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La justicia surcoreana decidirá si, por solicitud de la Fiscalía de ese país, expide una orden de captura contra Lee Jae-yong, vicepresidente de Samsung y posible heredero de una de las empresas familiares más grandes del mundo. Al cierre de esta edición, un juez se encontraba evaluando la petición del ente investigador.
El nombre de Jay Y. Lee, como es mejor conocido en Occidente, está relacionado con una gran investigación por soborno y tráfico de influencias que ha involucrado a la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, y a una de sus asesoras más cercanas, Choi Soon-sil.
En palabras simples, la asesora habría presionado a por lo menos 16 grandes compañías surcoreanas para que financiaran las actividades de dos fundaciones manejadas por ella. La asesora está siendo enjuiciada y podría enfrentar una condena de hasta 15 años, mientras que la presidenta aguarda su propio juicio, que bien podría terminar por sacarla del poder.
La narrativa más popular en este tema es que las empresas, que también incluyen nombres como LG o Hyundai, fueron extorsionadas por la asesora: o dan dinero o… En el caso de Samsung el asunto se complica un poco más pues, según la Fiscalía surcoreana, las donaciones a las fundaciones de la asesora presidencial se hicieron como contraprestación de la ayuda del Gobierno para facilitar la sucesión de Lee como cabeza de Samsung. En breve: el posible heredero es investigado por presunto soborno.
Este es un señalamiento desafortunado, por decir lo menos, pues Lee se ha posicionado como un líder progresista, capaz de mantener a la vanguardia un emporio global que tiene profundas raíces familiares y culturales en Corea del Sur. No es la primera vez que este tipo de investigaciones tocan la puerta de Samsung y de la familia de Lee.
Lee Kun-hee, padre de Jay Y. Lee, fue condenado en 1996 por sobornar a altos funcionarios del gobierno surcoreano. Recibió un perdón presidencial al año siguiente. En 2008 fue condenado por evasión de impuestos (sólo en multas pagó US$90 millones) y por haber vendido acciones de una subsidiaria de Samsung a un precio más bajo del oficial. Recibió una condena de tres años de prisión, que nunca se ejecutó. Obtuvo perdón presidencial en 2009.
En mayo de 2014, Lee Kun-hee tuvo un infarto y desde entonces se alejó del manejo diario de la compañía. Su hijo, el único hombre de esa línea de la familia, es visto como el heredero natural del negocio, aunque esta transición no es fácil debido a la complicada estructura del conglomerado, que en parte también está controlado por las dos hermanas de Jay Y. Lee.
Aquí vale la pena hacer una pausa para ilustrar un poco más el alcance del poder de Samsung en su país natal. La investigación de 2008 contra Lee Kun-hee arrancó un par de años antes debido a las denuncias del abogado más prominente de la compañía, Kim Yong-chul, quien aseguraba que Lee padre tenía fondos secretos para sobornar a figuras políticas surcoreanas. Las autoridades no encontraron evidencia de esto, aunque sí de evasión de impuestos.
Durante la investigación se dieron protestas ciudadanas en defensa del entonces presidente de Samsung. En las fotos se ve a los manifestantes quemando pancartas con el nombre y la foto del abogado que denunció al alto ejecutivo. Los reportes de la época dan cuenta de consignas como “Samsung es Corea”.
La frase es más que un grito de indignación y habla de la relación de esta compañía con su país. En 2015 se estimó que 20 % de las exportaciones surcoreanas fueron obra de Samsung. La marca hoy cobija a más de 60 empresas en sectores que van desde la fabricación de dispositivos electrónicos, barcos y tecnología militar hasta el manejo de parques temáticos, hoteles, hospitales y aseguradoras.
Este modelo de amplia diversificación es común en otras grandes compañías surcoreanas, que también hacen parte de una categoría particular de empresas conocidas como chaebol, que brevemente podría entenderse como negocios familiares. Por cierto, altos ejecutivos de corporaciones como Hyundai y Daewoo también han pasado por los despachos judiciales por cosas fraudes contables y malversación de fondos.
Quizá la última vez que los grandes conglomerados surcoranos enfrentaron una investigación a gran escala fue en 1988, en un caso similar de entrega de fondos corporativos para una fundación del político y militar Chun Doo-hwan, quien estuvo en el poder entre 1980 y 1988.
La posible orden de arresto contra Jay Y. Lee podría debilitar su posición política dentro de la compañía y, claro, su ascenso a la presidencia de Samsung. La sucesión es un asunto que parece no terminar de convencer a inversionistas como el millonario norteamericano Paul Singer, quien es uno de los cinco accionistas más grandes de la compañía.
Y aunque parece no haber antecedentes de pugnas por poder entre Lee y sus hermanas, sí los hay entre otras ramas de la familia, que en la anterior sucesión de la compañía (entre el fundador, Lee Byung-chul, y Lee Kun-hee, su tercer hijo) terminaron con exilios e investigaciones judiciales.
Las operaciones diarias de la empresa, sin embargo, parecen estar bien resguardas por una línea de ejecutivos lejanos al escándalo de supuestos sobornos. Estos, en últimas, están al mando de las decisiones más inmediatas de una empresa que aún sigue recuperándose después del fracaso del Galaxy Note 7 y que se apresta para introducir el Galaxy S8, un dispositivo que le compite directamente al iPhone de Apple, por ejemplo.