¿Quién es el nuevo presidente de Google?
Sundar Pichai fue nombrado CEO de la empresa este lunes en medio de la reestructuración, anunciada por Larry Page, cofundador de la compañía.
Santiago La Rotta
En cierto punto de su carrera, Sundar Pichai opinó que entrar a trabajar a Google era una mala idea. Y era lo suficientemente mala como para intentar convencer a uno de sus amigos que seguir el camino de las startup era una apuesta riesgosa, al menos más que el empleo estable que ambos tenían en McKinsey & Company, una firma de consultoría especializada en temas de gerencia y administración.
Durante sus charlas con su amigo, Pichai descubrió que sus propios argumentos en contra de trabajar en Google eran flojos, o al menos no tan sólidos como pensaba, y para el 1 de abril de 2004, el ingeniero estaba adentro de la compañía. Su primera tarea fue trabajar en el equipo que mejoraba la barra de búsqueda de los navegadores. Una labor modesta, quizá, pero de vital importancia, pues tener una presencia constante en el navegador del usuario era, de cierta forma, garantizar tráfico hacia el motor de búsqueda de Google y, a través de éste, hacia el lucrativo negocio de la publicidad en línea.
Pichai es una persona de suaves modales, cuyo discurso, más que estar cargado de energía, lejos de ser impulsivo, es un asunto cuidado, al menos en público. Sí, hoy es el CEO de Google, y durante su carrera ha estado a cargo de algunos de los productos que son centrales en la vida de millones de personas, pero sus palabras continúan siendo un asunto sopesado, con argumentos bien pulidos. Un hombre que, a pesar de ser poderoso, no teme dudar, parar y pensar.
Y buena parte de su pensamiento está siempre atado a las soluciones que, desde la computación, se pueden plantear frente a los problemas de la vida moderna, plagada de información, interconectada, compleja y, en esencia, caótica. Hace varios años, frente a un auditorio lleno, Pichai hizo una pausa y se tomó su tiempo para responder a una pregunta: “¿Cuál es mi visión sobre el motor de búsqueda? Creo que a través de él podemos ofrecer una narrativa de los intereses y preocupaciones de la humanidad. Y esto es una herramienta poderosa para entender en dónde podemos ser más efectivos, en dónde están los problemas y plantear nuevos caminos para resolverlos”.
Por eso, que haya empezado trabajando en el equipo del buscador, en la barra de búsqueda, quizá no es un accidente. Como tampoco lo fue la siguiente evolución en su carrera: ser parte del equipo que diseñó Chrome, el navegador.
En un principio, Chrome era una apuesta arriesgada, pues el mercado estaba dominado por Internet Explorer (de Microsoft) y Firefox (de la Fundación Mozilla).
Pero en la mente de Pichai, desarrollar un navegador era apenas un paso natural si se quería atraer más tráfico hacia el buscador, y hacia el resto de los negocios de Google que funcionan mano a mano con el motor de búsqueda. Steven Levy cuenta en “In the plex”, su libro sobre la historia de Google, que en un principio, tanto Larry Page como Sergey Brin (los cofundadores de la empresa), ofrecieron un apoyo extraoficial a la idea de construir Chrome; Eric Schmidt, por ese entonces CEO de la compañía, se oponía, pues consideraba que entrar al mercado de los navegadores iba a ser un asunto caro y dispendioso.
Uno de los mayores requisitos que el proyecto de Chrome tuvo desde el principio (una condición impuesta por Page y Brin, según cuenta Levy) fue que el nuevo navegador debía ser rápido, realmente rápido: se trataba de ofrecer la mejor experiencia de navegación posible, pero también el acceso más inmediato al buscador y, desde ahí, a la información del mundo.
Para acortar la historia, Chrome es hoy uno de los navegadores dominantes de la industria y una de sus principales ventajas continúa siendo su velocidad de carga. Pero la cosa no para ahí, pues Chrome también es el nombre de un sistema operativo presente en computadores de bajo costo que, sólo en 2013, representaron el 21% de las ventas de PC en EE.UU.
