gran espacio público, qué valores son los que entran a jugar en la red”.