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“Mi patria es mi lengua”. El escritor portugués Fernando Pessoa hablaba con esta frase del poder de la lengua, su potencia transformadora para nombrar y definir, para traer a la existencia. Álvaro Mutis escribió estos versos que, de cierta forma, van en la misma línea:
“una palabra basta,
una palabra y se inicia la danza pausada que nos lleva por entre un espeso polvo de ciudades”.
Si es el lenguaje el que da forma a la oscura materia que compone nuestros días (Mutis, de nuevo), las palabras que hoy definen la existencia confinada y frágil de una humanidad en riesgo serían cosas como coronavirus, solidaridad, salud, enfermedad y muerte.
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En la lista de tendencias lingüísticas, si acaso es permitido este abuso, estarían también asuntos como empleo, desempleo y un término que, en toda su extensión, bien encierra el mundo de hoy: remoto.
“Muy lejano. Que no es verosímil. Vago, impreciso”, dice la RAE. Cuánta verdad.
Remoto también se usa para definir una vida que antes, quizá, era más certera: los días antes del encierro, entre compañeros de trabajo, entre los pasajeros soñolientos en el bus de la mañana y el de la noche, con las conversaciones vitales al lado del botellón de agua.
La vida remota viene cargada también de incertidumbres por los problemas económicos, pero también por las fronteras digitales que hay que cruzar para seguir colaborando e intentar seguir para adelante como se pueda.
Estas fronteras están demarcadas por herramientas que hoy se han vuelto indispensables para continuar con el trabajo. Cosas como Slack o Zoom hoy son una presencia indeleble en cientos (o acaso miles) de organizaciones. También se habla de Teams (de Microsoft), Skype empresarial (también de Microsoft). Y un largo etcétera de aplicaciones que prometen conectarnos en tiempos de aislamiento.
Ahora bien, parte de cruzar estas fronteras consiste en entender los riesgos de usar este tipo de herramientas en temas como privacidad y seguridad de la información. Sobre este tema, la Electronic Frontier Foundation (EFF, una de las mayores organizaciones en el mundo que monitorea derechos digitales) publicó una serie de guías para tener a buen resguardo los datos personales mientras el mundo sigue funcionando en remoto.
Sobre este tema, la EFF advierte sobre las vulnerabilidades de Slack y su política de retención de datos que, para las cuentas gratis, implica que todos los mensajes que se crucen en esta plataforma son retenidos por la empresa de tecnología: esto incluye la información cruzada a través de mensajes directos entre usuarios que estén conectados a un espacio de trabajo.
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Si una organización tiene un plan pago, puede escoger la cantidad de mensajes que Slack retiene y los periodos de retención.
Sobre esta retención de datos, que puede involucrar información sensible, la EFF escribió que “la filtración de estos datos puede ser catastrófico, especialmente para grupos que trabajan para llevarle ayuda y apoyo a las comunidades que más están en riesgo” durante esta emergencia.
La organización también advierte sobre potenciales problemas en Zoom, que incluyen acceso a metadatos de las conferencias que se hacen a través de la aplicación: esta información puede incluir números de direcciones IP, datos de localización e información sobre los dispositivos de los participantes; todos estos datos pueden ser utilizados para malos fines si están en las manos equivocadas.
Esto es particularmente cierto para videollamadas con fines educativos, por ejemplo. “La vigilancia no debería ser un prerrequisito para acceder a la educación. Con el crecimiento de la crisis desatada por el Covid-19, y el pico de utilización del aprendizaje digital, hay un potencial alarmante para incrementar la vigilancia en entornos educativos”.
La organización da una serie de consejos para evaluar cuáles son las mejores herramientas y prácticas para la era del trabajo remoto:
-Evalúe las herramientas que usa y asegúrese de que sirvan a sus fines.
-Entérese de cuáles son las mejores prácticas para comunicarse con otros e incorpórelas en su equipo.
-Utilice software para manejar sus contraseñas.
-Asegúrese de tener verificación de dos pasos para la mayor cantidad de servicios que pueda.
-Considere sus necesidades a la hora de tener una VPN para que escoja la que se acomode a sus necesidades.
En general, una de las falencias grandes en las organizaciones (y en general con los usuarios) es la ausencia de una falta de consciencia acerca de la importancia de la seguridad digital y la protección de la información privada de las personas
La falta de una cultura de seguridad digital es un asunto que permea empresas e instituciones y genera que las compañías no tengan un oficial de seguridad digital o incluso un departamento para tratar el tema, por ejemplo.
En todo este escenario, el usuario es la parte más vulnerada en todo el ecosistema digital.
Por eso las recomendaciones los expertos siempre van en tres líneas grandes: use el sentido común, fortalezca sus contraseñas y establezca verificación de dos pasos tanto como pueda.
Claro, nadie quiere recordar 70 contraseñas diferentes, con letras, números y caracteres especiales (¿cuántos pueden incluso?). Lo bueno es que no hay que hacerlo, necesariamente. Hay administradores de contraseñas que guardan una copia segura de estas en un computador o en la nube. Usar estas herramientas es una capa extra de defensa. Y, si va a hacer un respaldo de esta información en un papel, no es sabio dejarlo a la vista de todo el mundo, en una nota pegada en la pantalla del computador de la oficina.
Todas estas son capas extra de seguridad que pueden ayudar a proteger la información de los usuarios en un mundo en el que lo que más se vende es miedo e incertidumbre.