“El software está en un momento en el que está resolviendo más problemas que en cualquier otro punto de la historia”, dijo Pichai en una entrevista reciente para The Verge. Los Chromebooks (el nombre de estos computadores) son quizá uno de los productos que mejor dejan ver cuáles son las preocupaciones del ingeniero: un computador que no es un computador, sino la internet encarnada en un objeto que parece un computador. Un PC que no posee casi espacio de almacenamiento y cuyo sistema operativo es, básicamente, un navegador.
Tal vez suena extraño, pero resulta coherente con la visión de Pichai, quien se aproxima a los problemas pensando en cómo el vasto poder de procesamiento de Google puede moldear una solución que pueda ser implementada a gran escala, en virtualmente cualquier lado; dos requisitos que casi son sinónimo de internet, así que fabricar un PC que funciona esencialmente sobre la red resulta algo casi lógico y obvio.
Pichai nació hace 43 años en India. Su padre, un ingeniero eléctrico, asegura que desde pequeño su hijo expresó curiosidad por su oficio, algo que nutrió su interés por la tecnología y las ciencias exactas. Después del colegio, Pichai ingresó al Instituto Indio de Tecnología para estudiar ingeniería y de ahí saltó, a través de una beca, hacia una maestría en Stanford en 1993.
Aunque en un principio sus ambiciones lo inclinaban hacia perseguir una carrera en la academia, Pichai no continuó la ruta trazada hacia el doctorado en Stanford y prefirió empezar a trabajar. Luego de un tiempo adquirió una maestría en administración de negocios, en 2002, y poco después de esto fue que se encontró tratando de convencer a su amigo de que no entrara a Google.
Para 2013, luego del éxito de Chrome (el navegador), entre otros asuntos, Pichai fue el hombre encargado de liderar la división de Android, el sistema operativo móvil de la compañía que hoy usan activamente más de mil millones de personas en una gran variedad de dispositivos, entre teléfonos y tabletas, en todo el mundo.
El anterior jefe de este departamento, Andy Rubin, fue el fundador de Android (empresa que fue adquirida por Google en 2005) y lideró el desarrollo de la plataforma móvil a través de un estilo gerencial que, aunque cosechó éxitos en el mercado, le fue cerrando puertas al interior de Google. La verdad del asunto, al parecer, es que aquellas puertas fueron cerradas por el mismo Rubin, quien aisló Android de prácticamente cualquier otra división al interior de la empresa.
Una de las primeras funciones de Pichai al frente de Android fue abrir la comunicación y la colaboración con el resto de los productos de la compañía. Y esto, al igual que como sucedió con Chrome, tiene dos buenos motivos: integrar la oferta de servicios de Google en el sistema móvil más popular del mundo significa más tráfico hacia estos servicios (muchos de estos correlacionados con el lucrativo negocio de la publicidad en línea), pero también se trata de ofrecer la mayor cantidad de poder de computación para resolver cuestiones diarias de los usuarios. La integración de Android y Now (versión de asistente personal de Google), que fue anunciada en la pasada conferencia de desarrolladores, sólo es una muestra más de este enfoque.
“Más de mil millones de personas usan activamente Android. Esta será la primera plataforma de computación que realmente le llegue a nuevos usuarios que jamás han tenido una conexión a internet o un computador en las manos. Es el camino para solucionar problemas a gran escala”, en palabras del propio Pichai.
Para muchos, la elección de Pichai como CEO de Google es apenas un asunto natural, pues en últimas se trata de una persona profundamente involucrada con los productos de la empresa y cuya visión consiste en ofrecer una mejor experiencia al usuario, pero también cómo encontrar nuevas formas de aplicar tecnologías como aprendizaje de máquinas e inteligencia artificial a las tareas diarias que millones de personas realizan a través de sus teléfonos o del buscador, incrustado hoy en casi cualquier aspecto de la vida diaria.
