Mobile World Congress: Emprendimiento, aplicaciones y promesas del futuro
Varios emprendedores hablan acerca de los peligros y oportunidades que hay en el mercado global de apps, los productos que encarnan todo lo que la revolución digital tiene para ofrecer, tanto lo bueno como lo malo.
Santiago La Rotta / @troskiller
Es casi imposible desprender el concepto de tecnología de palabras como teléfonos celulares o aplicaciones. Estas últimas son quizá el vehículo más presente y cotidiano a través del cual se manifiestan todos los beneficios, y abismos, que ha prometido la era digital y la computación móvil.
El Mobile World Congress, que finalizó este jueves en Barcelona, dispuso de un espacio entero para las tendencias del futuro y el emprendimiento que definirá la tecnología del mañana. No es coincidencia que 99,9 % de las iniciativas que hubo en este pabellón (ubicado en una sede alternativa del evento) fueran aplicaciones.
Este fue el lugar escogido para que agencias de apoyo gubernamentales, así como emprendedores independientes, presentaran su visión sobre qué se puede seguir haciendo en términos de aplicaciones e innovación. Los resultados son, como en todo, una mezcla de ideas que podrían marcar una diferencia y productos que, en pocas palabras, buscan suplir las funciones de los papás o relevar al usuario del peso de la adultez (llevar el mercado a la casa, sacar a pasear al perro y así).
A pesar del potencial que encerró este espacio, hay una presión enorme sobre los cientos de emprendedores reunidos. Y, claro, la presión es parte natural de cómo funciona el emprendimiento, más aún en el reino digital. Pero eso no evita que haya frustraciones, y acaso, decepciones. Wojciech Zdzarski es un desarrollador polaco que lo pone de forma elocuente: “Este es el lugar ideal para encontrar apoyo e inversionistas, pero también se siente un poco sobrepoblado: hay buenas ideas, pero a veces dudamos de qué tan sano es un mercado que parece hecho para fallar constantemente”. Y agrega: “Dudo de lo que a veces podemos hacer desde este lado de la tecnología para mejorar la vida que sucede lejos del celular”.
Este tipo de dudas lo llevó a crear Localife, una aplicación para permitir que las personas publiquen mensajes de interés para sus comunidades. “Piénselo como una especie de tablero de anuncios en un café: puedo contarle a mis vecinos que alquilo una habitación, que estoy vendiendo mi carro, que busco a mi perro que se perdió. También es útil para los negocios locales, para conectarse mejor con sus clientes inmediatos, para ofrecerles promociones. No es sólo una herramienta comercial, aunque puede serlo y buena parte de la subsistencia financiera depende de este lado, sino aspira a ser una forma de reconectarese con el entorno más local de los usuarios”.
En un espíritu similar se ubica Miquel Solsona, un ingeniero catalán que aspira que su proyecto, llamado Recircula, pueda llegar a producción industrial luego de invertir unos $100.000 euros de su dinero y el de sus socios. “Queríamos hacer tecnología que mejore la vida real. Se calcula que un incremento en la tasa de reciclaje de una ciudad pequeña, con unos 100.000 habitantes, puede generar ahorros de hasta $350.000 euros en reaprovechamiento de materiales, por ejemplo”.
La idea de este equipo no es del todo novedosa, pero su implementación, en una escala local, puede tener buenos efectos en comunidades pequeñas. Está dividida en dos partes: una especie de caneca inteligente que reconoce qué tipo de desechos ingresa el usuario (mediante escaneo de códigos de barras) y avisa cuando ya está llena y una aplicación mediante la cual la persona puede acumular una suerte de puntos cada vez que recicla su basura; mientras más recicle, más beneficios puede acumular.
“En varios países, como Alemania, las alcaldías y los gobiernos locales ofrecen descuentos en impuestos u otros estímulos para que la gente recicle más. Nuestro proyecto busca sistematizar este proceso. La información se recoge a través de la caneca inteligente y la aplicación, se le vende a las alcaldías y estas pueden utilizar estos datos para ver en qué zonas funciona bien la política de reciclaje y para estimular mejor los lugares y a las personas que no lo hacen. No es una herramienta de castigo, sino de impulsar lo que se llama como economía circular”, cuenta Solsona.
En el pabellón hubo este tipo de iniciativas y otras, como aplicaciones para alquilar ropa (centrado en mujeres), organización de eventos, realidad aumentada y virtual también para eventos corporativos, fabricación remota de hardware, videojuegos para estimular el desarrollo en niños, lectores electrónicos que convierten un texto normal en braille o en audio en tiempo real o una aplicación que ayuda a conseguir ayuda psicológica de forma anónima e inmediata.
Sabrina Taddei, cofundadora de una aplicación italiana llamada Together Price (que permite encontrar personas para compartir el precio de suscripciones a Netflix, Spotify, Xbox Live o productos de Kaspersky, entre otros), tiene una lectura del ecosistema a la de Zdzarski: “Es un mundo duro y no es el mercado más fácil. Claro, parte de esta experiencia se trata de intentar y fallar y seguir. Ese no es un elemento nuevo en los negocios. Lo que pasa con la tecnología es que, al igual que con otros elementos, acelera todo el ciclo: fallas y te reinventas más rápido o mueres más rápido en términos del mercado. Nosotros tenemos suerte y hemos trabajado para tenerla también. Contamos con 80.000 usuarios en Italia y ya nos estamos expandiendo a dos países más, pero entendemos que es un momento extraordinario y azaroso para los emprendedores”.
