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Andrea* es una joven que solía estar en una relación abusiva sin saberlo. Hace unos años, antes de que su novio empezara a hacerle daño, solía tomarse fotografías desnuda y en poses sugerentes con su celular para luego compartirlas con él, tal como lo hacen miles de parejas en todo el mundo. Con el tiempo, el hombre empezó a amenazarla y maltratarla físicamente, a la vez que su propia familia le pedía aguantar esas violencias para salvar la relación.
Un día, un amigo le mostró a Andrea dos perfiles en portales de pornografía que tenían fotos de ella. Eran las mismas que le enviaba a su novio, por lo que supo de inmediato que las había subido él. Vulnerada física y emocionalmente, la joven intentó denunciar el caso ante las autoridades, pero no era fácil probar que su ahora expareja había subido las imágenes. Y aunque los portales eventualmente eliminaron los perfiles por petición suya, se quedó con la zozobra de no saber si sus fotos seguirían circulando en otros rincones de internet.
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El de Andrea es uno de varios casos de pornografía no consentida que han llegado a la Fundación Karisma, organización que promueve los derechos humanos en el mundo digital. Esta violencia, que también es de género, consiste en la difusión de material íntimo sin consentimiento y es una problemática cada vez más común en línea.
“En algunos casos hemos podido ayudar a hacer las denuncias en las plataformas. Pero también sabemos el grado de impunidad de este tipo de actos, que como muchas de las violencias de género, pasan de agache”, cuenta Pilar Sáenz, coordinadora del Laboratorio de seguridad digital y privacidad K+Lab de Karisma.
Aunque no hay cifras exactas de cómo se dan estas agresiones en el mundo, organizaciones que siguen estos casos dicen que se trata de un fenómeno en aumento. Revenge Porn Helpline (RPH), por ejemplo, es una línea de ayuda establecida en Reino Unido que desde 2015 ha ayudado a más de 8.500 víctimas de esta violencia y ha removido 200.000 imágenes íntimas no consensuadas de internet. Las denuncias que llegaron a esta línea se dispararon un 87 % en 2020 y en 2021 subieron un 25 % más.
Bajo este contexto, a principios de diciembre nació una plataforma que busca prevenir la difusión de material comprometedor sin consentimiento —Non-Consensual Intimate Image (NCII)— en cualquier país del mundo. El sitio se llama StopNCII.org y es operada por RPH. En ella se pueden crear huellas digitales sobre estas fotografías o videos para que ciertos portales puedan reconocerlas y evitar que se compartan. La iniciativa ya tiene el apoyo de Meta (antigua Facebook) y de más de cincuenta organizaciones de todo el mundo, entre ellas la Fundación Karisma.
¿Cómo funciona esta herramienta?
Si una persona cree que sus imágenes íntimas han sido o podrían ser publicadas en redes como Instagram o Facebook, puede crear un caso en StopNCII.org. El sitio permite generar un hash, una especie de marcador único compuesto por números y letras que servirá para que las empresas aliadas puedan identificar coincidencias en sus plataformas.
“Desde Meta lo que hacemos es acceder a la base de datos de esas huellas digitales y si encontramos que se está intentando subir una foto o video con ese identificador único, lo vamos a bloquear”, le dijo a El Espectador María Cristina Capelo, líder de seguridad y bienestar de Meta en América Latina. “Este tipo de actos son violencia y hay formas de pararla, pero también hay que poner el tema sobre la mesa y parar a las personas que están pensando que está bien cometer esta agresión”, agrega.
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Meta apoyó esta iniciativa con financiación y tecnología para que otras organizaciones aliadas también puedan rastrear este material. Al tener dos de las redes sociales con más usuarios en el mundo, su participación ciertamente ayuda a cercar los sitios en los que pueden circular estos contenidos.
Hoy en día, en todas las plataformas del conglomerado californiano se pueden reportar imágenes de desnudos o incluso amenazas de que alguien compartirá material íntimo sin consentimiento. Incluso, WhatsApp permite reportar usuarios o grupos enteros por prácticas como esta.