En cierto punto de su carrera, Sundar Pichai opinó que entrar a trabajar a Google era una mala idea. Y era lo suficientemente mala como para intentar convencer a uno de sus amigos que seguir el camino de las startup era una apuesta riesgosa, al menos más que el empleo estable que ambos tenían en McKinsey & Company, una firma de consultoría especializada en temas de gerencia y administración.
Durante sus charlas con su amigo, Pichai descubrió que sus propios argumentos en contra de trabajar en Google eran flojos, o al menos no tan sólidos como pensaba, y para el 1 de abril de 2004, el ingeniero estaba adentro de la compañía. Su primera tarea fue trabajar en el equipo que mejoraba la barra de búsqueda de los navegadores. Una labor modesta, quizá, pero de vital importancia, pues tener una presencia constante en el navegador del usuario era, de cierta forma, garantizar tráfico hacia el motor de búsqueda de Google y, a través de éste, hacia el lucrativo negocio de la publicidad en línea.
Pichai es una persona de suaves modales, cuyo discurso, más que estar cargado de energía, lejos de ser impulsivo, es un asunto cuidado, al menos en público. Sí, hoy es el CEO de Google, y durante su carrera ha estado a cargo de algunos de los productos que son centrales en la vida de millones de personas, pero sus palabras continúan siendo un asunto sopesado, con argumentos bien pulidos. Un hombre que, a pesar de ser poderoso, no teme dudar, parar y pensar.
Y buena parte de su pensamiento está siempre atado a las soluciones que, desde la computación, se pueden plantear frente a los problemas de la vida moderna, plagada de información, interconectada, compleja y, en esencia, caótica. Hace varios años, frente a un auditorio lleno, Pichai hizo una pausa y se tomó su tiempo para responder a una pregunta: “¿Cuál es mi visión sobre el motor de búsqueda? Creo que a través de él podemos ofrecer una narrativa de los intereses y preocupaciones de la humanidad. Y esto es una herramienta poderosa para entender en dónde podemos ser más efectivos, en dónde están los problemas y plantear nuevos caminos para resolverlos”.
Por eso, que haya empezado trabajando en el equipo del buscador, en la barra de búsqueda, quizá no es un accidente. Como tampoco lo fue la siguiente evolución en su carrera: ser parte del equipo que diseñó Chrome, el navegador.
En un principio, Chrome era una apuesta arriesgada, pues el mercado estaba dominado por Internet Explorer (de Microsoft) y Firefox (de la Fundación Mozilla).
Pero en la mente de Pichai, desarrollar un navegador era apenas un paso natural si se quería atraer más tráfico hacia el buscador, y hacia el resto de los negocios de Google que funcionan mano a mano con el motor de búsqueda. Steven Levy cuenta en “In the plex”, su libro sobre la historia de Google, que en un principio, tanto Larry Page como Sergey Brin (los cofundadores de la empresa), ofrecieron un apoyo extraoficial a la idea de construir Chrome; Eric Schmidt, por ese entonces CEO de la compañía, se oponía, pues consideraba que entrar al mercado de los navegadores iba a ser un asunto caro y dispendioso.
Uno de los mayores requisitos que el proyecto de Chrome tuvo desde el principio (una condición impuesta por Page y Brin, según cuenta Levy) fue que el nuevo navegador debía ser rápido, realmente rápido: se trataba de ofrecer la mejor experiencia de navegación posible, pero también el acceso más inmediato al buscador y, desde ahí, a la información del mundo.
Para acortar la historia, Chrome es hoy uno de los navegadores dominantes de la industria y una de sus principales ventajas continúa siendo su velocidad de carga. Pero la cosa no para ahí, pues Chrome también es el nombre de un sistema operativo presente en computadores de bajo costo que, sólo en 2013, representaron el 21% de las ventas de PC en EE.UU.
