La tecnología sexual llegó al CES, en Las Vegas
En su stand en el Salón de Electrónica de gran consumo de Las Vegas (CES), los vibradores y las bolas chinas comparten lugar con los minivibradores con forma de helado de barquillo.
Julie Jammot - AFP
Los juguetes sexuales ayudan a relajarse, a conocerse o a recuperarse después del parto. Favorecen las relaciones largas o a distancia y empoderan a las mujeres... y dan placer. Pero esta virtud se menciona mucho después de los beneficios para la salud entre los argumentos presentados por los fabricantes, preocupados por destacar la respetabilidad de sus productos.
"Los sextoys tienen una connotación extremadamente negativa", señala Jérôme Bensimon, presidente de la compañía Satisfyer. "Por eso cambiamos nuestro nombre a 'sociedad de bienestar sexual'", subrayó.
Lea: Televisores para "millennials", la apuesta de Samsung en el CES
La marca saltó de las conversaciones a las redes sociales gracias a su tecnología de ondas de presión para estimular el clítoris, y está a punto de lanzar una aplicación conectada a ciertos juguetes, que permitirá controlarlos con la entonación de la voz.
En su stand en el Salón de Electrónica de gran consumo de Las Vegas (CES), los vibradores y las bolas chinas comparten lugar con los minivibradores con forma de helado de barquillo.
El año pasado, tal exhibición no habría conseguido la autorización de las autoridades de la ciudad. Pero para la edición de 2020 la 'sextech' está a prueba después de muchos rodeos.
Otras noticias del CES: Lanzan aplicación que contará la historia detrás de cada taza de café
Hace un año los organizadores de la mayor feria de electrónica de consumo, la Consumer Technology Association (CTA), retiró un premio a la innovación otorgado a Osé, un prototipo de juguete sexual que calificó de "inmoral, obsceno y profano", recuerda Lora Haddock DiCarlo, la inventora de este doble estimulador del clítoris y el punto G.
El incidente generó mucho ruido y la CTA le devolvió el reconocimiento.
Productos habituales
"Los juguetes sexuales son dispositivos electrónicos de gran consumo, pero no son tratados como tales", dijo Janet Lieberman-Lu, cofundadora de Dame Products, que fabrica pequeños vibradores para el clítoris.Lea también: Un robot asistente y una ciudad conectada, creaciones destacadas en salón de Las Vegas
"Son más habituales en los hogares que muchos otros productos que se encuentran en el CES", señala.
Su compañía ha presentado una demanda contra el metro de Nueva York, que autoriza las publicidades de medicamentos contra la impotencia sexual y con referencias humorísticas a la sexualidad, pero no permite las de juguetes sexuales.
"Decir que las erecciones son un asunto de salud pero que los vibradores femeninos son obscenos es como decir que los hombres deben poder tener relaciones sexuales y que las mujeres no deben poder disfrutarlo. Y esta visión alimenta el cultura de violación", afirma.
El placer es sinónimo de salud, insisten todos estos empresarios que se han pasado a la industria de los sextoys después de una primera incursión profesional en el sector de la electrónica, la medicina o la belleza.
Se sienten llamados a una misión educativa, en momentos en que los libros de texto apenas comienzan a incluir la forma y el tamaño del clítoris.
"Todo el mundo quiere hablar sobre sexo, pero a menudo es difícil debido al miedo al rechazo", dice Soumyadip Rakshit, presidente de Mystery Vibe, que diseña vibradores para genitales femeninos y masculinos pensados para tratar la disfunción eréctil o la recuperación del perineo y la musculatura vaginal después del parto.
Para hablar de ello, "la gente necesita un catalizador como el médico, un artículo, una celebridad, una serie...", sostiene.
Sexualidad virtual
Dos puestós más adelante, Gerard Escaler, director de marketing de Lovense, explica a los visitantes cómo funciona un "masturbador" para hombres, una suerte de tubo con una manga en el interior, rosa para heterosexuales y transparente para gays.La compañía con sede en Hong Kong ofrece varias aplicaciones que facilitan las relaciones físicas a distancia, ya sea con la pareja o con "camgirls" (las personas que se graban en posiciones sexuales mediante pago de una tarifa) equipadas con un vibrador conectado.
"Dos personas pueden sincronizar sus juguetes e incluso hacer una videollamada simultáneamente", explica Escaler.
Lovense también desarrolla un juego en realidad virtual con un personaje femenino conectado al juguete sexual masculino. Los visitantes deben imaginar el resultado, pues este tipo de imágenes están prohibidas dentro del salón.
Pero la industria del "bienestar sexual", que representará cerca de 40.000 millones de dólares para 2024, según proyecciones de la firma Aritzon, puede ser que tenga interés en mantener al menos una parte de la polémica.
Sin el escándalo, el juguete sexual de casi 300 dólares de Lora DiCarlo probablemente no habría triunfado tan rápido. "Durante nuestra preventa en noviembre, alcanzamos nuestro objetivo de ventas anual en cinco horas", celebra la empresaria, a bordo de un camión transparente que dice "El placer es para ti" y con el cual recorre las calles de Las Vegas durante los días días que se desarrolla la CES.