“Cuando lo reportas, esto de inmediato va a nuestros equipos de revisores, que son más de 40.000 personas alrededor del mundo. También contamos con mecanismos de inteligencia artificial que nos permiten detectar desnudos, pasar a una revisión e identificar si se trata de una agresión”, destacó Capelo.
En cuanto a la nueva plataforma, la Fundación Karisma y otras quince organizaciones latinoamericanas se comprometieron a actuar como veedoras y divulgadoras de la herramienta, siempre poniendo la lupa en que estos mecanismos no coarten la libertad de expresión.
Los usuarios también podrán hacer seguimiento de sus casos en StopNCII.org con un correo electrónico y una clave. Cabe decir que en ningún momento se suben estos contenidos a la plataforma, pues todo el proceso ocurre en el dispositivo de la persona, como un celular o computador personal.
Otras herramientas para detener el acoso en línea
La Fundación Karisma tiene una larga experiencia informando acerca de violencias digitales y ofreciendo asesoría a víctimas de estos fenómenos. De hecho, ayudó a conformar Acoso.online, un sitio web que brinda acompañamiento a quienes enfrenten casos de pornografía no consentida.
La página, que es abierta y gratuita, fue alimentada por once organizaciones de varios países y brinda una ruta básica para reportar casos en línea. También incluye datos sobre la legislación en torno a este tema en catorce territorios y un repositorio de emergencia con contenidos para víctimas, organizaciones y periodistas.
Quienes siguen de cerca estos temas coinciden en que hay tres pasos a seguir cuando alguien usó material íntimo sin consentimiento. El primero es reportar de inmediato a las plataformas que albergan estos contenidos. “Si bien siempre alentamos a que haya denuncias ante las autoridades, recurrir a las plataformas puede ser, en muchos casos, una opción mucho más rápida de eliminar un contenido”, explica Pilar Sáenz.
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Según la experta, las páginas formales (desde redes sociales hasta páginas de contenido para adultos) tienen mecanismos específicos de divulgación no consentida de imágenes, por lo que pueden tardar menos de una semana en actuar. Y si el usuario reporta el caso como una infracción sobre derechos de autor, son aún más ágiles. La situación se complica cuando se trata de portales más artesanales y que rayan con lo ilegal, pues los proveedores que les prestan servicio a esas páginas son los únicos que puedan bajarlas. En segundo lugar, es clave que la persona denuncie el caso ante el Centro Cibernético Policial. Según Sáenz, esto es fundamental para evidenciar que se trata de una violencia que va en aumento y a la que las autoridades deben prestar más atención.
Así mismo, es fundamental ser más vocal alrededor de este tema, pues la difusión de estas imágenes también ocurre cuando varias personas las replican en grupos y portales sin cuestionar su origen o sin siquiera verlo como una agresión. Los chats y perfiles en los que se difunden estas imágenes son denunciables y encarar a quienes replican estos contenidos también es un primer paso para cortar la cadena.
En esa línea, Capelo y Sáenz reiteran que compartir fotos y videos explícitos no es reprochable ni, mucho menos, una excusa para juzgar la forma en que la gente ejerce su sexualidad, presiones que suelen recaer especialmente en las mujeres. Aunque apoyarse en plataformas como StopNCII.org y Acoso.online puede ayudar a prevenir la pornografía no consentida, no hay que olvidar que se trata de un fenómeno que, muchas veces, parte de una violación de confianza.
“Decirle a una mujer ‘¿para qué subió esa fotografía?’ es el equivalente a decir ‘¿para qué se puso una minifalda? Por eso las violan’. Es el mismo tipo de argumento”, señala Sáenz.
“Nunca es culpa de las personas que compartieron sus imágenes, porque lo hicieron en un acto de confianza. El que hace las cosas mal es quien las difunde de forma no consensuada”, concluye.
*El nombre de la persona fue cambiado por protección.