“El software está en un momento en el que está resolviendo más problemas que en cualquier otro punto de la historia”, dijo Pichai en una entrevista reciente para The Verge. Los Chromebooks (el nombre de estos computadores) son quizá uno de los productos que mejor dejan ver cuáles son las preocupaciones del ingeniero: un computador que no es un computador, sino la internet encarnada en un objeto que parece un computador. Un PC que no posee casi espacio de almacenamiento y cuyo sistema operativo es, básicamente, un navegador.
Tal vez suena extraño, pero resulta coherente con la visión de Pichai, quien se aproxima a los problemas pensando en cómo el vasto poder de procesamiento de Google puede moldear una solución que pueda ser implementada a gran escala, en virtualmente cualquier lado; dos requisitos que casi son sinónimo de internet, así que fabricar un PC que funciona esencialmente sobre la red resulta algo casi lógico y obvio.
Pichai nació hace 43 años en India. Su padre, un ingeniero eléctrico, asegura que desde pequeño su hijo expresó curiosidad por su oficio, algo que nutrió su interés por la tecnología y las ciencias exactas. Después del colegio, Pichai ingresó al Instituto Indio de Tecnología para estudiar ingeniería y de ahí saltó, a través de una beca, hacia una maestría en Stanford en 1993.
Aunque en un principio sus ambiciones lo inclinaban hacia perseguir una carrera en la academia, Pichai no continuó la ruta trazada hacia el doctorado en Stanford y prefirió empezar a trabajar. Luego de un tiempo adquirió una maestría en administración de negocios, en 2002, y poco después de esto fue que se encontró tratando de convencer a su amigo de que no entrara a Google.
Para 2013, luego del éxito de Chrome (el navegador), entre otros asuntos, Pichai fue el hombre encargado de liderar la división de Android, el sistema operativo móvil de la compañía que hoy usan activamente más de mil millones de personas en una gran variedad de dispositivos, entre teléfonos y tabletas, en todo el mundo.
El anterior jefe de este departamento, Andy Rubin, fue el fundador de Android (empresa que fue adquirida por Google en 2005) y lideró el desarrollo de la plataforma móvil a través de un estilo gerencial que, aunque cosechó éxitos en el mercado, le fue cerrando puertas al interior de Google. La verdad del asunto, al parecer, es que aquellas puertas fueron cerradas por el mismo Rubin, quien aisló Android de prácticamente cualquier otra división al interior de la empresa.
Una de las primeras funciones de Pichai al frente de Android fue abrir la comunicación y la colaboración con el resto de los productos de la compañía. Y esto, al igual que como sucedió con Chrome, tiene dos buenos motivos: integrar la oferta de servicios de Google en el sistema móvil más popular del mundo significa más tráfico hacia estos servicios (muchos de estos correlacionados con el lucrativo negocio de la publicidad en línea), pero también se trata de ofrecer la mayor cantidad de poder de computación para resolver cuestiones diarias de los usuarios. La integración de Android y Now (versión de asistente personal de Google), que fue anunciada en la pasada conferencia de desarrolladores, sólo es una muestra más de este enfoque.
“Más de mil millones de personas usan activamente Android. Esta será la primera plataforma de computación que realmente le llegue a nuevos usuarios que jamás han tenido una conexión a internet o un computador en las manos. Es el camino para solucionar problemas a gran escala”, en palabras del propio Pichai.
Para muchos, la elección de Pichai como CEO de Google es apenas un asunto natural, pues en últimas se trata de una persona profundamente involucrada con los productos de la empresa y cuya visión consiste en ofrecer una mejor experiencia al usuario, pero también cómo encontrar nuevas formas de aplicar tecnologías como aprendizaje de máquinas e inteligencia artificial a las tareas diarias que millones de personas realizan a través de sus teléfonos o del buscador, incrustado hoy en casi cualquier aspecto de la vida diaria.