Los juguetes sexuales ayudan a relajarse, a conocerse o a recuperarse después del parto. Favorecen las relaciones largas o a distancia y empoderan a las mujeres... y dan placer. Pero esta virtud se menciona mucho después de los beneficios para la salud entre los argumentos presentados por los fabricantes, preocupados por destacar la respetabilidad de sus productos.
"Los sextoys tienen una connotación extremadamente negativa", señala Jérôme Bensimon, presidente de la compañía Satisfyer. "Por eso cambiamos nuestro nombre a 'sociedad de bienestar sexual'", subrayó.
Lea: Televisores para "millennials", la apuesta de Samsung en el CES
La marca saltó de las conversaciones a las redes sociales gracias a su tecnología de ondas de presión para estimular el clítoris, y está a punto de lanzar una aplicación conectada a ciertos juguetes, que permitirá controlarlos con la entonación de la voz.
En su stand en el Salón de Electrónica de gran consumo de Las Vegas (CES), los vibradores y las bolas chinas comparten lugar con los minivibradores con forma de helado de barquillo.
El año pasado, tal exhibición no habría conseguido la autorización de las autoridades de la ciudad. Pero para la edición de 2020 la 'sextech' está a prueba después de muchos rodeos.
Otras noticias del CES: Lanzan aplicación que contará la historia detrás de cada taza de café
Hace un año los organizadores de la mayor feria de electrónica de consumo, la Consumer Technology Association (CTA), retiró un premio a la innovación otorgado a Osé, un prototipo de juguete sexual que calificó de "inmoral, obsceno y profano", recuerda Lora Haddock DiCarlo, la inventora de este doble estimulador del clítoris y el punto G.
El incidente generó mucho ruido y la CTA le devolvió el reconocimiento.
Productos habituales
"Los juguetes sexuales son dispositivos electrónicos de gran consumo, pero no son tratados como tales", dijo Janet Lieberman-Lu, cofundadora de Dame Products, que fabrica pequeños vibradores para el clítoris.Lea también: Un robot asistente y una ciudad conectada, creaciones destacadas en salón de Las Vegas
"Son más habituales en los hogares que muchos otros productos que se encuentran en el CES", señala.
Su compañía ha presentado una demanda contra el metro de Nueva York, que autoriza las publicidades de medicamentos contra la impotencia sexual y con referencias humorísticas a la sexualidad, pero no permite las de juguetes sexuales.
"Decir que las erecciones son un asunto de salud pero que los vibradores femeninos son obscenos es como decir que los hombres deben poder tener relaciones sexuales y que las mujeres no deben poder disfrutarlo. Y esta visión alimenta el cultura de violación", afirma.
El placer es sinónimo de salud, insisten todos estos empresarios que se han pasado a la industria de los sextoys después de una primera incursión profesional en el sector de la electrónica, la medicina o la belleza.
Se sienten llamados a una misión educativa, en momentos en que los libros de texto apenas comienzan a incluir la forma y el tamaño del clítoris.
"Todo el mundo quiere hablar sobre sexo, pero a menudo es difícil debido al miedo al rechazo", dice Soumyadip Rakshit, presidente de Mystery Vibe, que diseña vibradores para genitales femeninos y masculinos pensados para tratar la disfunción eréctil o la recuperación del perineo y la musculatura vaginal después del parto.
Para hablar de ello, "la gente necesita un catalizador como el médico, un artículo, una celebridad, una serie...", sostiene.
Sexualidad virtual
Dos puestós más adelante, Gerard Escaler, director de marketing de Lovense, explica a los visitantes cómo funciona un "masturbador" para hombres, una suerte de tubo con una manga en el interior, rosa para heterosexuales y transparente para gays.La compañía con sede en Hong Kong ofrece varias aplicaciones que facilitan las relaciones físicas a distancia, ya sea con la pareja o con "camgirls" (las personas que se graban en posiciones sexuales mediante pago de una tarifa) equipadas con un vibrador conectado.
"Dos personas pueden sincronizar sus juguetes e incluso hacer una videollamada simultáneamente", explica Escaler.
Lovense también desarrolla un juego en realidad virtual con un personaje femenino conectado al juguete sexual masculino. Los visitantes deben imaginar el resultado, pues este tipo de imágenes están prohibidas dentro del salón.
Pero la industria del "bienestar sexual", que representará cerca de 40.000 millones de dólares para 2024, según proyecciones de la firma Aritzon, puede ser que tenga interés en mantener al menos una parte de la polémica.
Sin el escándalo, el juguete sexual de casi 300 dólares de Lora DiCarlo probablemente no habría triunfado tan rápido. "Durante nuestra preventa en noviembre, alcanzamos nuestro objetivo de ventas anual en cinco horas", celebra la empresaria, a bordo de un camión transparente que dice "El placer es para ti" y con el cual recorre las calles de Las Vegas durante los días días que se desarrolla la CES.