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El viernes 17 de mayo de 2024 fue el Día Mundial del Reciclaje y la fecha sirve como una notificación comunitaria de que cada vez son más necesarios los esfuerzos para tratar de contrarrestar los efectos que han dejado décadas de falta de conciencia sobre la importancia de proteger el medio ambiente y sus recursos. Desde la primera revolución industrial el planeta ha desarrollado un camino frenético que lo ha llevado a la situación actual.
Si bien el de los videojuegos es un mercado con un poco más de 50 años de evolución, su ascenso a ser uno de los negocios más lucrativos lo ha obligado a preocuparse por su huella de carbono. Hoy, cerca de 3.000 millones de personas se consideran gamers, para 2027 se espera un aumento de 600 millones y al cabo de tres años más la cifra llegaría a los 4.000 millones. Esto es casi la mitad de la población mundial actual.
Esos números se han reflejado en los US$140.000 millones que produce cada año el gaming en el mundo, el triple de los ingresos que genera el cine. Sin embargo, esto también es palpable en la producción de consolas, juegos y en todo el costo energético y material de mantener estos productos en las estanterías. Lo anterior representa un pasivo ambiental elevado, no solo en número de desechos, sino en consumo de energía.
De ahí la importancia de revisar con detenimiento todo lo que significa para el medio ambiente que exista un industria de los videojuegos tan grande y con aspiraciones de crecer mucho más. Además, de evidenciar las acciones que pueden llevar a cabo jugadores, estudios desarrolladores, fabricantes de consolas, servicios en línea, productores de PC’s y cualquiera que puedan brindar soluciones.
Costo ambiental de los videojuegos
La PlayStation 1 fue la primera consola en popularizar la utilización de unidades ópticas (CD’s, DVD’s, etc.) en lugar de los clásicos cartuchos, famosos gracias a Nintendo. Esto fue un arma de doble filo para las compañías dedicadas a este negocio. El lado amable fue abaratar los costos de producción y la optimización del espacio, pero la otra punta, no tan beneficiosa, fue facilitar la piratería.
Con el tiempo, este tipo de comercialización también significó la acumulación de plástico por cuenta de los estuches y el papel que los recubría. Con el paso de las generaciones de consolas llegaron los videojuegos completamente digitales, almacenados en la memoria interna del sistema. Esto significó un desincentivo en la producción de juegos en formato físico y un costo ambiental menor.
Sin embargo, el problema no se resolvió, sino que se trasladó al consumo energético. Actualmente, por cuenta de los títulos almacenados en las plataformas, estas consumen 156 % más de energía que cuando se utilizaban discos y cartuchos. Esto explica que hoy una PlayStation 5 o una Xbox Series X|S (con juegos digitales) consuman 50 % más energía que una Nintendo Switch, que utiliza las memorias micro SD para vender las entregas.
Si esta industria sigue a este ritmo, para 2030 las emisiones por cuenta de esta actividad del entretenimiento aumentarán 30 %. Y todo esto sin contar cuando se juegan videojuegos al mismo tiempo que se transmiten en línea, uno de los modos más populares actualmente.
Desechos por cuenta de los videojuegos
Por otro lado, si bien las generaciones de videoconsolas se producen y lanzan al mercado cada seis o siete años, las compañías fabricadoras publican cada uno o dos años revisiones de sus sistemas actuales. Esto acentúa el problema de la obsolescencia programada, que es más palpable en otro tipo de productos electrónicos como los celulares. Sin embargo, solo en 2019, 10 % de los 53 millones de toneladas de residuos de este tipo correspondían a esta industria, según Playing for the Planet.
En ese orden de ideas, se necesitarían entre 33 y 89 años para compensar el daño ambiental de los videojuegos. Adicionalmente, en la actualidad solo el 20 % de lo que se lanza a la basura es reciclado. Según estimaciones en Estados Unidos, esto provocará que para 2050 se alcancen los 120 millones de toneladas en todo el mundo. Eso sí, hay que dejar claro que este mercado está todavía muy lejos de producir los daños ambientales de la aviación o el transporte terrestre.
Soluciones sostenibles para los videojuegos
El negocio del gaming es muy amplio y se diversifica más cada año. Por eso es importante diferenciar a los gamers de PC y los de consolas en términos de consumo energético. Mientras un juego de consola gasta en promedio de 100 a 200 vatios cada hora, un PC gamer requiere 1.400 kWh, esto representa el consumo de seis computadores de oficina o estudiantiles.
Es por esto que es tan importante que EnergyStar, programa de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, clasifique consolas y PC gamers para incentivar el consumo eficiente de electricidad, tal como ocurre al momento de comprar una nevera, lavadora o licuadora.
Otro tipo de consumo de videojuegos que ha tomado fuerza recientemente son los títulos en la nube, que consumen entre un 50 % y 150 % más de energía que una entrega digital o física que no incluyan estas características. Lo anterior le da una relevancia mayor a las acciones individuales de los jugadores como apagar las consolas y PC’s totalmente cuando la inactividad supere los 60 minutos.
Descargar solo los juegos que realmente se van a disfrutar libera de trabajo a los servidores y por ende consume menos energía, al igual que prolonga la vida útil de los dispositivos (lo que evita un mayor ciclo de consumo). Evitar jugar por más de cuatro horas seguidas exime de pruebas exigentes a los sistemas. Sin embargo, si son necesarias sesiones de esta duración, se recomienda apagar el equipo por al menos una hora, ya que cada ocho horas de uso promedio representan entre 44 y 88 kg de CO₂ al año.
Playing for the Planet, un programa ambiental de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), busca incentivar los juegos verdes, es decir, que la producción de videojuegos mida su huella de carbono para poder reducirla gradualmente. Por eso, Nimble Giant Entertainment se convirtió en el primer estudio de videojuegos de Latinoamérica en alcanzar la neutralidad de carbono: la organización The Carbon Sink revisó su huella de carbono y desarrolló un plan para compensar, reducir y mitigar sus emisiones.
Según esta empresa, los desarrolladores de títulos pueden utilizar servidores basados en energías renovables o al menos de carbono cero. Además de educar al usuario para incentivar la recompra, recuperar y reciclar componentes. Y por último, medir su huella de carbono.
Por ejemplo, en 2019 la Universidad de Cambridge estableció que fabricar una PlayStation 4 (lanzada en 2013) y transportarla de China a Inglaterra emite 89 kilogramos de dióxido de carbono. Se vendieron más de 117 millones de unidades.
Por eso, las tres grandes empresas de consolas, Sony, Microsoft y Nintendo, implementaron nuevas tecnologías en sus sistemas de novena generación para reducir los impactos en el ambiente.
La PlayStation 5 consume 17 % menos energía que su antecesora. La Xbox Series X|S dejó por defecto la opción de ahorro de energía. Y la Nintendo Switch lanzada en 2019 gasta la mitad de potencia que su versión de 2017.
En conclusión, van a ser necesarios muchos más esfuerzos para hacer que la industria de los videojuegos crezca de forma sostenible, contribuyendo a generar menos desechos, energía, a la vez que aportar entretenimiento y desarrollo económico.
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