¿Qué es la adicción al celular y cómo abordar ese problema?
Una encuesta de Deloitte muestra que el 76 % de los colombianos reconoce utilizar demasiado su teléfono móvil. Para determinar si se trata de un problema de comportamiento, hay que tener en cuenta el contexto de cada persona.
Diego Ojeda /@Diegoojeda95
Imagine a una persona caminando por la calle con su columna arqueada y unida a un cuello reducido; un par de ojos recubiertos por una delgada membrana, como la de los reptiles, y unas manos en forma de garra. Es una breve descripción que hace la compañía de telecomunicaciones Toll Free Forwarding de cómo se vería un humano en el futuro como producto del uso excesivo del teléfono celular.
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Imagine a una persona caminando por la calle con su columna arqueada y unida a un cuello reducido; un par de ojos recubiertos por una delgada membrana, como la de los reptiles, y unas manos en forma de garra. Es una breve descripción que hace la compañía de telecomunicaciones Toll Free Forwarding de cómo se vería un humano en el futuro como producto del uso excesivo del teléfono celular.
En países como Colombia, según la más reciente encuesta de Deloitte sobre consumo móvil, el 76 % de los consultados considera que usa demasiado su teléfono, cifra que podría reforzar apuestas como que en Cali haya zonas con semáforos en el piso para evitar que los peatones distraídos por estos aparatos sufran un accidente.
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Para Leonardo Castellanos, representante de psicología clínica en el Colegio Colombiano de Psicólogos, este panorama evidencia un comportamiento problemático que en muchos casos puede significar adicción al teléfono celular. Esto no quiere decir que el 76 % de los colombianos se consideren ciberadictos. Para eso se deben evaluar varios factores, empezando por entender qué es una adicción.
Según Castellanos, es equivocado que la adicción al celular reciba el calificativo de enfermedad; un término más apropiado sería “comportamiento”, ya que el uso del teléfono es una forma de hacer las cosas y algo que se aprende y se mantiene en el tiempo, como trabajar, ver televisión e incluso conversar. “Lo que pasa es que algunos comportamientos, ya sea por su duración, intensidad o el lugar donde se emiten comienzan a generar problemas”, explica el profesional.
Que las relaciones familiares y demás contactos sociales se vean afectados por el uso excesivo del teléfono, que se experimente ansiedad al no tener este dispositivo cerca, o que la persona no duerma por estar interactuando con el artefacto, es tan solo un puñado de indicadores que sugieren que una persona es ciberadicta.
El problema aquí es que el solo uso excesivo del teléfono no es suficiente para determinar una adicción. A diferencia de las enfermedades, en las que se puede diagnosticar diabetes a una persona por exceder ciertos niveles de azúcar en su sangre, las ciberadicciones dependen del contexto. Por ejemplo, usar demasiado el celular no es lo mismo para un periodista que para el encargado de la seguridad industrial de una compañía. Eso no significa que una persona que, por trabajo, use demasiado el teléfono no pueda desarrollar una adicción; habría que ver el uso que le da al dispositivo al salir de su ambiente laboral.
Una publicación del psiquiatra Antonio Terán Nieto, “Adicción a las nuevas tecnologías”, señala que la consecuencia de este tipo de adicciones es que las personas son conducidas a un aislamiento progresivo y comienzan a aparecer todo tipo de problemas físicos, psicológicos y sociales.
Para otros profesionales como Diego Mora, coordinador de comunicaciones de la Fundación Karisma, preocupa el hecho de que la adicción al teléfono celular se pueda llegar a considerar un tema de salud pública, pero resulta más alarmante que la misma gente no sea consciente de su adicción.
¿Cómo abordar este problema?
Información en la publicación de Terán deja ver que la prevención es una de las principales recomendaciones. Por ejemplo, allí se sugiere que los niños menores de dos años no consuman este tipo de medios digitales y que a medida que crezcan les pongan límites al tiempo en pantalla, como menos de una hora al día para infantes entre dos y cinco años. También se recomienda que los pequeños tengan cero consumo una hora antes de ir a la cama, y que espacios como comidas y tiempos de lectura estén libres de estos artefactos. También, los padres deben dar ejemplo sobre el uso adecuado de los celulares. En la familia, estos artefactos podrían pasar a un segundo plano e invertir ese tiempo en juegos al aire libre, lectura de cuentos y actividades creativas.
¿Pero qué se puede hacer en el caso de una persona que ya presenta una dependencia? Castellanos asegura que se pueden aplicar métodos empleados a otro tipo de adicciones, como la del cigarrillo. “Lo que se busca es una modificación en la conducta, y algo que se usa en una primera etapa es que la persona comience a registrar el tiempo que dedica a ese comportamiento”, menciona Castellanos.
Actualmente hay aplicaciones en los teléfonos que podrían facilitar dicha tarea, como Tiempo en Pantalla, para el caso de los iPhones, y Bienestar Digital, para los dispositivos Android. Luego, la persona podría comenzar a ponerse pequeñas metas que se vayan intensificando con el paso del tiempo, como disminuir media hora su consumo diario por semana.
“Otro elemento es el control ambiental; es decir: llego a la casa y apago el celular, o lo dejo en un cajón, o me quedo con él pero le desactivo los datos, o le desinstalo las aplicaciones que me producen un mayor enganche. Todas son acciones que controlan mi propio acceso al celular”, agrega.
Si la persona llega al punto de no poder cumplir las metas que se propone, podría echar mano a otros recursos, como solicitar atención clínica psicoterapéutica.
La culpa no es solo del adicto
Al ser un comportamiento, la probabilidad de que una persona use demasiado su teléfono dependerá del entorno en el que se ubica. En Colombia, según cifras del Mintic, hay 1,2 líneas de celular por cada colombiano.
Una reflexión que deja Castellanos es que la palabra “adicción” tiene una connotación que culpa al adicto por no querer cambiar, y les resta responsabilidad a la sociedad y al ambiente que pueden estar condicionando esa adicción. También hay puntos de vista más oscuros, como que la ciberadicción sea vista como un negocio para las compañías y desarrolladores, que buscan enganchar a la gente por medio de aplicaciones como redes sociales y videojuegos.
“Las plataformas están creando contenidos para que la gente se quede pegada, y eso es bueno para ellas porque les genera dinero”, menciona Mora, quien agrega que detrás de estas industrias debería haber un código de ética que tenga en cuenta factores como la ciberadicción.
No obstante, en el mercado ya hay industrias tecnológicas que implementan funciones que permiten a las personas controlar el uso excesivo que les dan a estos artefactos. Ejemplo de eso es la filosofía que Google asegura manejar: “Creemos que la buena tecnología debería mejorar la vida, no distraerte de ella. Por eso en el último año lanzamos varias herramientas y características que ayudan a las personas a comprender mejor su uso de la tecnología, enfocarse en lo que más importa, desconectarse cuando sea necesario y crear hábitos saludables para toda la familia”.