Es casi imposible desprender el concepto de tecnología de palabras como teléfonos celulares o aplicaciones. Estas últimas son quizá el vehículo más presente y cotidiano a través del cual se manifiestan todos los beneficios, y abismos, que ha prometido la era digital y la computación móvil.
El Mobile World Congress, que finalizó este jueves en Barcelona, dispuso de un espacio entero para las tendencias del futuro y el emprendimiento que definirá la tecnología del mañana. No es coincidencia que 99,9 % de las iniciativas que hubo en este pabellón (ubicado en una sede alternativa del evento) fueran aplicaciones.
Este fue el lugar escogido para que agencias de apoyo gubernamentales, así como emprendedores independientes, presentaran su visión sobre qué se puede seguir haciendo en términos de aplicaciones e innovación. Los resultados son, como en todo, una mezcla de ideas que podrían marcar una diferencia y productos que, en pocas palabras, buscan suplir las funciones de los papás o relevar al usuario del peso de la adultez (llevar el mercado a la casa, sacar a pasear al perro y así).
A pesar del potencial que encerró este espacio, hay una presión enorme sobre los cientos de emprendedores reunidos. Y, claro, la presión es parte natural de cómo funciona el emprendimiento, más aún en el reino digital. Pero eso no evita que haya frustraciones, y acaso, decepciones. Wojciech Zdzarski es un desarrollador polaco que lo pone de forma elocuente: “Este es el lugar ideal para encontrar apoyo e inversionistas, pero también se siente un poco sobrepoblado: hay buenas ideas, pero a veces dudamos de qué tan sano es un mercado que parece hecho para fallar constantemente”. Y agrega: “Dudo de lo que a veces podemos hacer desde este lado de la tecnología para mejorar la vida que sucede lejos del celular”.
Este tipo de dudas lo llevó a crear Localife, una aplicación para permitir que las personas publiquen mensajes de interés para sus comunidades. “Piénselo como una especie de tablero de anuncios en un café: puedo contarle a mis vecinos que alquilo una habitación, que estoy vendiendo mi carro, que busco a mi perro que se perdió. También es útil para los negocios locales, para conectarse mejor con sus clientes inmediatos, para ofrecerles promociones. No es sólo una herramienta comercial, aunque puede serlo y buena parte de la subsistencia financiera depende de este lado, sino aspira a ser una forma de reconectarese con el entorno más local de los usuarios”.
En un espíritu similar se ubica Miquel Solsona, un ingeniero catalán que aspira que su proyecto, llamado Recircula, pueda llegar a producción industrial luego de invertir unos $100.000 euros de su dinero y el de sus socios. “Queríamos hacer tecnología que mejore la vida real. Se calcula que un incremento en la tasa de reciclaje de una ciudad pequeña, con unos 100.000 habitantes, puede generar ahorros de hasta $350.000 euros en reaprovechamiento de materiales, por ejemplo”.
La idea de este equipo no es del todo novedosa, pero su implementación, en una escala local, puede tener buenos efectos en comunidades pequeñas. Está dividida en dos partes: una especie de caneca inteligente que reconoce qué tipo de desechos ingresa el usuario (mediante escaneo de códigos de barras) y avisa cuando ya está llena y una aplicación mediante la cual la persona puede acumular una suerte de puntos cada vez que recicla su basura; mientras más recicle, más beneficios puede acumular.
“En varios países, como Alemania, las alcaldías y los gobiernos locales ofrecen descuentos en impuestos u otros estímulos para que la gente recicle más. Nuestro proyecto busca sistematizar este proceso. La información se recoge a través de la caneca inteligente y la aplicación, se le vende a las alcaldías y estas pueden utilizar estos datos para ver en qué zonas funciona bien la política de reciclaje y para estimular mejor los lugares y a las personas que no lo hacen. No es una herramienta de castigo, sino de impulsar lo que se llama como economía circular”, cuenta Solsona.
En el pabellón hubo este tipo de iniciativas y otras, como aplicaciones para alquilar ropa (centrado en mujeres), organización de eventos, realidad aumentada y virtual también para eventos corporativos, fabricación remota de hardware, videojuegos para estimular el desarrollo en niños, lectores electrónicos que convierten un texto normal en braille o en audio en tiempo real o una aplicación que ayuda a conseguir ayuda psicológica de forma anónima e inmediata.
Sabrina Taddei, cofundadora de una aplicación italiana llamada Together Price (que permite encontrar personas para compartir el precio de suscripciones a Netflix, Spotify, Xbox Live o productos de Kaspersky, entre otros), tiene una lectura del ecosistema a la de Zdzarski: “Es un mundo duro y no es el mercado más fácil. Claro, parte de esta experiencia se trata de intentar y fallar y seguir. Ese no es un elemento nuevo en los negocios. Lo que pasa con la tecnología es que, al igual que con otros elementos, acelera todo el ciclo: fallas y te reinventas más rápido o mueres más rápido en términos del mercado. Nosotros tenemos suerte y hemos trabajado para tenerla también. Contamos con 80.000 usuarios en Italia y ya nos estamos expandiendo a dos países más, pero entendemos que es un momento extraordinario y azaroso para los emprendedores”.